Movimientos en la corte castellana
Las reinas María y Leonor transmitieron a Pedro su preocupación porque fuera a dejar a su esposa e irse con María de Padilla, y los problemas que se generarían por aquella conducta, tanto en el reino con sus ricoshombres que estaban en la ciudad con él a su servicio, como con el rey francés que se ofendería mucho al saberlo. Pedro las tranquilizó y les respondió que no iba a salir de Valladolid ni dejar a su esposa. Después de que ellas se marcharon, él partió de la ciudad hacia La Puebla de Montalbán, donde le esperaba María de Padilla con su hija Beatriz. Había en él un impulso irrefrenable que le llevaba de nuevo con su amante. ¿Por qué no adoptó la actitud de su padre, respetando a la esposa legítima, pero imponiendo la presencia de su concubina? También aquella había sido una actitud escandalosa en el reino, pero como era el rey tuvo que ser aceptada.
Al conocer la noticia, los infantes de Aragón, Fernando y Juan, sus primos, y Enrique y Tello, sus hermanastros, se encaminaron a La Puebla de Montalbán para estar con el monarca. Mientras que Juan Alfonso de Alburquerque, el maestre de Calatrava y otros caballeros visitaron a las reinas: María, Leonor y Blanca, que estaban juntas en las casas reales. Tenían una mezcla de enfado y tristeza por la situación. Alburquerque y sus acompañantes acordaron ir a encontrarse con Pedro y convencerlo de que el abandono de su esposa iba a provocar serios problemas en el reino.
El ambiente de la corte se enturbiaba por momentos y las maquinaciones entre unos y otros los dividía en dos bandos cada vez más enfrentados, lo que no impedirá que en un futuro cercano cambien las alianzas y lealtades. Se estaba formando una trama compuesta por malentendidos, mentiras, sospechas, malquerencias y enredos. Este escenario tan complejo y opaco rodeará al rey Pedro I de Castilla y perturbará y malogrará su reinado, hasta llegar a acabar con él mismo. Era como si una inmensa araña lo estuviera envolviendo en una espesa tela y él no fuera capaz de romperla y salir de ella.
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Fachada mudéjar con la puerta de entrada al palacio de María de Molina, donado para la fundación del Monasterio de las Huelgas Reales de Valladolid, único resto que queda de su primer edificio, ca. 1300,
https://web.archive.org/web/20170714193530/http://monasterio.huelgasreales.es/ |
El señor de Alburquerque sabiendo cómo evolucionaban los hechos regresó hacia el norte sin presentarse ante el rey. El ricohombre tenía miedo, porque no se fiaba de los nuevos consejeros de la familia y amigos de María de Padilla, ni de los bastardos Enrique y Tello, pues todos ellos le habían malquistado con el monarca, y los primeros habían ocupado todos los cargos más importantes de su entorno. Pero antes de irse a sus tierras de Castilla con su esposa Isabel Téllez de Meneses, que andaba muy inquieta por la situación de su esposo e hijo, fue a Valladolid a visitar a la reina María que se encontraba en las Huelgas (el monasterio fundado por su abuela la reina María de Molina con parte de su palacio y casas, al lado de las murallas) acompañada de la reina Blanca y habló con ellas. Juan Alfonso de Alburquerque, era primo de la reina, les unía gran amistad y se apreciaban mucho. Probablemente quería explicarle lo que había sucedido, sus temores, y despedirse de ella, por si la situación empeoraba, y él y su esposa, Isabel Téllez de Meneses, tenían que marcharse a Portugal.
Para María todo aquello era muy triste y desagradable, su hijo estaba repitiendo la conducta de su padre, dedicado a una amante y rodeándose de la familia de ella, había abandonado a su esposa legítima y alejaba de sí a un noble como Juan Alfonso de Alburquerque que, aunque era ambicioso, era de su familia, le había educado y ayudado desde niño, y en los primeros tiempos del reinado había sacado adelante el gobierno de los reinos. Si se exiliaba en Portugal, María echaría mucho de menos su apoyo y seguridad. No se fiaba de los nuevos cargos que controlaban el poder alrededor de Pedro.
Vio regresar al rey a los palacios de Valladolid. Tenía la esperanza de que habría recapacitado y se quedaría con Blanca, o la llevaría allí donde él fuera con la corte como era costumbre. Pronto comprobó que se había equivocado, porque de nuevo Pedro se marchó de la ciudad. María estaba inquieta, no veía la forma de contribuir a que se enmendara la situación. Además supo que los nobles y caballeros franceses que habían venido en el séquito de la reina Blanca, se marcharon a su reino muy ofendidos por la actitud del rey. Decidió llevarse con ella a la abandonada joven y marcharon juntas al palacio de Tordesillas, lugar que la reina tenía ahora. Tendría que hacer de madre y compañera confidente, labor que llevará al máximo de sus posibilidades.
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Palacio del rey Pedro I de Castilla, ventanas de la fachada meridional, s. XIV, Tordesillas,
By José Luis Filpo Cabana - Own work, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=50339001 |
Mediante dos de sus caballeros, el rey se comunicó con Juan Alfonso de Alburquerque para tratar de encauzar la situación a la que se había llegado. El ricohombre le mandaría a su hijo y a varios caballeros como rehenes de que no haría levantamientos y de que le serviría como vasallo leal.
Cuando ya iban a encontrar al rey en Olmedo, les salió a recibir Samuel Levi, tesorero de Pedro, para asegurarles que no les sucedería nada. En un apartado antes de llegar, un escudero les traía aviso secreto de María de Padilla, advirtiéndoles de que no entrasen en la villa porque corrían peligro de muerte. Todos volvieron el camino sobre sus pasos. Ambos huidos se fueron a Medina del Campo, donde habían llegado la reina María y su nuera, y les contaron cómo iban huyendo del rey, María les dio caballos de refresco. La crónica nos muestra cómo diversos caballeros acaban escapando del rey porque le tienen miedo. Aunque el joven monarca ha detenido a algunos hombres, luego los ha soltado. ¿Era él quien decidía tomar aquellas medidas?
Alvar Pérez de Castro consiguió llegar a Castrotorafe que era del señor de Alburquerque y se encontraba allí. Este, al conocer las nuevas, decidió abandonar Castilla, preocupado por haber dejado a su hijo como rehén, (pero no le pasará nada) y cruzar la frontera. Pérez de Castro se fue con él, le daba seguridad porque llevaba muchos hombres de armas. Juan Alfonso atravesó la raya con Portugal, iba a dirigirse a la corte a presentarse ante Alfonso IV y explicarle las razones de su presencia en el reino.
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Restos de la muralla de Miranda de Douro, Portugal, por donde Juan Alfonso de Alburquerque y su mesnada pudo atravesar la frontera entre Castilla y el reino vecino,
Por paul Barker Hemings from seregno, 85 - R1033327w (7889203096).jpg, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=117959689
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Mientras tanto, Pedro decidió casar a su hermanastro Tello, que desde el tiempo de Alfonso estaba prometido con Juana de Lara, señora de Vizcaya e hija de los fallecidos Juan Núñez de Lara III y de María de Haro. El matrimonio se celebró en Segovia, y según la crónica, fue por influencia de familiares de María de Padilla para atraerse a Tello, a Enrique y a Fadrique, y separarlos del señor de Alburquerque, aunque no servirá más que de momento. Tello tenía un buen patrimonio que le había dado su padre, y ahora con el señorío de Vizcaya se hacía más poderoso. Hasta entonces había estado en manos del rey, que se lo devolvía a la heredera, por eso Tello y su esposa, Juana de Lara, se desplazaron a aquellas tierras para que los recibiesen como sus señores.
Pedro tomó otra medida que disgustó mucho a la reina María, mandó llevarse a la reina Blanca de su lado, que habían estado juntas en Medina del Campo, y la trasladó a Arévalo, guardada por el obispo de Segovia y otros oficiales de la casa del rey. Blanca mantenía todavía a su lado damas, doncellas, servidumbre y algunos oficiales necesarios. La reina María le había dado la compañía de una noble castellana a la que conocía bien, y que sería de gran ayuda para la joven, se trataba de Leonor de Saldaña, la esposa de Alfonso López de Haro.
Poco después, la corte debió de marchar hacia el sur, porque en una parada en el camino posando en Villa Real, la reina María velaba por el convento de Santo Domingo de Madrid como ya había hecho anteriormente, completaba los 1000 maravedís que les había dado en 1342, y desde allí le concedía 500 maravedís anuales más de sus rentas de Guadalajara. (1)
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Lirios blancos, jardines del Real Alcázar, Sevilla, fotografía: Pilar Alarcón. |
Cuando llegaron a Sevilla, Pedro también cambió a los oficiales que había nombrado Alburquerque en Andalucía, de tal manera que eran hombres elegidos por Juan Fernández Hinestrosa y Diego García de Padilla, que además contaban con el apoyo de los hermanastros de Pedro. A García de Padilla, hermano de María, consiguió que le nombraran maestre de Calatrava, después de mandar preso a Juan Núñez de Prado, al que el nuevo maestre hizo matar. Ahora la reina tenía como canciller mayor a Juan Fernández de Hinestrosa, se lo había nombrado su hijo, lo que no era de su agrado, porque el cargo, que implicaba mucha confianza, significaba que él no sólo podía controlar la correspondencia y documentos emitidos por María, sino que conocería todos sus asuntos. Claro que ella podía mandar a alguno de sus escribanos enviar cartas que él no conociera o escribirlas ella personalmente, como de hecho hará.
Alvar Pérez de Castro, hermano de Inés de Castro, apareció de improviso en la corte portuguesa, y también lo hizo Juan Alfonso de Alburquerque. Se estaba gestando una revuelta nobiliaria frente al rey Pedro. Pérez de Castro propondrá al infante Pedro de Portugal que participe en la conspiración contra el castellano para hacerse con la corona de Castilla, lo que tal vez apoyaba Inés porque podría ser beneficioso para su prole, pero Alfonso IV impidió que su hijo interviniera en la maquinación.
Estos movimientos y la influencia de los dos hermanos Castro en la marcha de los asuntos del reino, preocupaban profundamente al monarca luso y a sus consejeros, que veían peligrar la independencia de sus tierras y el trono de Fernando, el legítimo heredero hijo de Constanza Manuel, frente a los bastardos de Inés. El ambiente de la corte estaba muy revuelto frente a la amante del infante, que continuaba con su doble vida de heredero en la corte y viviendo con ella.
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Dos jóvenes caballeros, detalle de El encuentro de Úrsula con el príncipe, ciclo de la leyenda de Santa Úrsula, temple sobre lienzo, ca. 1495, Vittore Carpaccio, Galleria dell'Accademia, Venecia,
- The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei (DVD-ROM), distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. ISBN: 3936122202., Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=148874 |
Llegó el tiempo de celebrar la boda de Fernando, el infante de Aragón, con María, la hija del infante Pedro de Portugal y Constanza Manuel. Él partió de Castilla con sus vasallos, también le acompañaban su madre Leonor, y la reina María, con sus oficiales y algunas damas. Era un acontecimiento feliz, todos marchaban con las expectativas propias de un casamiento. María deseaba ver a su familia, a la que hacía bastantes años que no visitaba. Y Leonor tenía, no sólo la alegría de llevar como madrina a su hijo, sino también ver a sus tíos, primo y sobrinos. En unos días estaban en Évora, ciudad cercana a la frontera donde se llevaría a cabo la ceremonia, los banquetes y las fiestas.
En Castilla, el rey fue a cercar Medellín y otro castillo de Juan Alfonso de Alburquerque que no consiguió tomar. Como tenía que partir, fue entonces cuando dejó por fronteros a sus hermanastros Enrique y Fadrique, con los que la relación parecía muy buena, y a Juan García de Villagera, hermanastro de María de Padilla, al que había hecho freilar y nombrar comendador mayor de Castilla de la Orden de Santiago. Desde Cáceres envió los dos mensajeros que fueron al rey Alfonso de Portugal a reclamar a Juan Alfonso de Alburquerque para que se presentara ante él y diera cuenta de sus gestiones desde la muerte de Alfonso XI.
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Castillo de Medellín, Badajoz, s. XIII,
Por Doalex - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=12978882 |
Mientras estos enviados se desplazaban a ver al rey de Portugal, sucedió algo que demuestra la falta de palabra, la deslealtad y el desagradecimiento de Enrique de Trastámara para con Pedro. Preparó una nueva estrategia en la que comprometió a Fadrique, que era maestre de la Orden de Santiago. Ambos estaban traicionando al soberano. El conde pensó que les convenía tener al señor de Alburquerque de su parte, porque era un ricohombre poderoso con muchos vasallos, castillos y otras posesiones, y juntos enfrentarse al rey. Como estaban desavenidos con él, buscaron un mensajero que facilitara el entendimiento entre ambas partes, y decidieron que fuera el confesor de Enrique, un franciscano que sería bien recibido por Alburquerque.
El plan era reunirse los tres y firmar el acuerdo para entrar en Castilla juntos con su gente de armas. Es la tercera vez que se rebela contra su medio hermano, y el monarca ya le ha perdonado en dos ocasiones, no es extraño que llegue un momento en que Pedro se canse de su falsedad. Los gemelos se reunirían con el señor de Alburquerque en un lugar de Portugal, Riba de Caya, pero antes encarcelaron al hermanastro de María de Padilla, sin embargo este se escapó y se marchó a la corte. Tras la reunión se presentó Alvar Pérez de Castro, que estaba al servicio de Juan Alfonso de Alburquerque, y le propusieron que hablara con el infante portugués para que tomara la corona de Castilla y le asegurara que ellos le apoyarían.
Notas
(1) Carrasco Lazareno, M. T., La documentación de Santo Domingo el Real de Madrid, (1284–1416) II, Colección diplomática, doc. 97, tesis doctoral, Madrid, 1994. https://repositorio.uam.es/handle/10486/6259
Fundación del monasterio de Santa Clara en Astudillo
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Puente sobre el río Pisuerga, Astudillo, Palencia,
Por LOBO QUIRCE - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, |
Algo había sucedido entre el monarca y María de Padilla, porque ella, que estaba embarazada de nuevo, deseaba fundar un monasterio de clarisas, y un poco antes de septiembre de 1353 había pedido al papa permiso para establecerlo en la diócesis de Palencia o en cualquier otro lugar del reino de Castilla y de León. Aunque en noviembre ya había decidido construirlo en su villa de Astudillo, y para ello la habían visitado el confesor del rey y el mayordomo de la dama, que eligieron el lugar donde luego se hizo su fábrica.
El papa retrasó la aprobación porque conocía que el rey seguía viviendo con María, a pesar de haberse casado con Blanca de Borbón. Inocencio VI fue un activo defensor de la reina y procuró, con sus cartas y el envío de legados y sus medidas coercitivas, resolver su abandono. Pedro I le escribió insistentemente para que se aprobara el nuevo convento, y María llegó a decirle que su decisión era ingresar en el monasterio para dedicarse a la vida religiosa. Será en abril de 1354 cuando expida una bula aprobando la fundación del convento, lo que al pontífice le pareció indicio de que el castellano había dejado a su concubina y había regresado con su esposa, por lo que le escribió congratulándose de esa decisión que contribuía a salvar dos almas. Le aconsejaba reconciliarse con algunos de sus ricoshombres, como Juan Alfonso de Alburquerque, y le enviaba un nuncio que le repetiría toda esta exhortación. A la reina María, con la que mantendrá comunicación constante por razón de la desatención de Blanca, le encomendaba la llegada del legado.
Pedro tenía otros proyectos muy diferentes a los que el papa se refería. Había conocido a Juana de Castro en la villa de Cuéllar, que era de la familia Haro, pues ella se había quedado viuda de Diego López de Haro. La joven era hija del ricohombre gallego Pedro Fernández de Castro, personaje fundamental al lado de Alfonso XI, y de Isabel Ponce de León, y hermana de Fernando de Castro. Como las mujeres de esa familia, era una dama muy hermosa.
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Convento de Santa Clara y palacio del rey Pedro I, Astudillo, Palencia, gótico-mudéjar, s. XIV, https://www.palenciaturismo.es/visitar/lugares-interes/convento-santa-clara-palacio-pedro-i |
El rey quiso tener relaciones con ella, pero Juana no accedió, por lo que le propuso matrimonio, y escandalizada porque él estaba casado con la reina Blanca, se negó, pero añadió que si le demostraba que estaba separado de la reina, ella se casaría con el monarca. María de Padilla conocía el desatino y el deseo que la dama había despertado en su amante, estaba dolida y enfadada, se sentía menospreciada, por eso la decisión de establecer un convento de clarisas en Astudillo, y de ingresar en él. Él debía de estar embebido en su pasión, porque no recordaba a María de Padilla, ni le parecía impedimento su matrimonio con Blanca de Borbón. Tal vez en sus razones para afirmar que no estaba casado con aquella noble francesa, se encuentre el motivo desconocido por el que la abandonó y nunca más quiso vivir con ella. Después afirmará que la había repudiado, pero desconocemos que lo hiciera oficialmente. Tal vez esa documentación fue destruida por Enrique, como hizo con otras del reinado de Pedro.
Los obispos de Ávila y de Salamanca tuvieron una larga conversación con él, escucharon sus argumentos y accedieron a decirle a Juana de Castro que el casamiento con la reina Blanca no era válido, evidentemente Pedro se había casado forzado por su entorno. Pérez de Ayala afirma que lo hicieron por miedo al rey; cuando el papa les requirió para que se explicasen, antes de tomar muy graves medidas contra ellos, no sólo no las tomará sino que permanecerán en sus puestos, ¿explicaron al pontífice su miedo y este lo aceptó o había otras razones?
Así que la segunda boda de Pedro se efectuó en la iglesia de Cuéllar, el obispo de Salamanca los casó, y en las casas de Juana tuvieron su noche de boda. Según la crónica, el rey la abandonó al día siguiente, sin embargo hay autores que ponen en duda esta afirmación, porque resulta más admisible que el monarca la dejase unos días después, cuando conoció las maquinaciones en que andaba metido el hermanastro de Juana, Alvar Pérez de Castro, unido a Enrique, Fadrique y Juan Alfonso de Alburquerque, de los que ya conocía el acuerdo para guerrearle, pero ahora sabía que Alvar además era su portavoz y estaba procurando que el infante Pedro de Portugal, que era tío del rey, tomara la corona de Castilla.
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Papa Inocencio VI, papado de 1352 a 1362, trató de solucionar con su correspondencia y acciones diplomáticas el abandono de Blanca de Borbón por Pedro I, fresco secco, 1365, Andrea di Bonaiuto, Capilla de los Españoles, Basílica de Santa María Novella, Florencia, - Dominio público,
ttps://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=36667920 |
El papa fue informado de la nueva situación, y mandó a Pedro una dura carta por su comportamiento, apremió al legado para que le visitara, apercibiera a los obispos de Ávila y Salamanca de un plazo para acudir a explicarse por haber participado en el engaño de la boda con Juana de Castro, y tomara las medidas coercitivas que fueran necesarias en el reino de Castilla. Inocencio VI envió una misiva a la reina María hablando de las acciones de su hijo y encomendándole que colaborase con el nuncio para la solución del problema. Blanca de Borbón desde Arévalo sabía los sucesos que iban produciéndose en la corte, sobre todo a través de Leonor de Saldaña, e informada de la boda de Pedro, acudió a Inocencio VI contándole su situación. Él respondió dos cartas consolándola y sugiriéndole que aceptase las circunstancias cristianamente y se refugiase en Dios.
Volvió a escribir a Pedro mostrándole todo el daño que estaba haciendo con la conducta desordenada que tenía, no sólo a su esposa, sino a su propio reino. Sobre el rey y sus tierras podía caer la censura eclesiástica de la excomunión y el entredicho. El legado, mientras tanto, ya había partido de Aviñón, pero no estaba interesado en cumplir su misión, que debía de considerar muy difícil, ya que no tenía experiencia diplomática, y viajaba con una lentitud exasperante.
Con la carta de Blanca de Borbón llegaba más información de Castilla a Aviñón, entre otras noticias, le contaban que la reina madre desaprobaba la conducta de su hijo; sus hermanastros defendían la causa de Blanca; y el descontento iba en aumento en el reino. Entonces felicitó a la reina María por oponerse a la actitud de su hijo, y animándola a aumentar su esfuerzo para que cambiara de vida. Especialmente trataba a Leonor de Saldaña, la dama que se encargaba de asistir y acompañar a Blanca, porque sabía con qué cariño la cuidaba y protegía.
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Ruinas del castillo de Arévalo, Ávila, en el siglo XIX, pero en el s. XIV era una potente fortaleza y la reina Blanca de Borbón fue encerrada un tiempo en la torre del homenaje, después sería reformado y ampliado, litrografía, 1865, Francisco Javier Parcerisa, Recuerdos y bellezas de España, Biblioteca digital de Castilla y León, Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=29990411 |
Y es que la situación de la joven reina había empeorado, porque no recibía las rentas que le correspondían por arras, y apenas le llegaban para sus necesidades y tener una sirvienta. Inocencio VI encomendó a los obispos que la ayudasen económicamente. El arzobispo de Toledo, Vasco Fernández de Toledo, había sido canciller de la reina María y mantenía una buena relación de respeto y amistad con ella. Era un prelado íntegro, sabio y caritativo. No sabemos si él pudo ayudar a Blanca cuando se encontraba en Arévalo, posteriormente cuando fue trasladada a Toledo, le sería más fácil hacerlo. El papa además recomendó a los ciudadanos de Toledo la salvaguardia y cuidado de la reina Blanca, lo que afianzó el apoyo de la ciudad hacia ella, cuando sea trasladada allí.
La boda de María, infanta de Portugal, con Fernando, infante de Aragón
Iglesia del convento de San Francisco de Santarem, 1354
Posiblemente la reina Leonor fue quien promovió este compromiso para su hijo mayor con una dama de su nivel, una infanta, María la hija del futuro rey Pedro de Portugal y de Constanza Manuel, que pronto estaría en edad de casarse. La idea se vio bien acogida en la corte de Lisboa. Fue en Évora, una ciudad cercana a la frontera con Castilla, en la primitiva iglesia del convento de San Francisco el 3 de febrero de 1354, donde se celebró el casamiento entre la pareja, María estaba a punto de cumplir los doce años y Fernando tenía veinticuatro, le doblaba la edad.
La joven vestía una hopalanda carmesí con bordados de oro ceñida a la cintura, y en el revés del alto cuello se veía que estaba forrado de piel de armiño. Las mangas eran muy largas y colgaban hacia el suelo, por lo que podían verse sus brazos cubiertos por una camisa de seda verde brillante muy ceñidos. En el cuello lucía una cadena de oro de la que pendía una cruz de oro con un rubí en el centro y zafiros en los lados, que había sido de su madre Constanza Manuel. Un ligero cendal cubría su cabeza e iba sujeto con un chapel (birrete o gorrito) de oro incrustado de esmeraldas. El cabello muy largo se lo habían peinado en una trenza. Tal vez recordaba a su bisabuela Blanca de Anjou, estaba muy hermosa. Su madre, se hubiera sentido muy orgullosa de ella y habría disfrutado viéndola ir a casarse sobre el palafrén en el que se dirigía a la iglesia.
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Nave principal de la iglesia de San Francisco, Évora, Portugal, s. XV, en la anterior del s. XIII, se realizó la boda entre la infanta María de Portugal y Manuel y el infante Fernando de Aragón,
Por Jmguel - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=94056617 |
Fernando se había puesto también bellas galas para la ocasión, una “ropa” larga, de grueso brocado verde oscuro y oro, forrada de piel de marta cibelina, abierta por delante, y debajo una jaqueta de terciopelo negro y unas calzas marrón muy oscuro. Iba cubierto con bonete verde de terciopelo. Desde la herida de lanza en la cara durante la batalla de Épila, tenía una cicatriz que le afeaba el rostro.
Había venido con él, su madre la reina Leonor, y María, reina de Castilla, que tenía especial interés en asistir a la boda de su sobrina, llamada como ella en su honor. Las tres reinas Beatriz, Leonor y María vestían hopalandas o abrigos muy ricos pero más discretos, y tocados a la cabeza de la que alguna pendía un cendal muy fino. Estaban presentes sus abuelos, con los que María se había criado, realmente todos eran familia. Aunque la crónica de Rui de Pina (1) no dice nada de él, parece evidente que el infante Pedro, su padre, tenía que estar en la ceremonia. La iglesia estaba muy engalanada con ramos y guirnaldas de flores, colgaduras con las armas de Portugal, Aragón y Castilla, y otras de color carmesí, y se había habilitado un estrado para los reyes. De nuevo la familia castellano-portuguesa estaba reunida, como en aquella lejana boda de María y Alfonso XI en Alfaiates en 1328, y el ambiente volvió a ser cordial, acogedor.
Alfonso IV donó a su nieta, como dote para su matrimonio, numerosos lugares con todos sus términos, derechos, pertenencias y rentas. Más adelante entregaba además a los procuradores de Fernando las tierras y quintas (impuesto) de otros lugares, con todos sus derechos y parte del diezmo. La pareja debió de marcharse a vivir a Castilla, que en ese momento era donde él tenía mejores posibilidades como adelantado mayor de la frontera al lado del rey Pedro de Castilla. (En breve volveremos a tener una etapa en que los tres reyes cristianos de la península se llamarán igual, esta vez Pedro, y entre ellos hay gran semejanza por tener carácter irascible y violento).
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Adarve de la alcazaba, Badajoz, s. XIII-XVI sobre fortificación árabe anterior,
Por No se ha podido leer automáticamente información sobre el autor; se asume que es Gianni86~commonswiki (según los derechos de autor reclamados). -Se asume que es trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1071027 |
Después de las fiestas, los nuevos esposos partieron de Portugal a su nueva vida. La reina María se quedó con sus padres, que se dirigieron a Estremoz más cerca de la frontera. Juan Alfonso de Alburquerque también les acompañaba. Allí llegaría un fraile confesor del conde Enrique, con la propuesta de avenencia entre los hermanastros y el antiguo valido. Los reyes Alfonso y Beatriz regresaron a Évora sin conocer el acuerdo que se tramaba, mientras el infante Pedro de Portugal acompañaba a su hermana María hacia Badajoz para que regresara a Castilla.
Lo que había conseguido el fraile es que el señor de Alburquerque y Enrique y Fadrique se reunieran en Riba de Caya, cerca de Badajoz, pero cruzada la frontera con Portugal, para firmar la concordia entre ambas partes. La crónica dice que la reina María tuvo noticias del ajuste que hacían, y no quería que su hijo ni nadie pudiera pensar que ella también estaba en el trato, al encontrarse en la zona. La narración de López de Ayala añade que tomó la decisión de seguir otro camino y no entrar en Castilla por Badajoz. Se dirigió hacia el norte primero a Ronches, luego a Portalegre, donde permaneció unos días antes de decidir qué hacer.
Estando los tres reunidos en Riba de Caya, llegó Alvar Pérez de Castro que venía a ver a Alburquerque. Le hicieron partícipe del acuerdo y le encomendaron que, por su gran amistad con el infante Pedro de Portugal, le propusiera que aceptara la corona de Castilla como descendiente del rey Sancho IV, porque ellos estaban dispuestos a destronar al monarca castellano. Después Alvar se desplazará a verse con el infante Pedro, que se encontraba con su hermana la reina María. El infante le escuchó con interés y tuvieron largas conversaciones sobre la posibilidad de que el portugués se hiciera con la corona, lo que parece ser le interesaba.
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Ruinas del Puente de Ayuda sobre el río Guadiana, en la frontera entre Olivenza del reino de Castilla y Elvas de Portugal, a. 1510, Por Jsobral - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3880905
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Cuando lo supo el rey Alfonso se enfadó mucho y le envió mensajeros para que no hiciera ningún acuerdo con Alvar Pérez de Castro sobre ese tema. Entre los ricoshombres y grandes nobles que rodeaban y aconsejaban al monarca luso había gran recelo con los ofrecimientos del hermano de Inés de Castro, y todos le recomendaron que disuadiese a su hijo de aquella aventura. Él no quería que se inmiscuyera en los asuntos de Castilla, donde reinaba su nieto, y fue muy tajante. La influencia de los Castro en la política portuguesa estaba rebasando los límites aceptables por el rey y sus consejeros.
Tras la oferta de Pérez de Castro se encontraba el acuerdo de Enrique y Fadrique, que después de haber estado criticando e indisponiendo al rey con el señor de Alburquerque, habían encontrado un argumento para tomar el poder del rey, que es lo que verdaderamente deseaban. Así que las alianzas cambiarían radicalmente. Se trataba del abandono de la reina Blanca por parte del soberano. Ese fue el motivo aparente que unió a los nobles contra Pedro, y que utilizaron, pero de lo que realmente se trataba era de quién detentaba el poder, si el monarca o la alta nobleza y la ricahombría, y quién se hacía con el trono.
Alvar Pérez de Castro se quedaría en Portugal, el infante le dio posesiones para que pudiera desenvolver allí su vida. Iría a ver a su hermana que vivía en el palacio de Coímbra, ella le recibió con los brazos abiertos. Inés de Castro es un enigma, si las crónicas son parcas con las mujeres, con ella el silencio es culpable, porque en 1385 la nueva rama de la dinastía requirió unos argumentos y unos vacíos muy estudiados. Cada cual puede crear la imagen que más le encaje en aquel momento y en aquellas circunstancias, y leer toda la ficción, fantasía y leyenda que se ha generado alrededor de su persona, porque esa ha sido su venganza, permanecer en el imaginario popular y literario a través de los tiempos, e incluso conseguir que al rey Pedro de Portugal se le recuerde más por ella que por él mismo.
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Una artista, óleo sobre lienzo, 1906, Aurelia Navarro Moreno, Museo Nacional del Prado, Madrid. |
La reina María siguió su viaje acompañada por su hermano, por el maestre de la Orden de Cristo, por Martín Alfonso Tello, y por Alvar Pérez de Castro, fueron a Castelo Branco donde permaneció ocho días. En este capítulo, la crónica de López de Ayala hace un inciso al hablar de ella y de su mayordomo mayor, Martín Alfonso Tello, porque este llevaba de las riendas el caballo de la reina, “(…) é de alli se levantó la fama que despues ovieron.” (2) ¿Quién le dijo que le llevaba las riendas? ¿De dónde obtuvo esta información? ¿Fue una difamación, como otras que habían sido creadas para desacreditarla?
El cronista quiere hacernos ver que ese presunto gesto simbólico, que él nos cuenta, implicaba el amor entre ambos. Tal vez entonces era un acto de gran confianza. Esa hipotética relación de María y Martín, de la que realmente no hay pruebas, hubiera sido un oasis de felicidad y motivo de alegría en su vida. Pero probablemente fue más “fama”, es decir opinión o noticia creada sobre ella.
Desde allí siguieron camino, dejando al oeste la Sierra de la Estrella, hasta llegar a Guardia, Troncoso y Mogadouro por donde entraron en Castilla, la escoltaron un poco más y después se fueron hacia sus tierras, mientras la reina se desplazaba con su séquito y Martín Alfonso Tello, hacia Zamora y a su querida villa de Toro, donde se encontró con su hijo. Nos preguntamos si sería cierto que la reina sintió recelo por la posible sospecha de Pedro, sobre su participación en el acuerdo de los bastardos y el señor de Alburquerque, al encontrarse ella en el territorio. ¿De dónde extrae el cronista la información sobre algo tan subjetivo como los sentimientos de la reina?
Notas
(1) de Pina, Rui, Chronica de ElRey Afonso o quarto, cap. LXI, p. 186, Lisboa, 1936.
(2) López de Ayala, P., Crónicas de los reyes de Castilla, rey don Pedro, Tomo I, cap. IX, p. 127, Madrid, 1769.
La coronación de Leonor de Sicilia, reina de Aragón
Seo del Salvador, Zaragoza, 1352
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Ermita de San Martín de la Val d'Onsera, Sierra de Guara, Huesca, reconstrucción del siglo XVII sobre restos visigodos, el rey Pere IV pereginó a su altar para que le diera hijos varones. Por Xirkan - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0,
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Algo después de su boda con Leonor de Sicilia, Pere IV de Aragón quería asegurarse de que nacieran hijos varones con esta nueva esposa. Así que realizó una peregrinación al monasterio de San Martín de la Val d’Onsera, al norte de Huesca, lugar que recordaba de cuando era niño, que había andado por aquellas tierras con sus oficiales, y que tenía fama de conceder el nacimiento de progenie masculina. (1) Después, agradecerá al santo el haber tenido no uno, sino cuatro hijos varones, aunque sólo sobrevivieran dos, asegurando su descendencia en el trono.
Pere era el monarca más culto y amante del arte y de los libros de todos los reyes cristianos de la península, y Leonor de Sicilia compartirá con él esos gustos. A pesar de la falta de recursos, bastante habitual por las guerras en distintos frentes y los problemas económicos del reino, ambos comprarán, promoverán y favorecerán distintas expresiones artísticas. Debía de ser una pareja bien avenida, que coincidía en numerosos aspectos de carácter, intereses, reacciones y enfoques de la política y del gobierno.
Ella era una mujer muy inteligente, había sido bien preparada, tenía mucho carácter y una gran personalidad. En seguida tuvo una idea clara del reino, se hizo con la gestión de su casa y de sus oficiales, y empezó a llevar las riendas de su patrimonio, porque era una buena administradora. También comenzó a ocuparse de los problemas y necesidades del monasterio de Sigena. En junio de 1352 desde Lérida, escribía a los oficiales y vasallos del convento ordenándoles que no entregasen diezmos, primicias y otras rentas a los acreedores, hasta que ella no se encuentre allí, porque va a acudir al monasterio en un plazo de 15 días para tratar con ellos.
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Retrato de una dama, temple y oro sobre lienzo, ca. 1450, Maestro del Castillo de la Natividad, The MET, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York, Dominio público
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Como todas las reinas y nobles seguirá la práctica diaria de misa y lectura de las Horas, por lo que precisará de breviarios, Libro de Horas y de salmos. Pronto veremos cómo dedica parte de su presupuesto a la compra o encargo de ese tipo de textos. Ya en noviembre de 1352 mandaba al mestre racional que se pagase la parte que se debía de la Vita Patruum (Vida de los Padres del desierto). El rey también se interesa por la iluminación de un Libro de Horas de su esposa, porque el capellán que lo iba a iluminar ha fallecido y pide que se recupere el libro y se devuelva la cantidad adelantada para ello al apotecari (boticario). (3)
Cuando Leonor le dio su primer hijo varón, fue para Pedro una gran alegría y el más extraordinario regalo que podía haberle hecho su esposa, por lo que él decidió reconocerla especialmente, que las Cortes la recibieran como su reina, y para ello haría la ceremonia de unción y coronación. Después recogerá el ritual de ambas para las futuras generaciones en la Ordinacion (...) de la manera como los Reyes daragon se faran consagrar e ellos mismos se coronaran. La copia más antigua del manuscrito de finales del siglo XIV, es muy hermosa y está bellamente iluminada. Cada folio tiene el texto enmarcado en una orla con motivos vegetales, y las iniciales con la coronación del rey y de la reina son exquisitas y primorosas. (4)
Los detalles de la ceremonia comenzaron a prepararse en la primavera y verano del año 1352. El rey encargó los elementos simbólicos, corona, cetro y pomo a un orfebre de Barcelona, aunque J. Riera i Sans señala no haber encontrado noticias de los dos últimos, y la corona, supone que es la descrita años más tarde cuando se recupera de haber estado empeñada. Una corona de oro con siete florones flordelisados con una gran perla cada uno, un aplique al pie de cada florón con 28 perlas, y siete rosetas alrededor con 42 perlas. En total estaba recargada de numerosas perlas, zafiros, rubíes y esmeraldas. (5)
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Ábside central, mudéjar, de la seo del Salvador, Zaragoza, s. XIV-XV, en el interior de la catedral se celebraron las Cortes de 1352, se coronó a la reina Leonor de Sicilia y se juró al infante heredero Joan, Por ecelan - Trabajo propio, CC BY 2.5,
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Pere IV pensó que el momento más adecuado era el mismo día que el infante Joan fuera jurado en la seo del Salvador de Zaragoza, donde se celebraba la reunión de Cortes, en septiembre de 1352. No sólo era agradecimiento a su esposa, sino continuidad dinástica con este hijo que le había dado. Los monarcas estaban felices y se habían vestido ellos, y al pequeño que tenía casi dos años, con hermosos ropajes, por ser un día muy grande. Era el primer paso para que el infante fuera el sucesor de Pedro, ahora tenía que crecer y prepararse bien para serlo.
La reina Leonor tenía buen gusto con las telas, las joyas y ropas suntuosas y elegantes, representación de una reina, por eso le complacería cómo fue vestida para su coronación. La dalmática, pieza que se asocia como vestidura de prelados y sacerdotes, era, sin embargo, en aquella época una ropa riquísima que portaban los reyes en la grandes ocasiones, como en la ceremonia de su coronación, así lo habían hecho Alfons IV y su hijo Pere.
“Per al ornament de la coronació de la Reyna aragonesa s’hi pertanyien una camisa de lli de Reims; una altra, de seda blanca, les mànegues de la qual portaven quatre botons de fil d’or, La peça damunt consistía en una dalmàtica forrada de tafetà vermell y un maniple de damasch de seda blanca, ab broderíes d’or.” (6)
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Tejidos damasquinados italianos en seda, s. XIV,
De The original uploader was Brian0918 de Wikipedia en inglés.(Texto original: «The New York Public Library») - NYPL Digital gallery. They took the photo from Coloured ornament of all historical styles, with coloured plates from own paintings in water colours. (Leipzig : K.F. Koehler's Antiquarium, 1914-15.) Speltz, Alexander, author., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3773856 |
Aunque no hay referencia directa en su crónica a cómo se llevó a cabo materialmente el acto de la unción y coronación, sí tenemos la Ordinacion citada anteriormente, y que el rey mandó escribir a su secretario, con su atenta dirección, y que recogía tanto el modo en que él se había coronado, como el que se usó con la reina. Por lo que es muy fácil deducir las formas en aquel acto. Pere IV, al igual que ya había hecho en su coronación el rey castellano Alfonso XI en 1334, se coronó a sí mismo no reconociendo ninguna autoridad por encima de él que le transmitiera el poder, sino Dios. Y con la reina sucederá lo mismo, igual que hizo Alfonso con la reina María, será el rey quien coronará a su esposa compartiendo con ella la unión en la monarquía.
La reina seguiría una serie de rituales previos, dado el carácter sagrado de la unción, como bañarse el día anterior, utilizar ropa blanca nueva, confesarse y comulgar. Y el día de la coronación iba ataviada con la ropa blanca, la dalmática, aunque forrada de tafetán rojo, al exterior sería blanca ricamente bordada de oro y adornada de perlas y piedras preciosas, y el manípulo igual. En la primera parte llevaría las camisas blancas de lino y de seda, sin la dalmática ni el manípulo, la cabeza descubierta con el cabello suelto, y el arzobispo de Zaragoza, Lope Fernández de Luna, la ungiría con óleo bendito la cabeza, el pecho y la espalda.
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Coronación de la reina por el rey de la Corona de Aragón,Ceremonial de la consagración y coronación de los reyes y reinas de Aragón, f. 29,
https://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=162155 |
Después, para la coronación, sería cuando vistiera encima las piezas más ornamentadas, y Pere la coronaría posiblemente con esa lujosa corona según Riera i Sans, y le daría los otros símbolos de la monarquía, el cetro y el pomo. En la Ordinacion se detalla también que le pondría un anillo muy valioso en el dedo anular. Toda la ceremonia sería lenta e iría acompañada de oraciones y cánticos de los prelados y sacerdotes alrededor del altar. A todo esto, los asistentes a las Cortes estarían presentes en este acto de gran significación. Ese día el rey daba un convite y había previsto que hubiese suficientes provisiones en la Aljafería, porque al día siguiente daría un segundo banquete.
La jura del pequeño Joan como sucesor se hacía ante el rey como representante del menor, que también estaría presente. Tanto ella como su esposo se ocuparon especialmente de que el infante recibiera una esmerada educación, y desde muy pronto se aficionará a leer libros que su padre le facilitaba y a interesarse por varias expresiones artísticas, como la música y el teatro. Y ese acervo cultural se expresará después en su reinado.
El infante Fernando de Aragón, marchaba junto con su esposa María de Portugal con la corte castellana en su trashumancia, alojándose en las casas y palacios que el aposentador real les adjudicara en las villas y ciudades que lo hicieran los reyes, porque en esta etapa se encontraban en aquel reino, como adelantado de la frontera por el rey Pedro I. Algunas veces, cuando Fernando se desplazara en ciertas acciones del rey o por las obligaciones de su cargo, María se quedaba con su suegra Leonor, con la que compartía aposentos.
La situación de sus posesiones y rentas en Aragón es confusa, porque en algún momento habían sido confiscadas por el rey, aunque no era una situación permanente, reflejo de la relación oscilante de los dos hermanastros. Él seguía tratando de conseguir una posición estable en el reino de Pere IV, como marqués de Tortosa y señor de Albarracín y como procurador y gobernador general, cargos que por costumbre asumían los hijos primogénitos cuando tenían cierta edad o los hermanos del monarca.
Mientras, Leonor de Sicilia se ocupaba cada vez más de las necesidades del monasterio de Sigena, en el que Urraca Artal Cornel era la priora y trataba de reducir las deudas existentes, y María Ximénez Cornel, su hermana, seguía frecuentándolo. En 1353 la reina suplicaba al papa Inocencio VI, a través de los embajadores que el rey le enviaba, le concediera las rentas de varias iglesias parroquiales en el arzobispado de Zaragoza y en el de Tortosa, para asignarlas a un hospital que deseaba empezar a construir en él. También le pedirá que la priora no tenga que ir al Capítulo de Amposta, dado que era un centro de religiosos y estaba mal visto que se relacionase con hombres. (7) Esta es una reivindicación que se arrastraba desde hacía mucho tiempo, así como los enfrentamientos entre el castellán, máxima autoridad de la Orden del Hospital en el reino de Aragón, y la priora del monasterio.
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Torreón de la Zuda, único elemento que queda del palacio de la Zuda, Zaragoza, principal de la Orden de San Juan de Jerusalén y del castellán de Amposta, prior de la Orden, que pretendía controlar al Real Monasterio de Santa María de Sigena, obligando a su priora a acudir a los capítulos que se celebraban regularmente,
https://www.zaragozago.com/monumentos-zaragoza/torreon-zuda/ |
Leonor lo tomó bajo su protección, y la construcción del hospital tenía un sentido de apoyo y cuidado de enfermos y menesterosos de la zona. Será una tarea larga, pues aunque ella trataba de emprenderlo, la realidad no permitirá su construcción hasta más adelante, en parte por la carencia de fondos para llevarlo a cabo, y en parte por los propios problemas del convento, que todavía no había saldado sus deudas, a lo que se añadió la guerra con Castilla. Los oficiales del rey eran lentos en cumplir con los pagos que debían realizar al cenobio y la reina tenía que requerirles que lo hicieran, hasta que era el propio rey el que severamente mandaba al Justicia de Aragón que lo reclamara.
Fue en 1354 cuando Pere tuvo noticias de la boda de su hermanastro, el infante Fernando, con María, la nieta del rey Alfonso IV de Portugal, que se había casado en Santarem en febrero. Aquel matrimonio le molestó mucho, era importante desde el punto de vista de las alianzas en los reinos peninsulares. Ahora Portugal apoyaría a Castilla y al infante, si se daba algún enfrentamiento con Aragón.
Como la situación de Cerdeña seguía sin asentarse, Pere IV decidió hacer personalmente una expedición de guerra a la isla. Dejaba a su tío Pedro de Ribagorza como procurador general del reino. La reina Leonor le acompañó a pesar de estar embarazada, aunque había previsto llevarse con ella una matrona de Valencia llamada Solera. El rey estaba muy preocupado por los trastornos de una estancia así, y efectivamente su segundo hijo varón debió de morir pocos días después de nacer y fue enterrado en la capilla real de Santa María de Alguer. (8) Fue un duro aprendizaje para la pareja, que no volverá a cometer ese error. La campaña acabó imponiendo el control de la corona aragonesa sobre el territorio. Meses después del regreso de la expedición de Cerdeña, la reina tuvo un tercer hijo varón, estando la corte en Perpiñán en el hermoso palacio construido por los reyes de Mallorca, el 29 de julio de 1356. Para la reina Leonor será su hijo más querido, al que dedicará más tiempo como tutora y al que transmitirá el gusto por los libros, la música y el deseo de guardar reliquias como reflejo de una religiosidad de la época.
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Interior de la iglesia del convento de San Francisco, s. XIII, Perpiñán, Francia,
https://www.monestirs.cat/monst/annex/fran/lleng/cperfran.htm |
Probablemente sería bautizado en la iglesia del convento de San Francisco con el que la casa real de Aragón tenía mucha relación, porque la construcción de la catedral de la ciudad había quedado suspendida a raíz de la pérdida de la ciudad por parte de los reyes mallorquines, y se le puso el nombre de Martín, tal vez por la devoción que el rey Pere sentía por este santo y sus visitas al monasterio de San Martín de la Val d’Onsera.
El cenobio (hoy queda una ermita construida posteriormente) se encontraba al norte de Huesca en un lugar muy bello, de difícil acceso en la Sierra de Guara en el barranco de San Martín, al fondo del cual hay una cascada de la que cae muy poca agua. Lo había conocido cuando marchó un tiempo a Jaca, supuestamente huyendo de su madrastra, acompañado de su ayo y sus oficiales. Pensaba que el santo le protegió durante aquella etapa, y decidió nombrarle patrono del reino. En el verano de 1352 en pleno enfrentamiento con Génova: “En esta ocasión visitó el Santuario de San Martín de la Val de Onsera, situado al Norte de Huesca, en la sierra llamada de Guara, del cual fue devotísimo, pues le regaló un rico dosel de madera excelentemente labrada y pintada, con las armas reales, y una reliquia del santo titular, que se conservan. (Ricardo del Arco escribe antes de la guerra civil en que fue expoliado). Cuando en 1354 fundó la Universidad, alega en un privilegio que uno de los motivos que estimularon su ánimo fue la especial devoción que desde la infancia había profesado a nuestra Señora de Salas y a San Martín de la Val de Onsera, a los cuales había elegido patronos y protectores de sus Estados.” (9)
Notas
(1)
San Martín de la Val d’Onsera, Gran Enciclopedia Aragonesa.
https://www.enciclopedia-aragonesa.com
(2) Sáinz de la Maza Lasoli, R., El monasterio de Sijena Catálogo de los documentos del Archivo de la Corona de Aragón, 1348–1451, II, doc. 26. CSIC, Institución Milá y Fontanals. Barcelona, 1998.
(3) Trenchs Òdena, Josep, Documents de cancelleria i mestre racional sobre la cultura catalana medieval, docs. 926 y 931. Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 2011.
(4)
Alfonso Cabrera, S., Ceremonial de la consagración y coronación de
los reyes y reinas de Aragón, Tesoros hispánicos de la liturgia
medieval, exposición digital.
https://www.ucm.es/tesoros/ceremonial
(5) Riera i Sans, J., La coronació de la reina Elionor (1352) pp. 488 y 489. Acta Historica et Archaelogica Medievalia, 2005, n.º 26. https://raco.cat/index.php/ActaHistorica/issue/view/14232
(6) Deibel, Ulla, La Reyna Elionor de Sicilia, pp. 413 y 414, Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 10, 1928. https://raco.cat
(7) Sáinz de la Maza Lasoli, R., Op. cit., docs. 46 y 49.
(8) Ruiz Domingo, Ll., El precio de ser itinerante. Viajes, acompañamiento y espacios cortesanos de la reina Leonor de Sicilia (1349–1375) p. 36, Studia Historica, Historia Medieval, vol. 39, n.º 2, 2021. https://revistas.usal.es/
(9) del Arco y Garay, Ricardo, La ciudad aragonesa predilecta del rey Pedro IV, p. 407, Boletín de la Real Academia de la Historia, n.º 83, diciembre 1923.
El asesinato de Inés de Castro
Coímbra, 7 de enero 1355
Alvar Pérez de Castro continuaba en Portugal, lo que inquietaba a Alfonso IV, añadido a la situación de su hijo Pedro viviendo con Inés de Castro, con la que tenía tres hijos, dos de ellos varones. Temía que asesinaran a su nieto legítimo Fernando, hijo de Constanza Manuel, que le usurparan el trono, que la influencia castellana fuera cada vez mayor, e incluso con la anexión de su reino. Se sentía cada vez más anciano, su salud se deterioraba, sabía que le quedaba poco tiempo de vida, y se le escapaba el control de la sucesión a la corona.
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Escultura yacente del sepulcro de Pedro I de Portugal, s. XIV, monasterio de Alcobaça, Portugal, Por desconocido - O Baú da História, Dominio público, |
La reina Beatriz, esposa discreta y conciliadora, observaba dolorosamente lo que estaba sucediendo. Por un lado la inquietud de su marido, por otro la conducta confusa y contradictoria de su hijo, no sólo con respecto a Inés, sino a sus propios hijos. Y las críticas y protestas de los consejeros del monarca por la presencia de la concubina en la vida del infante y en el reino.
Esos hijos eran sus nietos, llevaban su sangre. Ella tenía que mantener una postura de equilibrio muy difícil, estar al lado de su esposo en las decisiones que tomara, y ayudar a su hijo en la medida de sus posibilidades. En marzo de 1354 dictaba un codicilo corrigiendo un testamento anterior que no se ha conservado. En él recogía mandas sobre la joyas que dejaba a su hija María la reina de Castilla. Nombraba a su nieto Fernando para dejarle otras alhajas. También citaba a su nieta María a quien ya había dado las que detallaba en el testamento. Pero no se, refiere en ningún momento, ni a su hijo Pedro ni a los hijos de este con Inés de Castro, que todavía estaba viva, probablemente por respeto a su marido. (1)
Si desde la muerte de Constanza Manuel había habido mayores dificultades con la relación de Pedro e Inés, en estas fechas que median entre el codicilo y el último testamento, serán unos años muy duros para la reina. Además del asesinato de la amante del infante, el grave enfrentamiento entre este y el rey, y la muerte de su hija María, la reina de Castilla, colmarán el vaso de tristeza de Beatriz.
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La vigilia de las valquirias, acuarela y pintura dorada sobre papel, 1906, Edward Robert Hugues. Transferido desde en.wikipedia a Commons. Dominio público,
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La infanta María de Portugal se encontraba en Castilla, cuando recibió la noticia del asesinato de Inés de Castro. Debió de afectarle profundamente, porque también conocería que había sido su abuelo quien había mandado hacerlo. Era la concubina de su padre, y por ella tanto Fernando como María habían estado apartados de su vida, más compartida con sus abuelos. Pero había convivido con los bastardos en palacio y comprendió el dolor que los tres sentirían. Con su hermanastra Beatriz tenía buena relación, de hecho en su testamento le dejará una guirnalda (era una joya, que solía ser de oro y a menudo con piedras preciosas) que la reina viuda Elisenda de Montcada le había regalado.
Beatriz mandará redactar otro testamento en diciembre de 1358, fecha en que el rey Alfonso ya ha fallecido, y entonces sí nombrará a su hijo Pedro y a los hijos de este con Inés de Castro, sus nietos, Joâo, Dionís y Beatriz para dejarles varios objetos valiosos y joyas. Cuando dicta este testamento también ha muerto su hija María, la reina de Castilla. Hay ciertos detalles como recuerdo de sus hijas, por ejemplo, el monumento de su entierro deberá cubrirse con un tapiz que lleva escudos de castillos y leones, las armas de Castilla, su tierra de origen, que le envió su hija Leonor desde Aragón. (2)
Según la crónica de Rui de Pina, la reina y varios prelados advirtieron al infante que Inés corría peligro si permanecía en el reino, dados los problemas que su presencia estaba generando y le aconsejaron que se la llevara, tal vez a Galicia o a Castilla, pero Pedro consideró que eran amenazas y no hizo caso. Por su parte, los consejeros del rey le recomendaron que acabara drásticamente la situación, y le ofrecieron matarla. Para Alfonso debió de ser una decisión difícil de tomar, pero le pareció la mejor solución. Un grupo armado le acompañaba y sus tres más altos consejeros, que habían sido partidarios de aquella medida. El 7 de enero de 1355 fue muerta en una de las salas del palacio de Coímbra, y enterrada en el monasterio de Santa Clara de la ciudad, hasta que años después, sus restos serían trasladados al de Alcobaça.
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Sepulcro de Inés de Castro, s. XIV, monasterio de Alcobaça, Portugal,
Por SaraPCNeves - Trabajo propio, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2741538 |
Quedaba rota la vida de aquella dama que había sido llevada a la corte portuguesa con la idea de tener un buen casamiento. Ha pasado como una sombra por las páginas de las crónicas y los documentos portugueses, y por nuestra narración, porque nada sabemos de sus sentimientos, reacciones, o deseos, porque no conocemos sus cartas, sus papeles, sus acciones. Permanece impenetrable a través del tiempo, porque así lo decidieron los que querían borrar su memoria. ¿Fueron quince años de amor? ¿Aceptación orgullosa de los requerimientos de un futuro rey? ¿O un intento frustrado de escalada en aquella corte?
Cuando Pedro se enfrentó con el suceso, también tuvo que mirar cara a cara su conducta cobarde con respecto a Inés. ¿Por que no hizo frente a su padre y a los nobles, y se casó públicamente con ella? ¿Por qué la mantuvo alejada en Coímbra? Su reacción iracunda y violenta trataba de castigar no sólo a los principales instigadores, sino a quien lo había decidido, que era su propio padre.
Entonces sacó la valentía que no había tenido, preparó gente armada y se le unieron Fernando de Castro y Álvaro Pérez de Castro, hermanastro y hermano de Inés, ambos con sus vasallos y guerreros, y todos juntos se dedicaron a asolar las tierras del norte entre el Duero y el Miño y la zona de Tras-os-montes. Después de un asedio de dos semanas no tomó la ciudad de Oporto, porque el rey y sus tropas se acercaban. Beatriz, muy apenada por la guerra entre padre e hijo, marchó al burgo de Canavezes en compañía del arzobispo de Braga, hablaron con el infante para tratar de mediar entre ambos y obtener un acuerdo.
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Canavezes, aldea de Portugal, donde se reunieron la reina Beatriz y el arzobispo de Braga con el infante Pedro, para acabar con el enfrentamiento armado de este contra su padre el rey Alfonso IV, por el asesinato de Inés de Castro,
https://www.rotadoromanico.com/es/Experiencias/que-ver-y-hacer/rua-direita-pueblo-de-portugal/ |
Su esfuerzo surtió efecto, y se firmó la concordia por la que se perdonaban ambas partes y se establecían una serie de condiciones, entre las que destacaba la de dar poderes ejecutivos al infante. Sin embargo, el rey Alfonso era consciente de que su hijo sentía un gran odio a los inductores de la muerte de Inés, y pensaba que cuando él muriera, se vengaría de ellos. Les advirtió de que corrían un gran peligro cuando él desapareciera y ya no pudiera garantizarles la vida, por lo que les aconsejó que se marcharan inmediatamente del reino. Diego López Pacheco huyó a Castilla con rapidez y después al reino de Aragón e incluso a la corte papal en Aviñón, pero los otros dos nobles fueron devueltos desde Castilla y acabarán siendo salvajemente ejecutados por Pedro.
En 1356 tenía relaciones con una mujer llamada Tareija Lourenço, nacida en Galicia, según el cronista Fernâo Lopes, y que no sabemos si fue esporádica o se mantuvo en el tiempo. El caso es que de esa relación, nació en abril de 1357 un niño al que se puso el nombre de Joâo. Cuando tenía edad de ser educado, se lo encargó al maestre de la Orden de Cristo. Fue el hijo al que hizo menos caso, y mandó que se le nombrara maestre de la Orden de Avís. Lo que no sabía el rey Pedro es que, con el tiempo, será ese hijo natural el que accederá a la corona e iniciará una nueva rama de la dinastía, frente a los hijos que tuvo con Inés de Castro y que intentó legitimar para que fueran ellos quienes le sucedieran.
Cuando ya se había conseguido la paz entre Alfonso IV y el infante, coincidió que María, la reina de Castilla, se vino a Portugal, llena de pena y aflicción, tras las últimas experiencias vividas: la relación con su hijo se había deteriorado gravemente, y había perdido a sus dos más fieles colaboradores y amigos, ambos portugueses: Juan Alfonso de Alburquerque, su primo, que siempre fue una gran ayuda. Y Martín Alfonso Tello, que había sido asesinado en Toro con otros caballeros por orden de Pedro. La crónica lo cita desde 1354, pero ya había venido antes a vivir a Castilla con su esposa, y aquí habría tenido a alguno de sus hijos. Como familia de Juan Alfonso de Alburquerque participó acompañándole en la hueste del rey castellano.
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Caballos pastando en una dehesa en primavera, fotografía: Jorge de Santaella. |
Era un ricohombre de la familia de los Téllez (en Portugal Teles o Telo) de Meneses portugueses, hijo de Alfonso Martins Telo, gran noble que había sido alcaide de Marvâo y vino con el ejército de Alfonso IV de Portugal a la batalla de Tarifa y allí perdió la vida. Su madre era Berenguela Lourenço, (hermana de la madre de Inés de Castro, y por lo tanto él era primo de esta). Martín se casó en Portugal con Aldonça de Vasconcelos, que probablemente falleció de peste en Castilla. Tuvo dos hijos y dos hijas, que serán cargos importantes en la corte lusa. De las hijas, Leonor se casará con el rey Fernando I y será reina del país vecino; y su hermana María, viuda de un primer matrimonio se casó con Juan de Portugal, uno de los hijos de Inés de Castro y Pedro I, y tendrá un triste final, asesinada por él a causa de una difamación que la hacía sospechosa de adulterio.
Martín Alfonso Tello era mayordomo mayor de la reina María, probablemente a partir de los años 50. La presunta relación amorosa entre él y la reina de Castilla tiene todas las trazas de ser una calumnia, de las varias que difundió Enrique de Trastámara y su entorno, para mancillar a Pedro a través de su madre. Las razones para dudar de la veracidad del rumor, primero que era eso, un rumor, nadie podía hablar de pruebas, y además constatar la conducta observada por María a través de los años.
Lo más íntimo que existía entre madre e hijo se había roto. Pedro desconfiaba de María, y esta se encontraba profundamente alejada de él y desapegada de Castilla. Ya no le unía nada a aquellas tierras en las que había vivido los últimos veintiocho años, la mayor parte de su vida. En seguida preparó sus pertenencias y se marchó a la corte de su padre rodeada de unas pocas damas y algunos caballeros. No sabemos si vivió con su familia, como apuntan algunos autores, o si había entrado en un convento de Évora como dicen otros. En esta ciudad falleció el 18 de enero 1357, antes de cumplir los cuarenta y cuatro años. Se desconoce de qué enfermedad murió. A. Echevarría Arsuaga señala que pudo fallecer de puerperio, (3) lo que parece altamente improbable porque si hubiera tenido relaciones con Martín Alfonso Téllez, que fue asesinado el 26 de enero de 1356, el posible hijo tendría que haber nacido, como muy tarde, hacia el 20 de octubre de 1356. Y ella muere como hemos dicho el 18 de enero de 1357 (un año después de la muerte de Martín), dado que el puerperio dura de 35 a 40 días, en este caso habían transcurrido casi tres meses.
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El caballero misericordioso, basado en la leyenda del s. XI sobre el caballero florentino Giovanni Gualberto (san Juan Gualberto), acuarela y gouache sobre papel, 1863, Edward Burne-Jones, Museo y Galería de Arte, Birmingham, Inglaterra,
https://es.wikipedia.org/wiki/El_caballero_misericordioso |
López de Ayala no habla de que tuviera un hijo, pero utiliza un argumento tanto o más dañino que ese. Afirma que “(…) é segund fué la fama, dixeron que el Rey Don Alfonso de Portogal su padre della le ficiera dar hierbas con que moriese, por quanto non se pagaba de la fama que oia della.” (4) Hay que fijarse en las dos palabras que emplea el cronista, como cuando quiere introducir afirmaciones muy probablemente falsas, escribe: “…fama, dixeron...” y repite: “non se pagaba de la fama que oia della”. La información contiene varios elementos difícilmente creíbles: que su padre mandara envenenarla, cuando por ella había luchado con el rey de Castilla, y que aceptara como válidas, informaciones de aquel reino difundidas por personajes que él conocía muy bien, y sabía todo lo que eran capaces de utilizar contra su nieto Pedro. Habían pasado cinco años desde que le había pedido que perdonase a su hermanastro Enrique, después tenía noticias de la falsedad, las traiciones y deslealtades de este.
La reina Beatriz veía desaparecer así a su hija mayor, después de haber perdido también a la pequeña Leonor. Sólo le quedaba Pedro. A lo largo de sus vidas estas mujeres tenían que soportar las muerte de sus hijos desde muy pequeños, y en el caso de la reina de Portugal ya había visto fallecer a cuatro en la infancia, y en estos años la peste se llevó a Leonor con veinte años y cualquier otra dolencia a María.
Fue enterrada en Évora y algún tiempo después su hijo, el rey castellano, hizo traer su cuerpo a Castilla y fue inhumada en la capilla de los reyes de la iglesia mayor de Sevilla, junto al rey Alfonso XI, como ella deseaba. Al cabo de la muerte de Pedro, Enrique II la hizo trasladar a la iglesia del monasterio de San Clemente de Sevilla, con la intención de borrar su título de reina y madre de rey. Allí reposan sus restos en un ataúd de madera con tapa a dos aguas, con escudos pintados a los lados.
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Humilde ataúd de madera pintada de la reina María de Portugal, esposa de Alfonso XI, Real monasterio de San Clemente, Sevilla; Enrique II, rey fratricida y usurpador, rencoroso y despreciable, hizo desenterrar a la reina de su sepultura en la Capilla Real de la catedral de Sevilla, como le correspondía como madre de rey, y la mandó llevar a este monasterio sevillano,
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Como era su mandato, los restos de Alfonso fueron llevados a la iglesia catedral-mezquita de Córdoba junto a su padre el rey Fernando IV. Será en el siglo XVIII con un rey Borbón, cuando se cumplirá la voluntad de Alfonso, que era descansar en la colegiata de San Hipólito de Córdoba, porque se había acabado su construcción, paralizada durante años.
Existe una historia, que presumimos falsa, y se añade a la propaganda creada por Enrique de Trastámara contra el rey Pedro I, y que pudo completarse en el traslado del ataúd de la reina al monasterio sevillano, se trata de que con ella estaban enterrados “dos tiernos infantes” como aparece en la lápida de azulejos que está debajo y probablemente sea del siglo XIX, fecha en que se abrió su enterramiento y se encontraron unos pergaminos que lo afirmaban. (5) Pergaminos que pudieron ser colocados en aquel traslado. Su hijo primogénito, Fernando, nacido en noviembre de 1332, había fallecido en Toro unos ocho meses después, por lo que extraña sobremanera que en 1371, los que llevaron el ataúd de la reina al convento, se hubieran ocupado de ir a buscar los ya casi inexistentes restos de un niño tan pequeño que no se sabe dónde estaba enterrado. En cuanto al presunto hijo de Martín Alfonso Tello, fallecido a finales de 1356, al cabo de casi quinientos años no parece posible que pudiera comprobarse que subsistían, ya que de haber existido sólo quedarían cenizas tanto de uno como de otro.
Para Beatriz no se habían acabado las muertes de seres queridos. Alfonso IV se encontraba cada vez peor de salud, y la reina, compañera de toda la vida, estuvo a su lado hasta el final. Se puede afirmar que había sido una de las damas de nuestra narración, más felices en su matrimonio. Habían crecido la niñez, la adolescencia, la juventud y la madurez muy unidos, probablemente se llevaban bien y se querían. Al rey no se le conocen amantes ni hijos bastardos, su experiencia personal en la infancia y juventud en esa faceta había sido traumática y no había querido repetirla con su esposa y sus hijos, como la vivieron él y su madre, la reina Isabel. Alfonso tenía sesenta y seis años y Beatriz sesenta y cuatro, cuando se enterró al rey en Santa María la Mayor, la sede de Lisboa, donde ambos habían decidido inhumarse en unos sepulcros que todavía estaban esculpiéndose, por lo que se le colocó temporalmente en el coro y luego se trasladaría a la capilla definitiva. El terremoto de Lisboa de 1755 y el posterior incendio, hicieron graves daños en la catedral y también destruyó sus primitivos enterramientos, que fueron sustituidos por sarcófagos nuevos unos años después.
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Nave central de la catedral de Lisboa, en buena parte reconstruida en el s. XIX, tras los daños sufridos en todo el edificio por el terremoto de 1755, en su interior están enterrados el rey Alfonso IV y su esposa Beatriz de Castilla, Por Diego Delso, CC BY-SA 3.0,
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La reina asistió a las misas y al Oficio de difuntos que se hicieron para la salvación de su alma. Estaba tranquila, entonces la muerte era aceptada de una forma tan natural como los nacimientos. Había dolor, la sufrían y se lloraba, pero la vida eterna, si eran creyentes, les esperaba a todos ellos que dejaban atrás las tribulaciones de este mundo, que consideraban desdichado, a pesar de sus riquezas, relativo bienestar y alegrías vividas.
El infante empezó a reinar como Pedro I, mientras sus hijos Fernando, Joâo, Dionís y Beatriz crecían en la corte junto a la reina madre, aunque esta, una vez fallecido su esposo, se dedicaba más a la oración y a la práctica religiosa que a actividades cortesanas. El 25 de octubre de 1359 fallecía Beatriz en Lisboa, y allí en Santa María la mayor fue enterrada con el hábito de san Francisco al lado de su esposo, “Com elle foy sepultada na Sè de Lisboa junto delRey seu marido, e assim esta retratada em pedra viva sobre a sua sepultura, que está dentro da Capella Mór, de marmore branco lavrada, e ornada de varias figuras, e lavores muy finos, como el delRey. Tem habito cingido com o cordaô, e toalha sobqueixada, pés descalços, e hum livro entre as mâos, no meyo de quatro Anjos, que nâo devem estranhar esta sua companheira.” Esta descripción de la tumba de la reina de Portugal fue realizada veinte años antes del terremoto de 1755, por lo que era su primer sepulcro. (6)
Notas
(1) Caetano de Sousa, A., Provas da historia genealogica da casa real portugueza, tomo I, pp. 226 y 227, Lisboa Occidental, 1739. https://books.google.es
(2) Ibidem, pp. 228 a 237.
(3) Echevarría Arsuaga, A., Redes femeninas en la corte castellana. María de Portugal (1313-1357), p. 185, La Corónica: A Journal of Medieval Hispanic Languaje, Literatures and Cultures, vol. 45, n.º 2, 2017. https://muse.jhu.edu/pub/114/article/669503
(4) López de Ayala, P., Crónica de los reyes de Castilla, rey don Pedro, tomo I, p. 226. Madrid, 1769.
(5) Borrero Fernández. M.ª M., El Real monasterio de San Clemente. Un monasterio cisterciense en la Sevilla medieval, p. 69, 1991.
(6) Pereira Baiâo, José, Supplemento de la Chronica del rey Pedro I, pp. 513 y 514, de la Crónica de Fernâo Lopes, Lisboa Occidental, 1735.
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