27 mayo 2025

25. Catalina de Lancaster, nieta de Pedro I, en el trono de Castilla.


La muerte de Juan I, rey de Castilla, Alcalá de Henares, 1390


Recibió la impactante noticia en el alcázar de Madrid, donde se encontraba con los infantes. Juan estaba cabalgando en un caballo ruano por fuera de Alcalá de Henares, cuando este tropezó, y al caer ambos, el animal debió de aplastar al rey y lo mató. Llevaron su cuerpo a la capilla del palacio que el arzobispo de Toledo tenía en la villa. De repente, se quedaba viuda y sin hijos con diecisiete años, y su vida cambiaba radicalmente, reinar en Portugal quedaba como un objetivo lejano y borroso. En Castilla, ahora la reina sería Catalina de Lancaster, la nieta del rey Pedro I.

Beatriz se dirigió a Alcalá de Henares con varios obispos y caballeros, velaron su cuerpo y se inhumó en el oratorio del palacio de Pedro Tenorio. Sería meses después, en febrero de 1391, cuando lo trasladaron a la catedral de Toledo para ser enterrado en la capilla de los reyes nuevos junto a Leonor de Aragón, su primera esposa. Le acompañaron, sus hijos, su hermana Leonor, reina de Navarra, el rey de Armenia que seguía en Castilla, numerosos prelados y grandes nobles castellanos y portugueses.

El arzobispo de Toledo proclamó al infante Enrique nuevo rey. Se hicieron exequias por Juan I, y después festejos por Enrique III. A partir de esa fecha llegaron a Madrid los maestres, los ricoshombres, grandes nobles, procuradores de las ciudades a besarle la mano, y se preparó un ayuntamiento para decidir cómo se regiría el reino dada la menor edad de Enrique. Tras larguísimas deliberaciones y discusiones se llegó al acuerdo de gobernar el reino mediante un consejo de regencia. Sería un periodo de enfrentamientos, envidias y problemas entre sus miembros. 

 

Estatua orante del sepulcro de Juan I de Castilla, autor: Jorge Contreras, s. XVI, Capilla de los Reyes Nuevos, Catedral Primada de Toledo. De Bernard Gagnon - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0

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En una de las reuniones, el arzobispo les dijo que no quería seguir teniendo la guarda del conde de Noreña, que estaba preso en su castillo de Almonacid por orden del rey, el consejo se resistió a tomar esa responsabilidad, pero el prelado insistió enérgicamente. El conde Alfonso Enríquez pasó a estar encerrado en el castillo de Monreal, bajo custodia del maestre de la Orden de Santiago en la encomienda de Dos Barrios, al este de Toledo. En todo el tiempo que Alfonso estaba preso, desconocemos dónde se encontraba Isabel y los hijos que quedaban con ella. Podía estar en la corte junto a la reina Beatriz, como los dos hijos que Juan I se había llevado para que se criasen allí.

El nuevo tiempo traía a Castilla conspiraciones, inestabilidad, vacío de poder y un gran malestar por la situación económica de las arcas reales. Beatriz no participará en aquellos movimientos, manteniendo siempre una postura elegante y firme, al margen de las intrigas de varios Trastámara familiares del rey, incluida su tía Leonor, reina de Navarra, el mayor de los hijos de Inés de Castro exiliado en Castilla y algunos grandes nobles.

En la vida de la corte apareció una dama que había estado oculta en su ambiente familiar, Leonor de Alburquerque, hija de Sancho, el hermano de Enrique II, que había fallecido en un desgraciado incidente en Burgos, esposo de Beatriz, la hija del rey Pedro I de Portugal e Inés de Castro. Esta Leonor había nacido después de morir su padre, había sido educada por su madre, pero esta también falleció pronto, en enero de 1381, cuando ella contaba sólo siete años, así que había madurado rápidamente y había aprendido a gestionar sus posesiones con ayuda de Juan Rodríguez de Villarreal, hombre de confianza y testamentario de su madre.  


Leonor de Alburquerque, detrás de Fernando I, reyes de la Corona de Aragón, junto al papa Benedicto XIII y prelados, dibujo de Valentín Carderera y Solano sobre un retablo desaparecido, Iconografía Española, Biblioteca Nacional, Madrid.

      Archivo Fotográfico Oronoz http://www.oronoz.com/ (imagen de muestra), CC BY 2.5 es, 

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Tenía dieciséis años y, como heredera de un gran patrimonio en buena parte del reino, era la dama más rica de Castilla. El consejo de regencia vio en ella la perfecta prometida para el infante Fernando, aunque por la menor edad de este, y por una de las condiciones acordadas con los duques de Lancaster, no podría casarse con ella hasta que Enrique fuera mayor de edad y consumara su matrimonio con Catalina. No sabían que estaban poniendo las bases de una pareja que llegará a lo más alto, con Fernando en la corona de Aragón.

El rey Juan había hecho testamento antes de la batalla de Aljubarrota, y había tenido muy en cuenta a Beatriz, sobre todo que era reina de Portugal, y como tal tenía todo el derecho a reinar allí, que Enrique sólo heredaría aquel trono en el caso de que ella, cuando falleciera, no tuviera hijos. A aquel le mandaba que mantuviera sus rentas y lugares, y que la tratara como a su madre. Enrique continuó pagándole lo que estaba estipulado, pero no luchó porque ella pudiera regresar a sus tierras como reina, porque en unas primeras treguas acordadas por los tutores del rey se comprometían a no apoyarla ni ayudarla a “pretender” la corona portuguesa (realmente era a recuperar, pues la corona era de la reina y no tenía que pretenderla), (1) y más tarde tampoco tratará de que regrese a Portugal como monarca legítima.

Las relaciones entre los dos reinos no mejoraron, pues alegando falta de cumplimiento de aquellas treguas, el rey Joâo I de Portugal había tomado Badajoz en mayo de 1396, lo que perturbó el entendimiento, y provocó que Enrique III endureciera su postura tomando naves portuguesas en el Cabo de San Vicente, y entrando sus tropas en Portugal. Pero en ningún momento se plantea el reconocimiento de la reina como tal, frente a Joâo de Avís, un usurpador que se había hecho con el trono, a pesar de ser hijo natural del rey Pedro I y religioso con votos de una orden militar del Císter. 

 

Enrique III de Castilla, en una escena legendaria de su amonestación a los nobles por sus desmanes en las arcas reales, y haber tenido que empeñar su gabán, óleo sobre lienzo, 1866, Dionisio Fierros Álvarez, Museo Nacional del Prado, Madrid.

Antes de que llegara la fecha en que Enrique alcanzara la mayor edad, cansado de los desmanes de los tutores y de los nobles e incluso los prelados, tomó las riendas del gobierno, fue al monasterio de las Huelgas de Burgos, ante el legado del papa, el arzobispo de Santiago, nobles y caballeros, dijo que tomaba el mando del reino, y llamó a Cortes en la villa de Madrid. Poco después él y su esposa comenzaron a vivir como marido y mujer. Por esta razón el infante Fernando y Leonor de Alburquerque también pudieron desposarse en 1393, aunque el matrimonio no pudiera consumarse hasta que Fernando cumpliera 14 años, lo que sucedía en noviembre de 1394 y tuvieron a su primogénito Alfonso a finales de 1395 o principios de 1396 en el palacio mudéjar de Medina del Campo, villa propiedad del infante, donde nacerán la mayoría de sus siete hijos.

 

Enrique III de Castilla, a la derecha la reina Catalina de Lancaster y en la predela de esta, el escudo de la pareja, vidriera en la Sala de la Galera, alcázar de Segovia; Catalina, madre y tutora de Juan II, ordenó en 1412 la construcción del artesonado de la sala. Vidriera, Carlos Muñoz de Pablos, pintor especializado en creación y restauración de vidrieras,

Por Bernard Gagnon - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0,

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Las arcas reales de Castilla se encontraban bajo mínimos, los grandes nobles se habían aprovechado de la situación de minoría de edad y en esa situación, John de Gante envió una embajada a Enrique III, porque en los dos últimos años no había recibido la cantidad acordada con el rey Juan, y exigía su pago así como las penas o recargos en que habían incurrido. Los castellanos consiguieron que los embajadores aceptaran no cobrar aquellas multas por retrasos, por deferencia especial a la reina su hija Catalina, pero se pagó el principal de la deuda, que fue llevado a la corte de Bayona. Los embajadores traerían además cartas y noticias recientes de los duques para la reina.

Catalina y Enrique no tenían descendencia, la relación debía de ser respetuosa y cordial, no sabemos si con amor, la poca información cronística que nos ha llegado del rey transmite una imagen enfermiza de él y prácticamente inexistente de ella.

 

Ábside de la iglesia del Monasterio de San Francisco, gótico inglés, s. XIV, en ruinas, hoy en la lista roja de Hispania Nostra. Fundación de la reina Catalina de Lancaster, Atienza, Guadalajara.

https://listaroja.hispanianostra.org/ficha/convento-de-san-francisco/



La reina en este tiempo se centra en la marcha de sus posesiones y en seguir ayudando al monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo, así como las obras de varios conventos que está acometiendo como el de San Francisco de Atienza y de su magnífica iglesia góticonormanda; de la marcha del cenobio y Santuario de Santa María la Real de Nieva; y el convento femenino de clausura contemplativa y recoleta, de San Pedro Mártir en Mayorga, que obtuvo la bula de fundación del papa Benedicto XIII en 1394. En ese tiempo la villa era del infante Fernando, y la reina mandó iniciar la construcción de un sencillo monasterio dentro de las murallas, con iglesia y claustro, además de todas las dependencias necesarias para un edificio de este tipo, incluidos una huerta, pajares y un corral. Las monjas vinieron de monasterios dominicos como Santo Domingo de Madrid, y de Toledo, además de otros castellanos, para llevar una vida muy austera, ascética, en línea con la reforma que acabará implantándose en Castilla. La documentación y gran parte del edificio desapareció en un incendio, y el actual es del siglo XVII.

 

Claustro del Monasterio de Nuestra Señora de la Soterraña, gótico, s. XIV-XV, fundación de la reina Catalina de Lancaster, Santa María la Real de Nieva, Segovia. De Osado - Trabajo propio, Dominio público,

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 Notas


(1) de Colmenares, Diego, Historia de la insigne ciudad de Segovia, tomo II, pp. 197 a 200, Segovia, 1846.

(2) García Rey, V., La famosa priora doña Teresa de Ayala, pp. 733 y 734. Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo 96, 1930. https://www.cervantesvirtual.com/

(3) Velasco Bayón, B. (O. Carmelita) el alt., Colección documental de Cuéllar (934 1492) vol. I, docs. 173 a 178, Cuéllar, 2010. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=19995

(1) Vizconde de Santarem, Quadro elementar das relaçôes politicas y diplomaticas de Portugal, tomo I, pp. 276 y 277. París, 1842. https://books.google.es/

 

La rehabilitación de los descendientes de Pedro I


Gracias a Catalina se formó una red de solidaridad entre los descendientes de su abuelo Pedro I, y que ella favoreció especialmente desde su puesto de reina, ejerciendo como cabeza de familia. Juan, del que se desconoce la madre, había permanecido toda su vida en la prisión del castillo de Soria desde 1371, e incluso se casó allí con Elvira de Eril, hija de su alcaide, y tuvo dos hijos con ella, Pedro y Constanza. Al morir, todavía en prisión, el rey quiso encerrar también a su hijo: “(…) y habiendo parido la Reyna Doña Catalina por este tiempo, (…) intercedió por D. Pedro su primo, alcanzando con sus ruegos el que mudara el Rey de intención. Dispúsose que siguiese los estudios, y la carrera de la Iglesia, (…).” (1) Catalina le envió a estudiar Derecho Canónico a Salamanca. Fue arcediano de Alarcón y obispo de Osma y de Palencia, además de otros cargos en el consejo del rey Juan II. (2) 

 

VIII centenario de la Universidad de Salamanca, claustro de las Escuelas Menores, 14 Cerillas, de la exposición de Miquel Barceló, 2017, fotografía: Pilar Alarcón.


También ayudó a la otra hija de Juan, Constanza, para que entrase de monja en el monasterio de Santo Domingo de Madrid y se ocupó de ella mientras vivió, transmitiendo este amor y consideración a su hijo Juan II. Llegó a ser priora, y figuraba como tal en 1416, una mujer muy notable que escribió un libro de oraciones o devocionario, y que se relacionó con los reyes que la consideraban parienta. Ella fue la que, según algunos autores, consiguió permiso del rey Juan II para traer los restos de Juan, su padre, desde la iglesia de San Pedro de Soria, y los del rey Pedro I, desde Puebla de Alcocer, para enterrarlos en su monasterio, y quien mandó hacer el mausoleo con la estatua que hoy se conserva en el Museo Arqueológico Nacional. Esta información es contradictoria con la noticia que recogía Jean Froissart, como vimos. Aunque bien podría ser que en alguna de estas opciones los restos llevados no fueran los de Pedro.

De la parte de su familia relacionados con María de Padilla, la reina y su esposo el rey Enrique requieren a Fernán Sánchez de Tovar señor de Astudillo, para que prohibiera el estatuto hecho por el concejo, por el que impedían a sus vecinos labrar y hacerse cargo de las heredades y demás bienes del monasterio de las clarisas, mientras no contribuyesen en el pago de los pechos del lugar. La reina ordenaba muy enojada “(…) sabet que mi tia doña marina de ffestrosa abadessa del mi monasterio de santa clara y de astudiello me dixo que vosotros ffezieredes derramas de pecho para la cerca (…) sabet que la dicha orden es mia E que mi tia es abadessa dela dicha orden e vos otros demandar de pecho lo qual nunca pagaron e ffacer contra la dicha orden tales ffastitutos, ssabiendo vos otros que yo tengo de guardar e de deffender la dicha mi orden. (…). (3)  

 

Torreón almenado de la antigua puerta de Santa Clara junto al palacio del rey Pedro I, Monasterio de Santa Clara, Astudillo, Palencia. Fundación de María de Padilla, amante y posible esposa del rey, 1356.

https://turismoastudillo.blogspot.com/p/convento-de-santa-clara.html



El monasterio fundado por María de Padilla, abuela de Catalina, estaba regido en ese momento por una de sus familiares, por lo que la reina también la consideraba tía, de la misma forma que profesaban monjas de los Padilla, Hinestrosa o Vallegera.

Escribía a su tío Diego, todavía preso en el castillo de Curiel, y le enviaba abrigos, capirotes, calzas, ropa forrada y un jubón (4) Había tenido varios hijos, probablemente con Isabel de Salazar, una hija del alcaide del castillo, y la reina les procuró todo tipo de ayuda. Pedro, Isabel, Catalina y María se criaron en el convento de Toledo con Teresa y María de Ayala. Entre ellos, Catalina que ingresará en él como monja y llegará a ser priora, mantendrá también relación familiar con los reyes, que le harán donaciones personales a ella y al cenobio. María pasará a ser dama de la reina María, infanta de Aragón, primera esposa de Juan II, y hará una buena boda con un primo del condestable Álvaro de Luna, quien acabará consiguiendo la liberación de Diego de su prisión en Curiel. Y vivirá sus últimos años libre y en paz en Coca, lejos de las estrecheces de la mayor parte de su vida.

 

Jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos, Córdoba, fotografía: Jorge de Santaella.

 

En 1396 la pareja real se encontraba aposentada en Córdoba, y Catalina ya debía de haber recibido la “autobiografía” de Leonor López de Córdoba, narrando las penalidades que habían pasado ella, su esposo, sus hermanos y cuñados tras el ajusticiamiento de su padre, el maestre de Calatrava, por permanecer fiel al rey Pedro I. Para la reina era otra deuda pendiente del pasado de su familia, pues Leonor había sido ahijada de Constanza. Debió de convencer a su esposo para que le concediera una tienda de jabón, que era un negocio muy lucrativo, en Córdoba, donde seguía viviendo la dama. (5)

Enrique había adoptado una política fuerte, tratando de hacerse con el poder hasta ahora disperso y reducido, favoreciendo a una nobleza baja y fortaleciendo los corregimientos y a aquellos que le iban a apoyar, a los que dio oficios en su casa, para que le sirviera de contrapeso con los grandes del reino que mantenían sus ambiciones e intentos de detentar más control y dominio. 

Fadrique, duque de Benavente, hijo bastardo de Enrique II, era uno de los personajes que más intrigaba, y estaba tomando las alcabalas y otras rentas reales, de abadengo, del infante Fernando y de otros nobles, de villas y lugares que no le correspondían, además estaba en conversaciones con su hermanastra, Leonor de Trastámara, reina de Navarra, que permanecía en Castilla por desavenencias con su esposo Carlos III. El conde de Noreña Alfonso Enríquez, Fadrique y el conde Pedro hijo de Fadrique de Castilla, maestre de Santiago e hijo bastardo de Alfonso XI. Los tres hijos ilegítimos de la misma familia, participaban en la maquinación.

 

Firma del rey Carlos III de Navarra, esposo de Leonor de Trastámara.

                         De Visma17 - Trabajo propio, CC BY 4.0, 

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El rey Carlos de Navarra escribió a Enrique III pidiéndole que hablara con Leonor para que volviera a su reino con las dos hijas que mantenía en Castilla, y conviviera con él como esposos. Pero Leonor argumentaba que tenía miedo de regresar. Había una extraña historia de tiempo atrás, en la que reina había estado enferma y se había hecho unos argumentos inducidos probablemente por depresión y problemas nerviosos, como Mercedes Gaibrois analiza en su trabajo previo a un libro, que creemos no llegó a escribir. (6)

En medio de todas las tramas, Leonor se hizo fuerte en su villa de Roa, pero el rey la cercó y la obligó a rendirse. Posteriormente, tras una primera negativa de Leonor de volver a Navarra, Enrique consiguió llegar a un acuerdo para que Carlos le ofreciera una total seguridad para su vuelta, y la reina se marchó a su lado, con lo que el rey castellano se quitaba a una de las intrigantes. Aunque hay que reconocer que, en algún momento, también había hecho de mediadora y trató de poner paz entre los dos bandos.

Con Alfonso Enríquez la situación fue diferente, parte de los consejeros habían logrado que fuera liberado del castillo de Monreal, porque esperaban sumarlo a su facción, y él se dirigió a Burgos, donde el rey hizo que se le devolvieran sus propiedades de Asturias. Participaba con los descontentos y quería estar en la toma de decisiones del consejo. El problema se dilató más, porque de nuevo abastecerá Gijón y se hará fuerte en la villa que el monarca asediaba a continuación. Tras una tregua facilitada por el rey francés, el conde persistió en su postura y volvió otra vez a avituallar la villa dispuesto a soportar un nuevo asedio, pero será el último. Viendo la dificultad de mantenerlo, dejó a su esposa al mando de la villa y él se marchó a Bayona, territorio inglés a tratar de obtener ayuda. La situación es muy parecida a la que provocó su padre hacía años en aquella villa asediada por el rey Pedro I, Enrique de Trastámara se escapó y dejó el mando de la defensa a su esposa Juana Manuel, pero en aquel caso el huido se refugió en otro castillo de su propiedad.

 

Recreación de un asedio de Gijón en el s. XIV, provocado por la actitud de Alfonso Enríquez, hijo bastardo de Enrique II, dibujo de la Historia de Gijón, tomo 5º, Mª Isabel Torrente Fernández.

                         https://www.lne.es/gijon/2010/02/25/pola-incendio-21388022.html


Isabel y los vasallos de Alfonso resistieron un mes, y al ver que no venían refuerzos, se rindió la plaza a condición de que su hijo Enrique, rehén por el anterior asedio, fuera liberado, y que ella y los que le acompañaran pudieran salir en salvo de Castilla. La condesa entregó la villa y partió con sus hijos, sus damas y los oficiales que la custodiaran hacia Marans al norte de La Rochelle, donde debía de estar su esposo. Sus posesiones en Castilla, como las de su mujer en Portugal les habían sido confiscadas por su conducta traidora y rebelde, así que sus ingresos estaban muy mermados. Probablemente era huésped del duque de Lancaster, dueño de Gascuña. Y posiblemente también les ayudaba Carlos de Navarra, cuya esposa Leonor de Trastámara había enviado algún regalo a Isabel. 

En una zona indeterminada entre tierras francesas, gasconas o aragonesas, el conde de Noreña continuó tratando de realizar alguna trama, que no fructificó, y ya fallecido Enrique III, que a solicitud del rey Martín I le había permitido vivir en Aragón, el infante Fernando le pedirá a este, que tome medidas para que no se aproxime a Castilla. Su sola cercanía seguía produciendo rechazo. Tampoco se conoce cuándo murió, y su esposa regresó a Portugal: “(…) que por sua morte voltou ao Reyno, buscando a protecçaô de seu tio ElRey D. Joao I, o qual compadecido della lhe fez novas merces.” (7)

Mientras tanto el deseo de la reina Beatriz de recuperar la corona fue olvidándose en el tiempo, y seguirá retirada de la vida de la corte, pero viviendo en Castilla, al igual que los exiliados portugueses, que habían salido cuando se perdió la batalla de Aljubarrota.

Una de las primeras consecuencias de la muerte de Juan I había sido la liberación de Leonor Teles de Meneses, reina madre de Portugal, del monasterio de Santa Clara de Tordesillas. No sabemos si durante estos años, que pasó encerrada en el convento, madre e hija pudieron verse. A partir de ahora habría más relación entre las dos. Los seis años retirada, lejos de los lujos de la vida palaciega y del ambiente cortesano debían de haber hecho mella en Leonor. Ya no era la brillante y atractiva reina del pasado, las experiencias sufridas la habían vapuleado profundamente.

 

Atrio del Monasterio de Santa Clara de Tordesillas, Valladolid, donde estuvo enclaustrada Leonor Teles de Meneses, reina de Portugal, desde 1384 hasta 1390. De José-Manuel Benito - Trabajo propio, Dominio público,

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Las noticias que nos han llegado de ella son escasas y, a veces, parecen novelescas. Al salir del monasterio de Tordesillas se habría instalado en Valladolid: “(…) á unas casas que compró, que eran donde hoy es el convento de Nuestra Señora de la Merced. En este lugar la Reina viuda se dejó mirar de un caballero llamado Zoilo Iñiguez, y de estos amores resultó un hijo que murió niño, y una hija que se llamó Doña María. Cuando la Reina murió, la dejó encomendada á un caballero de Carrión que se decia Fernan Lopez de la Serna, hijo del Sr. de Macintos, á quien pidió en su testamento hiciese un convento de monjas y que en él entrase su hija con las demás que á él le pareciere. Tenia este caballero un sobrino de la edad de la infanta, (…).” que con el tiempo llegaron a casarse y, según el autor, de ellos descienden algunas familias con el apellido Íñiguez de la Serna.

Antolínez describe que la reina fue enterrada en un nicho en la pared de la iglesia del convento de la Merced, que con el tiempo se había convertido en la cofradía de la Piedad. El historiador, que acabó su obra en 1644, dice: “Yo alcancé á ver el arco de la iglesia, aunque cerrada. El año 1626, reedificando los religiosos el claustro, derribando el lienzo que cae donde fué la primera iglesia, se descubrió un nicho donde estaba la Reina, y se vieron dos cajas, la una de la Reina, y la otra del infante su hijo, y allí se asentó una piedra embebida en la pared que hacía de nicho, con las armas de Portugal, y un letrero de letras doradas que decia: ‘Aquí yace sepultada la Reina Doña Leonor, mujer del Rey Fernando de Portugal: esta un infante a sus pies. Dotó dos misas cada semana por sí y por su hija Doña Beatriz, Reina de Castilla, mujer del Rey Don Juan el 1º, y fué fundadora de este real convento, año de 1384.’” (8) 

 

Convento de Nuestra Señora de la Merced, Valladolid, s. ¿XIV? Reconstrucción de Juan Carlos Urueña Paredes, Rincones con fantasma.

https://www.valladolidweb.es/valladolid/loqueyanoesta/conventodelamerced.htm



Evidentemente la fecha de 1384, como en muchas tumbas y lápidas colocadas muy posteriormente al fallecimiento, era errónea pues esa sería aproximadamente la de su llegada a Tordesillas, de donde salió en 1390. Esta curiosa noticia probablemente tenga elementos reales y alguno distorsionado por el tiempo y la memoria. No se sabe con exactitud en qué fecha falleció la reina Leonor, pero hoy no queda nada de su nicho, ni del convento que mandó fundar.

Hay una referencia a ella en dos bulas del papa Benedicto XIII de 1403 y 1410, (9) al que la reina Beatriz había solicitado su ayuda para la devolución de un arcón lleno de joyas, relicarios y otros bienes que eran de su madre la reina Leonor de Portugal. Esta lo dejó en depósito a la abadesa del monasterio de Santa Clara de Rapariegos, entonces perteneciente a la diócesis de Ávila, y que, en esa fecha, las monjas decían no tener en el convento. 

El papa expidió una primera bula exhortando a su devolución. La reina Beatriz quería recuperarlo y utilizar su contenido para realizar obras pías a la muerte de su madre, según la petición de esta. El papa advertía que si no se devolvía, quien estuviera reteniendo el arcón caería en pena de excomunión. Lo que hacía en la segunda bula, cuando probablemente Leonor ya hubiera fallecido, y mandaba a las autoridades eclesiásticas declarar sentencia de excomunión para los que las retenían.Desconocemos si las monjas tenían el arcón, pues por la bula se entiende que probablemente eran ellas quienes lo ocultaban. Por el texto sabemos que, en algún momento de su venida a Castilla, la reina Leonor Teles de Meneses había pedido a la abadesa de aquel monasterio que le guardase el arcón con valiosos objetos. Lo que sucedió después, se ha perdido en el tiempo.


Notas


(1) Loperráez Corbalán, J., Descripción histórica del obispado de Osma, Tomo I, p. 340, Madrid, 1788. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=22461

(2) Ibidem, pp. 340 y 345.

(3) Orejón Calvo, A., Historia del convento de Santa Clara de Astudillo, doc. 18. Palencia, 1917. https://bibliotecadigital.jcyl.es/bdter/es/catalogo_imagenes/grupo.do?path=10067844

(4) García Rey, V., La famosa priora doña Teresa de Ayala, doc. 19. Boletín de la Real Academia de la Historia. Tomo 96, 1930. https://www.cervantesvirtual.com/

(5) Lacarra, M.ª Jesús, La última etapa en la vida de Leonor López de Córdoba: de las Memorias a sus disposiciones testamentarias, p. 204, Revista de Lenguas Modernas, XXI, 2009. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3138590

(6) Gaibrois de Ballesteros, M., Leonor de Trastámara, reina de Navarra, pp. 35 a 70, Príncipe de Viana, año 8, n.º 26, 1947. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2252389

(7) Caetano de Sousa, A., Historia genealogica da Casa Real Portugueza, tomo I, libro II, p. 427, Lisboa Occidental, 1735. https://books.google.es/

(8) Antolínez de Burgos, J., Historia de Valladolid, pp. 286 a 288, edición de Juan Ortega Rubio, Valladolid, 1887. https://books.google.es/

(9) Cuella Esteban, O., Bulario de Benedicto XIII, IV, el Papa Luna (1394-1423), promotor de la religiosidad hispana, doc. 446, Fuentes Históricas aragonesas, 46, Zaragoza, 2009. https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/28/88/_ebook.pdf

 

 Leonor de Alburquerque y Fernando, infante de Castilla



Leonor de Alburquerque, reina de Aragón por su matrimonio con Fernando I, miniatura, Genealogía de los reyes portugueses, 1530-1534, British Library, Add MS 12531, Dominio público,

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El infante Fernando y Leonor de Alburquerque formaron una buena pareja, ambos eran muy ricos y ambiciosos. En seguida empezaron a tener hijos, lo que les unió profundamente en el objetivo de enriquecerlos y lograr que ocuparan altos cargos, como el maestrazgo de las órdenes militares. Por la documentación posterior a la muerte de Fernando, sabemos que entre ellos hubo un gran amor. Su residencia más habitual era el palacio de su propiedad en Medina del Campo, allí nacía Alfonso al año siguiente de haberse casado, también María, y Juan. Parece que aquella villa era para Leonor su lugar preferido, porque tendrá a su cuarto hijo Enrique. Después Leonor, y hacia 1400 nació Sancho que fue maestre de la Orden de Alcántara con ocho años, pero falleció a los dieciséis, poco antes que su padre. Y por último Pedro, tal vez hacia 1405. 

En 1402 hace la refundación de un monasterio premonstratense que existía en la villa, Santa María de los Huertos, se realiza el cambio de regla al de dominicas y pasa a llamarse Santa María la Real (el primero había sido fundado por una reina). Tras el fallecimiento de su esposo en 1416, y el ascenso de su hijo Alfonso al trono, Leonor regresa a Castilla en 1417 y se instala en sus palacios de Medina del Campo. Mantenía continua comunicación con aquel, informándole de todo lo que fuera de su interés.

Entre sus numerosas relaciones en Castilla se encuentra también el trato con Teresa de Ayala, priora del convento de Santo Domingo el Real de Toledo, y, al igual que había hecho su esposo Fernando, tendrá con ella correspondencia y beneficiará al cenobio. (1) Las redes de familia se muestran una y otra vez entre las damas, Leonor estaba coincidiendo con Catalina en sus contactos con la priora y su hija, aunque en el caso de la reina castellana, la relación familiar era más cercana. Sus ayudas se entrecruzarán en aquel monasterio tan singular para la monarquía, donde Teresa de Ayala, que había sido amante de Pedro I, y María de Ayala, su hija, era tía carnal de Catalina. Ahora los Trastámara también las favorecían. Pero la relación de Leonor con la reina Catalina debía de ser tirante, por las pretensiones de ella y de sus hijos de fortalecer sus intereses y la presencia del partido aragonés en Castilla, controlando al rey Juan II, todavía de menor edad.

 

Antiguo Convento de Santa María la Real de Medina del Campo, que Leonor de Alburquerque, reina de Aragón protegió, y donde se encuentra su tumba. Actualmente, Sede canónica de la Cofradía del Santo Sepulcro. 

https://www.semanasantamedina.es/pasos-y-templos/convento-santa-maria-la-real-mm-dominicas-reales



Como reina de Aragón viuda, donará su palacio para el acondicionamiento del convento de monjas dominicas de Santa María la Real de los Huertos o de las Dueñas, que se inició hacia 1418. Aunque ya antes había tenido especial interés en el mantenimiento del cenobio en 1325, haciéndole donación por juro de heredad de 750 doblas situadas en las rentas de Toro, y 529 doblas y 2/4 de dobla situadas en las de Salamanca, que le correspondían por herencia de su marido. Como los pagos se dilataban mucho en el tiempo, el rey Juan II tenía que requerir que se hiciera efectivo en 1432. (2)

Esta sería su residencia hasta el momento de su muerte, acaecida en diciembre de 1435, tras vivir un tiempo convulso en el que sus hijos promoverán disputas y violencia en Castilla. Su hijo Enrique llegó a secuestrar al rey Juan II. En parte Leonor servirá de enlace con ellos para estos movimientos, por lo que fue encerrada por el rey un tiempo en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas, precisamente donde había estado recluida otra Leonor, la reina portuguesa Teles de Meneses.


Los hijos de Catalina de Lancaster y Enrique III de Castilla


Catalina tenía a María, su primera hija, en el alcázar de Segovia en 1401. La pequeña fue amadrinada por María de Ayala, tía de la reina, con quien ya vimos que tenía una gran relación, y había favorecido económicamente para que pudiera velarse y entrar en el monasterio que regía su madre, Teresa de Ayala. Catalina sentía un profundo cariño por ambas, a Teresa la trataba como a madre, y a María como tía, y no sólo por ser familiares, sino porque las dos eran damas inteligentes y muy valiosas. Para el nacimiento de Catalina, su segunda hija en 1403, María la había acompañado. Además, en su cámara tenía como doncella una joven de la misma familia, Teresa Vázquez de Ayala, sobrina en segundo grado de María. Catalina velaba por ella requiriendo a los oficiales mayores de su casa que le pagasen en la nómina, cada día 12 maravedís desde abril de 1401 en adelante porque estaba con ella en su casa. (3)

El rey, interesado en la buena marcha de los partos y conociendo cómo eran madre e hija con la reina, se escribía con Teresa de Ayala y le pedía, por ejemplo, su presencia y la de su hija para el tercer nacimiento, y se ocupaba de que se les enviase dinero para el desplazamiento y se le facilitaran mulos y animales de carga, así como que las acompañaran al lugar siguiente de su viaje para que no tengan peligro alguno. 

 

Restos del Monasterio de San Ildefonso, donde se aposentaban los reyes en Toro, Zamora, y la reina Catalina de Lancaster tuvo el parto de su tercer hijo, que reinará como Juan II de Castilla.

 https://www.monestirs.cat/monst/annex/espa/calleo/zamora/cildef.htm



La reina encabezaba su carta desde Toro en diciembre de 1404, cuando está esperando a madre e hija para que la acompañen el tiempo final de su embarazo y en el parto, a Teresa de Ayala: “Yo la Reina vuestra muy querida e muy deseosa fija; (…) muy cara e muy amada madre; (…),” le pide que le explique todos los detalles de su venida, cuándo van a pasar por Madrid, el paso de los puertos, que dadas las fechas de invierno tendrían nieve y estarían difíciles, qué jornadas van a hacer, y cuándo creen que estarán por Toro, “(…) porque yo lo sepa todo por menudo, ca en verdat muy cara e muy amada madre, tanto lo deseo que non cuydo ver (...) que vea a vos e a mi tía, pero fío en dios que será muy cedo, dios queriendo, (…).” Ya en febrero, el rey enviaba a su físico, maestre Juan, para que esté en Toro para el parto de la reina. (4) 

 

Sierra de Guadarrama vista desde San Lorenzo de El Escorial, fotografía: Jorge de Santaella.

Es interesante seguir la correspondencia entre el rey y Teresa de Ayala sobre la selección del ama de cría del recién nacido, que provocó ciertos problemas entre él y Catalina, y que también se recoge en los documentos publicados por Verardo García Rey. En las casas reales aledañas al monasterio de Santo Domingo de Toro, nacía Juan, el varón heredero de la corona, el 6 de marzo de 1405. La propia reina escribía al concejo de Murcia comunicándoles. “(…) yo fui alumbrada y encaecida de un infante hoy viernes, que fueron seis dias de este mes de marzo, lo cual acordé de vos facer saber, (…) porque vos ruego y mando, si placer y servicio me habedes de facer, que, que fagades alegrías y procesiones por esa ciudad, según que es costumbre, y roguedes á Dios muy devotamente, que quiera alzar y encimar para bien al dicho Infante, (…).” (5)

Hacia 1406 Enrique enfermó gravemente, aunque según los cronistas ya tenía una salud precaria. Interesado en la paz con Granada, verá cómo Muhammad VII utilizaba un simulacro de firma de treguas mientras preparaba un ataque. Muy enfermo, decidirá acometer la guerra contra él y reúne Cortes en Toledo para obtener dinero para la expedición, todas estas tareas las realizará su hermano Fernando, porque él estaba postrado. Fue llevado a Toledo, donde fallecerá el día de Navidad de 1406, con un heredero de poco más de un año, dejando a Catalina, su esposa, y a Fernando, su hermano, de corregentes para llevar el gobierno del rey menor. Fue un periodo difícil y laborioso para Catalina, en el que tuvo que utilizar sus dotes diplomáticas, organizadoras y de perspicacia política, porque los consejeros de ambos cuñados se dedicaban a enfrentarlos en lugar de buscar caminos consensuados.  

 

Lápida del enterramiento de Leonor López de Córdoba, en la capilla fundada por ella, Convento de San Pablo, Córdoba.

               https://www.tha.de/~harsch/hispanica/Cronologia/siglo15/Leonor/leo_intr.html


Por estas fechas Catalina ya debía de tener a su lado como camarera mayor a Leonor López de Córdoba. Aquella dama que había estado presa en las atarazanas de Sevilla durante nueve años por ser hija del maestre Martín López de Córdoba, caballero fiel a Pedro I. Leonor, que había sido ahijada por Constanza, había logrado recuperarse de la pobreza y del trauma de la prisión. Era inteligente y apreciable, y debía de haber desarrollado un propósito vital desde entonces, hacerse con una posición y una riqueza para ella y sus hijos, y que no volviera a repetirse la dureza de su pasado. 

La reina la había acogido a su lado con un enorme cariño y admiración, Leonor debía de tener unos diez años más que ella, y estaba por medio la antigua relación con su madre Constanza, por lo que Catalina recibía sus opiniones y consejos como de gran autoridad. La presencia de esta dama muestra el punto más débil del carácter de la reina, la inseguridad ante ciertas decisiones, que necesitan del consejo de alguien cercano. 

 

El Sueño del Día, óleo sobre lienzo, 1880, Dante Gabriel Rossetti, Victoria and Albert Museum, Londres, Inglaterra,

- cAH3bOzjJ3e7Dg en el Instituto Cultural de Google resolución máxima, Dominio público,

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22621329




 

Catalina y su cuñado Fernando tenían opiniones diferentes en numerosas cuestiones del gobierno, por lo que llegaron al acuerdo de dividir el territorio para no interferirse en la dirección de los reinos, a ella le correspondió el norte de la península hasta parte de la nueva Castilla, y a Fernando la mitad sur, y por lo tanto la guerra con Granada. Como reina regente y tutora del rey menor, estaba en el centro del poder entre intrigas, envidias y enormes ambiciones, algunas tan cercanas como las de Fernando. 

El infante perseguía colocar a sus hijos en grandes puestos, como los maestrazgos de las órdenes, por eso cuando en la Orden de Alcántara hubo discordia en la elección de nuevo maestre, él pidió dispensa al papa para que su hijo Sancho de ocho años fuera elegido, y así se hizo en 1409 en el convento de San Pablo de Valladolid, estando presente el rey Juan, la reina Catalina, el infante Fernando y toda la corte. (6)

 

Primitivo pendón de la Orden de Santiago, 1170-1175, Tumbo Menor de Castilla. De Anónimo - Dominio público,

http://lh6.ggpht.com/_jWe9fFPrzhs/S1ipQ-YaXQI/AAAAAAAAHvU/bhoj0NCLZ3w/Tumba_menor_de_castilla.jpg,

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=15696591



Poco después fallecía el maestre de la Orden de Santiago, y el infante escribió a los Trece y a los comendadores para que eligieran a su hijo Enrique, un niño de apenas nueve años, incluso consiguió el voto del comendador mayor de Castilla que pretendía el puesto, forzándole y entregándole 500.000 maravedís, pero este pretendía hacerse fuerte en algunos castillos de Santiago en Extremadura. La situación se complicó, por lo que el comendador trataba de huir hacia Portugal, y el infante envió a gente armada por él. Enterada de lo que sucedía, la reina madre Beatriz se dirigió a la casa de Santiago en Llerena, donde estaba el infante y le pidió que le perdonase, lo que Fernando, en atención a la que consideraba como su madre, accedió. (7) La reina Catalina se había opuesto a una elección que iba contra las normas de la Orden.

Las tensiones habían ido en aumento, Leonor López de Córdoba vivía las envidias que provoca tener gran ascendiente sobre una reina regente, la maledicencia y las críticas circulaban por los pasillos y estancias de la casa real. Como camarera mayor y privada de la reina, influía en sus decisiones más allá de lo que era su cometido, y había obtenido beneficios y privilegios para sí y sus familiares, práctica habitual entre los que estaban alrededor de la corona. Los favores que la reina le hace en este tiempo son numerosos y consigue un patrimonio considerable.

 

José interpretando el sueño del faraón, fresco, 1816-1817, Casa Bartholdy, Roma, Peter von Cornelius, actualmente en la Antigua Galería Nacional, Berlín,

- The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei (DVD-ROM), distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. ISBN: 3936122202., Dominio público,

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=149450




 

El infante Fernando la consideraba un peligro para el gobierno de los reinos. Cuando escribía en septiembre de 1408 al concejo y hombres buenos del reino de Murcia, explicándoles lo que había sucedido en Castilla desde la muerte de su hermano, les decía: “(…) bien sabedes e oyestes dezir en como Leonor Lopes esta con la dicha señora reyna e como es mucha su privada, tanto que los que estan çerca de la dicha señora reyna, ansi perlados como dotores e cavalleros, han de fazer e dezir todo lo que ella quiere, por quanto todas las cosas que estos han de librar con la dicha señora reyna todas las han de librar por mano de la dicha Leonor Lopez, (…) de lo qual han naçido e naçen cada dia las dichas discordias e debates entre la dicha señora reyna e mi. (…) la dicha Leonor Lopez ha cohechado e cohecha a quantos son en este reyno (…) levando dellos grandes contias e joyas, (…).” (8)

Aparte de la intromisión de Leonor en la política y decisiones de regencia que no le incumbían y de su gran influencia sobre la reina, el infante Fernando, a su vez, tenía consejeros que entorpecían las relaciones de los dos corregentes. Él también era muy ambicioso, y veía a aquella dama como un estorbo en sus objetivos. Acabará provocando su expulsión de la corte, aunque ella siguió manteniendo correspondencia con la reina durante un tiempo. El propio infante la utilizará para obtener más presupuesto en la campaña de la toma de Antequera en 1410. 

La toma de Antequera, óleo sobre lienzo, s. XVI-XVII, Vicente Carducho, Museo Nacional del Prado, Madrid. Una campaña vistoriosa que dio renombre al infante Fernando, llamado desde entonces el de Antequera.

 

Con el fallecimiento de Martín I, rey de la Corona de Aragón, sin hijos varones, Fernando podía optar a aquel trono por ser hijo de la infanta Leonor de Aragón. Desde mediados de diciembre de 1411 el infante se instala en Cuenca, tal vez por su cercanía a la frontera aragonesa, y es allí a donde le escribe Leonor López de Córdoba solicitándole poder regresar a la corte con la reina. Fernando le responde que pueden reunirse en esa ciudad donde se encuentra él. Catalina tuvo noticia de que iba a verse con Fernando, lo que le molestó mucho, pensó que la estaba traicionando, y escribió a su cuñado advirtiéndole que la mandase volver a Córdoba, porque si iba a la corte, ordenaría que la quemasen.

El enfado de la reina fue tal, que echó de su alrededor a todos los familiares de la dama que tenían oficios en su casa y en la de su hijo el rey. Así se acababa una relación de amistad y amor que había sido viciada por la ambición de un lado y la sumisión de la otra parte. Los grandes privados de la época finalizarán abruptamente su carrera. Leonor López de Córdoba vivió el resto de su vida en Córdoba, desenvolviéndose con un buen patrimonio. Fundó una capilla para su linaje en el convento de San Pablo de los dominicos de la ciudad. Hoy en la capilla de la virgen del Rosario una lápida en la pared recuerda su memoria.


Notas


(1) Cañas Gálvez, F. de P., La correspondencia de Leonor de Alburquerque con su hijo Alfonso V de Aragón, p. 204. Espacio, tiempo y forma. Serie III. Historia Medieval, nº 29, 2016. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5543605

(2) Sanz Fuentes, M.ª J., Documentos del Monasterio de Santa María la Real de Medina del Campo en la Biblioteca Universitaria de Oviedo, docs. 18 y 20, Historia. Instituciones. Documentos, 18, 1991. https://revistascientificas.us.es/index.php/HID/article/view/5889

(3) García Rey, V., La famosa priora doña Teresa de Ayala, docs. 2, 3 y 4, Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 96, 1930. https://www.cervantesvirtual.com/

(4) Ibidem, docs. 7, 8, 10 y 11.

(5) Cascales, Francisco, Discursos históricos de la muy noble y muy leal ciudad de Murcia y su reino, p. 213, Murcia, 1874.

(6) de Rades y Andrada, F., Chronica de las tres ordenes y cavallerias de Sanctiago, Calatrava y Alcantara, Chronica de Alcantara, p. 35r., Toledo, 1572.

(7) Ibidem, Chronica de Sanctiago, p. 56r.

(8) Documentos de la minoría de Juan II. La regencia de Don Fernando de Antequera, p. 160, Colección de documentos para la historia del reino de Murcia, XV, edición M.ª Victoria J. Vilaplana Gisbert, Murcia, 1993. https://www.cervantesvirtual.com/obra/documentos-de-la-minoria-de-juan-ii-la-regencia-de-don-fernando-de-antequera--0/

 

Fernando, infante de Castilla, rey de Aragón, 1412



Compromiso de Caspe, óleo sobre lienzo, 1891, Salvador Viniegra, Círculo de Bellas Artes, Madrid,

http://1.bp.blogspot.com/_wDyx_4vBXxE/TBTMfyLHk7I/AAAAAAAACE0/nrLREjchUaY/s1600/20070712klphishes80iesl.jpg,


                     Dominio público,  https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=20268128


 

En 1412 Fernando recibía la corona de Aragón, por el Compromiso de Caspe y abandonaba Castilla, aunque no su cargo como regente, pero su temprana muerte en 1416, dejará un tiempo toda la responsabilidad en manos de Catalina, cuya enfermedad de parálisis había ido avanzando. Murió en Valladolid en 1418 y fue inhumada en un hermoso sepulcro, en un espacio especial y apartado de la Capilla de los Reyes Nuevos (Trastámara) descendientes de Enrique II, en la catedral de Toledo, de los que claramente quería distanciarse. Ella era nieta de Pedro I de Castilla de la casa de Borgoña y de Edward III de Inglaterra, de la casa de Plantagenet, cuyos escudos se encuentran alrededor de su enterramiento.

Beatriz de Portugal, por su parte, se había desplazado a Villa Real, que era de su propiedad, probablemente habitó en el alcázar, porque tenía estancias cómodas y acogedoras para aposentarse. Cuando alguno de los reyes o infantes viajaban hacia el sur en sus campañas de conquista, paraban en él. Allí el infante Fernando la visitaría, porque sabemos que estuvo el 30 y 31 de mayo de 1407, y también pasó con ella la Navidad de 1407, pues está documentada su presencia entre el 25 y el 31 de diciembre de aquel año. (1) Para Beatriz sería un motivo de gran alegría tener con ella en esos días al que consideraba un hijo. 

 

La escala del sueño de Jacob, lápiz, tinta y acuarela sobre papel, 1805, William Blake, British Museum,

- The William Blake Archive, Dominio público,

    https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1869973




Cuando en 1410 murió Martín I, y Fernando se postuló como pretendiente al trono, Beatriz le prestará toda la ayuda que estaba en su manos. Los proyectos de su restauración como reina de Portugal se fueron diluyendo en el tiempo por las circunstancias y los intereses de Catalina para su hijo Juan II, y que la reina de Portugal Philippa era su medio hermana, o del mismo Fernando como rey, y también para sus hijos a los que deseaba heredar abundantemente. Beatriz mantuvo correspondencia con él y con su hijo Enrique.

Los últimos años los pasó en Toro, y su situación económica había debido empeorar. La ciudad tenía fuertes remembranzas familiares portuguesas con la reina. Su abuelo materno, Martín Alfonso Tello, de origen portugués y mayordomo mayor de la reina María, había muerto con otros caballeros delante de la reina en el alcázar de Toro por orden del rey Pedro I en enero de 1356. La reina María, infanta portuguesa, era tía abuela de Beatriz, y había sido señora de la ciudad con la que estaba muy unida. Primero habitó en el convento de San Francisco, para el que pidió ayuda económica al ya rey Fernando I para su restauración en 1413, cuando un incendio lo arruinó. En 1463, cuando la reina Beatriz ya había fallecido, las obras iban muy adelantadas gracias al patrocinio de su mayordomo mayor, Juan Rodríguez de Portocarrero y su esposa. (2) 

 

Portada de la iglesia del Monasterio de Sancti Spíritus, Toro, s. XIV, donde vivió sus últimos años Beatriz, reina de Portugal. De José Luis Filpo Cabana - Trabajo propio, CC BY 3.0,

                            https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=37212266


Después pasó a vivir en el monasterio de Sancti Spíritus de las monjas dominicas, en unas habitaciones construidas por ella fuera de la clausura, en una esquina del claustro. Allí recibió la noticia del fallecimiento de su muy querido hijastro Fernando, que desde hacía un año sufría mal de piedra (litiasis o piedras en el riñón) y estando en Igualada en marzo 1316 empeoró y en poco más de dos semanas murió, cuando tenía treinta y cinco años. Beatriz conocía su enfermedad y en aquel momento de su vida, retirada del mundo, veía los hechos con gran aceptación. En el monasterio dedicarían los rezos y las misas al alma del regente de Castilla y rey de Aragón, que además su esposa Leonor de Alburquerque seguirá favoreciendo.

Su nueva vida en el cenobio toresano se había circunscrito a esas austeras estancias: “(…) se retiró en el convento de Sancti-Spíritus de Toro, que, como ya dijimos, había fundado Doña Teresa Gil; con ella entraron algunas damas sin que aquella ni estas profesaran, edificándose una especial habitación para la reina viuda, que allí murió pasados muchos años siendo enterrada en hermoso sepulcro de alabastro que se muestra en medio del coro. Junto á la reina fijáronse en la ciudad muchas personas importantes de su casa y servidumbre que allí quedaron, como los Fonseca, los Acuña, los Sosa y Portocarrero.” (3) C. Fernández Duro da algunos detalles más, siguiendo a Rafael Floranes: “(…) donde labró un cuarto principal para su habitación, que hasta hoy es llamado el cuarto de la Reina, y en él vivió recogida largo tiempo con sus damas, hasta que Dios la llevó, asistiendo todas de velos negros al coro y demás ejercicios de la Comunidad, aunque legas y sin profesión.” (4) 


Beata Beatrix, óleo sobre lienzo, ca. 1864-1870, Dante Gabriel Rossetti, Tate Britain. El equilibrio, la serenidad y la armonía que reflejaba la representación del pintor prerrafaelita en su imagen de Beatrice, amada de Dante, podrían mostrar el retrato psicológico de Beatriz de Portugal,

http://www.nationalmuseum.se/sv/Om-Nationalmuseum/For-press-och-media1/Pressbilder1/Prerafaeliterna/Dante-Gabriel-Rossetti-iBeata-Beatrixi/ [dead link] Dominio público,

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=6078047





Hoy casi no quedan indicios de la morada de Beatriz y sus damas, por los sucesivos cambios y restauraciones llevados a cabo. Sabemos que se encontraban en una segunda planta sobre un zaguán enchinarrado (suelo empedrado con chinarros) en el que existe el portal llamado de la reina. (5) Debía de haber en ese acceso una entrada al refectorio y al otro lado unas escaleras que llevaban a sus aposentos. Todo ello estaba ubicado en la esquina noroeste del edificio, según los planos de la reconstrucción hipotética. “Al igual que el resto de los ejemplos conservados en la Península, se trataría de unas habitaciones sencillas y de pequeñas dimensiones, sin ningún tipo de lujo.” (6)

 

Sepulcro de Beatriz, reina de Portugal, coro de la iglesia del monasterio de Sancti Spíritus, Toro. De Borjaanimal - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0

                             https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=72655278


Se desconoce la fecha de su fallecimiento, aunque por noticias indirectas se piensa que hacia 1420 ya había debido de morir. El sepulcro de la reina, una obra del siglo XV en alabastro de muy bella factura, se encuentra en medio del coro. Su recuerdo en la escultura yacente transmite serenidad y perfección, tal vez el retrato de su personalidad mucho más de lo que podemos imaginar, porque su conducta y actividades a lo largo de su vida fueron marcadas por el equilibrio y la elegancia. La reina está vestida con hermosos ropajes y tocado, coronada por dos ángeles, y en las manos tiene un libro sobre su pecho y un rosario. Su rostro, de delicadas y apacibles facciones, descansa para siempre en el monasterio que eligió para vivir sus últimos días. El tiempo, las guerras y desastres no han dañado el sepulcro. Es interesante observar cómo las tumbas, sepulcros o túmulos de unas damas desaparecen sin dejar huellas, mientras que otros permanecen a través de los siglos.

 

Beatrice acompaña a Dante en el Cielo Lunar del Paraíso y se encuentran con Piccarda Donati y Constanza I de Sicilia, dos damas de vidas ejemplares y extraordinarias, fresco, 1817-1827, Philipp Veit, Casa Massimo, Sala Dante, Roma, Divina Comedia, canto III, Dante Alighieri,

- The Yorck Project (2002) 10.000 Meisterwerke der Malerei (DVD-ROM), distributed by DIRECTMEDIA Publishing GmbH. ISBN: 3936122202., Dominio público,

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=159910




La boda de Violante de Bar con Joan, infante de Aragón, Perpignan, 1380

La coronación de la reina Sibila de Fortiá, seo de San Salvador, Zaragoza, 1381


El infante Joan estaba preparando todos los detalles para su nuevo matrimonio, y como en Perpiñán no tenía suficientes tapices, quería conseguir más para adornar la iglesia y las paredes de las salas donde iban a celebrarse las fiestas y los banquetes de la boda, por eso solicitaba al cónsul y a los prohombres de Vilafranca de Coflent 40 tapices (o paños rojos), cuyo transporte pagaría él; también lo hacía a la reina Sibila, de los suyos propios o de donde los pueda conseguir, le asegura que se los devolverá inmediatamente. (7) Mandará comprar tejidos suntuosos, joyas, esmaltes, piedras preciosas, perlas para regalar a la novia, y busca el caballo blanco más hermoso que conoce.

 

Tapiz con la Virgen y el Niño, Taller de Bruselas, s. XV, Museo Arqueológico Nacional, Madrid.

https://www.man.es/man/actividades/pieza-mes/historico/2022/octubre-tapiz-virgen.html



Tras numerosos retrasos y complicaciones, Joan pudo casarse con Violante de Bar el lunes 30 de abril de 1380. Ofició la ceremonia el obispo de Valencia, probablemente en la iglesia del monasterio de los franciscanos, les acompañaron ministriles de la corte de Joan y algunos traídos de otros lugares. Todo el palacio, una hermosa obra gótica, y su entorno estaba engalanado con tapices, guirnaldas, escudos y banderas. En la gran sala se celebrarían los banquetes amenizados por juglares y músicos, mimos y saltimbanquis. Joan había conseguido que fuera una fiesta espléndida. Violante, una joven de quince años quedó encantada, aunque estaba acostumbrada también a grandes lujos. No asistieron ni el rey Pere ni la reina Sibila. En junio la pareja llegaba a Barcelona, donde la ciudad les recibía con gran fiesta y les regalaba una vajilla que daba a los primogénitos y a los reyes cuando se casaban, y después recorrieron algunas zonas del principado.

Pere decidió que Sibila fuera coronada en la catedral de Zaragoza para el día de San Salvador. La idea desagradaba profundamente a sus hijos, ¿coronar a Sibila? Joan no pensaba asistir, su esposa Violante estaba embarazada y no debía trasladarse. Martín, tampoco quería estar presente en un acto que repudiaba, él y su mujer María de Luna permanecerían en Valencia. Los vínculos familiares se habían agriado de tal manera, que a pesar de la aparente cortesía y las formas educadas, existía un fondo de indignación e incomodidad entre padre e hijos. Precisamente por estas fechas el rey había tratado de que Constanza de Aragón fuera como dama al lado de la reina Sibila, orden que ella no había obedecido, también estaba por medio todo el embrollo de su divorcio de Hugue de Calveley, y la maledicencia de las gentes por estar refugiada en casa del infante Martín y María de Luna. La cuestión se añadía a las ya malas relaciones entre padre e hijos.

 

Jesucristo como Sacerdote da la comunión a Sibila a la izquierda, ya coronada como reina de Aragón, a la derecha el rey Pere IV espera para recibirla, pintura mural al temple, s. XIV, Maestro de San Miguel de Daroca, Zaragoza, capilla de la Santísima Trinidad y Santo Tomás de la Iglesia de San Miguel Arcángel de Daroca, el mural se conserva en el Museo Provincial de Zaragoza,

https://www.almamatermuseum.com/blog/2018/01/30/la-reina-sibila-fortia/



El monarca pedía a su hijo Martín que asistiera. Y en otra carta muy airado, entre sarcasmos, le amenaza: “(…) Eus castigarem de vostra inobediencia per tal manera que vos entendrets que havets greument errat, eus dolrá tostemps dela vostra vida. Peró la festa dela coronació se fará solemnament e be sens vos e sens ell (su hijo primogénito). E plau nos quen hajats desplaer axí com lon mostrats haver.” (8)

De la ceremonia celebrada en la iglesia mayor de San Salvador de Zaragoza en enero de 1381, y de los festejos en el palacio de la Aljafería, hay muy poca información. Sabemos que Sibila llegó a la seo sobre un corcel con silla y frenos de plata. En la ceremonia vestiría camisa romana de tela de Reims blanca, y un “camís” de aceituní blanca, una dalmática de seda damasquinada blanca forrada de tafetán rojo. La dalmática vestida por la reina Leonor de Sicilia cuando se coronó. Había llamado al burgalés Martín Alfonso y a Miquel Beneyto de Tortosa para ayudar a bordar unas vestiduras de vellut carmesi. (9)

 

Organistro, instrumento medieval de cuerda frotada, Pórtico de la Gloria, Catedral de Santiago de Compostela. De http://www.organistrum.com, CC BY-SA 3.0, 

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=707724


La reina entregó donativos a los tocadores de trompetas, ministriles, caballeros salvajes y locos, juglares de diferentes grandes nobles que habían amenizado las celebraciones; al heraldo real, a los escolanos de la sacristía de la seo, y a los monteros de Juan Martínez de Luna que trajeron cuatro jabalíes y dos ciervos. (10)

Pere había realizado unas magníficas obras en el palacio de la Aljafería, ampliando y mejorando habitaciones y estancias y había construido la capilla de San Martín a la derecha del patio de entrada. Ese palacio era residencia real desde hacía tiempo, y Pere y su familia lo utilizaban también a menudo. Había la tradición de salir desde aquel hacia los actos que se realizaban en la seo del Salvador, así que Sibila debió de ir desde allí, y, probablemente, la pareja estaba habitando en él, aunque luego asistieran a ciertos festejos en el Palacio del Obispo, como un gran banquete que les dio Lope Fernández de Luna. 

 

Portada mudéjar en ladrillo, s. XIV-XV, capilla de San Martín en el palacio-fortaleza de La Aljafería, Zaragoza, realizada en el reinado de Martín I,

Por Escarlati - D:\jmmj\100PENTX\Arco iglesia san martin.jpg, Dominio público,

https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=950170




 

La presencia de los reyes en la Aljafería también se puede apreciar en la capilla de San Martín, donde Isabel, la hija de Sibila que se encontraba con ellos durante aquellos días, ofreció un florín en una misa, a pesar de su corta edad, pues tendría unos cuatro años, pero ya debía hacer su papel como hija del rey Pere. (11)

Este era consciente de las carencias intelectuales de su esposa; lo que extraña es que no hubiera tratado antes de mejorar su cultura. En enero de 1382 escribía a la priora de Sigena, y le solicita que seleccione a dos buenas religiosas del monasterio de una edad mediana para que enseñen a la reina ya que no tiene instrucción. Poco después debía de responderle la priora, porque Pere le escribe dándole las gracias por la buena respuesta y pidiéndole que se las mande. También Sibila, con motivo de aquella carta,comunicaba a la priora su agradecimiento por la oferta y le pide que se las envíe sin dilación. (12)


Notas


(1) González Sánchez, S., Itinerario de don Fernando regente de Castilla y rey de Aragón (1407-1416) pp. 59, 60 y 71, Fuentes Históricas Aragonesas, 68, Institución Fernando el Católico, CSIC, Zaragoza, 2013. https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/3337

(2) Instituciones, Convento de San Francisco de Toro (Zamora) https://pares.mcu.es/

(3) Álvarez Martínez, U., Historia general civil y eclesiástica de la provincia de Zamora, p. 267, Zamora, 1889. https://bibliotecadigital.jcyl.es/es/consulta/registro.do?id=861

(4) Fernández Duro, C., Memorias históricas de la ciudad de Zamora, su provincia y obispado p. 536, tomo I, Madrid, 1882. https://books.google.es/books/

(5) Pérez Vidal, M., Sancti Spíritus de Toro: Arquitectura y patronazgo femenino, p. 18, Liño 14, Revista Anual de Historia del Arte, 2008. https://reunido.uniovi.es

(6) Ibidem, p. 11.

(7) Trenchs Òdena, Josep, Documents de cancelleria i del mestre racional sobre la cultura catalana medieval, docs. 1883 y 1884. Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 2011.

(8) Sanpere y Miquel, S., Las damas d’Aragó, p. 148, Barcelona, 1879. https://books.google.es/

(9) Roca, Josep M.ª, La Reyna empordanesa, p. 42. Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, vol. 10, 1928. https://raco.cat/index.php/MemoriasRABL/

(10) Ibidem, pp. 135 y 136.

(11) Ibidem, p. 37.

(12) Sáinz de la Maza Lasoli, R., El monasterio de Sijena Catálogo de los documentos del Archivo de la Corona de Aragón, II, 1348- 1451, docs. 265, 266 y 267, CSIC, Institución Milá y Fontanals, Barcelona, 1998.


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