30 mayo 2025

20. Juana Manuel y María de Portugal y Manuel: dos destinos divergentes.

 

Castilla y Portugal hacia 1370


En Portugal esperaban la llegada de John de Gante para reclamar la corona castellana, por lo que nobles fieles a Pedro I, que habían estado refugiados en Portugal, ahora habían entrado en Galicia, tomado Viana y su fortaleza al lado de la frontera, y parte de Zamora para impedir el paso al noroeste, y las ciudades y villas de la zona limítrofe volvieron a apoyar la anexión. El rey Fernando apresó barcos castellanos del Cantábrico que se encontraban en Lisboa.

Entonces Enrique mandó a Alfonso Enríquez, su hijo bastardo que ya tenía edad de combatir, a que tomara Viana. Este Alfonso, el primer hijo adulterino de Enrique con una dama asturiana, tendrá una conducta igual a su padre, será alborotador, traidor e intrigante, y le causará numerosos problemas a él, a su medio hermano Juan I y a su sobrino Enrique III.

Fernando I se encontraba con una situación cada vez más complicada, no sólo por las revueltas en su reino, sino por la presión del tratado que había firmado con Inglaterra, y la previsible invasión de los castellanos. Su hermanastro, el bastardo Dionís hijo de Inés de Castro, se había negado a besar la mano y reconocer a Leonor Teles como reina, y a continuación pasó al servicio de Enrique, que invadió Portugal y le recibió a su lado con obsequios.

Marcharon sobre Coímbra donde estaba la reina Leonor Teles, que precisamente se encontraba de parto y tuvo una niña a la que llamarían Beatriz. Al saberlo el castellano pasó de largo y no trató de tomar la ciudad, acabó yendo a Lisboa, y sus hombres entraron en ella. El rey portugués, vista la situación, y que los ingleses no le prestaban la ayuda convenida, (estaban recomponiendo su ejército tras la derrota de La Rochelle) aceptó el tratado que proponía el legado del papa, y se firmó una nueva paz en Santarem en marzo de 1373. Se establecía amistad entre los dos reyes, los matrimonios de Sancho, conde de Alburquerque y hermano de Enrique, con Beatriz, hermanastra de Fernando; la recién nacida Beatriz, hija de los reyes, con Fadrique, hijo bastardo de Enrique; e Isabel, una hija natural de Fernando tenida antes del matrimonio, con Alfonso Enríquez, conde de Noreña. 

 

Retrato de la baronesa Lefèvre, óleo sobre tabla, Pierre Puvis de Chavannes, Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires, Argentina,

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Además, el rey Fernando tenía que expulsar de su reino a los exiliados castellanos. Para ellos era el final de una etapa, sólo quedaba la esperanza de la reclamación del trono de Castilla por Constanza y su esposo inglés.

Tras el acuerdo, en los pazos de Vallada en Santarem, se hicieron las bodas entre Beatriz, la hija de Inés de Castro y Pedro I de Portugal, y Sancho, hijo del rey Alfonso XI y su amante Leonor de Guzmán. Los pazos se encontraban en un hermoso campo al lado del río Tajo, a media legua de la ciudad. Tras la ceremonia y el banquete, se realizaron justas y festejos, como era habitual. (1) Beatriz tenía unos veintiséis años y Sancho alrededor de treinta y uno. Probablemente ella se tomó bien aquel matrimonio, porque ya no debía de sentirse tan a gusto como antes en la corte lusa, como cuando su hermano estaba soltero. El matrimonio con Leonor había cambiado el ambiente, y Beatriz deseaba alejarse de allí y empezar una nueva vida en otras tierras. Marcharían al castillo de Alburquerque, que tenía estancias muy bien acomodadas para aposentarse, como había hecho la familia de Juan Alfonso de Albuquerque, su anterior dueño. Y luego Beatriz seguiría a su esposo a las muchas propiedades que este tenía en diferentes partes de Castilla.

También se efectuó el desposorio por palabras de presente entre Isabel, la hija natural del rey Fernando, y Alfonso Enríquez, hijo bastardo de Enrique II, ella tenía ocho años y el dieciocho. Por lo que dice el cronista portugués, y comprobaremos más adelante con los hechos que se dieron en Castilla, Alfonso no quería casarse con Isabel y lo hizo forzado por su padre. (2) Enrique se llevó a la niña cuando se fue de Portugal, iba con su aya y damas, además de varios caballeros portugueses que le dio su padre para que la apoyaran y protegieran en caso necesario. Isabel se criaría y educaría ahora en la corte castellana, junto a los hijos del rey, bajo la supervisión de la reina Juana Manuel.

 

Convento de San Francisco con Montjuich al fondo, Barcelona, dibujo, s. XIX, Josep Mosterin, Archivo Histórico de la ciudad de Barcelona, en sus aledaños se encontraban las casas que habitaba María de Portugal y Manuel en los últimos tiempos de su presencia en la ciudad,

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Mientras tanto en Barcelona, la infanta María de Portugal negociaba definitivamente con Pere IV la liquidación del patrimonio heredado de su marido y el de dote, por los que legalmente tenía derecho a que el rey la compensara. El 27 de mayo de 1373 en el Palacio Mayor Real se firmaba el acuerdo que había requerido años llevar a efecto. Pere IV y la reina Leonor se comprometían al pago de las cantidades que debían a la infanta. Fue firmado por los tres, y estaban presentes nueve testigos, entre los que se encontraba “Baltasar de Spinellis, de domo dicte infantisse.” (3) El 3 de agosto siguiente, María liberaba del homenaje del marquesado de Tortosa al oficial responsable y a los alcaides de los castillos comprendidos en él. Lo hacía desde sus casas que se encontraban al lado del monasterio de los franciscanos de Barcelona, y entre los testigos que se hallaban presentes estaba Baltasar de Spinnellis. (4)

Cuatro años después de su llegada a Aragón, aquel Baltasar de Espínola, noble genovés que había venido como procurador y embajador del rey Fernando de Portugal en 1369, ahora pertenecía a la casa de la infanta. Esto nos hace pensar que la relación entre ambos no sólo se había mantenido sino que se había hecho más personal. Sin embargo, Espínola no estaba en Barcelona a continuación de suscribir ese documento porque, aunque el cronista Lopes diga que no regresó a Portugal, si debió de hacerlo y entrar de lleno en una nueva situación: la reclamación de la corona de Castilla por parte del matrimonio de Constanza de Castilla y John de Gante, que estaban negociando de nuevo amistad y apoyo con Fernando I. 

 

Puerto de Génova, grabado, a. 1481, 

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El genovés representó al rey portugués en la corte del rey Edward III de Inglaterra y el duque de Lancaster, y a su vez estos le enviaron a ver a Pere IV, porque: “También estando el rey en Barcelona por el mes de octubre deste año de 1373 vino a su corte Baltasar Espinola, que fue enviado por Eduardo rey de Inglaterra y por el duque Juan de Alencastre su hijo que se llamaba rey de Castilla. Y trataban entre sí una muy estrecha confederación y liga sobre las cosas de Castilla. Y platicose que se juntasen sus embajadores en Jaca o en otro lugar a los confines de Gascuña.” (5) Es probable que Espínola continuara trabajando para Portugal e Inglaterra en estas negociaciones, por lo menos hasta que Castilla y Aragón llegaron a acuerdos con la boda de su hijos, Juan de Castilla y Leonor de Aragón.

En 1375 el rey Fernando I hace redactar una ley en la que hay una referencia a su hermana, por lo que tenía noticias suyas y debía de saber dónde estaba y cómo se encontraba: “4 O Ifante Dom Joham, e a Ifante Dona Maria nossos Irmaaôs, (…) nas Terras, Villas e Lugares em que lhes per nós ou pelo dito nosso Padre, ou nosso Avoo he outorgado de averem jurdiçom criminal, e civel, cont eçam per sy, e per seus Ouvidores dos feitos desses Lugares (…)” (6) El rey nombra a su hermana y a su hermanastro, que estaban viviendo en Portugal y a quienes afecta esta normativa, porque Dionís se había exiliado en Castilla tras un enfrentamiento con Fernando, y Beatriz se había casado con el conde de Alburquerque y se había trasladado también a Castilla. El otro Joâo era maestre de Avís y no le incumbía. 

 

Muelles de Aveiro, Portugal, ciudad con canales y la ría de Aveiro a orillas del Atlántico, donde algunos autores ubican a María de Portugal y Manuel al regreso a su reino de origen,

Por S. Hoya - Panoramica Aveiro, CC BY-SA 2.0,

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¿Había regresado María a Portugal, como dicen varios autores, o se había marchado a Génova con Baltasar de Espínola como escribe el cronista Fernâo Lopes?, que nos relata: “Mice Badasal nâo tornou mais pera o reino, e a affeiçâo longa que com a infante houve, gerador sempre de similhantes fructos, lhe fez que vendeu ella quantas rendas tinha em Aragâo, e se foi com elle pera Genova, e depois a deixou, e viveu minguadamente, morrendo mui affastada do que a sua honra pertencia.” (7) ¿De dónde sacó Lopes esta información? Por un lado, Espínola sí regresó a Portugal, como hemos visto, y además hay que precisar que ella no vendió su patrimonio en Aragón porque él se lo dijera, como dice el cronista, sino porque era la única manera de salir de aquel reino, y tenía que hacerlo tanto si se marchaba con él a Génova, como si se iba a Portugal. Por otra parte la mención que hace su hermano en la ley de 1375, plantea la duda de su posible presencia allí, ya que el rey se refiere a sus hermanos presentes, porque les afecta en el momento, y no a los que están fuera. A Fernando no le hubiera gustado que María se marchara a Génova con su ex-consejero y ex-vasallo, y probablemente no la hubiera incluido en la ley.

Por otra parte, el cronista que nos relata esta “historia”, como la llama él mismo, escribe por orden de un monarca de una nueva rama de la dinastía, y que persigue un objetivo igual que Pedro López de Ayala en su crónica de Pedro I de Castilla, demostrar que los reyes anteriores eran incompetentes, y su familia tenía una conducta disipada, mientras que los nuevos eran un ejemplo de virtudes. Lo que nos está contando es sólo parte de la verdad sobre la infanta María, y tal vez algún infundio.

Hay una carta del rey Pere IV de mayo de 1377 a Joan, su hijo primogénito, en la que con una frase un tanto oscura empleando la palabra “ardid” (truco, artimaña) le comunica que ha sabido que la infanta María ha muerto en Génova: “Cert ardit havem haüt que la infanta de Portugal és morta en Jénova.” (8) No tenemos más datos de esta comunicación, sólo las afirmaciones de Fernâo Lopes, y en ambos casos media la antipatía del rey y el enfoque sesgado del cronista. El monarca aragonés odiaba a su hermanastro Fernando y había ordenado su muerte, y el trato que había dado a su viuda demostraba su aversión por ella. El cronista portugués no es imparcial, estaba interesado en demostrar que el rey Fernando y los suyos llevaban vidas desordenadas y “pecadoras” según los criterios de la época, y que Joâo de Avís era un modelo de rectitud.

 

Página de la Historia Genealogica da Casa Real Portugueza, tomo I, Antonio Caetano de Sousa, edición de 1735, Lisboa, https://purl.pt/776

El historiador y genealogista portugués A. Caetano de Sousa afirma que Fernâo Lopes estaba: “(…) infamando a sua memoria no tempo que residio em Aragaô sendo viuva, no que naô fallaraô os Chronistas daquella Coroa, quando trataô da Infanta, donde devia ser mais publico para o referir do que a Fernaô Lopes, que sem necessidade a tratou taô incivilmente, (…).” (9), que añade cómo el papa Urbano V le propuso que se casara con Federico III de Sicilia (hermano de la reina de Aragón, Leonor de Sicilia) lo que ella no aceptó, porque significaba seguir en las redes de la familia y casa de Aragón.

Afirma que la infanta regresó a Portugal y vivió en la villa de Aveiro, donde tenía patrimonio. Mandó que la sepultaran en el monasterio de Santa Clara de Coimbra, donde descansaba su bisabuela, la reina Isabel, y añade; “Della (María) deve de ser hum monumento de pedra, que está no dito Mosteiro junto à grade do Coro, da parte da Epístola, cujo vulto a representa em habito Religioso, com véo, e cordaô, conforme a memoria, que me mandou o Doutor Manoel Moreira de Sousa.” (10)

Caetano de Sousa publicó este tomo en 1735, pero la información que dice haber recibido de Moreira de Sousa es anterior, porque este falleció en 1722, y al parecer en vida de este poeta e historiador aún existía su túmulo, pero no hemos encontrado información posterior sobre su sepulcro. El primitivo monasterio de Santa Clara, fundado por la reina Isabel a principios del siglo XIV, se encontraba en la margen izquierda del río Mondego y sufría continuas inundaciones por su desbordamiento, provocando graves problemas a las monjas. El rey Joâo IV en 1649 inició las obras de un nuevo convento a salvo de las aguas, hacia 1677 se trasladaron las monjas, y la fábrica de la iglesia se terminó en 1696. Así que cuando este autor escribe sobre la existencia del enterramiento es porque se había llevado al nuevo, al igual que el de la reina Isabel. En 1810 Coímbra fue ocupada y saqueada por la armada francesa dirigida por Massena, pero desconocemos los daños que pudieron ocasionar en iglesias y conventos como Santa Clara.

 

Ruinas de la iglesia y restos del claustro del monasterio de Santa Clara-a-Velha, Coímbra, en cuyo interior pudo ser enterrada María de Portugal y Manuel,

Por Carlos Luis M C da Cruz - Trabajo propio, Dominio público,

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Según la otra versión, la infanta pudo marcharse a Génova hacia 1374 con Baltasar de Espínola y vivir allí. De él, al igual que de la infanta tenemos información hasta 1373, después las huellas de Espínola se borran y las referencias de María nos llevan a Portugal. Los asuntos que habían traído a Espínola a la península y sus tratos con los reyes de Portugal, Granada y Aragón, y el duque John de Gante en representación de su padre el rey Edward III en Bayona, debieron de acabarse en 1375.

La información del rey Pere sobre su muerte plantea la duda de si lo que reflejaba era su salida de aquella ciudad, sin conocer su regreso a Portugal, donde habría ido a vivir en Aveiro para arreglar sus asuntos e ingresar después, en el monasterio de Santarem. En cualquier caso tuvo una vida difícil. A los doce años, su familia la casó y desde entonces estuvo mediatizada por las actividades y criterios cambiantes de su esposo. Después del asesinato de Fernando en 1363, su estancia en Aragón estuvo limitada y controlada por Pere IV. Hacia 1373 tras el acuerdo con el rey, su situación había cambiado, vivía en casas propias y era libre. Pudo tener una relación amorosa con el noble genovés Baltasar Espínola, lo que le habría dado unos años de felicidad. 

 

El valle del silencio, óleo sobre lienzo, 1858, John Everett Millais, Tate Britain,

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La información del cronista portugués provoca la sospecha de ser una manipulación, mientras que Zurita en sus Anales de la Corona de Aragón, con acceso a mucha información del reino, no da cuenta de esos presuntos amores, que hubieran generado la “fama” de la que hablan los cronistas de la época, cuando una mujer no seguía los cauces estrictamente marcados para ellas. Tampoco se refiere a su posible marcha a Génova, sino que recoge su regreso a Portugal. El historiador aragonés es reconocido por haber sido concienzudo en sus afirmaciones muy bien documentadas en aquel reino, y él no tenía ningún interés en cambiar la imagen de la vida de la infanta.


Notas


(1) Lopes, Fernâo, Chronica del Rey don Fernando I, vol. II, caps. LXXXIII y LXXXIV, p. 78 y 81, Lisboa, 1845. https://purl.pt/419/4/

(2) Ibidem, cap. LXXXIV, pp. 81 y 82.

(3) Madurell i Marimón, J. M., Una concordia entre Pedro el ceremonioso y María de Portugal, infanta de Aragón, pp. 430 a 437, Anuario de Historia del Derecho Español, n.º 41, 1971. https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1252710

(4) Ibidem, pp. 437 a 438.

(5) Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro X, cap. XVI, p. 314, Ed. Canellas López, A., Ed. electrónica Iso, J. J., Coord. Yagüe, M. I. y Rivero, P., 2003, Libros en red. https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2448

(6) Ordenaçoes afonsinas, Livro II, Título 63, (Ley de 13 de septiembre de 1375, rey Fernando I) De como devem usar das Jurisdiçoês os Fidalgos ou aquelles, a que pelos Reix som otrogadas alguâs Terras, p. 396, Fundaçao Calouste Gulbenkian, Lisboa, 1998. https://gulbenkian.pt/publications/ordenacoes-afonsinas-livro-ii/

(7) Lopes, Fernâo, Chronica de El-Rei D. Fernando, vol. I, cap. LIV, p. 171, Lisboa, 1895, https://purl.pt/419/4/

(8) La muerte en la Corona de Aragón. Cartas de condolencia y anunciadoras de fallecimientos, (siglos XIII al XVI), doc. 131. Fuentes históricas aragonesas, 82, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2018.

(9) Caetano de Sousa, A., Historia genealogica da Casa real portugueza, Tomo I, liv. II, p. 385, Lisboa Occidental, 1735. https://purl.pt/776

(10) Ibidem, p. 386.


La reina Juana Manuel


La reina Juana tenía en su casa a sus hijos Juan y Leonor. El infante Juan insistía a su padre que urgiera al rey aragonés el compromiso de matrimonio con la infanta Leonor de Aragón, ambos habían convivido en el mismo palacio durante un tiempo cuando estaban en Castilla, antes de que Enrique consiguiera la corona, y se había generado una relación de cariño entre ellos. Pero Pere IV le daba evasivas porque la reina Leonor no deseaba aquella boda.

A su regreso de Portugal, Enrique se había dirigido a Santo Domingo de la Calzada, y después en la villa de Briones había tenido un acuerdo con Carlos II de Navarra sobre las villas de Vitoria y Logroño y al mismo tiempo se comprometió a su hija pequeña, la infanta Leonor de once años, con el primogénito Carlos, que en ese momento tenía doce. Como los dos eran menores, se acordaba que harían los desposorios, y llegada la edad de poder casarse se celebraría la boda. Mientras tanto, el rey navarro le daría a su hijo Pedro de siete años para que estuviera con la reina, como rehén del cumplimiento del compromiso. A continuación el navarro mandó a su primogénito Carlos de Evreux para desposarse con Leonor de Trastámara en Burgos. Después el joven regresó a Navarra, y el pequeño Pedro fue enviado a la corte castellana.

 

Niños jugando a los dados, óleo sobre lienzo, 1694, Pedro Núñez de Villavicencio, Museo Nacional del Prado, Madrid.

Ahora alrededor de Juana se encontraban, además de sus hijos y algunos hijos ilegítimos del rey, Isabel de ocho años, la hija del rey Fernando I de Portugal, que había traído el rey Enrique, para que cuando tuviera la edad, se casara con Alfonso Enríquez, uno de los bastardos. En la casa real vivía además Pedro Enríquez, hijo de Fadrique, el hermano gemelo del rey, y también había llegado el infante Pedro de Navarra, para criarse con ellos hasta la boda de Carlos y Leonor. Juana y Enrique observaban con disgusto la actitud de Alfonso Enríquez hacia Isabel, su desposada desde 1373 antes de venirse de Portugal, y que ni siquiera hablaba con ella. Estaba motivando una situación incómoda y desagradable para Isabel y para la reina.

Se dedicaba a devociones religiosas diarias, a gestionar y supervisar la situación de sus posesiones, a dirigir la marcha de su casa, y a favorecer a instituciones religiosas entre las que sobresalían los conventos de santa Clara, como el de Alcocer, villa que había pertenecido al infante Pedro de Castilla en litigio por la compra con Juan Manuel, padre de la reina. En 1371 había pedido al rey que le otorgara 12 hombres excusados de todo pecho (lo que facilitaba que acudieran servidores a trabajar en el cenobio). (1) El monasterio, que estaba fuera de las murallas de Alcocer, había sufrido mucho por la guerra entre Aragón y Castilla, y después por la guerra civil. La devastación y los robos lo habían deteriorado y era prueba del peligro que corría la comunidad religiosa en un lugar tan apartado, por lo que Enrique las autorizó a que se trasladaran a un nuevo edificio en el interior de la villa en 1373. Los reyes continuaron beneficiándolas a lo largo de los años, de la misma forma que lo hacían con otras instituciones franciscanas de Castilla.

La reina protegerá los derechos del monasterio de las clarisas de Tordesillas, por ejemplo, hasta: “(…) llegando, incluso a un enfrentamiento con el propio monarca. Tal será el caso de la cuestión surgida a partir de la concesión, a la abadesa de Santa Clara, de la posibilidad de nombrar alcaldes y oficiales del concejo de Medina de Ríoseco (como parte de la dote de Leonor de Castro, sobrina del rey), mientras que Enrique II defendía que los regidores de la villa conservasen cierto poder en los citados nombramientos.” (2)

 

Patio árabe porticado, monasterio de Santa Clara, Tordesillas, Valladolid,

https://www.monestirs.cat/monst/annex/espa/calleo/valladolid/ctordcl.htm



Cuando el concejo y los oficiales de Murcia pedían a la reina que les ayudase ante el monarca para que su primo Juan Sánchez Manuel, conde de Carrión, fuera nombrado adelantado de la ciudad y de aquel reino, se sintió muy halagada, y les respondió que lo facilitaría con gran interés. (3) Todo lo que atañía a antiguas posesiones o cargos de su padre eran motivo de especial atención de la reina, que lo tenía como esencia de su linaje al que debía lealtad.

Hay una carta muy interesante de la reina sobre un legado de Juan Manuel para ellos: “(…) a lo que me enbiaste dezir sobre razon de los quarenta mill maravedis que don Johan mio padre, que Dios perdone, mando en su testamento que vos los mandase dar, sabed que despues quel rey mio sennor es en estos regnos yo he fecho pesquisa e por saber verdat quien tiene el dicho testamento para lo conplir e non puedo del fallar çertidunbre alguna et aun quando don Ferrando mi hermano murio yo non estava en lugar que pudiese saber desto cosa alguna, pero sed ciertos que si yo fallo el testamento que mucho fare yo por desenbargar su anima e sin esto e con ello tenuda so a vos fazer merçed tanto que lugar aya para ello.” (4) Juan Manuel había fallecido a finales de 1348 y había dejado su obra escrita a los frailes de Peñadiel, porque le parecía lo más seguro, y lo fue. Su tesoro y sus papeles, probablemente su testamento, sus documentos de propiedades, de cuentas, cartas, y otros muchos, dada la actividad desplegada por él, lo tenía en “la torre del alcázar del Castillo” (Castillo de Garcimuñoz) según dice en su testamento.

Fernando Manuel como vimos tuvo una situación comprometida, una vez fallecido Alfonso XI, y a la llegada de Pedro I al trono, regresó a sus dominios de Cuenca y Murcia. Poco después, hacia 1351 murió de forma poco clara, la documentación desapareció y de su tesoro desconocemos lo que sucedió, así que no es de extrañar que Juana Manuel no encontrara el testamento. En aquellas fechas se había casado secretamente con Enrique y ambos habían huido a Asturias. Sin embargo lo que ella no sabía, es que su hermana Constanza, casada con Pedro, infante de Portugal, había recibido copias de los dos testamentos que redactó el noble, que a su muerte serían archivados con la documentación real e irían a parar al Arquivo da Torre do Tombo, donde la admirable historiadora Mercedes Gaibrois los encontraría y publicaría en el siglo XX.

 

Retrato imaginario de John de Gante, duque de Lancaster, colección privada duques de Beaufort, Badminton House, Gloucestershire,

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Tanto en Castilla como en Aragón había noticias de los movimiento de John de Gante, duque de Lancaster, que había salido de Calais con una fuerza de 9000 hombres y estaba haciendo una gran cabalgada hacia el sur, arrasando lugares y sin que se les opusiera resistencia. Enrique temía que la marcha entrara por Bayona e Irún con la intención de hacerse con Castilla. Hizo un llamamiento a sus ricoshombres, nobles, órdenes militares y ciudades para que se reunieran en Burgos, e ir después hacia la frontera.

Entre los que se incorporaron rápidamente se encontraba su hermano Sancho, duque de Alburquerque, que se vio envuelto en un incidente fatal. Estaba su gente y las del infante Juan buscando aposento en el barrio de San Esteban, y se enzarzaron en una disputa. Para apaciguar el alboroto Sancho se vistió un jaco y un bacinete de otro, y alguno que no le reconoció le dio una lanzada en la cara que le hirió mortalmente, pues falleció a las pocas horas. La noticia conmocionó a Beatriz de Portugal, que le había seguido y se encontraba aposentada en alguna de las casas reales. Beatriz y Sancho apenas llevaban un año casados, estaba embarazada y tendría en unos meses una hija que será heredera del inmenso patrimonio de su padre.

Fue enterrado en la catedral de Burgos, allí se hicieron los funerales y asistió toda la familia real. Días después, el rey daba un privilegio a la catedral, “(…) por el que le concedía 8000 maravedís cada año de los pechos reales que debían pagar la cabeza de la aljama y el concejo de Belorado; cuyo destino debía ser: 4000 para aniversarios y legados fundados según opinión del obispo y los otro 4000 para fundar cuatro capellanías, todo por el alma de don Sancho, conde de Alburquerque, señor de la villa y hermano del rey.” (5)

 

Sepulcro de Sancho de Castilla, hijo bastardo de Alfonso XI de Castilla y de su amante Leonor de Guzmán, capilla mayor de la catedral de Burgos, ca. 1374, pocos años después fue enterrada allí también su esposa, Beatriz de Portugal, hija bastarda de Pedro I de Portugal y de su amante Inés de Castro,

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Sancho era el último hermano varón de Enrique, en ese momento sólo vivía su hermana Juana, que también se había quedado viuda hacía poco tiempo, pues Felipe de Castro, su esposo, había muerto en un enfrentamiento con sus vasallos en Paredes de Nava por las grandes contribuciones que les exigía. Juana, con una hija a la que había llamado Leonor, entró en el monasterio de Santa Clara de Tordesillas. Es posible que la pequeña hubiera quedado al cuidado de Juana Manuel en la corte. Con los años también Leonor de Castro acabará profesando en el mismo monasterio. Un convento de clarisas que había fundado Beatriz, la hija de Pedro I y de María de Padilla, por indicación de su padre en los palacios que él había construido. La rueda de la fortuna, en sus vueltas a lo largo del tiempo, unía a familias enfrentadas y seguirá llevando a damas emparentadas, como Leonor Téllez de Meneses (esposa de Fernando I de Portugal y madre de la infanta Beatriz, segunda esposa del rey Juan I de Castilla), y Leonor de Alburquerque, la hija de Sancho, y de Beatriz de Portugal y Castro, que acabamos de ver casarse y en un año quedarse viuda.

La convocatoria de Enrique en Burgos resultó ser innecesaria, porque la cabalgada del duque había acabado en Burdeos tras sufrir numerosas calamidades. Llegaron allí en diciembre exhaustos, sin posibilidad de continuar más. El duque regresó a Inglaterra. Poco después la armada francesa con la ayuda de barcos castellanos atacaban los puertos del sur de Inglaterra, donde provocaban graves daños.

Enrique mandó mensajeros a Pere IV y volvió a insistir en el acuerdo de boda que tenían para el infante Juan y la infanta Leonor desde hacía bastante tiempo, pero Pere le respondió que efectivamente existía ese acuerdo, pero que también habían firmado otros tratados que el castellano no había cumplido, y si ahora los cumplía, él le enviaría a su hija. Como sabía que no iba a darle las ciudades y villas que se había comprometido, no tendría que enviar a su hija, pues la reina Leonor “(…) mas perque a la dita reyna muller nostra e mare de la dita infanta no plahia per ço com la casa nostra Darago havia hagut molt dafany e dan per lo dit rey don Henrich, majorment que sen fos empobrida, voliali gran mal, e com ne hoia parlar, sen regirava e non volgue consentir, e Nos per complaureli nou fem.” (6) Los mensajes entre los dos reyes fueron un agrio intercambio de reproches, pues ambos incumplían y maquinaban según sus conveniencias. 

 

La muerte de Leonor de Sicilia, reina de Aragón, Lérida, 20 de abril de 1375

y de Blanca de Castilla, Santa María la Real de las Huelgas, Burgos, hacia 1375

 

 

Urna relicario de San Cándido, que en el s. XIV se encontraba en el ábside de cabecera del lado de la epístola de la iglesia del Monasterio de San Cugat del Vallés, hoy en el Museo Nacional de Arte de Cataluña, Barcelona,

Por [https://www.flickr.com/people/11198957@N08 Jaume Meneses - https://www.flickr.com/photos/jaumemeneses/4724603405/in/photostream/ MNAC. Barcelona - Gòtic, CC BY-SA 2.0,

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Desde antes de las bodas de los infantes, la salud de la reina estaba muy resentida, solía permanecer en el Palacio Menor de Barcelona, que había mandado construir con el apoyo de Pere. Salía por la ciudad o por el campo cercano transportada en litera, pues como era excesivamente gorda no tenía facilidad de movimiento. “En els darrers anys de la vida la Reyna visitava sovint els llochs de pelegrinatge de Pedralbes, Sant Vicens, Sant Cugat del Vallés y Montserrat.” (7) 

En Sant Cugat había una antigua abadía benedictina, muy unida al condado de Barcelona, donde se encontraban la arqueta relicario de san Cucufato y la urna de san Cándido con los restos de este santo. Ambas eran bellísimas y realizadas probablemente a finales del siglo XIII. La reina peregrinaba hasta allí para seguir su devoción y rezar frente a esas reliquias, que en aquel tiempo tenían una gran importancia religiosa. En cuanto a Sant Vicens, no sabemos si se refiere a la primitiva iglesia de ese nombre que se hallaba en Sarriá, que entonces quedaba un poco alejada del palacio donde habitaba la reina, al igual que el monasterio de Pedralbes, y en ambos acudiría a rezar, pero desconocemos si existían algunas reliquias.

 

Mujeres sentadas en la hierba, al borde del agua en Venecia, mina de grafito, fecha desconocida, Edward Burne-Jones, 

© RMN-Grand Palais (Musée d’Orsay) 

https://www.musee-orsay.fr/es/obras/femmes-assises-dans-lherbe-au-bord-de-leau-venise-200875


 

En la víspera de san Juan, al año de casada, Matha, la esposa del infante Joan, tuvo su primer hijo al que pusieron Jaime, y la alegría por el nacimiento de un varón heredero se esfumó al poco tiempo, pues falleció aquel verano. Con este embarazo hubo un equívoco entre Matha y los reyes, que nos ilustra muy bien de la importancia y control que había sobre los embarazos y partos de las damas madres de futuros reyes, lo que a veces significaba reproches y discusiones familiares. La nuera había calculado mal los meses de su preñez y decía que el niño había nacido a término, cuando realmente era sietemesino, sin embargo era un prematuro viable, según explicará el médico mestre Guillen Colteller a los reyes en su escrito con interpretaciones astrológicas muy interesantes, aunque murió después en agosto. (8)

Aún seguía ocupada con el monasterio de Sigena, y en octubre de 1373, explicaba el acontecer de las obras del hospital que había iniciado mucho tiempo atrás, porque había recibido la rendición de cuentas de fray Fontaner de Glera, desde 1357 a 1373, que se habían gastado 38.427 sueldos y 3 dineros, por lo que debía cierta cantidad que mandaba pagar a su tesorero. (9)

 

Nave de la basílica de Santa María de Montserrat, Barcelona, la reina Leonor de Sicilia realizó su última peregrinación a la Virgen de Montserrat poco antes de morir,

https://www.monestirs.cat/monst/bages/cba19mont.htm



Por aquellas fechas del nacimiento de su nieto, la reina Leonor dictó su testamento y distribuyó todos sus bienes entre sus seres queridos y cercanos, incluyendo sus oficiales, sus servidores, sus esclavas (a dos de ellas les daba la libertad), las casas de beneficencia y hospitales de Barcelona, y las instituciones religiosas que deseaba favorecer. Para su hija Leonor legaba además de sesenta joyas, parte de su vajilla de plata, una asignación de 60.000 sueldos barceloneses, dos instalaciones de paramento, una para su habitación y la otra con la litera de viaje. La ropa que tuviese piedras preciosas o perlas. Y las mejores sillas y arreos de caballo. (10)

Debía de ver la muerte cercana y quiso peregrinar a Montserrat para pedir alguna última gracia de la virgen. Salió de Barcelona el 28 de febrero de 1375, de regreso del santuario llegó a Lérida el 17 de marzo, donde la esperaba el rey Pere, y se alojaron en el palacio del obispo Romeu Sescomes, que había sido su canciller y fue uno de sus albaceas. Murió allí el 20 de abril, Viernes Santo, tal vez de una enfermedad renal, dada su obesidad.

Leonor de Sicilia había tenido un largo y fructífero reinado de veinticinco años al lado de Pere, y consiguió desarrollar sus cualidades con una intensa y valiosa actividad. Le dio cinco hijos, cuatro de ellos varones, y estuvo atenta a su educación sobre todo con Martín. Realizó una enorme tarea diplomática para que Sicilia permaneciera con Aragón. Durante la guerra con Castilla, quedaba como lugarteniente del rey, tomando decisiones y sustituyendo al monarca en todo lo que se requiriese. Tomó bajo su protección al monasterio de Sigena, consiguiendo sacarlo a flote de la ruina económica y mandando las obras necesarias. Promovió la fundación y construcción del convento de Santa Clara de Teruel y del Palacio Real Menor de Barcelona, y la reconstrucción del monasterio de Santa Clara de Calatayud. Fue mecenas de artistas como Lorenzo de Zaragoza encargándole retablos para las iglesias de los conventos que protegía. Mandó comprar libros y también copiarlos con bellas iluminaciones, y trabajos de artesanos catalanes para los palacios reales.

 

Sepulcros de reyes de la Corona de Aragón, Real Monasterio de Santa María de Poblet, Vimbodí y Poblet, Tarragona,

https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Real_Monasterio_de_Santa_Mar%C3%ADa_de_Poblet._Sepulcros_reales.jpg



Al cabo de varios años, fallecido Pere, los restos de los dos fueron trasladados al Monasterio de Poblet, que el rey había elegido como panteón real. Allí se encuentran los bellos sepulcros de alabastro recreados por Frederic Marès, que hizo una extraordinaria labor tras los enormes daños de los saqueos del siglo XIX.

El infante Martín fue el encargado de cumplir su testamento referido al monasterio de Sigena, y como no tenía la cantidad comprometida por la reina, la pagará en varios plazos. Pero además, siguiendo las costumbres de su madre, se interesaba por la marcha económica del convento, porque sabía que habitualmente era precaria, y a las cantidades ya asignadas por su esposa María de Luna, él añadía una nueva para que pudieran realizar las obras de refuerzo que estaban haciéndose. Por su tamaño y antigüedad, requería continuamente de acondicionamiento y reparación.

Las dos parejas de los infantes tenían la edad adecuada para tener hijos y será durante estos años cuando las cuñadas Matha y María vayan trayendo al mundo los anhelados hijos varones. Para el rey Pere era una obsesión que quedara asegurada la presencia de sucesores. En agosto siguiente Matha tuvo una niña a la que pusieron Juana, por lo que seguían esperando el nacimiento de un niño. Cuando murió la reina, era Matha quien estaba destinada a sucederla. Pero el rey Pere estaba vivo, además había una mujer inesperada, Sibila de Fortiá.

 

El jardín encantado, acuarela y gouache sobre papel, 1879, Marie Spartali Stillman, colección privada,
https://es.m.wikipedia.org/wikiArchivo:The_Enchanted_Garden_of_Messer_Ansaldo_by_Marie_Spartali_Stillman_(1889).jpg


Matha, la joven duquesa de Gerona cuidará continuamente de su hija Juana aunque tenga que estar lejos de ella siguiendo a su esposo. Sabía que estaba guardada por una buena nodriza y otras damas responsables, y que un médico controlaba su salud. Le pedía que la tuviera al tanto de todo lo que le sucediera. Ella misma cosía algunos de sus vestidos y, si no podía hacerlo personalmente, enviaba telas para que una dama que se encargaba de la niña los mandara confeccionar. (11) Por su habituales desplazamientos con el infante Joan, Matha no disfrutará de verla crecer.

En el interior del reino había bandos nobles de las ciudades que se enfrentaban y mantenían luchas y pendencias, y se vivía con los sobresaltos de sus peleas. Pere encargó a su hijo primogénito que acabara con los disturbios entre los Centelles y los Vilaragut en Valencia. Tras la ruptura de dos treguas por parte de los contrincantes, la duquesa Matha intervino en las negociaciones con su buen hacer, pero no era fácil que se avinieran y no había forma de apaciguarlos. Ya pasaban dos años de intentos de una paz definitiva, y se consiguió un cese de hostilidades para que Matha dictara las órdenes que cortaran de una vez la anarquía. En enero de 1377, en la sala del consejo del Palacio Real de Barcelona, Matha daba la sentencia que requería una tregua de 50 años, y quien lo incumpliera sufriría las penas existentes contra los que las rompen. El acuerdo fue respetado. Durante todo el tiempo de sus trabajos como negociadora la duquesa había estado embarazada, había parido, había perdido a sus hijos, había estado pendiente de su hija Juana y había cumplido todos sus cometidos como esposa del infante primogénito del reino de Aragón.

Lejos de allí, en Burgos, Blanca de Castilla que llevaba treinta y cuatro años recluida en el monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, y de la que desde entonces hemos tenido escasas noticias, falleció con cincuenta y seis años. Su gran patrimonio había sido tomado primero por Alfonso XI, y después por Enrique II. Sus últimos años debieron de ser difíciles por falta de medios económicos. Fue enterrada en la iglesia del monasterio, en la nave de la epístola, cerca del sepulcro de su padre el infante Pedro de Castilla. Ella es un ejemplo de manipulación por la conveniencia del rey Alfonso XI, con la aceptación de su familia para lo que parecía un futuro de reina. La realidad, escudada en una supuesta minusvalía, fue muy diferente: repudiada y llevada al monasterio de las Huelgas, donde pasó la mayor parte de su vida.


Notas


(1) Fondo Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Documentos de Enrique III, doc. 35, RAH. https://www.rah.es

(2) Rodríguez Guillén, S., El monasterio de Santa María la Real de Tordesillas (1363-1509) p. 276, tesis, Universidad de Alcalá de Henares, 2010.
http://hdl.handle.net/10017/10041

(3) Colección de documentos para el reino de Murcia, VIII, Documentos de Enrique II. Doc. XXXV, Edición Lope Pascual Martínez, Murcia, 1983.

(4) Ibidem, doc. CXXXVI.

(5) Blanco García, Flor, Catalogación de documentos medievales de la Rioja burgalesa, 2, doc. 31, Boletín de la Institución Fernán González, 1971, n.º 176.
https://riubu.ubu.es/handle/10259.4/1810

(6) Crónica del rey d’Aragó En Pere IV lo Ceremoniós ó del punyalet, Libro 6, cap. XII, pp. 288 y 289, edición Josep Coroleu. Barcelona, 1885.

(7) Deibel, Ulla, La reina Elionor de Sicilia, p. 407, Memorias de la Real Academia

de Buenas Letras de Barcelona, 10, 1928. https://raco.cat

(8) Roca, Joseph M.ª, Johan I d’Aragó, pp. 73 y 76, Institució Patxot, Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, vol. 11, Barcelona, 1929.
https://raco.cat/index.php/MemoriasRABL/issue/view/15472

(9) Sáinz de la Maza Lasoli, R., El monasterio de Sijena, Catálogo de los documentos del Archivo de la Corona de Aragón, 1348.1451, II, docs. 208 y 209, CSIC, Institución Milá y Fontanals, Barcelona, 1998.

(10) Deibel, Ulla, Op. cit., p. 392.

(11) Javierre Mur, A., Matha de Armagnac, duquesa de Gerona, pp. 128 y 129, Boletín de la Real Academia de la Historia, 96, cuaderno 1, enero-marzo, 1930.
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/boletin-de-la-real-academia-de-la-historia-29/html/

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