El juicio y ajusticiamiento de Bernard de Cabrera, 1364
La guerra de Castilla y Aragón causaba un gran daño a los dos reinos, y mantenía a Pere IV alejado de su familia y del día a día de la corte. La reina Leonor le representaba como su lugarteniente, velaba porque el rey estuviera abastecido de todo lo necesario en la guerra, firmaba salvoconductos, confirmaba derechos, resolvía problemas y controlaba la buena marcha de los asuntos administrativos. Durante el periodo de la contienda, Leonor manejará el sello secreto para numerosos escritos entre 1359 y 1367. (1)
Fue durante las conversaciones de Aragón con Navarra y Enrique de Trastámara, cuando se complicaron mucho las relaciones, porque por una parte Carlos II de Evreux era un hombre en el que no se podía confiar; Enrique se dedicaba a buscar su ventaja mediante manejos y maquinaciones, y consiguió separar al navarro del rey aragonés, y al mismo tiempo alcanzó su deseo de acabar con el consejero Bernard de Cabrera, al que el rey Carlos también odiaba y había tomado preso, y para entregarlo a Aragón exigió su muerte. Es curioso que varios de los cargos que se hacían a Cabrera, se le podían achacar a Enrique, pues era él el que había estado tras varias de aquellas intrigas y malos resultados. “Las culpas que contra él se publicaban fueron generales las más, y ser causa de todos los males y daños que habían sucedido en estos reinos por sustentar la guerra entre Aragón y Castilla y con la Señoría de Génova, y con el juez de Arborea, (…).” (2)
La situación de Cabrera era muy grave, la ausencia del rey para revisar las acusaciones y el proceso que se hizo contra él, fue su perdición. Al parecer Leonor creía firmemente en los delitos de los que se le acusaban, y como los consejeros dudaban de la legalidad de lo que se iba a hacer, la reina involucró a su hijo Juan que era procurador general del reino. Lo contradictorio es que aquel noble era el ayo y educador del infante desde muy niño, porque el rey confiaba en él, como ejemplo de grandes cualidades y modelo de guerrero, de caballero y de diplomático. Cuando ya estaba todo determinado sobre la condena a muerte de Bernard de Cabrera en Zaragoza, llegó el rey a la ciudad, no examinó lo argumentado contra su consejero, y firmó la sentencia que además de su muerte implicaba confiscarle todos sus bienes. Años más tarde en 1380, Pere reconocerá la inocencia de Cabrera y devolverá el vizcondado de Bas, así como las tierras, lugares y bienes a su nieto del mismo nombre. (3) Fue degollado en la plaza donde entonces se ubicaba el mercado, al lado de la puerta de Toledo, en julio de 1364.
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Puerta y arco de Toledo, Zaragoza, al lado de la plaza del Mercado, en 1366 fue ajusticiado Bernard de Cabrera, consejero de gran confianza del rey Pere IV, pero Enrique de Trastámara le odiaba y contribuyó a su muerte porque fue buen negociador con Pedro I de Castilla; la reina Leonor como lugarteniente del monarca favoreció la condena, Semanario Pintoresco Español, 48, 27 noviembre 1853, Biblioteca Digital de Castilla y León, CC0, Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=85137303 |
Tiempo después de haber asesinado a Fernando, infante de Aragón, su hermanastro, el rey Pere envió a Portugal al fraile que había llevado algunas negociaciones para la solución de los asuntos de la infanta María, y trató de la licencia del rey aragonés para que pudiera viajar cuando quisiera ir a ver a su padre. (4) En las conversaciones estarían presente tanto el rey Pedro de Portugal como Fernando que era hermano de María. Pero la realidad era que no podía salir de Aragón, y tiempo después Enrique, que ya estaba intentando negociar con el rey luso un acuerdo de paz y amistad, se comprometía a trabajar para que el rey aragonés dejase salir de su reino a la hija del portugués (después de haber participado en la muerte de su esposo, ahora trataba de ganarse la voluntad del padre de aquella, prometiéndole acciones que no pensaba llevar a cabo).
El trato y los acuerdos entre los reyes de la península dependían de la fuerza de cada uno y de las circunstancias que la favorecían, no duraban mucho, mudaban según los intereses del momento. Mientras en Castilla estaba sucediendo el drama de la guerra civil, y Enrique, acompañado de las Grandes Compañías extranjeras, atravesaba las tierras del reino, (porque realmente no las estaba tomando) el rey aragonés negociaba con el portugués una alianza de amistad. A Pedro de Portugal le interesaba mantener acuerdos con aquel, e incluso con el bastardo que quería hacerse con la corona de su sobrino. Las relaciones de los reinos eran como una madeja cada vez más enmarañada y sucia.
Al mismo tiempo, Pedro I de Castilla corría hacia Portugal con la esperanza de que fuera un recurso cercano, pero sufriría una gran decepción, y su hija mayor, la humillación del rechazo. La crónica castellana afirma que antes de que el rey entrase en Portugal, su tío le envió un mensajero para decirle que no podía verle y que su hijo Fernando no quería casarse con Beatriz. (5) Sin embargo, la crónica portuguesa de Fernâo Lopes asegura que el rey portugués no conocía la situación de su sobrino, (era un pretexto, porque llevaba más de dos meses produciéndose, y las noticias entre reinos iban más deprisa de lo que hoy nos imaginamos), lo primero que supo, dice el cronista, es que le mandaba dos hijas, que ya estaban en Alcaçovas, a 20 leguas de Santarem, pero no sabía con qué intención se las enviaba.
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Nacimiento de Afrodita, relieve central del llamado "Trono Lusovisi", mármol, Magna Grecia, a. 460 a. C., Museo Nazionale Romano, Palacio Altemp, Roma,
Por Marie-Lan Nguyen (septiembre de 2009), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1345911 |
Esta información se contradice con lo que añade a continuación, afirmando que Pedro I de Castilla había entrado en Portugal y venía a marchas forzadas, tanto que encontró la comitiva de su hija Beatriz y continuó su marcha hasta Coruche a dos jornadas de Santarem, donde estaba en ese momento la corte portuguesa. (Sus otras dos hijas iban con él). Intercambiaron mensajeros y el portugués le dijo que permaneciera donde estaba hasta que él le enviase su decisión. Por las explicaciones de Fernâo Lopes, que empezará a escribir la crónica hacia 1434, y la actitud que adoptó el rey portugués, sus afirmaciones tratan de exculpar la postura miserable con su sobrino, dando todo tipo de excusas. (6)
Porque Pedro de Portugal tenía otros planes y ya estaba tratando amistad con el rey aragonés y considerando los deseos de Enrique. No tenía intención de dedicar recursos de su reino a ayudar al castellano y entrar en una guerra contra las Grandes Compañías que andaban en Castilla. Incluso no quería que su sobrino permaneciese en su tierra, para que no pareciera que le apoyaba. Adoptaba una actitud cobarde y mezquina, muy propia de los monarcas cristianos que regían los reinos de la península, y Enrique, aspirante a la corona castellana, tenía las mismas características.
En cuanto a su hijo Fernando, se había convertido en un joven al que le gustaban las fiestas, la caza, las relaciones con doncellas, según el cronista, y no quería casarse con la infanta castellana, además, unirse a ella contradecía la política del rey. Extrañamente utilizaba un argumento que pocos años después no tendrá en cuenta ni le importará para querer ser rey de Castilla, y es que era sobrino de Juana Manuel, la esposa de Enrique, olvidaba además, que también era primo del rey Pedro I. Pero los argumentos pueden manipularse según las propias conveniencias de cada momento. En la corte portuguesa había experiencia de esa conducta de devolver a una esposa, como ya había hecho el rey Pedro de Portugal, padre del infante, con Blanca, nieta de Jaime II de Aragón.
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Camino en el Valle de Navalmedio, vertiente sur de la Sierra de Guadarrama, términos de Cercedilla y Navacerrada, Madrid, 2023, fotografía: Jorge de Santaella. |
Pedro I de Castilla se sintió abandonado y ofendido por su tío, tenía que regresar a su reino sin ayuda. Todo se ponía en su contra, le llegaron noticias de que su almirante Egidio Bocanegra se había apoderado de la galera con todo su tesoro, que acabaría llegando a las manos de Enrique. Pensó en llevar a sus hijas al castillo de Alburquerque, que era muy potente y fuerte, dejarlas allí, y tratar de solucionar aquel robo. En la fortaleza, que ahora era de la corona, tuvo la misma respuesta, no querían admitirlo. Mandó un mensajero al rey portugués para que le facilitara un salvoconducto y poder llegar por su reino hasta Galicia, donde Fernando de Castro se mantenía fiel y era muy poderoso.
Al parecer el infante Fernando estaba dispuesto a combatir al castellano, por lo que su padre envió a Alfonso Tello, conde de Barcelos (hermano de Martín Alfonso Tello, que fuera mayordomo de la reina María) y Alvar Pérez de Castro (hermano de Inés de Castro) para que le acompañaran durante el recorrido. Ambos debieron de cumplir la orden de mala gana, y pusieron impedimentos al castellano para acompañarle, porque argumentaban tener miedo del infante. Pero por 6.000 doblas, dos cinturones de plata y dos estoques que les dio, perdieron el temor hasta Lamego, a cuatro jornadas de la frontera con Galicia, y desde donde ya no quisieron seguir.
En Galicia, Fernando de Castro se reunió con el rey y los ricoshombres que le acompañaban, y estuvieron considerando qué era lo que debían hacer. Había disparidad de criterios, unos aconsejaban que fuera a los lugares que le apoyaban para asegurarlos con su presencia y tomar otros, en un itinerario que iba de Zamora a Logroño, porque Enrique y las compañías se encontraban en Sevilla, y no tendría tiempo de reaccionar. Otros le recomendaban partir hacia Bayona que era de Inglaterra, con la que tenía acuerdos, y pedirle ayuda para recuperar todo su reino. Precisamente recibió un mensaje del príncipe Edward de Woodstock (en su tiempo se le conocía así, por el lugar de su nacimiento, o como príncipe de Gales, o duque de Aquitania, que también lo era), heredero del trono de Inglaterra, invitándole a que fuera y que le ayudaría a recobrar sus tierras. Pedro no lo pensó más, y tomó esta decisión, que algunos autores juzgan como un error que le acarreó cada vez más problemas.
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Bayona, Francia, desde el río Adur, en el s, XIV pertenecía a Inglaterra, allí el rey Pedro I será acogido en la corte de Edward de Woodstock, príncipe de Gales, que le ayudará a recuperar su trono,
Por Daniel VILLAFRUELA, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=28165782 |
Navegó con sus hijas por el Cantábrico hasta Bayona, el mar estaba bravo, la travesía fue accidentada. Las niñas estaban muy cansadas, porque desde que habían salido de Sevilla, muchas jornadas habían sido agotadoras y a veces las condiciones de los lugares donde posaban eran muy incómodas, estaban pálidas, pero no decían nada, no se quejaban. Al menos sentían la alegría de tener a su padre con ellas. Después se quedarían en aquellas tierras como rehenes.
Estando en Toledo, Enrique tuvo noticias de que Pedro había partido hacia Portugal, por lo que se decidió ir a Córdoba y Sevilla, donde fue bien recibido, y pudo tomar el tesoro que el almirante había robado de la galera del rey. Entre Burgos y Sevilla, en muy poco tiempo y sin ningún coste, tenía casi todo el tesoro real. Era el momento de devolver a parte de las Compañías a Francia, porque además de ser muy costosas, estaban estragando las tierras por donde andaban. El regreso hacia los Pirineos sería igual de dañino. Volvían franceses e ingleses, y estos marcharían a Burdeos y se integrarían en las tropas de Edward de Woodstock para atacar a Enrique. La rueda de la fortuna ponía ahora frente al usurpador a algunos de los guerreros que acababa de pagar. Bertrand Du Guesclin y sus hombres se quedaron con él, que estaba ejerciendo como rey, a pesar de existir un monarca, que, aunque casi exiliado, era el legítimo y estaba preparando su vuelta con el apoyo de un gran ejército inglés. La guerra entre Francia e Inglaterra se trasladaría a Castilla.
Efectivamente, Pedro estaba tratando la ayuda de Edward de Woodstock y del rey Carlos de Navarra, que como siempre jugaba a dos bandas, pues tenía un acuerdo con el rey aragonés y con Enrique. Pero tanto Pedro como Edward lo conocían, y sabían que cedería ante la oferta más cuantiosa. El rey castellano tendrá que firmar un acuerdo muy oneroso, cuando Enrique se había apropiado de buena parte del tesoro real, el de Burgos y el de las galeras, y ya no poseía oro ni plata ni piedras preciosas, pues lo que había podido llevarse consigo había tenido que gastarlo entre Portugal, Bayona y Burdeos.
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Gran dobla, oro, 1360, Sevilla, moneda con valor de diez doblas acuñada por el rey Pedro I de Castilla como símbolo de prestigio, MAN, Madrid,
https://www.man.es/man/coleccion/catalogo-cronologico/numismatica/gran-dobla.html |
Las cartas de obligación y donación, y el convenio se realizaron en Libourne (en la diócesis de Burdeos) el 23 de septiembre de 1366. Pedro se comprometía a entregar a Edward 550.000 florines de oro, más otros 56.000 que este ya había adelantado al navarro, así como Vizcaya y Castro Urdiales que al rey inglés Edward III, padre del príncipe, le interesaban por la importancia de sus puertos; con el rey de Navarra se comprometió con 220.000 florines, y a darle numerosos lugares y villas alrededor de su frontera, como Guipuzcoa, Logroño, y otros. Dejaba en rehén de su compromiso a sus tres hijas y a algunas esposas e hijos de sus ricoshombres.
El maestre de Alcántara y después también de Calatrava, Martín López de Córdoba, llevaba a su esposa Sancha Carrillo y a sus hijos Lope y Leonor, y sus hermanas. Leonor había nacido en las casas del rey Pedro en Calatayud, y las infantas habían sido sus madrinas. (7) López de Córdoba tenía hijos de Sancha Carrillo a Álvaro y a Leonor, y de la dama Teresa Álvarez de Haro a Lope y dos hijos y tres hijas más, de los que no conocemos los nombres, y morirán encerrados en prisión por Enrique II.
Durante la guerra de Castilla con Aragón, Martín se había desplazado con su familia, porque había estado dirigiendo y organizando a los caballeros de Alcántara y a otros guerreros. Esa niña de tres o cuatro años, que se quedará con su madre y sus hermanos como rehén junto con las hijas del rey, era Leonor López de Córdoba, una dama con mucha personalidad y carácter, que sufrirá la muerte de su padre por parte de Enrique, a pesar de haberse comprometido a no ejecutarlo, la confiscación de todos sus bienes, y la prisión con sus hermanos y su esposo durante muchos años. Y al cabo del tiempo será dama de la reina Catalina de Lancaster, hija de John de Gante, duque de Lancaster y de Constanza de Castilla, y por lo tanto nieta de Pedro I.
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Sepulcro de Pedro I de Portugal, mármol, s. XIV, Monasterio de Alcobaça, Portugal,
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:T%C3%BAmulo_de_D._Pedro_I.jpg |
Poco antes de que Edward de Woodstock y Pedro de Castilla salieran de territorio inglés, en aquel frío enero en Estremoz, fallecía el rey Pedro de Portugal con cuarenta y seis años, y sería enterrado en su sepulcro de mármol en el monasterio de Alcobaça frente al de Inés de Castro. Fernando, hijo del rey con Constanza Manuel, comenzó a gobernar con veintiún años. El nuevo rey portugués firmó tratados de paz y amistad con Pere IV de Aragón y con Enrique, como rey de Castilla. No mucho después de la batalla de Nájera, cuando Pedro I de Castilla haya regresado al trono y le envíe embajadores desde Sevilla también se firmarán acuerdos de paz y amistad entre los dos reinos sin la menor contradicción. Así eran de firmes los convenios, dependían de la fuerza y de quien se imponía en el poder.
En Barcelona la infanta María de Portugal recibió la noticia, ahora sería su hermano el que tendría que ayudarla frente a Pere, que seguía sin facilitar su marcha a su tierra. En aquella vida retirada sin ver un futuro diferente se dedicaba a las tareas que solían hacer las damas, las obligaciones religiosas, la lectura de libros piadosos, y bordar, coser y tejer.
Edward de Woodstock, príncipe de Gales, y Pedro I, rey de Castilla
Enrique, usurpador, y Bertrand Du Guesclin, capitán de Gran Compañía
Batalla de Nájera, 3 de abril de 1367
El ejército que traería Edward de Woodstock estaba formado por ingleses, gascones, castellanos y algunos aragoneses descontentos con Pere IV, mandados por Jaime IV de Mallorca. Había estado preso del aragonés muchos años después de que este le quitara el reino a su padre y provocara su muerte en una batalla en la que el mallorquín trataba de recuperar sus tierras. El ejército inglés entró por el paso de Roncesvalles en Navarra a mediados de febrero de 1367. La idea era capturar a Enrique y vencer a sus tropas de mercenarios. La situación del bastardo era mala, tenía escasas fuerzas, el pueblo no le aceptaba bien, había muchas ciudades que apoyaban a Pedro I, se había gastado casi todo el tesoro que le había robado al rey y se le venía encima un gran ejército mandado por el mejor militar de los reinos occidentales.
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El rey arma a un caballero, Libro del caballero Zifar, pergamino, miniatura, manuscrito, s. XIV, fol. 72v, BnF,
https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b100295099 |
Estando todavía en los alrededores de Vitoria, el príncipe llevó a cabo la ceremonia de armar caballero a Pedro, rey de Castilla, y a jóvenes combatientes que todavía no lo eran. Al ver que el usurpador rehuía un enfrentamiento y no había acceso a Burgos por el camino elegido, decidió cambiar de ruta e ir por Logroño que habría sido la mejor elección desde el principio, y probablemente ya se habría solventado la campaña.
Desde Navarrete, de noche y con sigilo, avanzó el ejército de Edward de Woodstock dando un rodeo, de tal forma que al amanecer estaban preparados frente al campamento de Enrique, y los cogieron desprevenidos. El enfrentamiento, como era de esperar, acabó con una gran derrota de este, que perdió más de la mitad de sus efectivos, y hubo muchos prisioneros. Al ver el resultado que se estaba produciendo, salió huyendo, fórmula que utilizó muchas veces para salvar situaciones a las que no quería enfrentarse. Tuvo la suerte de tres ayudas fundamentales: un escudero le dio su caballo que estaba más fresco y ligero porque no llevaba armadura, y se dirigió hacia Soria, para pasar a continuación a Aragón, donde Pedro de Luna le auxilió guiándole para atravesar los Pirineos. Y el conde de Foix, a pesar de ser vasallo del rey inglés, le prestó su apoyo con caballos y escolta hasta alcanzar Toulouse.
Los vencedores le buscaron entre los prisioneros y los muertos, y al comprobar su huida, Pedro y Edward fueron conscientes de que a pesar de haber ganado la batalla, no habían conseguido capturarlo, y que en Francia tendría oportunidad de reunir un ejército de mercenarios pagados por el rey francés, y volver a luchar con Pedro I.
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Batalla de Nájera, La Rioja, entre Pedro I de Castilla y Edward de Woodstock contra Enrique de Trastámara, 1366, miniatura, Crónicas, s. XIV-XV, Jean Froissart, BnF,
FR 2643, fol. 312v., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=438365 |
Juana Manuel y sus hijos estaban viviendo en Burgos, y al saber la noticia de la derrota preparó todo para marcharse rápidamente hacia el reino de Aragón, iba acompañada de los arzobispos de Toledo y Zaragoza. Ya no era reina, y su marido había sido vencido, no le convenía seguir en Castilla, pues corría el riesgo de ser apresada y servir de rehén. Cuando llegó a Zaragoza la acogida fue fría, el ambiente había cambiado, su esposo y sus seguidores ya no eran bien recibidos en Aragón, el rey le había retirado su apoyo, porque Enrique no había cumplido con los compromisos firmados, además recordaba el juramento de Juana en la iglesia del monasterio de San Francisco en Zaragoza. Al poco tiempo Pere IV mandó recoger a su hija Leonor para llevarla a su palacio con la familia real. El acuerdo de boda entre la infanta aragonesa y el primogénito de Juana quedaba en suspenso, si no anulado.
Pedro y su ejército se dirigieron a Burgos, seguido a cierta distancia de Edward y sus guerreros. Hubo discusiones sobre el pago del tratado, el castellano no tenía dinero ni joyas. Las había empleado entre los capitanes y la corte de Burdeos a un cambio muy desventajoso para él, además Enrique se había adueñado de la mayor parte del tesoro real en Burgos y en Sevilla. Se llegó a la conclusión de que pagaría la mitad en cuatro meses, y sus hijas permanecerían como rehenes en Bayona.
La realidad fue otra: mientras el príncipe de Gales permanecía con parte del ejército en Valladolid, Pedro no pudo reunir la cantidad acordada; Vizcaya no aceptaba el señorío del inglés, y los gastos de cancillería por la donación de Soria eran tan grandes que no se hizo efectivo. El rey castellano no saldaría la enorme deuda que tenía con Edward de Woodstock, que se marchó de Castilla aquel otoño, agravado en la enfermedad que ya traía, y cansado de las dilaciones y los problemas que había generado la ayuda a Pedro. Su hacienda se vio muy comprometida por los grandes desembolsos de la campaña, y tampoco recibió los acordados puertos de Vizcaya. Desde ese momento de discordia e incumplimiento, Pedro perdió la ayuda del rey inglés, que hubiera sido esencial en su permanencia en el trono. Sus errores, su carácter vengativo, y la mala fortuna que le acompañaba, le llevaban hacia un desgraciado final.
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Retrato imaginario del rey Pedro I de Castilla, óleo sobre lienzo, 1857, Joaquín Domínguez Becquer, Ayuntamiento de Sevilla,
https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Retrato_de_Pedro_I.jpg |
Notas
(1) Deibel, Ulla, La reina Elionor de Sicilia, p. 380, Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 10, 1928. https://raco.cat
(2) Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro IX, cap. LVII, Ed. Canellas López, A., Ed. electrónica Iso, J. J., Coord. Yagüe, M. I. y Rivero, P., 2003, Libros en red. https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2448
(3) Bofarull y Sartorio, M., Colección de documentos inéditos del Archivo General de la Corona de Aragón, tomo III, Proceso contra Bernardo de Cabrera, pp. 477 a 479 y 480 a 491. Barcelona, 1868.
(4) Zurita, Jerónimo, Op. cit., cap. LX.
(5) López de Ayala, P., Crónica de los reyes de Castilla, rey don Pedro, Tomo I, p. 414, Madrid, 1769.
(6) Lopes, Fernâo, Chronica del rey D. Pedro I de Portugal, pp. 350 a 357. Lisboa Occidental, 1735 . https://purl.pt/422
(7) de la Fuensanta del Valle, marqués, Escrito sobre la vida de Leonor López de Córdoba, Colección de documentos inéditos para la historia de España, tomo LXXXI, pp. 33 a 144, Madrid, 1883.
Aragón hacia 1367
Las tierras y los hombres de la Corona de Aragón habían quedado exhaustos tras la guerra con Castilla. Impuestos del rey, pobreza, falta de cosechas, destrozo y quema de casas, puentes, molinos y conventos formaban buena parte del paisaje y se trabajaba en su recuperación. Después llegaron noticias del desastre de Enrique en Nájera, el rey Pere IV ya no estaba interesado en mantener su amistad, aquel no había cumplido con las obligaciones contraídas, los castellanos refugiados le estorbaban y no quería tener problemas con el príncipe de Gales, así que no vio con buenos ojos el regreso de Juana Manuel a su reino.
En cuanto llegó a Zaragoza mandó traer a su hija Leonor, que había estado un tiempo con ella como prometida del primogénito Juan, no quería que se casara con él, pues ahora Enrique sólo era el hijo bastardo de Alfonso XI y un mercenario del rey francés. La reina Leonor sentía repugnancia por Enrique, por su falta de palabra y por el mucho daño que había hecho en el reino, así que deseaba la vuelta de su hija al palacio real de Barcelona. Además por la exigencia de rehenes para el acuerdo por parte de Enrique, el hijo pequeño de Leonor y Pere había fallecido por el traslado con tanto calor y había sido una dolorosa experiencia para ella como madre.
A pesar de todas las circunstancia desfavorables, Leonor era la reina de Aragón y debía mostrarse como tal. Tenía un gusto exquisito por los hermosos tejidos de seda, de brocado, de fino lino bordado, las joyas, la cuidada orfebrería, las piedras preciosas, y perlas de mayor belleza, por lo que tenía a su servicio bordadoras, sastres, orfebres, joyeros y comerciantes de este tipo de objetos.
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Visita de la reina de Saba al rey Salomón, óleo sobre lienzo, 1555, Jacopo Robusti Tintoretto, Museo Nacional del Prado, Madrid. |
Mantenía estrecha relación con una judía de la aljama de Zaragoza que comerciaba con ropas, tejidos y joyas de gran calidad, que sólo podían permitirse la casa real y la más alta nobleza del reino. Giva era considerada en la corte, “familiar” de la reina y le proporcionaba los más bellos atuendos, tejidos o alhajas que la reina quisiera. Hacía años le había vendido una toca de seda o cinco velos castellanos. (1) En estas fechas, Leonor le concedía de por vida a ella, a su esposo Benay Francés y a sus hijos la exención de todos los impuestos recaudados en la aljama de Zaragoza, salvo el fogaje y la sisa sobre algunos productos. Aunque este tipo de exenciones eran muy protestadas por las autoridades de la aljama, tenían que acceder al mandato de la reina.
Continuaba con sus tareas infatigables de patrocinio y ya debía de haber acabado, junto con Pere, la refundación del monasterio de Santa Clara intramuros de Calatayud, cuando había iniciado la creación del convento también de clarisas en la ciudad de Teruel, que era un deseo largamente paralizado. Pere le facilitó el palacio que tenía en la ciudad para que lo convirtiera en cenobio, y a ello dedicará una parte de sus rentas y todo el esfuerzo que requería un nuevo establecimiento.
Había encargado dos retablos al pintor Lorenzo de Zaragoza, uno para la iglesia de las clarisas de Calatayud, y el otro para las de Teruel. Además de acondicionar el palacio para convento, compró y construyó más edificios para completar su estructura, y todo ello: “En mayo de 1367, se pagaron 50 sueldos jaqueses al guardián de los franciscanos de Teruel, Sancho de Miza (Miça). Dicha cantidad se había pagado por orden de la reina al arzobispo de Zaragoza para obtener el derecho de sello del diploma de consagración.
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Retablo de la Virgen de la leche, Santa Clara y San Antonio abad, temple y lámina de oro sobre tabla, s. XIV, Lorenzo Zaragoza, tal vez encargada por la reina Leonor de Sicilia para el convento de Santa Clara de Zaragoza, Museo Nacional de Arte de Cataluña, https://app.fta.art/es/artwork/3a7bf2f9e4eb109fa0b38fd457d809fbe24f0471 |
La reconstrucción del palacio como monasterio se terminó probablemente en 1369, cuya ceremonia inaugural se recuerda en las crónicas.” (2) La reina se ocuparía de que tuvieran la dotación económica suficiente, así como productos necesarios como sal o trigo, o importar vino sin pagar impuestos. Gracias a una fuerte y tenaz voluntad iba sacando adelante sus proyectos sobre estas casas monacales.
En su corte convivían varios niños y jóvenes que se educaban a su alrededor. Estaban los infantes Juan, Martín y Leonor, y la infanta Juana, hija de Pedro con su primera esposa. En 1368 ya había llegado María de Luna, prometida desde hacía tiempo con el infante Martín, para criarse bajo la protección de la reina. María provenía de la más alta nobleza aragonesa, era hija del conde Lope de Luna y de Brianda d’Agout. También se encontraban en la corte Luis y Antonio de Aragón (hijos ilegítimos de su hermano Luis de Sicilia), y Juan de Peralta, su sobrino. (3)
Leonor mantenía todas las tareas que se había propuesto, y el convento de Sigena requería una atención constante, seguía en contacto con fray Fontaner de Glera, que era comendador del monasterio, enviándole dinero para la edificación del dormitorio, en concreto para finalizar los arcos del edificio, ya que había variado su proyecto de hospital, instalándolo en el antiguo dormitorio de las monjas, y construyéndoles uno nuevo, y al parecer era lo que se estaba haciendo entonces.
Hacía tiempo que el infante Juan, el primogénito de dieciocho años, ejercía sus funciones y, por ejemplo, había empezado a interesarse por los asuntos del monasterio por delegación de su padre el rey. Y Leonor seguía haciendo las obras indispensables, que como tenía partes muy antiguas, siempre necesitaba de reparaciones y reconstrucciones. Todos los asuntos relacionados se dilataban mucho en el tiempo, de tal manera que años después, la reina requería pagos y trabajos no realizados.
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Retrato imaginario de Bertrand Duguesclin, grabado, s. XIX,
De D. F. (David Flavel) Jameson - Internet Archive identifier: lifetimesofbertr01jame, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=89460269 |
El infante también se ocupará más adelante hacia 1370, de un problema que había afectado a la judía Giva, familiar de la casa de la reina, que seguía trabajando para ella (y seguirá haciéndolo para la siguiente esposa de Pere IV), y había reclamado contra el capitán de gran compañía, Bertrand Du Guesclin, que aún continuaba en la península después del asesinato del rey Pedro I de Castilla. Según Giva, el bretón “(…) se había llevado de su casa, sin abonar ni un dinero, ropas, perlas y pieles de armiño por valor de 12.000 sueldos jaqueses.” (4) Dadas las costumbres de estos guerreros, era fácil deducir que Giva debía de decir la verdad.
Muy pronto Leonor tendría avanzada otra construcción, pero esta de distinto carácter, era un palacio para su uso personal, que tenía acabadas las suficientes piezas para poder empezar a vivir. Aunque su inicio venía de atrás, pues el rey había comprado en 1367 al obispo de Vic un palacio y una iglesia que habían pertenecido a la Orden de los Templarios, para adaptarlo y ampliarlo como regalo a Leonor. A partir del año siguiente ya habían comenzado las obras para convertirlos en un palacio para la reina, el llamado Palacio Real Menor, que se encontraba más cerca del mar que el Palacio Real Mayor. En aquel, existía una sala denominada de los caballos, que era una gran estancia bellísima con arcos transversales (precedente de la sala del Tinell) en la planta noble del edificio, y más adelante, hacia 1376 y 1378, Pere añadiría otra gran sala a su lado, también con ese tipo de arcos, adosada a la muralla romana. En la huerta de los templarios, el rey haría un jardín. La edificación templaria seguía el modelo cisterciense, tenía unos 420 metros cuadrados, un patio, y haciendo escuadra con el edificio, la iglesia.
En esta, convertida en capilla real del Palacio, se construyeron dos altares dedicados a Santa Bárbara y a Santa Lucía,“(…) la reina Elionor dotà la capella, que a partir d’aleshores seria la capella de la reina, de nova esplendor, proveint-la de tota mena d’objets litúrgics sumptuosos, per celebrar-hi fastuoses festes religioses.” (5)
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Palacio Real Menor desde el oeste, Barcelona, 1856, Domènec Sert i Rius, Museo de Historia de Barcelona, Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=153561704 |
Había previsto habitaciones para su hijo Martín, para su prometida María de Luna, y para la infanta Juana. El jardín fue una parte a la que Leonor dedicó especial atención porque ella misma cultivaría algunas plantas. En parte era un huerto que serviría para la propia cocina del palacio, había aromáticas, flores, árboles frutales y vides. Se encargaba del cuidado del jardín el siciliano Berto Grippo, que era “mestre de cases” y que también inspeccionaba anualmente los edificios. Los esclavos Antonio y su mujer Lucía eran guardianes de la casa y del jardín. (6)
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En el jardín, fotografía: Jorge de Santaella. |
Leonor y Pere habían pensado en las opciones de matrimonio para el infante Joan y le desposaron con Juana de Valois, hija del rey de Francia Philippe VI y su segunda esposa Blanca de Navarra. Los dos infantes eran de la misma edad, al parecer Joan estaba muy animado con la boda, y se le encuentra en Perpiñán preparándola. Desde allí en agosto de 1371, escribía a los consejeros de Barcelona, al veguer de la ciudad y a varios nobles solicitándoles que envíen tapices franceses historiados de la catedral, de las iglesias, las Órdenes y de los ciudadanos que deseen prestarlos, para cubrir el palacio y las cámaras donde se va a celebrar, con un inventario de todo lo que manden, y que compren los que encuentren que se vendan. (7) El infante tuvo noticias de que su prometida ya había salido para Perpiñán, y quiso ir a buscarla para encontrarla en el camino. Ella se detuvo en Beziers porque empezó a sentirse mal, la enfermedad se había agravado cuando llegó Joan, por lo que pudo verla antes de que falleciese. Debió de ser un suceso impactante en el joven novio, que regresó al Rosellón muy afectado.
Los reyes empezaron a negociar un nuevo matrimonio para el primogénito, ahora se trataba de alguna dama de influencia francesa o de una hija del señor de Milán. La reina y su hijo preferían a esta última, mientras que Pere quería afianzar las relaciones con Francia. En este caso la hija del conde de Armagnac aseguraba el contacto con el reino vecino del norte. Fue Matha de Armagnac la elegida para desposarse con Joan, y en marzo de 1372 los emisarios de Pere firmaron los acuerdos de matrimonio. Poco después, Matha y su cortejo partieron para Barcelona, donde se celebraría la ceremonia.
Castilla y Languedoc hacia 1368
Castilla trataba de recuperarse del paso y presencia de las Grandes Compañías que habían venido primero con Enrique, y después con Pedro, sin embargo el enfrentamiento y la guerra civil perduraba entre su gente, había un ambiente de desobediencia y rebeldía generalizada. Los ricoshombres y grandes nobles se refugiaron en sus fortalezas a la espera de acontecimientos, se sentían vapuleados por las circunstancias y la actitud de ambos hermanastros. Pedro les mantenía alejados del poder y de las decisiones, mientras que el bastardo les prometía muchas mercedes, pero les había abandonado. Veían el regreso de Pedro como la disminución de sus oportunidades con el ascenso de una nobleza baja, de los ciudadanos y de los letrados que el rey había favorecido y fomentado en los oficios y cargos de gobierno del reino. Las ciudades estaban cansadas de impuestos, de guerra y de la actitud del rey, y no accedían a darle las cantidades que les pedía. Las aljamas judías estaban animadas con su vuelta, tenían cierta seguridad de poder seguir con sus negocios, mientras que Enrique había permitido matanzas en varias de ellas, y les había cargado con tributos extraordinarios para su aventura.
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Miranda de Ebro, Burgos, grabado, 1846, Julio Lambla, Museo Zumalacárregui, Ormaiztegui, Guipuzcoa, en aquella ciudad, Enrique permitió una matanza de judíos, al igual que en otras poblaciones y villas, CC BY 2,5,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2387919 |
Los monarcas vecinos reconocieron a Enrique como rey de hecho, y se apresuraron a firmar acuerdos de paz y apoyo mutuo. Ahora tenían que cambiar sus posturas. El aragonés estaba dispuesto a hacerlo. Fernando I de Portugal recibió a los embajadores de Pedro para tal fin, y estuvo de acuerdo en ello. Y el granadino Muhammad V, que se había jactado de ser su amigo había firmado treguas con Enrique, y ahora procuraba justificarse. Pedro se dedicó a recorrer el reino y fue castigando a todos los que le habían traicionado, como el almirante Egidio Bocanegra o su tesorero Martín Yáñez, que habían robado el tesoro del rey y se lo habían entregado al usurpador.
Cuando Juana Manuel tuvo noticias de que Enrique estaba vivo y se había pasado a Francia, volvió a preparar sus pertenencias y se marchó de Aragón con sus hijos y sus gentes a encontrarse con su esposo. Aunque el ambiente que había encontrado en Aragón no había sido acogedor, tuvo la ayuda y el apoyo del infante Pedro de Ribagorza, del arzobispo de Zaragoza y de otros nobles, y algunos les acompañaron hasta el paso por los Pirineos.
Juana y Enrique vivirían en el castillo de Peyrepertuse, una imponente y hermosa fortaleza encaramada en un risco de rocas al noroeste de Perpiñán, frente a un paisaje inmenso, poblado de encinas, con colinas y cerros, y muy salvaje, por donde podrían montar a caballo y cazar. El rey francés les facilitó su estancia en la mejor fortaleza de Languedoc que había estado en manos de los Cátaros. Probablemente habitaron el castillo de San Jorge, dentro del gran recinto, que incluía un fuerte más antiguo, una iglesia, dependencias defensivas y una zona acomodada como aposentos para vivir la familia.
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Torre del homenaje del castillo de San Jorge en el interior de la fortaleza de Peyrepertuse, Duilhac-sous-Peyrepertuse, Occitania, Francia, Juana Manuel, Enrique de Trastámara y sus hijos se instalaron en sus aposentos por concesión del rey Charles V, que le apoyaba incondicionalmente y que le aportará cantidades sustanciales de dinero,
Por Guillaume Paumier - Trabajo propio, CC BY 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1343290 |
Estaba protegido por el duque de Anjou y por el rey francés, que no sólo le proporcionó aposentarse en el castillo de Peyrepertuse, sino que le dio 50.000 francos de oro, más los que le donó el duque, y el condado de Cessenon con varias villas, que ya había tenido por el rey Jean II. A su vez Enrique le vendió al rey el condado que le había dado, para obtener más dinero, porque estaba preparando su regreso a Castilla para luchar con Pedro.
La desconfianza entre Enrique y Pere IV era mutua, este quería mantenerse neutral para estar a bien tanto si Pedro seguía como rey de Castilla, como si el hermanastro le destronaba. Por eso le advirtió que no atravesase por su territorio, porque había firmado tregua con Pedro I. Pero Enrique contaba con el apoyo de algunos grandes nobles aragoneses, entre ellos el infante Pedro de Ribagorza, que le había enviado un caballero a Francia para que le guiase en el paso por su condado, y sin hacer caso al rey, le respondió que pasaría por allí.
Antes
de salir de Languedoc, Enrique se reunió con el duque de Anjou y el
cardenal Guido de Boulogne, por lo que el papa no sólo estaba
enterado de la nueva incursión de Enrique, sino que tal vez la
apoyaba. Después saldría de sus tierras con su esposa y su hijo
Juan, que ya tenía diez años. Llevar a Juana Manuel y a su
primogénito era una demostración de su confianza en la victoria.
Ella aceptaría esa marcha como parte de su papel de reina que quiere
recuperar la corona, era una mujer fuerte y no le arredraba ir con su
marido a tomar de nuevo Castilla. La infanta Leonor era muy pequeña
y se quedó en el castillo de San Jorge en la fortaleza de
Peyrepertuse, con todas las damas.
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Valle de Estós en La Ribagorza pirenaica, Huesca,
Por I, Miguel303xm, CC BY-SA 2.5, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2505861 |
Entraron por el condado de Ribagorza, donde sólo encontraron facilidades, de víveres para el ejército y, si era necesario, guías que le acompañaran por las zonas más intrincadas y difíciles. En Calahorra fueron bien recibidos, y se le unieron nuevas fuerzas de castellanos. Logroño no le abrió sus puertas, pues apoyaba a Pedro, así que se dirigieron hacia Burgos. Allí había dos focos de resistencia, el castillo y la judería. Esta tuvo que rendirse por el destrozo de sus muros de defensa, y tuvieron que pagar una gran suma para mantener sus vidas y sus posesiones. Después se tomó el castillo, donde estaba preso desde la batalla de Nájera, su cuñado Felipe de Castro.
Notas
(1) Blasco Martínez, A., Franquicia perpetua otorgada por la aljama de Zaragoza a favor de un matrimonio judío en 1366, p. 541, en: Judaísmo hispano: estudios en memoria de José Luis Lacave Riaño, vol. 1, coord. Elena Romero, Madrid, 2002.
(2) Roebert, Sebastián, Leonor de Sicilia y Santa Clara de Teruel, p. 149, Anuario de Estudios Medievales, 44/1, enero-junio, 2014.
(3) Deibel, Ulla, La reina Elionor de Sicilia, pp. 392 y 397, Memorias de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, 10, 1928. https://raco.cat
(4) Blasco Martínez, A., Op. cit., p. 542.
(5) Fuguet i Sans, J., La casa del Palau del Temple, de Barcelona, p. 105, Locus Amoenus, 7, 2003. https://raco.cat/index.php/Locus/article/view/23747
(6) Deibel, Ulla, Op. cit., pp. 388 y 398.
(7) Trenchs Òdena, Josep, Documents de cancelleria i del mestre racional sobre la
cultura catalana medieval, docs.. 1501, 1503 y 1504. Institut d’Estudis Catalans, Barcelona, 2011.
El asesinato de Pedro I, rey de Castilla y de León, marzo de 1369
Enrique, hijo bastardo de Alfonso XI
Tienda de Bertrand Du Guesclin, asedio del castillo de la Estrella en Montiel
En Castilla había un espíritu levantisco y airado, el recuerdo del paso del ejército del príncipe de Gales no se había olvidado, y las justicias, algunas indignas, de Pedro provocaban rechazo y críticas. Algunas ciudades se habían levantado contra él y decían seguir la voz de Enrique, nobles descontentos apoyaban su vuelta, y varios marcharon a integrarse en el ejército que preparaba. Sin embargo, había muchas otras que estaban de parte de Pedro. La guerra civil dividía a ciudades, villas y familias.
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Detalle del ángulo inferior derecho de El triunfo de la Muerte, óleo sobre tabla, 1562-1563, Pieter Brueghel el Viejo, Museo Nacional del Prado, Madrid. |
Enrique mandó a su esposa con su hijo que se adelantasen a tierras de Toledo y fue con ella hasta Guadalajara, donde Juana paró unos días, para dirigirse después a Illescas que está a seis leguas de Toledo. Iba bien protegida acompañada por el arzobispo de Toledo, el obispo de Palencia, el comendador de Santiago de Montalbán y caballeros castellanos y franceses. Se estableció cerca de la ciudad con la intención de parlamentar con sus habitantes mediante mensajeros, para convencerlos de que admitieran a Enrique y lo reconocieran como rey, evitando un asedio y derramamiento de sangre. Poco después se les unía Enrique que venía de haber tomado y saqueado Madrid. Toledo estaba bien guarnecido y tenía buen número de guerreros por lo que se negaron a entregarla, y la ciudad se mantenía inexpugnable.
En muy poco tiempo Pedro tuvo noticias de que Enrique ya estaba en Castilla. El rey escribía a los que estaban con él, para animarles o para que se enviaran socorro entre sí y trataba de mantener contacto y seguridad entre sus adictos. En caso de necesidad pensaba marcharse a la fortaleza de Carmona, que había preparado y abastecido, y a donde mandó llevar el tesoro que le quedaba y a sus hijos, los que tenía en el alcázar de Sevilla educándose en su casa: Diego, Sancho y Juan. También se encontraban sus hijas y herederas, según contará Leonor López de Córdoba.
Cuando supo que Enrique estaba asediando Toledo, resolvió ir a ayudarles con las fuerzas que tenía, ya se le habían incorporado muchos combatientes moros del emir de Granada. Ambos hermanastros sabían los movimientos que hacía el otro e iban adaptando sus decisiones a esas noticias, por lo que en cuanto Enrique conoció que Pedro avanzaba hacia Toledo, fue a su encuentro, porque pensaba que este quería darle batalla. En aquellos días llegó el refuerzo que le había prometido el rey francés, Bertrand Du Guesclin con quinientas lanzas.
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Dante y Virgilio observan a Lucifer en el último nivel del infierno, grabado, ca. 1861, Gustave Doré, Divina Comedia, Dante Aliguieri, s. XIV, Editorial Oceano, 1992, Barcelona,
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Pedro pasó por el campo de Calatrava, y llegó al lugar y castillo de Montiel que tenía la Orden de Santiago, sus gentes posaron a cierta distancia y divididos por varios lugares. Los mensajeros y espías de Enrique aventajaron a los de Pedro, sobre todo porque sabiendo ya aquel que venía el rey hacia Toledo, escribió a Gonzalo Mexía maestre de la Orden de Santiago que estaba en esaciudad, para que fuera con sus hombres espiando los movimientos de Pedro, le avisara de ellos e interceptara los mensajeros del rey. Mexía fue adelantándose al ejército real desde una cierta distancia, comprobaba el camino que iba a seguir, enviaba recados al pretendiente, y cortó las comunicaciones al campamento del monarca. Por eso cuando Enrique, que estaba jugando con ventaja, salió al encuentro de su hermanastro marchaba de noche para cogerle desprevenido. Porque si Pedro hubiera llegado al asedio de Toledo con todos los soldados que se le habían ido añadiendo en el camino, es muy posible que, además de romper el cerco, hubiera ganado el enfrentamiento que se avecinaba.
Cuando algunos hombres de Pedro le avisaron de que llegaba el enemigo, era tarde para él, sus hombres se prepararon para la batalla, pero muchos de los que se encontraban acampados retirados de Montiel no habían llegado. Era el 14 de marzo de 1369. Enrique con sus hombres se enfrentó con Pedro y los suyos, que eran muchos menos, la sorpresa y el espionaje realizado favorecieron al hermanastro, y aunque resistieron bien las primeras acometidas hubo muchos heridos y muertos. En ese momento llegó Bertrand Du Guesclin con su destacamento, los hombres de Pedro estaban en minoría, cundió el desconcierto y empezaron a huir o luchaban en confusión. El rey, ya muy desprotegido, se guareció en el castillo con algunos de sus nobles y soldados.
Martín López de Córdoba, maestre de Calatrava, había salido de Carmona con caballeros y hombres del rey para auxiliarle, y, según la crónica, antes de llegar a Montiel se encontró con algunos que huían de allí y le dijeron el desastre de la pelea y en lugar de ir a socorrer al rey dio media vuelta y regresó a Carmona, dispuesto a hacerse fuerte en el castillo teniendo el tesoro y a los hijos del rey, así como a sus propios hijos. La hija de López de Córdoba afirma que cuando encontró a gentes del rey en el camino fue tiempo después y le comunicaron la muerte de Pedro, por lo que ya no podía hacer nada por él y era mejor defender el tesoro y a los hijos del monarca. Era una decisión extrema, pero confiaba en recibir ayuda de ejércitos de los concejos de Jerez, Jaén o Sevilla, donde tenía apoyos.
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Castillo de Montiel o de la Estrella, Montiel, Ciudad Real, s. IX-XIII, fue el último refugio del rey Pedro I de Castilla, antes de su asesinato por su hermanastro Enrique de Trastámara, en la emboscada que le preparó el mercenario de las Grandes Compañías, Bertrand Duguesclin, en marzo de 1369,
https://listaroja.hispanianostra.org/ficha/castillo-de-la-estrella/ |
Mientras en Montiel Enrique cercaba el castillo llamado de la Estrella, donde estaba Pedro, la gran muchedumbre de guerreros, caballeros y peones rodeaba todo el campo. Los hombres del rey dispersos por los alrededores habían sido atacados y muertos cuando llegaban a integrarse con su ejército y otros huían al conocer la situación desesperada.
El castillo no tenía fuertes defensas, ni suficientes armas, provisiones, ni agua, no permitía soportar un asedio. Pedro pensó que la única salida que le quedaba era negociar su huida con alguno de los capitanes extranjeros del ejército de su medio hermano. Uno de los hombres más fieles al rey, Men Rodríguez de Sanabria, había tratado a Du Guesclin cuando resistió con firmeza su asedio en Briviesca, y Pedro le encargó que negociara con él su salida. Men Rodríguez tuvo conversaciones con el capitán bretón, le ofreció dinero y tierras en nombre del rey para que le ayudara a escapar en secreto.
La crónica, que trata con admiración al mercenario a pesar de cómo era, narra que pidió consejo a sus familiares presentes en su destacamento y que lo pensó con detenimiento. Nada de esto es probable, que un capitán de fortuna como él, que ya tenía posesiones, títulos y rentas en Castilla dadas por Enrique y de un buen patrimonio que le había donado el rey francés, se dedicara a analizar y considerar la proposición del rey al que tenía por enemigo. Toda esta argumentación es un rodeo de López de Ayala para afrontar el verdadero designio de Du Guesclin, que era realizar una emboscada de acuerdo con Enrique para el asesinato del monarca, y por el que tenían apalabrado un pago, como luego veremos.
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Pedro I, óleo sobre lienzo, 1849, Germán Hernández Amores, Museo Nacional del Prado, Madrid. |
El capitán se comprometió con Rodríguez de Sanabria a poner a salvo al rey castellano, y le citó para que fuera de noche a su tienda. Pedro necesitaba aquella aparente ayuda y deseaba creer que era verdad. Era el 23 de marzo de 1369, todo estaba preparado para asesinarle. Fue a caballo sin armadura, solamente con su daga y tal vez su espada, y acompañado de Fernando de Castro, del hijo del maestre de Alcántara, de Men Rodríguez de Sanabria y de otros nobles. Al llegar, el rey dio prisa a Du Guesclin porque era momento de marchar, pero no tuvo respuesta, Pedro fue consciente de la encerrona y quiso volver a montar en su caballo, pero uno de los hombres del bretón se lo impidió y le acuciaron a entrar en la tienda del capitán. Enrique estaba preparado con toda su armadura y se presentó ante él, al principio no se conocían, además la luz de antorchas no sería muy buena y oscilaría, pero alguien le dijo que aquel era el rey. Vinieron a las manos, Pedro ofrecía un blanco muy fácil al estar sin armadura y Enrique lo hirió con su daga primero en la cara y después en el cuerpo hasta matarlo.
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La muerte del rey Pedro I de Castilla, óleo sobre lienzo, 1883, Universidad de Zaragoza, Arturo Montero y Calvo - [2], Dominio público, |
Hay algún texto que afirma que una mano interesada, de Du Guesclin o de Rocabertí, facilitó su muerte dando la vuelta al cuerpo de Pedro que estaba sobre Enrique, López de Ayala no recoge esa información. Algunos de sus hombres trataron de ayudarle y fueron masacrados, Fernando de Castro, Men Rodríguez y otros más consiguieron huir, además no había interés por ellos. La crónica de Enrique II dice que fueron presos, y más tarde escaparon. El odio impregnó de sangre la tienda del bretón, al que le era familiar aquel olor.
Esa fue la vil e indigna manera en que el bastardo Enrique mató a su hermanastro y obtuvo el trono de Castilla. Era el único modo en que era capaz de enfrentarse a él, en una encerrona sin peligro, como había sido con el infante Fernando de Aragón. No se detuvo ahí su inquina y repugnante proceder, no satisfecho con haberle matado en una emboscada miserable, mandó colocar su cuerpo entre dos tablas, fue subido a las almenas del castillo de la Estrella y expuesto durante mucho tiempo.
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Las tres Moiras, personificaciones del destino, o El triunfo de la Muerte, tapiz flamenco, ca. 1520, Victoria and Albert Museum, Londres,
- https://collections.vam.ac.uk/item/O72702/, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=1174021 |
Ignoro si existe el fatum romano o la ananké griega. El final de Pedro a manos de Enrique, tras el camino vital seguido por Alfonso XI, padre de los dos, se nos muestra como una tragedia inevitable y preparada desde el nacimiento de los hermanos en 1334.
Pero tratar sus restos así no resolvió los problemas que le quedaban. Muchos historiadores llaman a los Trastámara como una nueva dinastía. Estrictamente no lo es, porque Enrique al ser hijo del rey Alfonso XI de la casa de Borgoña, también lo era, en todo caso representa otra rama. Pero tal vez decir que era otra dinastía, lleva a encararle con su ilegitimidad, frente a la que él y sus sucesores tendrán que argumentar con la ascendencia de Juana Manuel, para defenderse de los ataques contra ellos. Ahora Enrique deberá seguir luchando y cercar varias ciudades y villas, enfrentarse a la resistencia de los seguidores de Pedro y a una guerra con el vecino reino de Portugal.
El cuerpo de Pedro I de Castilla sufrió muchos avatares hasta que fue enterrado dignamente. Enrique hizo gala de la peor saña de la época, dejando sus restos en las almenas del castillo de Montiel. Algunos textos afirman que pasado el tiempo fue llevado a enterrar a la iglesia de Santiago de Puebla de Alcocer, ¿por qué allí? La Puebla está al oeste de Montiel casi en línea recta, a unas siete jornadas de camino. La iglesia, que es muy antigua con hermosos frescos del siglo XIII, fue construida sobre la mezquita árabe, y habría sido su primer lugar de descanso. Después hay dos versiones de su traslado, una es que su hija Constanza que vino con su esposo John, duque de Lancaster, a reclamar el trono de Castilla, tras el acuerdo al que llegó con Juan I, viajó en 1388 a donde estaba enterrado, y se encargó de llevar su cuerpo a la iglesia mayor de Sevilla. Según la otra, el rey Juan II habría accedido a la petición de una nieta del rey Pedro, otra Constanza, hija de Juan, uno de los hijos del rey Pedro, y priora del convento de Santo Domingo el Real de Madrid, para que hacia 1446 sus restos fueran inhumados en el monasterio, así como los de ese hijo Juan. Se le construyó un bello sepulcro con su escultura en alabastro.
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Escultura orante del sepulcro del rey Pedro I de Castilla, alabastro, s. XIV, Museo Arqueológico Nacional, Madrid,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2635200 Por Luis García, CC BY-SA 2.0, |
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Valentín Carderera, pintor del siglo XIX, realizó una magnífica colección de retratos de estatuas y sepulcros titulada Iconografía Española, y en ella recoge la estatua de Pedro I en un dibujo muy bello, convertido en litografía en París. En el texto cuenta los extraños traslados que habría sufrido dentro del monasterio, decididos por las propias monjas. “Doña Constanza de Castilla, nieta suya, fué la que hizo trasladar su cadáver desde la Puebla de Alcocer al monasterio de Santo Domingo de Madrid de que fué priora. Allí le erigió un suntuoso sepulcro delante de la capilla mayor, sobre el cual puso un bulto de mármol muy al natural de su abuelo, que es el que representa nuestra estampa, y allí permaneció hasta el año 1612, época en que se hicieron algunos reparos en el templo y fué colocado en un nicho de la citada capilla, al lado de Evangelio. Por causa de las restauraciones sucesivas y el mal gusto de la siguiente centuria, se trasladó al coro, donde tampoco lograron descanso los restos del célebre monarca, pues buscándole por los años 1834 para copiarlo, lo encontramos en paraje poco digno de tan curiosa escultura. Por fin, á instancias de la Comisión central de monumentos, las religiosas volvieron á colocarlo en su magnífico coro restaurándolo en algunas partes.” (1)
Cuando Carderera publicó su libro no sabía que durante el Sexenio Democrático en 1869 el cenobio se derribaría, y el sepulcro y el de su nieta se trasladaron al Museo Arqueológico, hasta que en la etapa de la Restauración, reinando Alfonso XII, se decidió que por fin sus cenizas fueran a reposar a la capilla real de la catedral de Sevilla, cerca de María de Padilla. Lo que queda de su sepulcro, que es parte de su estatua orante, continua en el Museo Arqueológico de Madrid. Las dos versiones del traslado de los huesos de Pedro I no se excluyen, la capilla real de la catedral de Sevilla también tuvo transformaciones y traspasos, y pudo haber ambas acciones, sólo que en una de ellas es posible que no fueran las cenizas del rey, sino de otra persona.
Al igual que lo que sucedió con los restos de su cuerpo, Pedro fue objeto de la propaganda más despiadada y sistemática que pueda imaginarse, Enrique tenía que tapar su crimen fratricida y su ilegitimidad en el trono. Se deshizo de toda la documentación, cartas, albalaes, algún cuaderno de Cortes, privilegios que pudieran desmentir la imagen que forjaron de Pedro. Consiguió transmitir el recuerdo de un rey tirano, mal cristiano, “amigo de judíos y musulmanes”. Incluso existe la posibilidad de que se escribiera una crónica más imparcial sobre su reinado, pero no nos ha llegado porque tuvo que estar escondida, ya que de ser conocida en aquel tiempo habría sido destruida. Tampoco hay seguridad de su existencia.
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Crónicas de los reyes de Castilla, de Pedro I a Juan I, Pedro López de Ayala, manuscrito, s. XV, fol. 1, Mss/1798, BNE,
https://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000046021&page=1 |
Enrique, ya como rey de Castilla, mandó a Pedro López de Ayala redactar la crónica, aunque su escritura parece situarse en el reinado de Juan I y la dejaría inacaba en el de Enrique III, y sería hacia estas fechas cuando realiza el texto final. “La certeza de que la misión del cronista consistía en justificar, fuese como fuese, el regicidio lleva a pensar que no debió decir en todo momento la verdad; o que, en todo caso, la ocultó parcialmente.” (2)
Probablemente esa imagen perversa y monstruosa provocó un enorme interés y fascinación alrededor de su figura a través de los siglos. Sobre Pedro I se han escrito leyendas, romances, historia, estudios, análisis, novela, teatro, artículos, una serie de televisión y una película. Y desencadenó posturas antagónicas, pues casi todos los que se han acercado a su vida se muestran a favor o en contra, nadie permanece impasible ante él ¿Tal vez, porque su historia manipulada es morbosa? ¿O fue el maltrato y persecución que sufrieron su recuerdo y, por simbólico, su cuerpo? Es curioso comprobar cómo la propaganda realizada por Enrique II y su entorno se volvió en su contra y sembró, sin desearlo, ese interés por el rey Pedro, mientras que el llamado fundador de la rama Trastámara, ha quedado oscurecido, carente de carisma y sin la atracción que siempre despertó su hermanastro para historiadores, poetas y escritores.
Al conocer la muerte del rey Pedro, Toledo se entregó al arzobispo de la ciudad que había quedado con otros grandes nobles y un ejército en su asedio, por lo que todos entraron, y los ciudadanos y el concejo reconocieron a Enrique como rey. Cuando Juana Manuel tuvo noticias de lo sucedido en Montiel, se encaminó con su hijo a Toledo, donde esperaron la llegada de su esposo, que ya era rey de Castilla y de León.
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El alcázar de Carmona, acuarela, s. XIX, David Roberts, Victoria and Albert Museum, Londres,
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Mientras tanto Enrique se había desplazado a Sevilla que le reconoció, pero otras ciudades y villas no se sometían, entre ellas Carmona a la que el nuevo rey ofreció que se rindiera a cambio de salir a salvo López de Córdoba, los hijos del rey y todos los que estaban, e irse a Inglaterra, a Portugal o al reino de Granada. Pero el maestre se negó a hacerlo, tal vez porque esperaba que se le unieran más rebeldes, y porque era una villa muy bien protegida y todavía estaba bien abastecida.
Notas
(1) Carderera y Solano, V., Iconografía española, Colección de retratos, estatuas y
mausoleos, Tomo Primero, Est. XXVI y p. XXVI, Madrid, 1855 y 1864.
(2) Valdoliso Casanova, C., La obra cronística de Pedro López de Ayala y la sucesión monárquica en la corona de Castilla, p. 208, Edad Media: Revista de Historia, n.º 12, 2011.
Nuevos reyes en Castilla: Juana Manuel y Enrique II
En la fortaleza de Carmona, Martín López de Córdoba mantenía el espíritu y la energía de resistencia frente al nuevo rey. Cuidaba de las hijas e hijos del monarca asesinado y de los suyos. Su esposa había fallecido recientemente dejándole a cargo de Leonor, Diego y sus hermanas de las que no conocemos los nombres. Convivían con aquellos, se educaban y crecían ajenos a la tragedia que se estaba fraguando. Leonor López de Córdoba debía de tener unos siete años, y en sus memorias cuenta que residían con las hijas del rey Pedro, es decir Beatriz, Constanza e Isabel que tenían alrededor de diecisiete, dieciséis y quince años. Leonor afirma que su padre negoció su marcha a Inglaterra. Probablemente fueron a Sevilla, y en su puerto tomaron una nave para bajar por el Guadalquivir hasta el Atlántico, y luego costear por Portugal y el Cantábrico hasta Bayona, que era tierra inglesa. Este sería un camino más seguro que cruzar desde Sevilla hasta la frontera, porque aunque había el compromiso de permitir su marcha, Enrique lo incumpliría, como hará después con los sitiados, y apresarlas y matarlas, al considerarlas un peligro potencial para su corona.
El rey Enrique II y la reina Juana volvieron a encontrarse en Toledo, era hora de traer a su hija pequeña desde el castillo de Peyrepertuse y que toda la familia pudiera convivir e iniciara la vida en una corte más formal que la que habían tenido hasta entonces, a menudo separados, llena de sobresaltos, peligros, traslados y sin estabilidad ni certeza. Ya eran reyes de Castilla y sus hijos infantes. A Enrique le quedaba mucha tarea por hacer para pacificar el reino, y en ese objetivo Juana le ayudará decididamente. Necesitaba que todos le aceptaran, pero había dado el paso principal, hacerse con el poder y tener a su lado ciudades importantes, y a los principales grandes nobles, porque le debían favores y privilegios.
En la ciudad de Murcia los ciudadanos no querían seguir teniendo como adelantado a Fernán Pérez de Ayala, probablemente porque su padre, después de pasarse al bando de Enrique, había sido muerto en un enfrentamiento con los ejércitos murcianos y temían represalias de ese linaje. Los caballeros y el concejo habían pedido a Juana que intercediera por ellos ante el rey, y les escribió desde Toledo en aquellos días:
, “(…) vi vuestra carta, en que enviastes a decir, que bien sabía las obligaciones que siempre tuvistes a la merced que os hizo D. Juan Manuel mi padre, y a los otros señores de mi linaje, y como siempre recibistes de ellos mucha merced, y como siempre estuvistes en su guarda y amparo; y que me pediades por merced rogase al Rey mi señor, que el adelantamiento del reino de Murcia que no lo tuviese Fernan Perez de Ayala, ni otro ninguno de su linaje. Sabed que yo traté con el dicho señor este hecho, y sed ciertos que su voluntad y la mia es muy buena, para haceros mucha honra y mucha merced. (…) Y porque vos teneis gran confianza en los de mi linaje, pedille por merced, que lo diese al conde de Carrión mi primo, (Juan Sánchez Manuel, hijo de Sancho Manuel, un hermano bastardo de Juan Manuel) y el hizolo así, (…) y sed ciertos, que por el (Enrique) ni por mi no os faltara de os hacer mucha honra y mucha merced, de forma, que lo paseis mejor que nunca en ningun tiempo lo pasastes,” (1)
Después de acabar con Pedro I, el nuevo rey tenía que pagar a Bertrand Du Guesclin, a las Grandes Compañías que le seguían y a nobles de Castilla que le habían apoyado. Para no dar la mala imagen de pedir nuevas contribuciones mandó acuñar moneda de baja ley, por lo que aparentaba no aumentar impuestos, pero lo pagarían de igual manera todos los castellanos, especialmente los del común, porque los precios subieron desorbitadamente Ya había fabricado reales de vellón en la ceca de Burgos cuando se había coronado en 1366. Y ahora se hará, “(…) una nueva y singular moneda de necesidad, de alto valor e ínfima ley: El cruzado. Monopolizó los pagos del reino, convirtiéndose durante ese breve periodo (1369-1373) en casi exclusiva unidad de cuenta. Sirvió también a los fines regios, por una parte para ganar un trono y para conservarlo, por otra pagando dos guerras. Su acuñación suponía una quiebra o falsificación oficial por el rey. (…) sus severas secuelas económicas se prolongaron hasta la estabilización monetaria de 1373.” (2)
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Privilegio de Enrique II a Bertrand Duguesclin nombrándolo duque de Medina y señor de Soria, Sevilla, 4 de mayo 1369, poco después de la emboscada y asesinato del rey Pedro I de Castilla, C.C.Fr, Bibliothèque de Rennes Métropole, nº 528,
http://soria-goig.com/historia/HistSoria%20Archivada/DuGuesclin.htm |
Juana tenía los bienes que los reyes habían dado a las reinas de Castilla en los últimos reinados, y ejercía sus funciones como ellas, en noviembre de 1369, en su villa de Toro emite una carta por la que dona 3000 maravedís del portazgo de la ciudad de Salamanca al deán, al cabildo, al abad y a la clerecía para que rueguen por la salud de su esposo, de ella y de sus hijos, que en este momento son Juan y Leonor, porque la pequeña Juana ya había debido de fallecer, y que hagan 2 aniversarios por su padre y su madre, (3) porque Enrique también le había dado la ciudad de Salamanca un poco antes.
Portugal hacia 1367
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Medio Tornés de busto coronado y quinas, Fernando I de Portugal pretendiente al reino de Castilla, 1369-1371, Catálogo Imperatrix de Moneda Medieval, Manuel Mozo y Ana Serrano,
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En Estremoz, Pedro I de Portugal enfermó gravemente y redactó su testamento, murió el 18 de enero de 1367, y Fernando, hijo de Constanza Manuel, accedía al trono de Portugal. Tenía un talante muy diferente al de su padre, con un carácter más regular y vitalista, no era iracundo como él y no tenía la probable discapacidad de Pedro. Según la crónica, que trata de ofrecer de él una imagen de hombre liviano, era muy guapo, le gustaban mucho las mujeres, la caza, la cetrería, la música y la diversión. Pero hay que añadir también que era inteligente, y supo contener los movimientos castellanos y nobiliarios de su reino, porque hay que mirar con cuidado las afirmaciones del cronista Fernâo Lopes, pues escribía para la nueva rama de la dinastía de Avís, instaurada por su hermanastro Joâo, uno de los hijos bastardos del rey Pedro I, y su enfoque del rey Fernando I y de su reinado es parcial y sesgado para contraponerlo al de Joâo I.
Tuvo que enfrentarse a un tiempo muy revuelto, de crisis y de ambiciones de ricoshombres y grandes nobles. Las circunstancias le llevaron a mantener tres guerras con Castilla, la primera con relativo éxito, pues consiguió ciertas plazas fronterizas y se prometió con la infanta castellana. En la segunda, que no respetó la paz firmada en Alcoutim, apoyó las pretensiones al trono de Castilla de John de Gante, duque de Lancaster, esposo de Constanza, heredera del rey castellano asesinado. Por esas fechas conocerá a Leonor Téllez de Meneses, que ya estaba casada, hija del noble portugués Martín Alfonso Tello, que había sido mayordomo de la reina María en Castilla. Su boda con aquella dama fue mal vista en el reino, sin embargo, aparte del enamoramiento que prendió en el rey, tuvo su lado positivo, porque equilibraba fuerzas en la corte, muy dominada por los hijos de Inés de Castro, y además alejaba las pretensiones de Enrique II, al no casar Fernando con la infanta castellana. Por otra parte, la guerra tenía un fuerte coste social y económico que levantaron a los concejos y a las gentes del común.
Cuando Fernando supo que el bastardo de Alfonso XI había asesinado a Pedro, también tuvo noticias de nobles castellanos y leoneses que le proponían optar a la corona de Castilla y se comprometían a apoyarle en esta pretensión. Las ciudades, que se ofrecían a recibirle como rey, le pedían que entrase en el reino y que seguirían su voz, y le entregarían castillos, lugares y villas. No reconocían a Enrique como soberano legítimo: Carmona, Zamora, Ciudad Rodrigo, Valencia de Alcántara, Alcántara, y numerosas villas y ciudades de Galicia. Entonces se produjo una marcha de ricoshombres y nobles con sus familias, sus servidores y gente de guerra hacia Portugal, donde Fernando I les recibió como vasallos y comenzó a darles posesiones y cargos para que se mantuvieran.
Ahora el rey portugués recordaba que era primo de Pedro I porque tenían abuelos comunes, y quería vengar su muerte, y olvidaba que era sobrino de la reina Juana Manuel, a diferencia de cuando el rey castellano había pedido la ayuda del monarca luso. Fernando, que entonces era infante, se mostró muy agresivo ante su presencia en el reino, alegando que él era sobrino de la esposa de Enrique, lo que ahora no tenía en cuenta ni era un impedimento para atacarle. Pero en la actual situación había algo que ganar, el trono de Castilla, mientras que entonces había que esforzarse, utilizar recursos y guerrear junto a él contra el usurpador. Así eran los reyes de aquel tiempo, olvidadizos y traidores o fieles cumplidores para lo que les convenía.
Empezó a ejercer como señor de las ciudades que le habían acogido como tal, y en los documentos se nombraba “rey de Portugal, del Algarve y de la muy noble ciudad de Zamora”. Emitió monedas de oro y de plata en las ciudades de Coruña, Tuy o Zamora. Dio cargos, privilegios y tenencias en esas ciudades, así que estaba ejerciendo como heredero de los reinos de Castilla y de León por muerte de su primo Pedro I.
La crónica portuguesa menciona que había enviado mensajes con el obispo de Évora y el almirante al papa, al rey de Inglaterra y a sus hijos, destacando el mal y la deshonra que Enrique había hecho al rey Pedro al matarlo de aquella manera y tomar su reino. También se puso en contacto con el emir de Granada, que había sido muy amigo del rey Pedro, para hacer guerra a Enrique, cada uno por su frontera.
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Sala de los Reyes, Alhambra, Granada, bóveda de madera forrada de cuero y pintada, representando a los diez reyes de la dinastía nazarí, trabajo de pintores cristianos, en alguna de las tres bóvedas existentes posiblemente taller de Toledo, ca. XIV-XV, dada la amistad entre Pedro I de Castilla y el emir de Granada Muhammad V, Por BrugesFR - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=69954034 |
Poco después también enviaba al reino de Aragón como embajadores a Baltasar de Espínola, a Alfonso Fernández de Burgos y a Martín García, caballeros de su consejo, con los que la infanta María de Portugal y Manuel tuvo ocasión de conocerse y conversar, dado que era hermana del rey y participaba en las reuniones. Venían a ver a Pere IV y tratar su casamiento con la infanta Leonor, hija del aragonés, además de llegar a un acuerdo de hacer guerra al castellano. Aquel, que tanto había apoyado a Enrique en sus pretensiones y también se había servido de él en la guerra contra Pedro I de Castilla, ahora estará en su contra, en parte porque este le había prometido mucho y no había cumplido nada. Pere IV le mandó a Juan de Vilaragut para celebrar el casamiento por palabras de presente en la iglesia de San Martín de Lisboa, cerca del palacio de los infantes, donde estaba posando entonces el rey. (4)
Fernando escribía a su hermana la infanta María, que seguía sin poder salir de Aragón, y le pedía que interviniera en todas las conversaciones que iban a tratar los embajadores con Pere IV. Probablemente los mensajero de Portugal le transmitirían de palabra los deseos de su hermano de que pudiera volver a su tierra, pues conocía perfectamente los problemas de María en aquel reino, y esperaba que con estas negociaciones pudiera regresar pronto.
El monarca portugués se desplazó a Galicia con Alvar Pérez de Castro, el hermano de Inés de Castro, que era su vasallo y vivía en su tierras desde hacía años, y con otros ricoshombres y hombres de armas. Cuando llegó a Tuy fue muy bien acogido, y de allí a Coruña de donde salió a recibirle Juan Fernández Andeiro, el principal caballero de la villa. Este personaje tendrá un papel muy importante en todo el enfrentamiento con Enrique, y también en la corte de Lisboa. Coruña aceptaba a Fernando como su rey y señor, y él se instaló en el lugar. Galicia se estaba convirtiendo en tierras del reino de Portugal, un sentimiento muy arraigado de antiguo en muchas de sus gentes.
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Tuy, Pontevedra, acuarela, 1669, Pier María Baldi,
- http://purl.pt/12926/4/ea-326-a_PDF/ea-326-a_PDF_24-C-R0150/ea-326-a_0000_capa-capa_t24-C-R0150.pdf, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=87331846 |
La infanta María de Portugal seguía en una situación muy limitada, hacía mucho tiempo que deseaba regresar a Portugal, donde su hermano reinaba. Pero Pere no la había dejado marchar, teniendo ella la herencia de las posesiones de su marido en aquel reino, y ahora la utilizará como medida de presión con el rey. En los últimos años, su existencia había sido amarga, presa en el ambiente de Leonor de Sicilia y controlada por damas de la reina, totalmente limitada en sus movimientos y acciones. En su entorno sólo sus doncellas y servicio más cercano, y los oficiales de su esposo Fernando eran un apoyo.
Baltasar de Espínola era un noble genovés, de una rama de la familia Espínola, poderosos y ricos mercaderes con redes comerciales por el Mediterráneo, incluyendo el reino de Granada y el de Tremecén. Su apellido era uno de los cuatro principales de Génova, y por tanto un hombre de mundo, sabía idiomas, desenvuelto y probablemente seductor, tal vez entre él y la infanta María se produjo una corriente de atracción y simpatía, porque más adelante nos llegará la afirmación de que habrían tenido una relación amorosa.
Hay una coincidencia probablemente relacionada con el tratado de amistad entre Fernando I y el reino de Granada (5) al que ahora se añadiría el compromiso con Aragón, pues existe documentación en el Archivo de la Corona de Aragón que recoge la presencia de Baltasar Espínola como embajador del emir de Granada, entonces el gran Muhammad V, ante Pere IV. “En el año 1369 se presenta en Valencia, ante Pedro III el Ceremonioso, (en el cómputo de los reyes de Aragón es IV, y se le denomina así por su gusto por el boato y las ceremonias) Baldassare Spinola (los portugueses le llaman Badassal) como emisario del rey de Granada, Muhammad V. Es portador de una carta del rey nazarí en la que, entre otras cosas, se propone al aragonés haver paç con vos e con el Rey de Benamarin segunt es feyta e firmada entre vosotros e el Rey de Portugal que vos plazia fazer e firmarla e catar lo que fuesse nuestro servicio e nuestra honra. Está además encargado de intentar solucionar conflictos y agravios surgidos en el marco de las difíciles relaciones entre ambos estados.” (6) A partir de esta fecha esos nobles se quedan en Aragón, como rehenes del pago de 6 meses de sueldo de 1500 lanzas para la guerra, acordado por el rey de Portugal. Los tres representaban al rey Fernando como procuradores, y María participaba en las conversaciones requerida por su hermano y también con su procuración, por lo que la infanta le trataba a menudo en palacio.
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Escudo de armas de la Casa de Espínola, familia noble de Génova, Italia,
Por Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=114325096 |
El 24 de marzo de 1370 se firmaba en Barcelona una convención, preparada previamente por el conde de Barcelos, Juan Alfonso Tello, entre el rey de Portugal por los procuradores Baltasar Espínola, Alfonso Fernández de Burgos y Martín García con el rey, para la renovación de los capítulos de la guerra con Castilla. En el texto redactado en latín se nombra a la infanta María, hermana del monarca portugués, y a continuación de “Badassallus despinola” genovés, procurador junto con “Alfonso ferdinandi de Burgis et Martino garcie” para que realicen el instrumento público de los detalles del acuerdo. Es decir que María estaba presente, participaba, firmaba y juraba sobre los Evangelios los tratados que se acordaban entre Portugal y Aragón y a los que acudía Espínola.
Esa misma convención era ratificada por el rey Fernando el 21 de octubre en su palacio de Santarem, y en ella nombraba a su hermana, y a Espínola, como su vasallo y procurador, “(…) Acta conventa et firmata per inclitam dominam Mariam Infantissa Sororem nostram ut conjunctam personam nec non per Badassalum de Spinola vassallum et procuratorem nostrum.” (7) Es posible que en esos momentos la relación de los reyes Pere y Leonor fuera más distendida con la infanta María.
Notas
(1) Cascales, Francisco, Discursos históricos de Murcia y su reino, pp. 148 y 149, Murcia, 1874.
(2) Fuentes Ganzo, E., El cruzado de vellón de Enrique II y las acuñaciones de frontera. Tipos y cecas (1369 y 1373) p. 1, Revista Numismática Hécate, n.º 6. 2019, www.revista-hecate.org
(3) Villar y Macías, M., Historia de Salamanca, tomo II, doc. X, pp. 515 y 516, Salamanca, 1887.
(4) Lopes, Fernâo, Chronica del rey D. Fernando I, vol. 1, cap. XXIX. Lisboa Occidental, 1895. https://purl.pt/419/4/
(6) Fábregas García, A., Actividad comercial de los reyes nazaríes y su implicación con los representantes del gran comercio occidental a finales de la Edad Media, pp. 176 y 177, Studia Historica. Historia Medieval, vol. 25, 2007.
(7) Vizconde de Santarem, Corpo diplomatico portuguez, Tomo I, pp. 318 a 328, París, 1866. https://books.google.es/
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