La muerte de la reina Blanca de Borbón y de María de Padilla
Verano de 1361
Tras una extraña decisión de abandonar los combates que estaba ganando a Enrique de Trastámara, Pedro, en un arranque de muertes indignas y superstición, se marchó a su amada ciudad de Sevilla, donde encontraba la armonía y el equilibrio, que tanto necesitaba. Desde allí mandó que se apresara y matara a Gutier Fernández de Toledo por aquella gestión que hizo con el infante Fernando de Aragón sin habérselo consultado. Pensaba que le estaba traicionando.
Según la crónica, antes de morir, el caballero toledano hijo del aya del rey, mandó escribir una carta para Pedro en la que le recordaba los muchos servicios que le había hecho, que él y sus hermanos habían estado en la corte educándole y compartiendo la vida con el monarca, y que siempre le había servido fielmente. El que nos transmite la misiva es López de Ayala, por lo que es interesante observar una frase que recoge el miedo que pasaron todos ellos, por servir al infante en el tiempo que Leonor de Guzmán tenía poder en el reino. Un argumento similar había utilizado Juan Alfonso de Alburquerque en el alegato que hizo en su propia defensa, cuando llegaron embajadores de Pedro I a la corte de Portugal delante del rey Alfonso IV, en las bodas de su nieta María con Fernando de Aragón. El magnate recalcaba que había pasado por él, muchos males y peligros con Leonor de Guzmán, cuando el rey era infante.
Ambos hacen referencia a una tensión y un malestar profundo por debajo de los acontecimientos, que la crónica no había señalado, probablemente por no criticar a la amante del rey Alfonso XI. Pero era notorio que aquel poder de “valido”, aquella prepotencia y la soberbia de la manceba habían estado enrareciendo las relaciones de la corte, sobre todo, con los nobles que apoyaban a la reina María, por ser de su misma sangre y su procedencia portuguesa, como el señor de Alburquerque, o por sus deudas con el rey vecino, como Pedro Fernández de Castro, o bien por convicciones éticas y religiosas como Vasco Fernández de Toledo y su familia, o Pedro Alfonso de Espiño, ambos clérigos y obispos, que rechazaban la conducta de Alfonso. Pedro Alfonso tuvo que marchar a su país como obispo de Oporto, porque su situación en la corte castellana se hizo insostenible por la persecución e inquina de la amante del rey.
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Barco de vapor en una bocana de puerto con tormenta de nieve, óleo sobre lienzo, 1852, Joseph M. W. Turner, Tate Britain,
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En Toledo, el hermano de Gutier, Vasco Fernández arzobispo de la diócesis, recibió la visita del canciller de Pedro, que venía a decirle que había mandado matarlo porque le había deservido y que, como Gutier siempre seguía el consejo del arzobispo, le ordenaba que se marchara de Castilla al reino de Portugal porque no le quería en Toledo ni en todo su reino. Vasco respondió que, tanto su madre como todos sus hermanos habían estado en la corte sirviéndole desde que naciera y expresó la misma idea que había señalado su hermano, el miedo y el peligro que habían corrido todos ellos en tiempos de Leonor de Guzmán por estar a su lado cuando era infante. Y que ninguno de su familia había hecho más que obedecerlo con fidelidad. Vasco Fernández de Toledo salió de la ciudad inmediatamente.
En la monumental Hierarchia Catholica medii aevi, (1) se puede seguir, (aunque con el nombre de Valascus Fernandez y otros), su itinerario en Portugal, donde tuvo varios cargos como obispo hasta 1371 en la sede de Braga, en la que habría muerto muy anciano en 1372. Sus restos acabaron regresando a la catedral de Toledo donde está enterrado. Había sido un hombre íntegro, honesto, muy culto, amante de los libros, que dejaba tras de sí una estela de buen prelado, muy pendiente de las diócesis por las que había pasado.
En su encierro de Jerez, la reina Blanca tenía pocos medios económicos y sólo le quedaba una sirvienta que la ayudaba en lo que podía. Según la crónica, la reina e Isabel de Lara habrían estado juntas algún tiempo. Las condiciones en las estancias del alcázar serían duras en todos los aspectos, siempre frías y húmedas, con corrientes e inhóspitas. Dos damas de un nivel privilegiado, que habrían sido cuidadas y rodeadas de servicio, de buenas ropas, de agua caliente para la higiene, de comidas variadas y ricas, ahora se encontraban encerradas y carentes de todo. La tristeza y la falta de esperanza de salir de allí irían haciendo mella en sus mentes. Cuando Blanca se quedó sola, soportó la peor etapa de su vida. Cerca de la muerte a pesar de su juventud, estaría muy desmejorada por las privaciones, el sufrimiento y la depresión, sin tener responsabilidad alguna en su situación. Su familia la había casado con un rey que la abandonó e iba poniéndola en una situación cada vez peor.
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Ana Bolena en la Torre de Londres, óleo sobre lienzo, 1835, Édouard Cibot, Museo Rolin, Autun, Francia, - Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3951184 |
Olvidada por todos los que la habían utilizado para sus objetivos, sin la ayuda de sus familiares, y el papa que se veía incapaz de socorrerla frente a un monarca inflexible. Inocencio VI hizo un último intento en favor de la reina en marzo de 1360. Se lo habían pedido dos hermanas de Blanca. Escribió de nuevo a Pedro I, pero fue inútil.
La reina murió en 1361, los historiadores no se ponen de acuerdo en si falleció en el castillo de Jerez o en el de Medina Sidonia, y tampoco si fue de muerte natural, lo que no sería de extrañar, pues llevaba encerrada desde hacía ocho años, y con condiciones de vida que habían ido deteriorándose cada vez más, tras su traslado a Sigüenza hacía seis años; o si murió por orden del rey en aquel verano. La crónica de Pérez de Ayala da esta última versión. En cualquier caso, el rey Pedro era el responsable de las circunstancias en que vivió, desde el momento en que la separó de la reina madre María, con la que había compartido un tiempo, acorde con su condición de esposa del rey, tratada con cariño y atención.
Fue enterrada en la iglesia del monasterio de San Francisco de Jerez. La reina Isabel I de Castilla hizo trasladar su enterramiento al altar mayor, y después de varias vicisitudes, no se sabe exactamente en qué parte de la iglesia están depositados sus restos. Existe una lápida, hoy en la sacristía, que la recuerda.
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Lápida sepulcral de Blanca de Borbón, esposa del rey Pedro I de Castilla, Convento de San Francisco, Jerez de la Frontera, Cádiz,
Por Lancastermerrin88 - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=8043005 |
Probablemente sea Blanca una de las damas del siglo XIV en la península ibérica, que sufrió más directamente la dureza del poder de un rey, con quien su padre la había casado. Llegó a Castilla con unos quince años, con un hermoso y rico ajuar de novia, que no pudo lucir como reina en la corte de su esposo. Vivió la mayor parte del tiempo recluida en fortalezas vigilada por oficiales del monarca, sin probar los aspectos más placenteros de la vida de una reina. Y murió cuando tenía alrededor de veintitrés años. Frente a Constanza Manuel, casada con el infante de Portugal, o a la reina María, desposada con Alfonso XI, rey de Castilla, postergadas por una concubina, ella, abandonada a causa de la amante del rey Pedro I, será la que tenga una existencia más trágica. Se cierra así el ciclo vital de aquellas damas que soportaron la presencia de amantes únicas y excluyentes al lado de los reyes con los que habían tenido que contraer matrimonio, obligadas por las costumbres del siglo XIV.
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La muerte de María de Padilla, ¿esposa? del rey Pedro I de Castilla, grabado, 1857, Gustave Doré,
http://catalogue.bnf.fr/ark:/12148/
https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b10319831m.item# |
Como una gran venganza de la rueda de la fortuna, también aquel verano en que murió la reina Blanca, fallecía María de Padilla en el palacio de Astudillo. Tenía alrededor de veinticuatro años. Para Pedro fue el acontecimiento más doloroso de su vida, y se dedicó con entrega y cariño a los hijos que su amor le había dejado. No se conoce la causa de su muerte, el cronista utiliza una frase muy genérica “de su dolencia”, y hay historiadores que aventuran que pudo ser por un quinto parto, o de la peste, que seguía azotando los reinos de la península. Al lado de Pedro había llevado una vida trashumante con continuos traslados a través del reino, le había dado cuatro hijos en los nueve años que estuvo con él, y había vivido de cerca el duro reinado de continua guerra y de justicias implacables. Su existencia había sido tan agotadora y extenuante como la de María de Navarra, esposa de Pere IV de Aragón, y como ella, de muy corta duración.
Fue enterrada en el monasterio de Santa Clara de Astudillo que ella había fundado, pero el rey mandó llevarla a la catedral de Sevilla, como su esposa y reina, ya que declarará en unas Cortes celebradas en esta ciudad, haberse casado con ella. Su deseo de ser enterrado junto a su amada se realizará al cabo del tiempo, en que, por fin sus restos fueron llevados también a la capilla real. A su lado, Pedro debió de ser feliz, y quería perpetuar esa felicidad estando cerca de ella para la eternidad.
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Interior de la iglesia del monasterio de Santa Clara, Astudillo, Palencia, s. XIV, fue el primer lugar de entierro de María de Padilla,
https://www.turismocastillayleon.com/es/patrimonio-cultura/monasterio-santa-clara-palacio-pedro-i |
Pere IV obligó a Enrique de Trastámara y al infante Fernando que se concordaran y dejaran las rencillas que mantenían, y les hizo firmar un documento en el que se recogía el compromiso de acuerdo. Era consciente de que el legítimo sucesor de Pedro de Castilla y quien podía aspirar a la corona era Fernando, así que decidió encomendarle a él un ejército con todo lo que implicaba. Pero esto no duraría mucho, al rey aragonés no le interesaba que Fernando se hiciera con el poder en Castilla, pensaba que podía ser un peligroso vecino, dadas las complejas relaciones que siempre habían tenido. Y Enrique deseaba la muerte del infante aragonés, porque era el único que tenía derecho al trono tras Pedro I, y además gran parte de los castellanos refugiados en Aragón o en Francia le apoyaban y le seguirían, porque atraía a la gente con facilidad.
El rey aragonés, enterado del golpe palaciego en Granada, que podía provocar guerra en la frontera con Castilla aprovechó la circunstancia para llegar a un acuerdo de paz propiciado por el legado del papa Gregorio XI. Pedro I tuvo que firmar el tratado para acudir al sur ante la amenaza que se cernía sobre la zona.
Por la concordia de paz, Enrique, sus hermanos y sus hombres se fueron a Languedoc en junio de 1361. En esta ocasión, no huía como la primera vez que cruzó la frontera, sino que marchaba con su esposa Juana Manuel y su hijo Juan. Era una enorme comitiva que se instalaría probablemente al principio en alguna ciudad cercana, y más adelante en Montpelier. En Languedoc vivirá la pareja durante algo más de dos años, con las continuas salidas de Enrique llevando a sus hombres de armas o realizando los acuerdos que le abrirán nuevas perspectivas. Todavía no había cumplido los treinta años, mientras que Juana tenía alrededor de veinticuatro. Para ella era una vida de sobresaltos y continuos cambios, pero se había acostumbrado a ese trasiego y apoyaba a su esposo con gran entrega.
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Grandes Compañías de mercenarios del s. XIV, intervienen en la batalla de Brignais, 1362, y vencen al rey de Francia, Crónicas, Jean Froissart, BnF, Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=4946664 |
El Trastámara consiguió que le contrataran para llevarse del territorio a las compañías y atravesar los Pirineos. En este acuerdo puede verse claramente su interés, sólo deseaba conseguir la corona de Castilla venciendo a su medio hermano. No le importaba el sufrimiento, la pobreza y el asolamiento de las tierras y las gentes sobre las que quería reinar. Llevarse a aquella masa de individuos le reportaba importantes beneficios. Sin embargo, el acuerdo no pudo cumplirse completamente, porque los hechos se torcieron.
Enrique había recibido noticias del rey Pere, que se encontraba en Perpiñán, reclamaba su presencia y ayuda, porque el monarca castellano estaba cercando la ciudad de Calatayud y su aliado el rey de Navarra había tomado el castillo de Sos. Decidió volver y en marzo se reunían para firmar acuerdos secretos y hacer la guerra a Castilla. Eran secretos porque anulaban el tratado que tenía con su hermanastro el infante Fernando de Aragón, que no conoció su existencia hasta tiempo después.
Debió de reinstalarse con Juana y su hijo Juan en alguna villa que tenía en Aragón. Continuaba poniendo los medios para destronar a Pedro I, pero aún había un estorbo por medio, su primo Fernando, el infante de Aragón. Para ambos utilizará la misma táctica, una encerrona que le facilitará asesinarlos sin correr él ningún riesgo.
La guerra de Granada duró casi dos años, en los que Pedro I tomó varias villas y fortalezas, aunque sin grandes resultados, porque también perdió alguna batalla en la que los granadinos tomaron prisioneros a castellanos, entre los que se encontraba el maestre de Calatrava, Diego García de Padilla. El emir de Granada usurpador, viendo que no conseguía acabar claramente los combates, decidió soltar a sus cautivos sin cobrar rescate, esperando alcanzar una concordia con el rey castellano. Pero Pedro tomará una decisión muy diferente y acabará con él.
Notas
(1) Eubel, Conrad, Hierarchia Catholica medii aevi (1198 a 1431) pp. 144, 196, 235 y 507, Regensberg, 1913. https://archive.org
Portugal y Aragón hacia 1361
https://www.vinosycaminos.com/texto-diario/mostrar/779922/arco-tajo-paraiso-natural-flora-faunaArco del Tajo, que rodea el estuario del río en su desembocadura en el Atlántico, Lisboa,
Muerta la reina Beatriz, y el rey Pedro viudo y sin volver a contraer matrimonio, Portugal permaneció sin reina hasta 1372. La hija de Constanza Manuel, María, se había casado con Fernando, infante de Aragón, y se encontraba en Castilla y después en Aragón cuando su esposo se reintegró a aquel reino. No había ninguna dama como ejemplo en la corte. El infante Fernando era un adolescente, y hasta después de ser rey no se casará, y lo hará con una mujer que ahora es una niña, y en ese momento se encontraba junto con sus hermanos criándose con la familia de su tío Juan Alfonso Telo, conde de Barcelos. Se trata de Leonor Téllez de Meneses, hija de Martín Alfonso Tello, el mayordomo mayor de la reina María, que había muerto en Toro a manos de los escuderos del rey.
No
regresaremos a Portugal más que indirectamente por causa de Pedro I
de Castilla, que acudirá a pedir ayuda a su tío el rey Pedro I de
Portugal, por la guerra con Aragón y por la guerra civil frente a su
hermanastro Enrique.
Según la crónica de Fernâo Lopes, (1) cuatro años después de ser alzado como rey (en julio de 1361), Pedro ordenó que se declarara a Inés como su esposa, reunió a su mayordomo mayor, su canciller y otros ricoshombres, mandó llamar a su notario, y delante de todos juró sobre los Evangelios que, siendo infante en vida de su padre, en Braganza “hacía unos siete años poco mas o menos”, (1354) no se acordaba del día ni del mes, que había recibido por mujer legítima por palabras de presente, “como manda la Santa Madre Iglesia” a Inés de Castro, y que ella le había recibido a él por marido de la misma forma, y que había vivido con ella como su esposa hasta su muerte. Afirmaba que en vida de su padre no lo había declarado porque tenía temor y recelo de él. Ahora mandaba al notario que recogiera todo esto en un instrumento público.
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Braganza, Portugal, con sus murallas y su castillo, donde, según afirmaba Pedro I de Portugal, se habría casado en secreto con Inés de Castro,
Por Jorge Guerreiro - O castelo de bragança.jpg, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=117344409 |
El mayordomo mayor, el canciller y el maestre de las leyes con un notario, se desplazaron a Coímbra y se entrevistaron con el obispo de Guarda y con un criado del rey y les pidieron que jurasen sobre los Evangelios la verdad de lo que sabían sobre el matrimonio del rey con Inés de Castro. El obispo, que en aquel entonces era deán de Guarda, aseguró que había realizado la ceremonia de matrimonio recibiéndose por palabras de presente, hacía poco más o menos siete años, pero no se acordaba de la fecha. Y el criado respondió algo parecido, pero añadió que había sido el primer día de enero, podía hacer más o menos siete años. Tras esta declaración del rey se encontraba lo que realmente quería conseguir, que ese instrumento de matrimonio legalizara a los hijos que tuvo con Inés: Joâo, Dionís y Beatriz. Esta manifestación del rey y de los testigos tan vaga y poco clara a estas alturas de su reinado, planteaba y aún plantea serias dudas. Años después, cuando Fernando, su hijo legítimo fallezca y se produzcan graves problemas con su sucesión, los argumentos de ese matrimonio saltarán por los aires, para que una nueva rama de la dinastía, con el hijo natural que tuvo de una barragana, se siente en su trono.
A Pedro I de Portugal el futuro le pasará factura, porque será ese último vástago, en todos los sentidos, el que ceñirá la corona, a pesar de haber querido demostrar que se había casado en secreto con Inés de Castro y que, por lo tanto, sus hijos eran legítimos, haberla declarado reina y colocado sus restos en un sarcófago en el que su figura está rodeada de seis ángeles de pulido mármol blanco en el monasterio de Alcobaça. Allí mandó esculpir un historiado sepulcro para ella. El traslado de su ataúd desde el monasterio de Santa Clara de Coímbra se realizó sobre unas andas llevadas por caballos. El cortejo estaba formado por grandes nobles, damas y clero. Todo el camino estuvo iluminado por hombres que portaban cirios, y a su llegada al monasterio se cantaron misas y oficios solemnes. Pedro ordenó realizar otro túmulo igual para ser enterrado frente a ella.
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Escena del Juicio Final a los pies del sepulcro de Inés de Castro, s. XIV, Monasterio de Santa María de Alcobaça, Portugal,
https://www.elcisteriberico.com/imagenes/Portugal/Alcobaca/AlcobaIglesia/AlcobaIgle13.jpg |
A principios de 1361 la guerra con Castilla continuaba con una sangría en todo el reino de Aragón, afectando también al monasterio de Sigena. Algo después, los dos reinos firmaban la paz de Deza auspiciada por Guy de Boulogne, enviado del papa que llevaba mucho tiempo trabajando por conseguirla. Realmente lo que estaba tras el acuerdo, era la amenaza de guerra en la frontera de Granada, por el destronamiento de Mohamed V.
Aquella primavera la reina Leonor decidió pasar una temporada en el cenobio de Sigena para seguir de cerca los problemas del convento y las obras del hospital. Frente a las dificultades, Leonor era tenaz y firme, por aquel carácter fuerte, aquella energía vivaz y aquella voluntad inquebrantable que la caracterizaban.
Se ocupará de detalles referidos a hombres de la zona para que no fueran llevados a combatir, porque también ella, sus damas y oficiales los necesitaban. El carnicero de Sena, que ya era mayor, era eximido en nombre del rey de ir a la frontera a luchar contra los castellanos, y permitía que continuara en la villa ejerciendo su oficio y abasteciéndola de carne mientras ella se halle en el monasterio. También hacía lo mismo con el panadero, otro carnicero de Sena, y con un arriero y dos mercaderes de gallinas y víveres de Villanueva, con la condición de que la provean de pan, harina, carnes y otros alimentos, para que ella y sus acompañantes tengan todo lo necesario mientras se encuentren en Sigena.
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Galería del claustro, Real Monasterio de Santa María de Sigena, Huesca, fotografía: Javier Broto Hernando,
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En mayo tomó importantes decisiones con respecto a las obras del hospital y al propio cenobio, al que hizo una fuerte donación, 75.000 sueldos jaqueses con varias condiciones, entre las que destacaba la de que la priora y el monasterio le entregaran una casa que entonces era dormitorio, para convertirla en hospital en el que habría 30 camas, 10 de las cuales pondrá la reina y 20 la priora. Les promete que en compensación de esa casa, ella edificará a sus expensas otra casa para dormitorio de las monjas y dueñas. La priora y convento deberían dar de comer y beber cada día en el monasterio a 30 mujeres pobres y hospedar por una noche a pobres sanos, y si alguno enferma podrá quedarse allí hasta su curación. La priora Toda Pérez de Alagón, y todo el convento le agradecieron el generoso donativo, pues su situación en ese momento seguía siendo muy precaria, y le prometieron cumplir lo establecido. (2)
Mal debió de encontrar la situación del monasterio cuando decidió darle aquella cantidad, y el cambio tan drástico en cuanto a la ubicación del hospital, cuyas obras debían de estar avanzadas, dado el tiempo y el dinero invertido en él, pero la propia reina dirá años después, que había tenido que cambiar sus planes. Los terrenos donde está asentado el monasterio son pantanosos cercanos al río Alcanadre, y eso provocaba humedades en las habitaciones de las monjas con los consiguientes problemas de salud de muchas de ellas.
Cuando la reina se refiere al hospital que está construyendo, no sabemos en qué zona del área del cenobio se hacía su fábrica, porque los edificios construidos ya ocupaban un espacio de dimensiones considerables. No hemos encontrado noticias posteriores sobre la existencia de esta construcción, sólo una enfermería al lado de los dormitorios de las monjas. Por ejemplo, en el plano dibujado por Severino Bello, que publica Ricardo del Arco en su trabajo sobre el monasterio, aparecen dependencias en una parte del plano con edificios silueteados por puntos, que no tendrían importancia arquitectónica para él, y podría haber estado ubicado allí. (3) Más adelante la reina dirá que había tenido que interrumpir las obras por “causas justas”, pero sin explicar cuáles eran.
El asesinato de Fernando, infante de Aragón
Castelló, 16 de julio de 1363
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El caballero, la muerte y el diablo, grabado, 1513, Alberto Durero, Museo y Galería Nacional de Arte, Washington D. C., USA,
Esta imagen fue donada a Wikimedia Commons por un proyecto del Museo y Galería Nacional de Arte., CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=81702029 |
La guerra de Granada tocaba a su fin, y el emir, que tenía a buena parte de sus súbditos en su contra, y querían que volviera el destronado Muhammad V, intentará someterse al rey castellano y, llegado a Sevilla con esta intención, Pedro le matará. Se conseguía así el regreso del anterior emir y a una buena relación con Pedro.
Después, el rey convocó Cortes en Sevilla, de las que no queda cuaderno, probablemente destruido por Enrique. En esta reunión, Pedro adoptó la misma postura que su tío Pedro de Portugal para legitimar a los hijos habidos con su amante, pero en este caso en una reunión de Cortes, que tenía más peso legal: decir que se había casado con ella en secreto y presentar testigos de la ceremonia. No podemos asegurar que no lo hiciera. El castellano afirmaba que antes de desposarse con Blanca de Borbón había contraído matrimonio por palabras de presente con María de Padilla. Y habían sido sus testigos Juan Fernández de Hinestrosa, que había fallecido, Diego García de Padilla, maestre de Calatrava, su canciller, su escribano, el abad de Santander y su capellán. Todos estaban presentes y lo juraron sobre los Evangelios.
La consecuencia era evidente, María había sido reina de Castilla, su hijo Alfonso era heredero legítimo de la corona, y sus hijas, infantas. El arzobispo de Toledo, ahora Gómez Manrique, hizo una exposición de las razones que habían llevado al rey a hacerlo así. Los representantes en la Cortes juraron al heredero. A continuación envió un séquito de prelados, caballeros y damas para que fueran a Astudillo a recoger el ataúd con los restos de María de Padilla para enterrarla en la iglesia mayor de Santa María de Sevilla.
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Puerta del Perdón, acceso a la mezquita almohade, s. XIII, en su interior cristianizado se enterró a María de Padilla en la Capilla Real, que luego con la construcción de la catedral gótica en el s. XV, sus restos fueron trasladados al igual que los de los reyes inhumados allí, Por Anual - Trabajo propio, CC BY 3.0,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=7131832 |
En ese momento el rey se preparaba para atacar de nuevo el reino de Aragón, pues la paz que había firmado con Pere IV había sido forzado por las circunstancias, y el tratado había sido más beneficioso para aquel reino que para Castilla. Después de cercar y obtener Calatayud con todas sus aldeas y castillos, Pedro I regresó a Sevilla, donde se encontraban sus hijos viviendo en los alcázares con su aya. Para él era la ciudad más querida, donde se encontraba mejor y la consideraba su casa. La alegría de estar de nuevo en ella y ver a sus queridos hijos, se empañó muy pronto, porque Alfonso, el heredero jurado por las Cortes, se puso muy enfermo y falleció, debía de tener unos tres años. El rey Pedro sufrió una gran tristeza, porque tenía muchas esperanzas puestas en el pequeño. A continuación dictó testamento previendo la nueva situación, pues le quedaban tres hijas, Beatriz, Constanza e Isabel. De nuevo en Aragón, en Bubierca hizo ayuntamiento con nobles, caballeros y procuradores de ciudades y villas que había llamado, para que sus tres hijas fuesen juradas como herederas por el orden de su nacimiento. “A la ambición del conde de Trastámara opuso D. Pedro la triple barrera del juramento prestado en Bubierca, y no sin fruto.” (4)
Estando sobre Valencia, llegó un escudero de Tello, enviado por él en su habitual errática conducta y deseando regresar a su servicio, para avisarle de que se acercaba Pere IV, acompañado del infante de Aragón, de Enrique de Trastámara y sus hermanos con el ejército. Pero el castellano se fue a Murviedro y evitó el enfrentamiento directo, no se fiaba de Tello. Mientras tanto, había conversaciones entre los dos reyes por intermediación de un legado del papa y Bernard de Cabrera, que tenía mucha habilidad en conseguir acuerdos. Finalmente no se llegó a nada.
Fue aquel verano cuando Enrique consiguió el primer objetivo que perseguía, la eliminación de un obstáculo para hacerse con la corona de Castilla. Se trataba de la muerte de su primo Fernando. El conde de Trastámara estaba de acuerdo con Pere IV para realizar una encerrona contra el infante, los dos deseaban su muerte, y maquinaron una trampa para acabar fácilmente con él en el propio palacio del rey. Esta será la fórmula usada por Enrique en otra ocasión, eficaz y sin peligro para sí mismo, en el asesinato de Pedro I.
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Los cuatro jinetes del Apocalipsis, óleo sobre lienzo, 1887, Viktor Vasnetsov,
- http://lj.rossia.org/users/john_petrov/166993.html, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=2649874 |
López de Ayala escribe en su crónica que Fernando tenía consigo a todos los castellanos que estaban en Aragón, muchos de los cuales habían abandonado a Enrique de Trastámara. El infante reunía en su persona la condición de heredero de Pedro I, y ser un hombre con carisma, con gran capacidad de mando y simpatía, mientras que Enrique no debía de tener ese atractivo. Añade que el infante se sentía poco valorado por su hermano, no era adecuadamente tratado en la corte, y que deseaba marcharse con sus guerreros a la guerra entre Francia e Inglaterra. No se sabe de donde ha sacado el cronista castellano esta información, porque Pere IV en su crónica no habla de esta razón, sólo expresa que había hallado informaciones secretas de “muchas obras malas que el infante trataba contra él”. Es decir, nada concreto. Era simplemente que para Pere IV había llegado la hora de acabar con él, apoyado además por Enrique de Trastámara.
Es extraño que López de Ayala, desde Castilla, conociera más detalles de los planes de Fernando y de todo lo sucedido en Aragón aquellas jornadas, que J. Zurita que, aunque escribió posteriormente, tuvo acceso a mucha documentación de la Corona de Aragón.
El rey estaba en Castelló y le llamó para que viniera a almorzar con él. Fernando se encontraba posando en Almazora, un lugar de Valencia, y acudió con algunos de sus hombres de más confianza, e incluso con Tello, que ahora estaba a su servicio, y después de comer se fue a descansar a otro aposento, donde se presentó un alguacil para prenderle por orden del rey. Él no lo permitió y se formó un tumulto. Pere IV ordenó que si no se dejaba aprisionar que lo matasen. En el revuelo, llegó Enrique con su mayordomo Pero Carrillo y otros de sus hombres, y le degollaron, al igual que a Diego Pérez Sarmiento y a Luis Manuel (nieto del noble Juan Manuel), y fueron muertos varios nobles de su círculo más cercano.
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Detalle de La Muerte de Cuatro jinetes, grabado, 1860, Julius Schnorr von Carolsfeld,
- Die Bibel in Bildern, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5490922 |
La muerte de Fernando levantó una gran agitación en sus gentes. Sus caballeros, entre los que en ese momento se encontraban Tello y Sancho, los hermanos de Enrique, tomaron el pendón de Fernando y se dispusieron a dar la batalla porque creían que el rey había dado orden de matar a más de ellos. Pere IV trató de convencerlos justificando las razones de su muerte, pero fue un suceso que mostraba la indignidad del monarca, un acto despreciable y ruin con la incitación y colaboración de Enrique que se igualaba al aragonés.
Cuando María de Portugal y Manuel recibió la noticia, y después el cadáver de su esposo quedó espantada. Caballeros de Fernando le contaron la encerrona que le había hecho el monarca y todo lo que sucedió. No le habían matado adversarios en un combate, sino su propio hermano y su primo Enrique. Ahora podía suceder cualquier eventualidad terrible e inesperada, ella se encontraba entre una familia en la que el rey, medio hermano de Fernando, lo había mandado asesinar, y que no tenía ningún freno ni escrúpulo ante nada, al igual que Enrique. Las tramas de los hombres afectaban directamente a las mujeres que, por encima de sus relaciones familiares y personales, se veían arrolladas por las consecuencias. De repente, a María se le venía su mundo encima, sabía que Pere no tardaría en quitarle todas las posesiones de su marido, porque con su muerte volvían a su manos, y las había ambicionado desde que su hermano era tan pequeño que no tenía conciencia de aquel odio y malos deseos.
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Estigia,
- Painting and photograph of Antonio García Vega, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=25403702 |
Efectivamente, en la niñez Fernando había crecido sintiendo cómo su madre luchaba por mantener su patrimonio, mientras su hermanastro buscaba artimañas y persecuciones para quitárselo. Él era un buen guerrero, un gran capitán para sus hombres, y atraía consigo a las gentes, sin embargo no había aprendido el código de la fidelidad del caballero, a pesar de que había tenido el gran ejemplo de su tío, el infante Pedro de Ribagorza. Había seguido más sus ambiciones y había cambiado una y otra vez de bando, yendo de Aragón a Castilla, y viceversa. Ahora su madre, su hermano y él, los tres estaban muertos.
Notas
(1) Lopes, Fernâo, Chronica del rey D. Pedro I, cap. XXIX, pp. 263 a 266, Lisboa Occidental, 1735 . https://purl.pt/422
(2) Sáinz de la Maza Lasoli, R., El monasterio de Sijena, Catálogo de los documentos del Archivo de la Corona de Aragón, 1348–1451, II, docs. 119, 121, 123 y 125. CSIC, Institución Milá y Fontanals. Barcelona, 1998.
(3)
del Arco y Garay, Ricardo, El Real Monasterio de Sijena, pp. 50 y 51,
Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, tomo XXIX,
Madrid, Primer trimestre, 1921.
https://ddd.uab.cat/record/40577
(4) Colmeiro y Penido, Manuel, Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Parte Primera, p. 307, Madrid, 1883.
Un símbolo de poder: retablo de la Virgen de Tobed
Tal vez meses después, en los que Juana Manuel y Enrique seguían estando juntos en Aragón, decidieran la realización y donación del retablo de la virgen de Tobed. Enrique se veía como rey de Castilla porque había conseguido su primer objetivo: la muerte de Fernando, infante de Aragón y heredero de Pedro I, rey de Castilla.
No existen documentos de su encargo al pintor Jaume Ferrer, tampoco de la fecha de cuándo se acabó y colocó en el altar al que estaba destinado. La idea era la representación de una virgen de la humildad y a sus pies Enrique y Juana con sus hijos, Juan que había nacido en 1358 y Leonor, que debió de nacer entre 1362 y 1363. Probablemente su ejecución fue posterior, aunque hay controversia sobre su datación. En todo caso sólo aparecen sus dos hijos, ya que la pequeña Juana que nació después, murió de niña y no debió de dar tiempo a su inclusión, ni antes por no haber nacido, ni después por haber fallecido ya.
El retablo es significativo de la entronización de la nueva rama de la dinastía (propiamente no es una dinastía diferente, sino una rama de la anterior) avalada por la ascendencia real de Juana Manuel, de la que aparece su escudo de los Manuel, en igualdad de condiciones que el de su esposo. Todos lucen corona, y bajo la figura de Enrique aparece escrito “Enrico rege”, estos detalles pudieron ser añadidos posteriormente a la factura de la obra, que tenía gran valor simbólico para los Trastámara.
Llama la atención que la pareja hiciera esta donación a una iglesia ubicada en Aragón, en lugar de hacerlo en Castilla, que era su tierra de nacimiento y en la que iban a reinar. Hay que reconocer que Aragón había sido su lugar de acogida y refugio en los peores momentos de su situación, que allí habían transcurrido varios años de su vida y nacido sus hijos. Tal vez influyó la gran amistad que tenían con el arzobispo de Zaragoza, muy relacionado con la Orden del Santo Sepulcro, pues la iglesia de Tobed pertenecía a la Orden y había sido protegida por Lope Fernández de Luna.
En Almazán se hallaba Isabel de Sandoval, una dama que había sido aya de Alfonso el hijo de Pedro I, con la que el rey tenía relación, y en aquellas fechas le dio un hijo al que pusieron el nombre de Sancho, por Sancho IV, bisabuelo del rey. De ella casi no hay información. Más adelante, el 21 de noviembre de 1364 mandaba al concejo de Murcia que pusiera a disposición del obispo de Cartagena 100 hombres de a caballo y 200 ballesteros para que escoltasen a Isabel desde Hellín, donde se encontraba habitando, a Murcia. (1) Era un tiempo de guerra y quería que viajara con toda seguridad, porque probablemente ya estaba embarazada de un segundo hijo del rey. Tanto Sancho como este nuevo tendrán un destino trágico.
Nicolás de Aguilar obispo de Cartagena, que al principio de su mandato tenía buenas relaciones con el monarca, sería el encargado de acompañarla desde Hellín hasta Murcia, donde se alojaría en algún palacio utilizado por el rey. Este escribía probablemente desde el Real del asedio de Orihuela, en la guerra que mantenía con el rey de Aragón, y querría tenerla cerca para poder visitarla a ella y a su hijo. El día 26 llegaba a Murcia acompañada del obispo y de su comitiva, y en la ciudad la recibieron con agasajos. (2)
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Asedio de Orihuela por el rey Pedro I de Castilla, Cartulario de Orihuela, s. XVI, AHN, Aurariola, Cuadernos de Historia, nº 1, 2018, Ayuntamiento de Orihuela, Alicante,
https://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/123473/1/Aurariola_2018_1_08.pdf |
Poco después, en febrero 1365, Pedro estaba allí con ella, que iba a tener su segundo hijo, al que llamarían Diego. En cuanto la dama se repuso del parto lo suficiente para viajar, ambos iban a abandonar la ciudad para marchar a Sevilla, por lo que el rey mandaba al concejo y justicias de la ciudad que le dieran 20 acémilas para transportar su cámara, es decir todas las pertenencias con las que viajaba un monarca, desde su ropa, hasta sus documentos, pasando por mobiliario como escabel y cama de tijera, alfombras y tapices o la cocina real. También les pedía otras 10 para trasladar la de Isabel. (3) La pareja se dirigía a vivir en el alcázar de Sevilla. No sabemos más de esta dama, pero la crónica de López de Ayala apunta que el rey quería casarse con ella, y que Sancho fuera su heredero, pero nada de esto pudo llevarse a cabo. Su rastro desaparece, y sus hijos serían educados en la casa del rey.
Las compañías de Enrique de Trastámara, a quien Pere IV apoyaba contra Castilla, recorrían los territorios del monasterio de Sigena, robando y depredando cuanto encontraban, asaltando a los viajeros por los caminos y entrando en villas y ciudades para saquearlas, y algunas zonas las dejaban empobrecidas y casi asoladas, como el caso de Candasnos en 1364, que la priora requería al rey ayuda para su reconstrucción. Incluso hacia el final de 1365 iban a entrar las compañías blancas que operaban en Francia, y el rey advertía a la priora del convento que las monjas y dueñas no podrían permanecer en él sin peligro, le ordena que en cuanto sepa que han llegado al reino, lo que sucederá en breve, se trasladen al castillo de Lleida hasta que hayan atravesado sus territorios. (4)
Será tal el daño realizado, sobre todo en las comarcas de la frontera que, por ejemplo, el convento de clarisas denominado de Santa Inés de Calatayud quedó destruido, porque se encontraba fuera del recinto amurallado, y en mayo de 1366 la reina Leonor y el rey Pere fueron en gran procesión a poner la primera piedra para su refundación con el nombre de Santa Clara, y se dedicaron a reconstruirlo en el interior de la ciudad al lado de la puerta de Daroca para que tuviera mayor seguridad. La reina puso algunas condiciones que las monjas aceptaron, como que el altar mayor estuviera dedicado a San Nicolás y que se hicieran rezos y oraciones por la familia real. Leonor tenía especial devoción por las clarisas, en consonancia con el espíritu franciscano de la casa real aragonesa, de hecho un poco más adelante acometerá la fundación del monasterio de Santa Clara de Teruel, que tenía proyectado desde hacía años.
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Detalle de El Triunfo de la Muerte, Óleo sobre tabla, 1562-1563, Pieter Brueghel el Viejo, Museo Nacional del Prado, Madrid. https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=74450965 |
Pere era muy retorcido, iracundo y vengativo, y aunque Leonor tuvo siempre una conducta que no permite pensar que ella fuera igual, debía de haber cierta complicidad, porque el día que fue asesinado el infante Fernando, al anochecer, Pere escribió a Leonor. Esa carta es inquietante no sólo por su contenido, sino por el tono empleado por el rey al redactar la misiva a su esposa, dándole noticia del asesinato de su hermanastro y sus acompañantes en la cámara del rey, (la zona palaciega de su uso). “Molt cara companyona. Per les males obres que-l infant en Ferrando nos feya e-ns posava a punt de perdre la corona e lo regne, e d’açò érem en pas fort estret, nós, volents esquivar aquest perill, per justícia havem fets degollar, en la nostra cambra, l’infant, e Diego Péreç Sarmiento, e Luys Manuel, huy, en aquest dia, après dinar. E per tal con aytals fets se compten en moltes maneres, e moltes noves falses ne sortexen e se’n compten, fem-vos -ho saber cuytadament. Dada en Castelló de Burriana, sots nostre segell secret, a XVI dies de juliol, hora de dormir. Rex Pedrus.” (5)
En aquel tiempo, la rueda de la fortuna daba vueltas muy notables, y eran los hombres los que la hacían girar vertiginosamente. Meses después de la muerte de Fernando, uno de sus asesinos, Pero Carrillo, era muerto de una lanzada por Enrique, su propio señor. El motivo era que “se hablaba” de que Juana Alfonso tenía relaciones con el caballero, y Enrique lo había matado personalmente yendo un día de caza. Carrillo era su mayordomo mayor y hombre de su entera confianza, estaba con él desde antes de huir de Sevilla en 1351, cuando le acompañó en las jornadas hacia Asturias.
María de Portugal, la esposa del infante Fernando, quedaba viuda sin hijos, y empezaba una etapa muy dura para ella. Pidió licencia a Pere para marcharse a Portugal, y el rey le envió a un fraile de los predicadores con una propuesta de acuerdo, porque quería que los lugares que pertenecían a la infanta cumplieran una serie de obligaciones. El rey de Navarra intervino para que le facilitara un salvoconducto para marchar, pero Pere no se lo dará con el pretexto de que había sabido que María estaba en contacto con el alcaide de Albarracín para que diera el castillo a Pedro I, de lo que no conocemos pruebas. Según J. Zurita, María intentó salir del reino acompañada de Arnaud de Francia, su padre y otros caballeros, pero en Uncastillo, el Justicia de Aragón la detuvo a ella y a Arnaud de Francia, mientras el resto podía escaparse hacia Navarra.
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La dama del Lago, escaneado de ilustración del libro,
The Legends of King Arthur and His Knights, 1912., 9th edition. Ed. Sir James Knowles, K. C. V. O. London; New York: F. Warne and Co., 1912, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=19674884 |
Es posible que María y los caballeros de su casa estuvieran encaminándose hacia aquel reino, por alguna relación con el rey Carlos, que intercederá varias veces por ella. Fue llevada presa al castillo de Luna, después a Huesca donde sería controlada por dos damas, para finalmente estar en Zaragoza con la reina Leonor, con la infanta Leonor y con una hermana de la reina.
Pere odiaba a Arnaud de Francia y a su padre, porque este había estado con Fernando desde que era pequeño e incluso había marchado a Castilla con la reina Leonor cuando tuvo que exiliarse. Y de vuelta en Aragón, padre e hijo habían seguido a su lado y habían tenido muy buena relación con el infante, y apoyaron a María en todo lo que necesitaba, así que mandó que le cortaran la cabeza al hijo por aquella huida, y pidió al rey de Navarra que le enviara al padre. Pero el Justicia de Aragón, consciente de que aquellos nobles cumplían con las órdenes de su señora y no merecían pena de muerte por ello, los soltó a los dos. El rey Carlos II de Navarra se enfadó al saber que la infanta María estaba presa, cuando él había asegurado su salvaguarda con su palabra.
En las secretas conversaciones entre Pere IV, Carlos II de Evreux y Enrique de Trastámara contra el rey de Castilla, podía verse la desconfianza, la facilidad de traición y la falta de palabra entre ellos. Enrique reclamará rehenes y numerosas seguridades para el cumplimiento de los pactos, porque temía alguna encerrona que acabase con su vida. Los rehenes eran niños entregados y guardados en castillos, entre ellos se encontraba Leonor, su hija mayor, y su hijo bastardo Alfonso Enríquez, que debía de estar criándose en su casa junto a Juana Manuel; el rey de Navarra al infante Martín, e hijos de sus nobles. Y Pere entregaba a su hijo pequeño llamado Alfons, del que hay muy pocas noticias, pues en la crónica no se habla de su nacimiento, y de su temprana muerte tenemos información por la siguiente carta de su padre.
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Pínax, tablilla votiva de madera pintada, con El rapto de Perséfone por Hades, a. 460-450 a. C., procedente del Santuario de Perséfone de Locros Epidefirios, Museo Arqueológico Nacional de Regio de Calabria, Italia, Por Sailko - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31978314 |
Años más tarde, al poco de haber nacido Juana, hija del infante heredero Joan y su esposa Matha de Armagnac, quisieron que viajara en 1376 desde Huesca a Barcelona, hacia donde ellos iban, y se lo comunicaron al rey Pere, que se negó, y en la carta les explicaba cómo y por qué había fallecido Alfons, este hijo que servirá de rehén, a pesar de su corta edad, y que también fue trasladado en verano: “(…) qui es temps pus perillós als infants que altre temps, nons par, en consellam per res, que al present la dejats fer moure, car fer moure a tan xicha creatura no pot esser sens gran perill; e be membra a nos que nos perdem nostre fill, linfant namfós, per fer lo moure, con lo deviem fer metre en rahenes al Comte de Trestamara; (…).” (6)
Es difícil seguir los enredos, las maquinaciones, los engaños que se preparaban entre el rey navarro, que no mantenía su palabra y procedía con falsedad y doblez; Pere de Aragón que era tortuoso y no tenía escrúpulos, y Enrique, maquinador, astuto y traicionero. Pero lo que realmente estaba fraguándose era una trama contra el consejero Bernard de Cabrera, el que había sido hombre de mayor fidelidad al monarca, y que, como embajador, había facilitado acuerdos, había guerreado en su nombre, y que ahora se encontraba con una acumulación de odio a su alrededor. El primero el de la reina Leonor, que le consideraba una influencia muy negativa sobre el rey, y por su tendencia a llegar a acuerdos con Castilla. Enrique de Trastámara sentía una gran inquina también por esa última razón y porque era el más importante guerrero en el reino. Tampoco gozaba de las simpatías del navarro. Así que aquellas reuniones acabaron encaminando a la muerte del que había sido hombre fuerte del rey aragonés. A Pere IV, tan ocupado como estaba con la guerra, pareció no importarle que cortaran la cabeza en la plaza de Zaragoza a un noble que le había rendido grandes servicios durante muchos años.
Enrique insistía a Pere sobre el interés de que vinieran las Grandes Compañías que andaban en Francia, para acabar la guerra con el rey castellano. A ninguno de los dos les preocupaba los efectos colaterales de la llegada de esta masa indisciplinada de hombres armados, que realmente eran malhechores. Las tierras, los campesinos, las aldeas, los monasterios, los lugares y villas poco protegidos, sufrirían las consecuencias durante todo el tiempo que estuvieron. Pere recibió a sus mensajeros en Barcelona y llegó a un acuerdo con ellos. Las compañías habrían recibido 100.000 florines de oro del rey francés, y otros 100.000 del papa Urbano V, que deseaba alejar de Aviñón a aquellos depredadores, y había ideado una nueva Cruzada contra el reino de Granada, e involucrado en ella al francés y al monarca de Aragón, que complementaría el soporte de la expedición.
El papa, rodeado de sagaces y bien informados cardenales, debía de conocer la verdadera intención de los dos reyes: Charles V de Valois quería alejar de su territorio a las destructoras y terroríficas compañías, mientras no tuviera guerra con el inglés, y que Pere IV, de acuerdo con Enrique de Trastámara, deseaba derrotar y deponer a Pedro I de Castilla y repartirse sus tierras. Aquella guerra no tenía nada de Cruzada, los guerreros no emplearon ni un minuto en ir a la frontera de Granada ni en combatirla, serían los castellanos, sobre todo, los que sufrirían sus ataques. El papa también buscaba hacer salir de su territorio de Aviñón a los feroces soldados, y la presunta Cruzada era una forma de arrancarlos de allí.
Juana Manuel, que se encontraba viviendo con su esposo y sus hijos en alguna de las posesiones que le había dado el rey francés, se aprestó a preparar su regreso a Aragón a través del Rosellón, y solicitó el permiso del rey Pere IV. Existe un salvoconducto de este, fechado en Barcelona a 3 de octubre de 1365, “Salvoconducto para doña Juana Manuel, esposa de Enrique de Trastámara, que acudía desde el Rosellón a Montblanch.” (7)
Se avecinaban malos tiempos para Pere y sus reinos, la guerra continuó intermitente. En varias ocasiones Pedro I de Castilla tuvo la oportunidad de enfrentarse a las tropas del rey aragonés, pero a pesar de tener fuerzas suficientes, no lo hizo. En invierno se detenían los combates y el castellano regresaba a Sevilla, donde habían terminado las obras de su alcázar, que construyeron alarifes moros y mudéjares de Granada, Sevilla, y Toledo. Allí vivían sus hijos al cuidado de Isabel de Sandoval, que probablemente murió alrededor de 1366, porque no tiene más hijos conocidos ni hay más información sobre ella.
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Patio de la Montería, entrada al palacio del rey Pedro I, Real Alcázar de Sevilla, s. XIV,
Por Jebulon - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22050175 |
Notas
(1) Colección de documentos para la historia del reino de Murcia, VII, Documentos de Pedro I, doc. 113, edición: Ángel Luis Molina Molina, Murcia, 1978.
(2) Cascales, Francisco, Discursos históricos de Murcia y su reino, pp. 131 y 132. Murcia, 1874.
(3) Colección de documentos para la historia del reino de Murcia, VII, Documentos de Pedro I, doc. 130, edición: Ángel Luis Molina Molina, Murcia, 1978.
(4) Sáinz de la Maza Lasoli, R., El monasterio de Sijena Catálogo de los documentos
del Archivo de la Corona de Aragón, 1348-1451, II, docs. 156 y 160. CSIC, Institución Milá y Fontanals, Barcelona, 1998.
(5) La muerte en la Casa Real de Aragón, Cartas de condolencia, doc. 119, Fuentes históricas aragonesas, 82, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2018.
(6)
Roca, Joseph M.ª, Johan I d’Aragó, p. 81, Institució Patxot,
Memorias de la Real Academia
de Buenas Letras de Barcelona, vol. 11,
1929.
https://raco.cat/index.php/MemoriasRABL/issue/view/15472
(7) Fondo Mercedes Gaibrois de Ballesteros, Documentos de Enrique III, doc. 11, RAH. https://www.rah.es
Teresa de Ayala, hija de Diego Gómez de Toledo e Inés de Ayala
La relación de Pedro I con Teresa de Ayala en Toledo fue breve y tuvo una hija llamada María, que acabará siendo monja en el monasterio de Santo Domingo el Real de Toledo, y ella misma también profesará en ese convento, en el que llegará a ser priora. Ese cenobio será un refugio y apoyo para varios de los nietos del rey, porque una vez asesinado en Montiel, sus hijos sufrirán persecución y prisión. Será una dama de grandes cualidades, y fundamental para ellos en el futuro. En una de las estancias de Pedro en Toledo debió de relacionarse especialmente con la familia de Diego Gómez de Toledo, y conoció a Teresa, su hija adolescente, se la llevó a palacio y vivió con ella una de sus pasiones amorosas. Tal vez al mismo tiempo, decidió que su hermana pequeña siguiente, Sancha de Ayala, fuera trasladada con el séquito a Sevilla, para que se criara en la corte junto a sus hijas. Diego Gómez de Toledo reaccionó a estas acciones y otras medidas del rey distanciándose de él y acabó apoyando a Enrique, pero el destino de Teresa y de Sancha ya estaba marcado en un sentido de plenitud en una y de felicidad en la otra.
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Palacio de los Condes de Fuensalida, Toledo, s. XV, construido por descendientes de Pedro López de Ayala, canciller y cronista de los Trastámara. Era tío de Teresa de Ayala, amante del rey Pedro I, con el que tuvo una hija, María de Ayala, las dos fueron monjas en Santo Domingo el Real de Toledo,
Por Luis Rogelio HM - Toledo Capital - 144, CC BY-SA 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=72878736 |
Teresa de Ayala era sobrina del cronista Pero López de Ayala, quien por aquel tiempo había abandonado el servicio del rey, y junto con su padre se había pasado al bando de Enrique, una maniobra que el cronista tratará de suavizar con sus propios argumentos, al mismo tiempo que justifica a Enrique. La conducta desconfiada y vengativa del rey castellano estaba provocando muchas deserciones, además el rumor de que las Grandes Compañías, que operaban en Francia, iban a venir en ayuda del bastardo contribuía a estos abandonos.
Enrique y su entorno utilizaba una campaña de desprestigio del rey para transmitir una imagen de que era un tirano y mal gobernante, mientras que él era el “salvador elegido por Dios” para remediar la situación, él era un “buen cristiano”, mientras que Pedro era “amigo de musulmanes y judíos” y había firmado un tratado de paz con el emir de Granada. Usaron la difamación: mentiras y exageración sobre el rey Pedro I de Castilla y de León, formando una trama de propaganda cada vez más densa de asesino y judío, para mostrar a aquel como un enviado divino, capaz de dirigir un reino con acierto, magnanimidad y justicia.
Inició sus promesas de bienes, privilegios y donaciones a todos aquellos que le ayudaran en la empresa que se proponía, y que hipotecarían buena parte del patrimonio real. También había empezado a disponer de los bienes de su esposa Juana para contentar a los que le seguían. Se dedicaba a prometer dádivas y beneficios a los que se le adherían, aunque no fuera a cumplirlas, como las partes de Castilla que se había comprometido a dar a los reyes de Aragón y Navarra en los tratados firmados con ellos. No faltaban mentiras sobre el origen de Pedro, sobre su madre, información incompleta, medias verdades o noticias falsas. Para derrocarlo, todo valía. Y Pedro I no utilizó bien sus ventajas.
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Almendro florido, fotografía: Jorge de Santaella. |
Tras haber matado a su mayordomo mayor por habladurías sobre él y su hermana, Enrique negoció el casamiento de esta, y llegó a un acuerdo con Felipe de Castro, un noble descendiente de una rama bastarda de la casa real aragonesa. La boda se celebró en un lugar de Enrique, Tamarite de Litera, y dio a su hermana 30000 florines de oro, y en garantía de ellos la villa de Tárrega. (1) El novio daba en arras a Juana 15.000 florines. Ahora que era su cuñado seguiría acompañándole con su ejército.
En Francia se ultimaron los preparativos para invadir Castilla, dirigía a aquella masa de hombres, Bertrand Du Guesclin un caballero bretón de la baja nobleza, que se había curtido como guerrero luchando con las Compañías. Tenía fama de poseer una gran fuerza y de manejar mucho mejor el hacha que la espada, es decir el arma más popular y utilizada por los plebeyos. En Bretaña existe un gran y espeso bosque de robles y hayas, Brocéliande, de tradición celta, entre el “Valle sin retorno” y el “Mirador de las hadas”, donde habitaba el hada Viviane. Asociada a las leyendas artúricas, Viviane capturaba a los esposos infieles que retenía presos. Lancelot acabaría con ese sortilegio matando al dragón. A Bertrand Du Guesclin, asociando su brutalidad con el lugar, se le llamará “le dogue noir de Brocéliande” (el dogo es un perro de presa).
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Bosque de Broceliande y estanque de Paimpont, Bretaña, Francia,
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En 1366 empezaron a entrar por los pasos de los Pirineos, era una enorme marea de soldados, con técnicas de guerra superiores a las utilizadas en Castilla, bien armados y protegidos. Su presencia era temible, porque, aunque Pere IV había acordado con sus jefes que no dañaran Aragón, ellos al encontrarse en un país extranjero comenzaron a depredar, incendiar y matar. Entraron en Barbastro a saco, matando a cuantos encontraron, y prendiendo fuego a la iglesia donde se habían refugiado muchos de sus vecinos. Este era sólo un ejemplo de lo que harían siempre que no estuvieran en una batalla concreta.
Enrique se puso al frente de ellos para pasar a Castilla, lo hicieron por Alfaro y Calahorra, donde iba a ser reconocido como rey, a instancias de Bertran Du Guesclin y de Hugo de Calveley. Pero ese “donde” no era una aclamación popular en la villa de Calahorra, sino algo irregular, según la primitiva redacción de la crónica fue un acto muy reducido con los capitanes extranjeros y los nobles que le acompañaban, pues “(…) E luego alli cerca de la cibdat en una heredat camino de Alfaro en una tienda le nombraron Rey: é con un Real pendon fué Don Tello per esas piezas faz á un otero que está ante la villa, do dicen la Varguilla é la huerta, llamando, Castilla por el Rey (…).” (2) Es decir que le aclamaron unos capitanes extranjeros a sueldo y sus nobles en una tienda de acampada cerca de la villa. Y su hermano Tello anduvo por los alrededores del campamento en medio del campo, dando las voces de aclamación que se solían hacer en ciudades de Castilla cuando se proclamaba nuevo rey, en este caso era una parodia.
Después la invasión se dirigió hacia Burgos y acamparon en Briviesca. Según la crónica, el rey Pedro estaba en la ciudad, y decidió irse, ¿por qué? siguiendo al cronista, porque sabía que Enrique iba a marchar sobre Sevilla, donde tenía a sus hijos y su tesoro. De camino hacia el sur paró en Toledo, y fue entonces, como ya vimos, cuando tuvo relaciones con Teresa de Ayala, probablemente fue sólo en esos días que posó en la ciudad y la joven no le acompañó a Sevilla, el caso es que se quedaría embarazada y tendría una hija a la que llamaría María. Tal vez fue porque Teresa tuviera ese nombre en su familia, pero coincidía con el de la reina, la madre de Pedro I, y por lo tanto abuela de la niña.
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Iglesia de Santa María la Real y Antigua, s. XI-XIV, y crucero, Gamonal, Burgos, entrada del Camino de Santiago en la ciudad,
Por BurgosBus - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9396391 |
Mientras tanto, Enrique y su gente se habían presentado en Burgos, y los nobles y caballeros de la ciudad lo acogieron como rey, porque Pedro les había levantado el pleito homenaje como su rey y señor, y eran libres de recibirlo así. Se estaba deshaciendo la estructura de poder de Pedro I. Al simulacro de aclamación de Enrique como rey en el campamento cerca de Calahorra, le seguiría ahora su coronación como tal (aunque con un carácter espurio, ya que existía un rey legítimo), en el monasterio de las Huelgas. López de Ayala, en su crónica, comenzará a titularlo como rey por razones obvias, ya que estaba a su servicio y está escribiendo para la nueva rama de la dinastía. Yo no voy a hacerlo así, porque tanto su autoproclamación en Calahorra, como ahora su coronación, se realizaron de manera anómala. Empezaré a llamarle rey, cuando sea como monarca por la fuerza, porque haya asesinado a Pedro I.
Al acto asistió el obispo de Burgos que le apoyaba, y a quien Enrique hará varias donaciones por los servicios que le prestará, entre ellos por coronarlo. No hay información de cómo fue la ceremonia, Enrique habría mandado hacer una corona que para él tenía un gran significado, pero desconocemos su aspecto. En los escritos de cancillería ya se nombraba rey, y seguía con la campaña de desprestigio de su hermanastro. Como su presunto apoyo al enriquecimiento de moros y judíos y la prevalencia de su religión sobre la fe católica de Castilla. Este razonamiento de Enrique repetido una y otra vez, además de las matanzas permitidas en Nájera, Miranda de Ebro y Toledo y las fuertes imposiciones sobre los judíos de Burgos y Toledo, prenderán la llama de un creciente odio y persecución contra ellos, y se volverá contra él cuando sea rey, y tenga que enfrentarse a un movimiento de repulsa y acoso de las juderías en numerosas ciudades y villas.
Estando en Burgos concedió a su hermano Sancho las villas, lugares y castillos de Martín Gil de Alburquerque el único hijo legítimo del señor de Alburquerque, que debía de haber fallecido hacía poco. También le nombraba conde del señorío, disponiendo de todo ello sin tener capacidad para esas donaciones. Isabel Téllez de Meneses, que había apoyado a los rebeldes en los movimientos contra el rey castellano en los tiempos del asedio de Toro, estaba viva, por lo que la parte de los Meneses le seguía perteneciendo y se le estaba expoliando. Ella en este momento estaba en Portugal y no podía defenderse, allí su hijo tenía posesiones, y como su testamentaria junto a María Villalobos, tía de Juan Alfonso, trataban de recuperar los bienes embargados por el rey Pedro I de Portugal, y que en parte había entregado a Alvar Pérez de Castro, hermano de su amante Inés de Castro. Su muerte debió de producirse en la década de 1370 y fue inhumada al lado de su esposo Juan Alfonso de Alburquerque y de su hijo Martín Gil de Alburquerque en la iglesia del monasterio cisterciense de Santa María de la Santa Espina, donde estaban enterrados antepasados de ambos. Hoy sólo quedan los arcosolios que albergaban sus sepulcros.
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Arcosolios de la iglesia del Monasterio de Santa Maria de la Santa Espina, s. XII-XVI, Castromonte, Valladolid, posiblemente pertenecientes a los sepulcros de Juan Alfonso de Alburquerque, su esposa, Isabel Téllez de Meneses y su hijo Martín Gil de Alburquerque,
https://www.asturnatura.com/Imagenes/lugares/2803/m10.webp |
Enrique mandó a un grupo de sus oficiales a Aragón para recoger a su esposa, sus hijos, Juan y Leonor, y la prometida de Juan, la infanta Leonor, hija del rey aragonés, para traerlos a Castilla. Todos ellos vendrían acompañados por Lope Fernández de Luna, arzobispo de Zaragoza, que estaba muy relacionado con él y su esposa, y había sido un firme apoyo para los dos, tanto en Aragón como en esta marcha de Juana a Castilla, y después en un futuro, su regreso urgente tras la batalla de Nájera. La amistad de los Luna con ellos se basaba en la que se había generado entre Alfonso XI y Leonor de Guzmán con los Albornoz de Cuenca, hijos de Teresa de Luna: Gil, arzobispo de Toledo, consejero y muy amigo del rey, y sus hermanos Fernán, y Alvar García de Albornoz. Ambos hermanos se habían unido a la causa de Enrique y le habían acompañado en sus combates. Y todos los Luna se implicarán con él y su esposa.
Antes de salir de Zaragoza, el rey aragonés organizó una jura solemne en la sacristía de la iglesia de San Francisco, hizo que Juana jurara ante el sacramento, que su marido Enrique cumpliría lo acordado de darle el reino de Murcia y numerosas ciudades y villas del entonces reino de Toledo. Asistieron como testigos los obispos de Tortosa, Gerona y Cardona, y dos nobles, uno de ellos Alvar García de Albornoz. (3) Pere IV se había dado tanta prisa en entregar a su hija la infanta Leonor, que tenía ocho años, para que Enrique le diera las tierras castellanas comprometidas, porque ya tenía noticias de su avance por el reino vecino, y él se veía dueño de un gran territorio.
Seguía prometiendo o concediendo posesiones de las que todavía no se había adueñado. Como se consideraba rey, cedió el condado de Trastámara (que él no tenía, porque Pedro I se lo había quitado hacía tiempo y se lo había concedido a Fernando de Castro que controlaba Galicia) a Bertrand Du Guesclin. Las tierras que eran de su esposa, heredadas de Juan Manuel, las entregó a Alfonso de Aragón, hijo del infante Pedro de Ribagorza, que iba en su ejército, y lo hizo marqués de Villena. También nombró conde de Vizcaya a su hermano Tello. Se apropió del tesoro real que estaba guardado en el castillo de Burgos, e hizo satisfacer a los judíos de la ciudad un impuesto extraordinario para pagar a los mercenarios que le rodeaban. Siempre los mirará con recelo y desconfianza, porque habían apoyado a Pedro y le habían sido fieles.
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Toledo, dibujo, 1563, Anton van der Wyngaerde,
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Pedro dejó Toledo después de tomar algunas medidas, enviando correos y dejando instrucciones en la ciudad. El rey castellano iba replegándose hacia el sur con algunos nobles y un ejército enviado por el rey de Granada, y era perseguido por su hermanastro que avanzaba con una enorme cantidad de guerreros e iba adueñándose de las ciudades por las que pasaba. Sevilla conocía el movimiento de aquella tropa extranjera mandada por el bastardo, era una acción que repugnaba a muchos castellanos, caballeros y ricoshombres, pero la realidad y la fuerza de sus intereses les obligaba a aceptarla. El ambiente de la ciudad no era el habitual, aunque seguía la vida diaria bulliciosa de negocios, mercaderes y actividades, había miedo a la llegada de los mercenarios, famosos por sus brutalidades. Aunque allí tenían la vieja experiencia de las incursiones moras.
Cuando Pedro entró por la puerta de Jerez, el aroma de los naranjos en flor le traería muchos buenos recuerdos unidos a aquella ciudad que él amaba tanto. El alcázar estaba dispuesto para acogerle, las obras que había mandado hacía unos años, habían acabado y podía vivir en las nuevas y hermosas estancias. Sus hijos le esperaban, eran lo mejor que le quedaba. Todo aquello era un consuelo para la desesperanza que arrastraba desde hacía días.
Estaba considerando cómo solucionar el gran problema que le planteaba aquel ejército invasor capitaneado por su hermanastro, que se llamaba rey. De haber estado en Aragón a la ofensiva obteniendo villas y fortalezas y ganando terreno, se encontraba ahora huyendo a la defensiva, perseguido por las Grandes Compañías, que pronto podrían llegar a Sevilla. Habló con sus consejeros y juntos decidieron que debía pedir ayuda a su tío Pedro de Portugal.
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Restos de la muralla junto a la torre y el Arco del Cubo, Zafra, Badajoz, la infanta Beatriz, hija de Pedro I, se aposentaría en la villa cuando iba camino de la frontera de Portugal, a encontrarse con su prometido el infante Fernando,
Por Gonzalo 11789 - Trabajo propio, CC BY 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=147925048 |
Como su hija mayor, Beatriz, tenía trece años y estaba comprometida con el infante Fernando heredero de la corona portuguesa, decidió enviarla a la corte lusa acompañada por un embajador, damas y caballeros. La joven llevaba la dote acordada, y dinero, joyas y perlas que le había dejado María de Padilla. Ese matrimonio y el tratado de amistad y apoyo mutuo, además de ser familia cercana, le aseguraban la posible salida de la guerra que tenía en su reino. La corta vida de Beatriz será triste, había perdido a su madre con unos ocho años, su padre solía estar lejos combatiendo los numerosos frentes que le acosaban, ahora sufrirá la ofensa del rey vecino, y después tendrá que huir con su padre y sus hermanas hasta acabar falleciendo probablemente en Bayona con casi dieciocho años.
Llegaron noticias de que Enrique había entrado en Toledo, así se confirmaba que a continuación vendrían a Sevilla. Pedro decidió enviar su tesoro que tenía Martín Yáñez, en una galera por el Guadalquivir al Atlántico y hacia una villa portuguesa llamada Tavira, donde él llegaría por tierra. Sus hombres más cercanos le aconsejaron partir de Sevilla a Portugal, y así lo hizo con sus hijas Constanza e Isabel, y acompañados de unos pocos ricoshombres, marcharon con todas las esperanzas puestas en su ayuda.
Notas
(1) Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro IX, cap. LXII, Ed. Canellas López, A., Ed. electrónica Iso, J. J., Coord. Yagüe, M. I. y Rivero, P., 2003, Libros en red. https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2448
(2) López de Ayala. P., Crónica de los reyes de Castilla, rey don Pedro, Tomo I, p. 401, Madrid, 1779.
(3) Zurita, Jerónimo, Op. cit., cap. LXIII.
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