La muerte de Alfons IV de Aragón, Barcelona 24 de enero 1336
La reina Leonor estuvo con su esposo casi todo el año, primero en Valencia, y luego en Barcelona, su vida iba apagándose poco a poco, aunque seguía trabajando con sus hombres de confianza y consejeros, y dando órdenes y enviando cartas y documentos. Mientras tanto, ella preparaba la seguridad y cuidado para sí y sus hijos. En los primeros días de enero trató de abastecer y tener controlados por su gente los castillos de Berdejo y Sobet, muy cerca de la frontera con Castilla para tener el resguardo de los vasallos de su hermano, o en caso necesario marcharse a tierras castellanas, (1) pero el infante Pere se adelantó y tomó esas fortalezas impidiendo aquella solución.
Antes de la muerte de Alfons, Leonor y sus hijos se fueron a Fraga, no soportaba la tensión de ver cómo se acercaba la muerte de su esposo, sentía pánico ante la inminente presencia de Pere. Este explicará en su crónica que: “E dos mesos abans quel dit senyor e rey nostre pare finas la reyna nostre madrastre dubtantse dels mals quens havia procurats, e veent que Nos deviem succehir en esser rey de Arago, e que no fos mal menada, ixques del regne, e anassen a Castella..” (2)
La acusa de “haberle procurado males” y de haberse ido a Castilla dos meses antes de la muerte de Alfons. Pero como dice Zurita “(…) la reina conocía bien la condición de su entenado (…)” y se dio mucha prisa en hacer su recorrido hasta Albarracín, “(…) para pasarse a Castilla o a los lugares de la frontera a donde pudiese estar sin temor y asentar sus cosas sin ningún peligro por el miedo que tenía de su entenado.” (3)
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Albarracín desde la plaza Mayor, De FRANCIS RAHER - P9206883.jpg, CC BY 2.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=44281051 |
Pero Leonor no se había ido a Castilla, aunque muchos autores reflejan esta información de la crónica del rey Pere IV. La reina estaba en Fraga, y de allí partió en una barca por el río Ebro hasta Tortosa, donde se le unió Pedro de Jérica con sus hombres de armas, y desde allí, por miedo a que fuera alcanzada por los del infante, ella, sus hijos y su gente, entre los que se encontraban el obispo de Burgos, García Torres de Sotoscuevas, que era su mayordomo mayor, y el deán de Valencia, atravesando la sierra se dirigieron a Albarracín más cerca de Castilla, pues era un lugar aragonés muy fuerte que tenía desde su boda, y lo había abastecido previendo esta situación.
El infante Pere estaba en Zaragoza cuando murió su padre el rey Alfons, que se encontraba acompañado por sus hermanos Pedro de Ribagorza, y Ramón Berenguer en los palacios reales de Barcelona el día 24 de enero de 1336. Se iniciaba un tiempo muy difícil para la reina Leonor y sus hijos. Según Zurita, la reina Leonor envió a su mayordomo mayor, y a su confesor, para tratar de encauzar la relación con Pere y no seguir temiendo sus acciones contra ella y sus hijos. Cuando le vieron le aseguraron que el propósito de la reina era hacer todo lo que fuera necesario en servicio de Dios y honra suya, del rey, y bien de su tierra, y que lo comprobaría por sus obras. Pere le respondió que se alegraba de aquel mensaje. Él, decía, tenía el mismo objetivo y deseo de hacer lo que fuera servicio de Dios y bien de sus reinos y honra de la reina, y la tendría como madre, y al infante Fernando como hermano, y así que ella cumpliese de obra como le prometía. (4)
Sin embargo, ya veremos cómo Pere dirá, escribirá o se comprometerá en varias ocasiones con diferentes interlocutores y lo hará para ganar tiempo, mintiendo e incumpliendo su palabra. En este momento, ya había actuado previamente para que los lugares y villas que su padre había dado a Fernando, volvieran a la corona. A los alcaides y caballeros de Valencia, donde se encontraban la mayor parte de las donaciones, les comunicó que si se levantaban contra la reina y su hijo Fernando, él les enviaría un ejército para apoyarles en su contra. También había ordenado a sus hombres que cuando la encontraran la detuvieran.
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Vespertina quies, (Quietud crepuscular), óleo sobre lienzo, 1893, modelo Elizabeth Keene, Edward C. Burne-Jones, Tate Britain,
-MQGgu1wyiUQP4A — Google Arts & Culture Tate Images (http://www.tate-images.com/results.asp?image=N05176&wwwflag=3&imagepos=1), Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=13414228 |
Ella continuaba en Albarracín, aunque hay autores que la ubican en Castilla, y la prueba es que en mayo de 1336 estaba viviendo allí y emite una carta para la ciudad de Orihuela que pertenecía a su hijo, y ella tenía que resolver sus asuntos como tutora, y manda la elección de dos asesores del justicia y dictamina el salario que deben cobrar. (5)
Como el noble Pedro de Jérica apoyaba a la reina y la había acompañado con su gente de armas hasta Albarracín, el rey aragonés le quitó rentas y tenencias que tenía por él. El señor de Jérica se preparó para la guerra con Pere, abasteciendo su castillo y los que tenía en el reino. No tardó mucho en ser cercado por el infante Jaime, hermano del rey, y sus mesnadas. La reina Leonor pidió ayuda para él a su hermano Alfonso XI, que como se encontraba en la cerca de Lerma con su ejército, no podía auxiliarle personalmente, pero le envió a caballeros castellanos cercanos a la zona.
Previamente a la coronación, Blanca, la priora del monasterio de Sigena, mantuvo bastante correspondencia con su sobrino, le pedía su protección para el monasterio como habían hecho su padre Jaime II y su hermano Alfons IV, así que ahora le correspondía a él. También le aseguró que ella y María irían a la celebración, y se comprometió a darle una cantidad sobre las rentas del monasterio para la ceremonia. El rey Pere lo celebró el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección en Zaragona. Salió del palacio de la Aljafería y fue a la seo de San Salvador, donde veló toda la noche. Al día siguiente, revestido con lujosos ropajes, asistió a la misa oficiada por el obispo Pedro de Luna, y se coronó. Después juró los fueros y privilegios del reino y regresó a la Aljafería fastuosamente. En su reinado se ocupará especialmente de este palacio fortaleza restaurándolo y embelleciéndolo.
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Ábside y muro de la parroquieta de la seo del Salvador, Zaragoza, foto: Juan Carlos Gil Ballano,
https://patrimonioculturaldearagon.es/patrimonio/seo-de-san-salvador/ |
Además de sus tíos Pedro de Ribagorza y Ramón Berenguer, vinieron sus tías Blanca y María desde el convento de Sigena, los cuatro hermanos estaban muy contentos de verse tras años sin encontrarse, y asistieron a los banquetes y fiestas. Las hermanas estaban felices lejos de Los Monegros y del frío cenobio, en sus mentes ya fraguaban la posibilidad de marcharse a un monasterio ubicado en la dulce Valencia, que las dos echaban de menos.
Portugal y Castilla hacia 1335: La correspondencia de Alfonso XI
Las negociaciones entre Juan Manuel y el rey de Portugal, iniciadas por intermedio del prior de la Orden de San Juan en 1331, habían ido madurando. Después, el monarca había enviado embajadores al magnate castellano para negociar los términos del acuerdo de matrimonio entre su hijo el infante Pedro y Constanza Manuel. Incluso las Cortes del reino vecino habían aprobado en Santarem el proyecto de casamiento de ambos. Alfonso IV, tras haber comunicado a su yerno y sobrino el repudio de Blanca de Castilla, le envió a dos embajadores para decirle la intención de casar a Pedro con la hija de Juan Manuel.
El rey castellano le respondió una carta que según la traducción realizada por Rui de Pina, autor de la crónica del rey portugués, era contradictoria. Le decía que no aprobaba el casamiento, aunque reconocía que en esa materia hay diversos gustos, “(…) porque era hermosa y de gran linaje, de buenas costumbres y merece ser reina (…).” (6) Le aconsejaba que esperara para que Juan Manuel le rogara, y entonces el rey podría negociar mejores y más ventajosas condiciones para la boda de su hijo. Añade que no crea que a él le pesa ver casado a su hijo con ella y que tengan hijos. Y acaba diciendo que el casamiento le alegra porque el rey portugués lo aprueba. (7)
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Mariana, óleo sobre tabla, 1851, John Everett Millais, Tate Britain,
- Google Arts & Culture — 6wGvnPEiyH8RFA Also available at http://www.tate-images.com/results.asp image= T07553&wwwflag=3&imagepos=41., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=13455182
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Aunque las crónicas de los reyes son siempre interesadas, y tratan de mostrarnos al monarca del que escriben como un ejemplo de cualidades, nos son muy útiles para ver los hechos del reinado, acercarnos a la época y a sus protagonistas, si las contrastamos con otras fuentes. Además en el caso de Rui de Pina, tuvo acceso a una gran cantidad de documentos, porque fue guarda mayor del Archivo da Torre do Tombo de Lisboa que, creado en 1378, contenía la documentación de la cancillería portuguesa. Nombrado también cronista mayor por el rey Joao II, escribió la crónica de Alfonso IV, entre otros reyes, en el primer cuarto del siglo XV. Conocía bien la lengua castellana pues, como diplomático, intervino en negociaciones con la corona de Castilla y Aragón, por lo que podía traducir fácilmente las misivas del rey castellano, de Constanza y de Juan Manuel.
Llama la atención la originalidad de la crónica, ya que incluye numerosa correspondencia, aunque no da fechas ni lugares donde ha sido escrita. En sus capítulos es notoria la presencia del rey castellano con sus cartas motivadas por la boda de Constanza, bastante desconocidas en España, y sus acciones, pero esta abundante presencia es inevitable por muchas razones: es el rey del país vecino, con el que hay numerosos temas en común, fricciones y enfrentamientos; los reyes de ambos países son familiares muy cercanos; el castellano está casado con una hija de los reyes portugueses, y sin embargo tiene una concubina que ocupa el lugar de su esposa legítima, con el consiguiente escándalo; y para complicar más la situación, Alfonso XI no deja a Constanza, hija de Juan Manuel, que cruce su reino para ir a casarse con el heredero de aquel país.
Rui de Pina, que escribe para la corona portuguesa, ofrece una imagen honesta, coherente y estimable del rey Alfonso IV, frente a la del castellano que aparece como falso, astuto y disimulado, porque las cartas que publica el cronista muestran una actitud contradictoria y doble, por eso en alguna ocasión, su suegro y tío le contesta airadamente y con fuertes palabras. Dejando a un lado los adjetivos, comentarios y opiniones del cronista, creemos que las misivas deben de ser auténticas, porque sería muy grave que fuesen apócrifas y fueran utilizadas por el guarda mayor del Archivo da Torre do Tombo, además son coherentes con la conducta del monarca castellano.
La documentación de la cancillería castellana de los siglos XIII y XIV es incompleta y no está centralizada. La encontramos en los lugares a donde ha sido dirigida en vez de en un archivo central, como es el caso del Archivo de la Corona de Aragón o en el de la Torre do Tombo portugués. Hay numerosos diplomas, cartas, albalaes y otros escritos en los archivos de ayuntamientos, catedrales, monasterios, casas nobles, etc. Aunque también se encuentran algunos en el Archivo Histórico Nacional, en la Biblioteca Nacional y en la colección Salazar y Castro de la Real Academia de la Historia.
El archivo personal de Juan Manuel es inexistente como tal, encontramos sus documentos enviados a los antiguos concejos, en los ayuntamientos de sus grandes territorios; las cartas enviadas y recibidas de los reyes de Aragón, en el Archivo de la Corona de Aragón; y en el Archivo da Torre do Tombo en Portugal, dado que su hija casó con el infante portugués. El noble había tenido cancillería propia y escribanos a su servicio, por lo que guardaría copias de su correspondencia, y de la que recibía él. Según nos explica Aurelio Pretel, (8) una vez muerto el noble, su hijo y heredero Fernando Manuel se hizo cargo de sus posesiones y se encontraba al lado de Alfonso XI en el sitio de Algeciras cuando el rey falleció. Mantuvo una postura confusa en esos momentos, y al llegar al poder Pedro I, Fernando Manuel se marcha a sus tierras. Su final, poco después, está muy oscuro, así como los tiempos siguientes que se mantienen totalmente opacos. Hay grandes dudas sobre su muerte y las vicisitudes de su patrimonio.
Por eso las cartas que Rui de Pina cita en su crónica, tanto del rey Alfonso XI al rey portugués o incluso a Constanza y al noble castellano, que este se encargó de enviar en copias a Portugal, como de Juan Manuel y de su hija, son tan poco conocidas aquí. Pero son útiles para acercarnos a la situación creada entre los diferentes personajes.
A principios de 1335 el rey portugués encomendó al maestre de la Orden de Avís de embajador para pedir a Juan Manuel a Constanza para casarse con el infante Pedro, y firmaron el contrato de matrimonio. El magnate se comprometía a dar a su hija 300.000 doblas de oro y la acompañaría a casarse en Portugal con un séquito como correspondía a una dama de su linaje, además todos los gastos del viaje correrían a su cargo. En el texto del acuerdo se estipulaban otros pormenores.
Alfonso XI mantiene una doble actitud ante el casamiento de Constanza con el infante Pedro, además de castigar al padre a través de la hija, parece que le molestaba saber que la que fue su desposada fuera reina de Portugal y diera hijos al heredero de la corona. En sus cartas al rey Alfonso IV y a Juan Manuel por este motivo, maneja el mismo juego que solía jugar el noble. Al rey le dice que la dote que ofrece el padre de la novia es poca, dado que Juan Manuel es el hombre más rico de Castilla le puede requerir más. Al magnate castellano le escribe diciéndole que la dote que va a dar es demasiada, como si la naturaleza no hubiera dotado ya suficientemente a Constanza en calidad, hermosura y prendas, y si el rey portugués le pedía más cuantía que se excusase. Todo un enredo incomprensible y mezquino para un rey que se había coronado con gran magnificencia y que marchaba el primero valientemente a la frontera contra los enemigos.
Notas
(1) Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro VII, cap. XXVI, Ed. Canellas López, A., Ed. electrónica Iso, J. J., Coord. Yagüe, M. I. y Rivero, P., 2003, Libros en red. https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2448
(2) Crónica del rey d’Aragó En Pere IV lo Ceremoniós, ó del Punyalet, cap. 48, p. 50, edición y prólogo de Josep Coroleu, Barcelona, 1885.
(3) Zurita, Jerónimo, Op. cit., Libro VII, cap. XXVII.
(4) Ibidem, cap. XXVII.
(5) Privilegia per serenissimos reges civitate Oriole concessa, folios 94r a 95r, AHN, Codices,L.1368.
(6) de Pina, Rui, Chronica de ElRey dom Afonso o quarto, cap. X, p. 38, Edicôes Biblon, Lisboa, 1936. (Traducción propia).
(7) Ibidem.
(8) Pretel Marín, A. y Rodríguez Llopis, M., El señorio de Villena en el siglo XIV, pp. 127, 128 y 129. Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”, Diputación Provincial de Albacete, Serie 1, Estudios, n.º 104, Albacete, 1998. Biblioteca Digital de Albacete “Tomás Navarro Tomás”.
Una carta sorprendente y ofensiva
En el inicio de julio, Alfonso IV había convocado Cortes en Coímbra, allí recibió una comunicación de su futuro consuegro, le enviaba copia de la carta que el rey le había mandado sobre la dote de su hija, y la que había escrito muy secretamente a Constanza.
Era una misiva sorprendente llena de arrepentimiento y dulces palabras, que Rui de Pina resumía así: El joven rey había sido influido por malos consejeros que no sentían sus profundos deseos ni los verdaderos padecimientos de su alma, y le habían desviado de su propósito de casarse con ella. Era la decisión que más dolor y arrepentimiento le había dado. Ahora, que no quisiera ser de otro, ya que había sido suya (desposada) por lo que le prometía que por todos los caminos posibles, aunque parecieran contra razón y derecho, se separaría de la que estaba casado contra su voluntad, y la tomaría a ella por mujer. Le decía que esto no era tan difícil ni tan grave como parecía y que no dudase de hacerlo, porque ya fuera con su voluntad o por la fuerza la tendría. (1)
Si la carta es auténtica y fue escrita por el rey Alfonso XI de Castilla y de León, no es raro que sorprendiera y disgustara mucho a Constanza, como dice el cronista. No obstante hay ciertas afirmaciones que podían reflejar sentimientos del rey, pasados y adolescentes. Se casó inducido por sus consejeros, cuando él tenía catorce años, es posible que una vez desposado con Constanza, esta le gustara y deseara que fuera su esposa. Nuevamente aconsejado por aquellos, cuando él tenía dieciséis años, deshizo el matrimonio, y la repudió para casarse con la infanta portuguesa, porque era una oferta ventajosa para Castilla.
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Grabado de Valladolid, 1572, de la obra Civitates Orbis Terrarum, Georg Braun y Frans Hogenberg,
Band 1, 1572 (Ausgabe Beschreibung vnd Contrafactur der vornembster Stät der Welt, Köln 1582; [VD16-B7188)Universitätsbibliothek Heidelberghttp://diglit.ub.uni-heidelberg.de/diglit/braun1582bd1, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=9833156 |
Antonio Ballesteros en su trabajo sobre Leonor de Guzmán se refiere a Constanza Manuel y su matrimonio con el rey castellano, y hace una alusión poco explícita de esta correspondencia: “Parece ser que Alfonso experimentó amor por aquel bien que para siempre le escapaba, y así la leyenda habla de cartas fidedignas no examinadas aún por la severa crítica.” (2)
El rey portugués fue quien provocó la situación, sabiendo que Alfonso XI estaba ya desposado con la hija de Juan Manuel, e incitó a que la repudiara para que se casara con su hija, a pesar de eso y de ser primos hermanos por parte de padre y madre. De todas formas, en aquella época el repudio de una desposada con la que no se ha consumado el matrimonio era frecuente. Pero la carta de Alfonso incluye también unas proposiciones que son falsas y que buscan crear confusión en la joven. Aunque el rey diga que está casado con María contra su voluntad y que está dispuesto a dejarla para irse con la hija de Juan Manuel, es una afirmación increíble. Dado que no lo ha hecho hasta ahora por Leonor de Guzmán, a la que está muy unido, menos lo va a hacer por Constanza. Y precisamente, por esa estrecha relación con su concubina, está claro que no va a unirse a Constanza. Al utilizar estos argumentos, Alfonso parece considerar que es muy crédula y permanecerá rendida y seducida por él, o simplemente trata de molestarla.
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Restos del castillo de san Jorge, Lisboa, rodeado de árboles. En el siglo XIV contenía el palacio real, donde se aposentaban los reyes de Portugal cuando paraban en la ciudad,
De Diego Delso, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=21822603 |
Constanza Manuel se sentiría muy ofendida con aquellas palabras, y mostraría la carta a su padre, que se puso furioso, el rey era osado, falso, incluso malvado, por tratar de engañar y manipular a su hija. Si ya tenía aversión por las acciones del monarca, la carta colmó su paciencia, y le dijo a Constanza que escribiera una respuesta adecuada a aquellas ofensas, él estaría a su lado para ayudarla en la redacción.
Todavía en enero de 1335 habían llegado procuradores del reino de Murcia a recibir como señor natural al infante Pedro y le habían hecho pleito y homenaje en los palacios del obispo en Burgos, donde estaba la reina, como ya lo habían cumplido “(…) los otros personeros de las çibdades et villas et logares de nuestro sennorio.” (3) les dirá el rey Alfonso en un albalá desde Valladolid, donde permanecerá buena parte del año. También firmó el privilegio confirmando una carta que había dado la reina a Sancha Yáñez, que era su ama y había venido con ella cuando se casó. Ahora le había hecho merced de las casas de Monte Pobre, las viñas de Cillero de Toro y sus huertas. (4)
La presencia de Leonor había ido ocupando todo el espacio alrededor del rey, hasta absorberlo casi por completo. Esa ocupación había relegado a María en la vida de Alfonso, que no se preocupaba por mantener un equilibrio entre las dos mujeres, por lo demás muy difícil de sostener. María era la reina y, aunque se diga que la concubina ejercía de reina, es una afirmación que hay que matizar. Leonor mandaba extender documentos y privilegios, pero lógicamente eran para sus posesiones, que luego el rey tenía que favorecer con órdenes que ella no podía dar.
Si quería repoblar un lugar que tenía escasez de vecinos, era él quien le concedía privilegios fiscales, o creaba una feria para atraer gente y vida económica. Si estaba presente en reuniones de consejo, actuaba más como un valido que como una reina. Cuando le acompañaba en alguna marcha a la frontera, era más fácil que lo hiciera ella, como amante del rey, que la reina, porque la tradición castellana era que esta se quedara como regente de los reinos y que también permaneciera a salvo el heredero.
La reina María seguía realizando con gran dignidad las tareas institucionales que eran de su incumbencia, a pesar de estar relegada en la vida matrimonial del rey. No existe ningún comentario por parte de cronista o de personajes de la época que afirme que la reina hiciera escenas de celos o que realizara maquinaciones con sus adeptos. Siguió una conducta equilibrada y formal. Algunos autores achacan el desapego del rey, a que ella era adusta y distante, sin embargo no hay indicios ni pruebas de que María fuera así. Simplemente Leonor de Guzmán tenía el control sexual y el corazón del rey, era muy absorbente, y Alfonso se dejaba absorber.
De la reina, también se escribe que estaba acompañada de su hijo al que inculcaba odio y rabia contra la concubina y sus hijos, sin embargo se la encuentra resolviendo gestiones en diferentes lugares de Castilla y no está viviendo con Pedro, este convive con otros niños de su edad, con su ama y sus preceptores.
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Juegos de niños, óleo sobre tabla, 1560, Pieter Brueghel el Viejo, Museo de Historia del Arte, Viena,
- Google Arts & Culture — CQEeZWQPOI2Yjg, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=22003495 |
En aquella época, entre los reyes y grandes nobles, los niños no habitaban mucho con sus padres, era bastante frecuente que se criaran con sus ayos o amos, con sus preceptores y servicio, más que con sus progenitores. A menudo los hijos del rey compartían la niñez con los de ricoshombres que se los habían encomendado para que crecieran juntos. El infante Pedro, no fue una excepción y vivió, entre otros niños, con Fernando, quinto hijo de Leonor, con el que sólo se llevaba unos meses, y, probablemente con Juana Alfonso, la única hija de Leonor de Guzmán, que también se crio en la corte.
En mayo, María se encuentra en su villa de Talavera, porque como ya vimos le concedía que no se les aplicaran pechos sin que hubiera su comunicación expresa. Mientras tanto, en la corte de Portugal corrían rumores sobre su situación en Castilla. El propio rey dirá en las cortes de Santarem de 1334 que Alfonso quiere repudiarla, y que la acusa de estar física y mentalmente enferma. (5) Lo que nos parece poco probable, más bien una fabulación.
Alfonso IV había ido acumulando ira y enfado contra su yerno y sobrino por los desaires y el trato vejatorio que daba a la reina de Castilla. Incluso en la crónica, Rui de Pina llega a especificar que se le habían quitado los oficiales y consejeros que tenía a su servicio. En la crónica de Sánchez de Valladolid no hay información de esa medida, claro que pudo haberlo silenciado, pero tampoco la afilada pluma de Juan Manuel utiliza ese argumento en sus cartas, ya fuera al rey aragonés o al portugués, y que le habría sido muy útil en sus críticas a Alfonso. Cuando este planeó su coronación, la reina María ya estaba encinta de su primer hijo, y en Lisboa se decía que si no lo hubiera estado, el rey tenía intención de repudiarla y tomar por mujer y coronar a Leonor de Guzmán.
A todo aquel murmullo continuo de malas noticias verdaderas o falsas, que había enrarecido el ambiente, se añadió la postura negativa del rey castellano frente a la boda del infante Pedro y Constanza Manuel, y no dejar que esta atravesara su reino para realizar el matrimonio. No es de extrañar que llegara un momento en que el rey portugués estallara de furia y organizara un ataque al reino vecino en 1336, pero no saldría bien parado. Ya se lo había advertido en una carta el obispo de Silves, Álvaro Pelayo.
La respuesta de Constanza Manuel
Lo que escribió Constanza en su carta al monarca de Castilla era la réplica apropiada y perfecta para lo que decía Alfonso. En sus palabras había profundos sentimientos de tristeza, soledad y abandono ya lejanos, de cuando niña había sido desposada, reina, repudiada y encerrada en un alcázar. Ahora le comunicaba equilibrio, mesura y conciencia de su propia capacidad para poner en su sitio a todo un rey, y enfrentarlo a sus actos pasados y presentes, ya que eran sus hechos y no sus palabras los que importaban.
Le recuerda todo el daño que le hizo siendo ella una niña, recuerdos infantiles que quedan para toda la vida. Agravios y desdenes que no sólo se burlaban de ella, de cuya inocencia no tuvo piedad, sino de sus padres. Debería tener vergüenza porque en lo que más se escarnecían es de la honra y fama del propio rey, de Dios y de la Iglesia. De la misiva de Alfonso deduce que no desea para ella la bienaventuranza de unirse a otro príncipe. Le dice que no se puede presumir de alguien que sea bueno, habiendo sido malo, hasta que sus obras y fama demuestren lo contrario. Constanza, al ver sus cartas engañosas, frente a su voluntad real, no cree en lo que dice sino en lo que ve que hace, con el mal trato que da a la reina María por los amores con Leonor de Guzmán.
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Un torneo, miniatura, f. 49v manuscrito, s. XV, Histoire d'Olivier de Castille et d'Artus d'Algarbe, Philipe Camus, http://archivesetmanuscrits.bnf.fr/ark:/12148/cc43760d |
Sobre esta, dice que el rey la conoció en las fiestas (justas y torneos) de León (la crónica castellana no habla de esta celebración) y que la dama ya había tenido relaciones con Martín de Lara el bastardo (personaje del que no hemos encontrado más información en Castilla, aunque aparece en otro capítulo de la crónica de Rui de Pina, según la cual habría estado presente en un torneo realizado por Alfonso en Valladolid en 1335, pero la crónica castellana aunque cita la competición, no da nombres de los participantes), por lo que su madre se quejaba de ella. Y con Fernán González de Ayala (Fernán Pérez de Ayala, que había vivido en la corte castellana, fue paje de la infanta Leonor, y que en 1349 comprará varios valles de Vizcaya a Leonor de Guzmán, porque se conocían y trataban.) Le acusa de haber jurado el compromiso como esposo con la reina como a ella misma, así que son dos a las que ha engañado, pero sufre más María un padecimiento que no se merece, y que Dios hará justicia y venganza de sus acciones contra las dos. (6)
Tal vez, presentar a Leonor de Guzmán como “respetable viuda” por parte del cronista de Alfonso XI, trataba de ocultar un pasado amoroso agitado que hasta su madre veía mal. Constanza Manuel sabría estos hechos por Juan Manuel, que se había relacionado durante tiempo con el padre de Fernán Pérez de Ayala, pues había sido su lugarteniente en el adelantamiento de Murcia, entre otros cargos. El siguiente cronista de Pedro I y posteriores reyes, Pedro López de Ayala, era hijo de ese Fernán, por lo que tampoco le interesaba airear esa antigua relación de su padre con la concubina.
Juan Manuel se apresuró a enviar al rey portugués copias de las cartas de Alfonso XI que habían recibido él y su hija. Alfonso IV determinó efectuar el casamiento de los jóvenes por procuradores de ambas partes, para hacer más firme el contrato de matrimonio y demostrar al rey castellano que no podría impedir que se llevara a cabo. En febrero de 1336 se realizó el casamiento por procuración en el monasterio de San Francisco de Évora y asistieron los reyes de Portugal. Juan Manuel dio poderes a dos representantes para ir a confirmar el acuerdo de casamiento de su hija. (7)
En Estremoz, cerca de la frontera con Castilla, se celebró la formalización del casamiento del príncipe Pedro y se estableció como límite, la fecha de San Juan próximo en que Constanza Manuel tendría que ser enviada a Portugal. Por su parte el infante Pedro y el rey Alfonso IV enviaron sus procuradores al castillo de Garcimuñoz para realizar las mismas formalidades.
Antes de San Juan era tiempo de que Constanza fuera a Portugal a casarse. A Alfonso le disgustaba aquella boda, la propia crónica castellana lo reconoce: “Et como quier que al Rey non le ploguiese de aquel casamiento, (…).” (8) no deseaba que se celebrase y mantenía una postura contradictoria, por un lado había felicitado al rey portugués, y por otro iba a entorpecer el desplazamiento de Constanza a través de Castilla. A su contrariedad por la boda se unía la continua postura levantisca y guerrera del padre, que no tenía un momento de sosiego con el monarca. Además dudaba de que su prima Blanca sufriera impedimento para ser reina, y le molestaba que la hubieran repudiado. En parte porque la herencia de Blanca había sido intercambiada por el portugués en los acuerdos de los dos matrimonios y convertida en la dote de María. Pero cuando Blanca salió de Portugal, el rey Alfonso IV fue cumplidor y le dio dos cuentos y docientos mil maravedís, (9) con los que pudo comprar a su primo las villas de Briviesca, Pancorvo, y las salinas de Añana, algún tiempo después de llegar a Las Huelgas. Ahora él estaba utilizando parte de aquella herencia en dotar a sus hijos bastardos. Castilla tenía una deuda con la hija del infante Pedro de Castilla, tío del rey, que tanto había luchado por él en las tutorías.
Notas
(1) de Pina, Rui, Chronica de ElRey dom Afonso o quarto, cap. XVII, pp. 53 y 54, Edicôes Biblon, Lisboa, 1936.
(2) Ballesteros Beretta, A., Doña Leonor de Guzmán, p. 69, La España Moderna, 4/1908. https://prensahistorica.mcu.es
(3) Colección de documentos para la historia de Murcia, VI, documentos de Alfonso XI, Estudio, edición e índices, doc. CCLXXIX, Veas Arteseros, F. A., Murcia 1996, CSIC.
(4) García Fernández, M., Regesto documental andaluz de Alfonso XI (1312-1350) doc. 255. Historia. Instituciones. Documentos, 15. https://idus.us.es/handle/11441/12502
(5) de C. R. de Souza, José Antônio, Don Álvaro Pelayo O. Min y don Alfonso IV de Portugal, y las relaciones de poder, p. 57, Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 2003, 20. https://revistas.ucm.es/index.php/ASHF/issue/view/331
(6) de Pina, Rui, Op. cit., pp. 55 a 58.
(7) Vizconde de Santarem, Quadro elementar das relaçôes politicas y diplomaticas de Portugal, pp 164 y 165. París, 1842.
(8) Crónica del rey D. Alfonso el onceno, 1ª parte, cap. CXLIII, p. 274, edición F. Cerdá y Rico, Madrid.
(9) de Pina, Rui, Op. cit., cap. IV, p. 16.
Guerra entre Portugal y Castilla
En febrero de 1336 estando en Segovia con la corte, la reina María escribió una carta al monasterio de Sahagún y le comunicaba que deja frutos, rentas, esquilmos y derechos sobre el priorato de Villanueva de San Mancio que pertenecían al cenobio, que había estado en manos de Alvar Núñez de Osorio en otro tiempo, y que el rey Alfonso le había dado a ella. Pero María considera “(…) que seria mejor para servicio de Dios y salvación de su alma, no retener lo que pertenecía a las iglesias, y por hacer favor al abad de Sahagún, don Diego, dimite sus derechos y le hace entrega de cuanto le pertenecía en el priorato.” (1)
Probablemente, Alfonso estaba acompañado de Leonor de Guzmán, habitarían en el alcázar y allí recibió malas noticias de su hermana Leonor, que le comunicaba que su esposo había fallecido el 24 de enero y ella se encontraba en Fraga, y se encaminaría a Albarracín, un poco más cerca de la frontera castellana. Alfonso sintió profundamente la muerte del rey al que apreciaba, y por su hermana que se quedaba sin su apoyo y en una situación de inseguridad por la conducta de su hijastro. Los dos reyes llamados Alfonso, eran amigos y habían mantenido una buena relación.
El castellano tenía casi todas las tierras levantadas: en el norte y buena parte de Castilla Vieja, Núñez de Lara robaba y las asolaba, por su parte Juan Manuel hacía lo mismo por las zonas cercanas a sus territorios. Además el rey de Portugal, muy enfadado con su sobrino y yerno, amenazaba con invadir las zonas fronteras de Badajoz. Había dos motivos en su contra: Alfonso XI relegaba a su esposa María, y se dedicaba a su amante; y ahora, no dejaba que la prometida de su hijo cruzara Castilla para ir a Portugal. Le escribió una carta muy dura, y se preparó para combatirle. Se puso de acuerdo con Juan Manuel y con Juan Núñez de Lara, así como Pedro Fernández de Castro y Juan Alfonso de Alburquerque para que le apoyaran en la guerra contra el rey de Castilla.
Ya en Valladolid y conocedor de los acuerdos entre los ricoshombres y el rey portugués, comenzó a tomar decisiones. Consiguió atraerse a Pedro Fernández de Castro mediante varios dones y compromisos. Y este, a su vez, le prometió que se ganaría la voluntad de Juan Alfonso de Alburquerque. Sorprende con qué facilidad estos dos grandes nobles cambian de parecer, rompen el acuerdo con el rey portugués y se vienen al lado del castellano. Tanto Fernández de Castro como Alburquerque tenían profundas raíces portuguesas y castellanas, debían muchos favores a ambos monarcas y habían estado al servicio de los dos. Ellos entre sí también tenían una buena relación, lazos que los unían en Portugal, y la madre de Alburquerque había criado en el castillo de su señorío a la hija ilegítima de Fernández de Castro, Inés de Castro, a la que luego el primero llevará en el séquito de Constanza Manuel a su boda en Lisboa.
Alfonso llamó a los maestres de Calatrava y Santiago y les ordenó que, con sus caballeros, tuviesen controlada toda la comarca de Garcimuñoz y de Alarcón, para impedir que Juan Manuel llevase a su hija a Portugal y que el noble pudiera salir a hacerle guerra. (2)
Poco tiempo después escribía una carta en la que decía: “(…) porque vos Don Vasco Rodriguez por essa misma gracia Maestre de la Orden de Cavalleria de Santiago, Amo è Mayordomo Mayor del Infante Don Pedro mio fijo primero heredero, por nuestro ruego è por nuestro mandado dades à Don Anrique mio fijo los vuestros Castiellos de Gozon è de Sobrescovio, que vos è vuestra Orden avedes en Asturias, los quales tenia de vos è de vuestra Orden Don Rodrigalvarez, que los tenga de vos, è de vuestra Orden el dicho Don Anrique mio fijo para en todos los dias de su vida con todos los Lugares poblados è por poblar, è con todos los terminos, è derechos que les pertenecen è pertenecer deben, (…).” (3)
El ricohombre de Asturias, que era ayo de Enrique, debía de haber muerto el año anterior ya muy anciano, y como lo había prohijado y le había dejado sus señoríos de Noreña, Cabrera y Ribera, en aquellas tierras, Alfonso interviene y le dice al maestre, que era su amigo, que por su ruego y por “su mandado” él y la Orden de Santiago le donen a su hijo esos castillos. Con ellos sumados a lo que había heredado de Rodrigálvarez, aquel niño de dos años tenía un gran patrimonio en las tierras del norte. Cuando haya muerto su padre, y siendo un adolescente, esas posesiones serán muy importantes para él, pues le servirán de refugio y apoyo fundamental contra su medio hermano Pedro.
Mientras tanto Alfonso había preparado un firme cerco en Lerma, donde se encontraba Juan Núñez de Lara, con su esposa María Díaz de Haro, y comenzó un sitio que duraría más de seis meses, porque el de Lara la había abastecido y fortalecido muy bien. Entonces vinieron mensajeros del rey de Portugal para decirle que el de Lara era su vasallo, así que le pedía que lo descercara, y si no, que le haría guerra, a lo que Alfonso le respondió que lo tenía cercado porque le había hecho grandes daños en la tierra, y que si el portugués le ayudaba, haría mal, pues rompería los acuerdos de amistad que los dos reyes tenían. Los mensajeros de Portugal fueron a ver a la reina, que se encontraba en Burgos, le explicaron el mandado que traían de su padre y le dijeron que este desafiaba al rey castellano y a sus vasallos, y regresaron a su reino.
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Sello del rey Alfonso XI, Catálogo I de sellos españoles de la Edad Media, 1921, Juan Menéndez Pidal, AHN, lámina VI, nº 30. https://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000204822&page=1 |
La posición de María era muy incómoda, se encontraba en una enorme tensión, por un lado su “esposo y señor”, como ellas decían, con serios problemas en Castilla provocados por sus más grandes nobles, lo que le hacía estar continuamente en guerra; y ahora su padre, al que quería y respetaba, con intención de invadir el reino atacándole por la frontera, porque estaba profundamente enfadado con su sobrino y yerno. María era reina de Castilla, y aunque su marido la tuviera abandonada desde el punto de vista conyugal, ella era muy consciente de su papel institucional, que trataba de cumplir con gran decoro. Se sentía entre dos grandes fuerzas que no podía controlar, procuraba mantenerse en equilibrio y equidistante de ambos.
En esta situación le será de gran ayuda el apoyo del obispo de Astorga, Pedro Alfonso de Espiño, el eclesiástico portugués que la había acompañado en su venida a Castilla cuando se casó. El prelado tenía una postura contraria a la relación adúltera de Alfonso, era el único entre los obispos que no transigía con la situación, pues el resto o la aceptaba y adulaba a Leonor de Guzmán, o miraba para otro lado para no decir nada y no enfrentarse al rey.
Pedro Alfonso en su calidad de portugués y obispo en Astorga trató de avenir a los dos reyes e hizo de intermediario, pero no lo consiguió y tuvo que intervenir el papa. En la corte portuguesa molestaba intensamente la postura de Alfonso XI con respecto a la reina María, y el impedimento a la salida de Castilla de Constanza para casarse con el heredero de la corona. Había un sentimiento de zozobra y tristeza, porque eran dos problemas que afectaban a sus hijos. La reina Beatriz estaba muy dolida, y el rey Alfonso IV había reaccionado con furia. La relación de parentesco entre ellos era muy directa, tenían un acuerdo de amistad y apoyo, y existía un código de conducta de respeto a la reina.
La reacción del rey portugués tenía algo de visceral nacido de sus más lejanos recuerdos, la existencia de bastardos y los problemas que provocaban en la sucesión de la corona. Recordaba con desagrado el trato preferente que su padre, el rey Dionís I, dispensaba a su hermanastro también llamado Alfonso, habido en alguna dama de las varias que el rey amó. Después, siendo él ya de veintiocho años, su padre tenía intención de dejar como heredero a ese medio hermano, lo que le llevó a hacer guerra al soberano, ayudado y apoyado por varios nobles del reino descontentos con el monarca. Toda esa memoria removida le provocaba un gran rechazo a la conducta del rey castellano, porque veía lo que le podría suceder a su nieto, y de hecho le sucederá.
Alfonso IV mandó cercar Badajoz en agosto de 1336, cuando escuchó la respuesta sobre el cerco de Lerma, y leyó la carta diciéndole que Constanza Manuel podía cruzar Castilla para ir a su boda por el camino que desease. Aquella misiva era un gran sarcasmo, dado que los caballeros de Calatrava y Santiago tenían controlado y vigilado tanto Garcimuñoz como Alarcón, para no dejar salir a Juan Manuel y a su hija.
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Alcazaba de Badajoz desde el adarve, De J. Luis López. - Subida por la misma persona que tomó la fotografía., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=3837805 |
Hubo enfrentamientos cerca de Villanueva de Barcarrota con un resultado favorable a los castellanos. Mientras Alfonso XI, por desacuerdo en el servicio del maestre de Alcántara, hizo que renunciara a su cargo y exigió que no se eligiera a otro sin su opinión. En Cáceres, se reunieron los freires de Alcántara que estaban presentes, y mandó que freilasen y diesen el maestrazgo a su despensero mayor, Gonzalo Martínez de Oviedo, un noble que ejercía como tal en la corte y era hombre de gran valía, eficaz y leal en su servicio. El nuevo maestre era un noble originario de Asturias, buen guerrero, como demostró al lado del rey y cuando se quedará de responsable de sus ejércitos en la frontera en 1339. Estaba casado y tenía varios hijos, entre los que conocemos a Diego González de Oviedo, a quien cuando Pedro sea rey, rehabilitará y devolverá las posesiones de su padre, para deshacer la maquinación de Leonor de Guzmán que había sido la causante de su trágico final.
Vista la situación que estaba dándose en el enfrentamiento de los dos reinos, Juan Manuel decide desnaturarse (dejar de ser vasallo del rey). La larga carta, escrita el 30 de julio de 1336 desde el castillo de Garcimuñoz, es muy interesante, se aprecia lo bien que escribía el noble, y la de ofensas y agravios que le ha hecho el rey castellano, aunque calla sus propios daños y bullicios en las tierras reales. “Et como quiere que de ditas cosas me deva sentir como vos entendedes.” En esa frase van reflejados sus más profundos sentimientos. Y continúa diciendo que había buscado una solución pacífica, y había propuesto al rey Alfonso que si tenía alguna querella con Juan Núñez y con él, que se pondrían en manos del rey de Portugal, para que hiciera de árbitro, pero él no accedió. Recuerda los desaguisados que hace a la reina María, “(…) los quales nunca se falla que ningun Rey fiziese con tales maneras contra ninguna Reyna con quien fuese casado.” (4)
Los maestres de las Órdenes de Santiago y de Calatrava, y mil de sus caballeros, enviados por Alfonso XI, se encontraban, en las comarcas que rodeaban Garcimuñoz y Alarcón, tierras del noble. Sin embargo, había podido escapar sin ser visto por los freires que vigilaban la zona, y se había dirigido a sus casas de Peñafiel esperando que Juan Núñez de Lara escapase del cerco, y se reunirían ambos con su gente. Todos esos planes se le vinieron abajo, según iban llegando noticias del largo sitio de Lerma, cada vez más desabastecido y el señor de Lara sin poder salir de allí, y de Badajoz, que el portugués había levantado y había cruzado la frontera. De su casa le vino la nueva de que el rey se había adueñado de varios de sus castillos. Ante el peligro que se imaginó, decidió marchar muy secretamente al reino de Valencia, donde se encontraba el rey Pere IV que, según la crónica, le recibió muy bien. (5)
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Miniatura de la Cantiga 205, en la que puede verse un asedio por los caballeros de las Órdenes de Calatrava y Santiago, de las Cantigas de Santa María de Alfonso X, s. XIII, Biblioteca Nacional Central de Florencia, manuscritos, B R 20, fol. 11,
https://archive.org/details/b.-r.-20/page/n16/mode/1up?view=theater |
Aquel fue un tiempo muy revuelto para los reinos cristianos de la península: Aragón con la persecución de Pere IV a su madrastra la reina Leonor, que para mayor complicación era hermana de Alfonso XI; en Castilla, con el rey sitiando a un gran noble que llevaba tiempo guerreándole; Juan Manuel desnaturado y habitando en el reino de Valencia; Alfonso IV de Portugal muy ofendido y en pie de guerra en la frontera.
En aquel ambiente exasperado, los grandes nobles que estaban con el rey en el sitio de Lerma, sabían que los sitiados se encontraban en malas condiciones, y era fácil que el rey tomase la villa y al señor de Lara, y seguramente lo mataría, ya que él lo había provocado. Decidieron pedir a la reina, que estaba en Burgos, rogase al rey que dejara el cerco. María siempre ejercía perfectamente su papel y, como era una mujer que buscaba el acuerdo y la paz, se dirigió al Real sobre Lerma. Fue una experiencia muy dolorosa y ofensiva para ella, su marido estaba furioso con Alfonso IV, el padre de María que, según la crónica, había instigado a Juan Núñez de Lara a levantarse, (lo que era cierto sólo en parte, pues el que había inducido aquello era Juan Manuel, porque el rey no dejaba salir a su hija, lo que, a su vez afectaba al rey de Portugal y a Juan Núñez de Lara). Todos tenían responsabilidad en aquel embrollo, pero el rey contestó desabridamente a María, y le dijo que retornara a Burgos.
Regresó con una gran tristeza, no había conseguido el propósito de avenencia que buscaba, y la respuesta áspera y dura había herido sus sentimientos. Ella se temía una negativa, pero tenía que cumplir su obligación como reina hacia sus ricoshombres y nobles del reino. Lo que no esperaba era aquella actitud de su esposo.
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Asedio a un castillo, miniatura de Roman d'Alexandre en prose, 1333-1340, BL Royal 19 D I, fol. 019v | | |
A finales de noviembre, los de Lerma no tenían apenas víveres ni agua. La zona es muy fría, el invierno había comenzado y también las lluvias y las heladas. Había enfermos y heridos, y la situación era desesperada. Juan Núñez estaba acompañado de su mujer María Díaz de Haro y vio que no podía mantenerse más tiempo en esas circunstancias, por lo que mandó mensaje a amigos que tenía en el arrabal para que pidieran merced al rey por su vida y la de los suyos, y le ofreció sus servicios y los de su gente, y que con sus tierras hiciese lo que quisiera. El rey Alfonso puso unas condiciones, y que Juan Núñez le sirviera fielmente a partir de ese momento, (lo que hizo con lealtad) como alférez mayor (caudillo de las mesnadas que llevaba el pendón del rey).
Era un glacial 4 de diciembre cuando Juan Núñez de Lara, montado en un caballo que le había enviado el monarca, portando el pendón real, con su esposa, y sus vasallos, salían de Lerma al Real. Acudió a recibirlos y les dio una calurosa acogida como si nunca le hubieran hecho mal alguno, y ellos le besaron las manos en señal de acatamiento. Ordenó que les dieran de comer, pues llevaban días soportando la escasez de alimentos.
El rey, Juan Núñez y su esposa se dirigieron a Valladolid donde pasaron la Navidad. El de Lara volvió a ser alférez, y el monarca le dio Villalón, Cigales y Moral. En esta ocasión el rey de Castilla y de León mostraba su aspecto más magnánimo. Al saberlo, María se sintió aliviada, aunque en unos meses, Alfonso marcharía sobre la frontera portuguesa de Badajoz a reprimir y castigar la zona, en respuesta a lo que su suegro estaba haciendo en sus tierras, y en el mar con sus galeras.
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Escena de caza, Tacuinum Sanitatis, s. XV, Ibn Butlân, BnF, manuscritos. Latín 9333, f. 66r,
https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b105072169 |
Estando de caza en enero en Navares, un lugar al norte de Sepúlveda, le trajeron una carta de Juana Núñez de Lara pidiéndole que Juan Manuel, exiliado en el reino de Valencia, pudiera venir a su merced, que le perdonase y le serviría de ahí en adelante. Juana se comprometía a venir en nombre del magnate y hacer el acuerdo. El rey le respondió que aceptaba la propuesta y la citaba en Madrid para firmar ese tratado.
Notas
(1) Índice de los documentos del monasterio de Sahagún, doc. 281, p. 70 y 71, AHN, Madrid, 1874.
(2) Crónica del rey D. Alfonso el onceno, Parte I, cap. CLVII, pp. 295 y 296, de. F. Cerdá y Rico, Madrid, 1788.
(3) Aguado de Córdova, A. F. y otros, Bullarium Equestris Ordinis S. Iacobi de Spatha, Anno 1336. Script I, p. 306, Madrid, 1719.
(4) Crónica del rey D. Alfonso el onceno, cap. CLXIX, p. 317.
(5) Ibidem, cap. CLXXIII, pp. 321 y 322.
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