Muerte de Gonzalo Martínez de Oviedo, maestre de la Orden de Alcántara
La excomunión de Alfonso XI
Aquel otoño-invierno de 1339 los rumores sobre el maestre de Alcántara no cesaban, los estaba removiendo Leonor de Guzmán, que le odiaba. La crónica explica las razones de forma muy expresiva. “Et Doña Leonor aviale grand saña, porque quisiera destorvar á su hermano Don Alfonso Mendez que non oviese el Maestradgo de Sanctiago: et buscabale mucho mal con el Rey, diciendo que dicia el Maestre D. Gonzalo Martinez mucho mal del Rey et della: (...) Doña Leonor et otros por su consejo della dixieronle aquellas cosas que ella dicia que dician. Et como quier que el Rey fue mucho quexado del Maestre por estas cosas (…) et enviole mandar por sus cartas, que veniese á él que queria saber, si eran verdad aquellas cosas que dél avian dicho. (…) mandó, que si non quisiese venir, que lo prisiesen, et que ge lo traxiesen preso.” (1)
Luis Alfonso de Carvallo da una perspectiva interesante al “aborrecimiento” de Leonor de Guzmán y lo explica así: “(…) pensando que la mucha autoridad, y mano que tenía con el Rey le serviria de estorvo, para algunas pretensiones, principalmente se enojó mucho de que huviesse hecho alguna contradicion cuando el Rey dio el Maestrazgo de Santiago a D. Alonso Mendez de Guzman su hermano; con esto procurava por todas las vias hazerle caer de la privança echando otras personas de secreto que le malquistassen, entre los quales era el principal Don Alonso Fernandez Coronel, Señor de Aguilar: dixeron al Rey, que Don Gonzalo Martinez murmurava de que el Rey quisiesse tanto a Doña Leonor, y que avia dicho algunas cosas en que la avia ofendido.” (2)
Tras la batalla de la Vega Pagana, el maestre había ido a Jerez con la mesnada, allí llegaron los hombre del rey con la carta llamándole a su presencia. “Et desque el Maestre vió las cartas, entendió que el Rey avia saña dél, et que Doña Leonor et otros le avian mezclado:”. (3) “Mezclar”, aquí tiene el sentido de “enredar, poner división y enemistad entre las personas con chismes o cuentos”, según la RAE.
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Alcázar de Jerez de la Frontera, s. XII-XIII,
https://www.jerez.es/webs-municipales/conjunto-monumental-del-alcazar |
Cuando leyó la misiva del rey pensó que acudir a la corte significaría su muerte y tomó una determinación igual o más peligrosa. Según la crónica redactó una carta muy dura para el rey. Decidió resistirse, tomar los castillos de la Orden, como Morón y Magacela, y otras fortalezas de la frontera con Portugal, y poner alcaides de su confianza para que no dejaran que el rey entrara en ellos. Y él se quedó en el castillo de Valencia de Alcántara, donde en su torre más fuerte puso los pendones que había tomado de Abd-al-Malik en la batalla de Vega Pagana, y el pendón de la Orden que tenía bordados un peral y dos trabas.
Al recibir el mensaje del maestre y conocer lo que estaba preparando, Alfonso volvió a escribirle y le manifestó su sorpresa porque no se hubiera presentado en la corte, habiéndole hecho tantas mercedes. De nuevo le mandaba que viniese sin miedo a Madrid, porque consideraría los servicios que le había hecho y le perdonaría. El autor de las Chronicas de las tres Ordenes, señala que Gonzalo Martínez de Oviedo respondió: “(…) que el avia servido como leal vassallo, y no avia hecho ni dicho cosa que no deviesse; y que pues su Alteza dava credito a personas que no tratavan de lo que convenia a su Real servicio, sino de sus particulares interesses, le oviesse por escusado, que no yria a la Corte.” (4)
En Aviñón, el papa Benedicto XII había conocido lo que estaba sucediendo entre el rey y el maestre, e intervino en favor de este, puesto que al haberle freilado era religioso y debía depender de la justicia eclesiástica y no de la civil. El 2 de enero de 1341 escribió a Alfonso XI recordándole la gran labor realizada por Gonzalo Martínez en la guerra contra los sarracenos, y haciéndole ver que si había cometido alguna falta, como era eclesiástico, le correspondía al pontífice su corrección y castigo, y no al rey, y sobre todo le advertía de la gravedad de cualquier medida que tomara contra el maestre, y de lo que significaría en su relación con la Iglesia. Si le mandaba matar incurriría en penas canónicas, lo que quería decir que quedaría excomulgado, una mancha para su nombre y su deseo de gloria. (5)
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Cruz de la Orden Militar de Alcántara,
De WarX (discusión · contribs.) - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=609035 |
Pero fue en vano, los hechos se torcieron cada vez más en la relación de ambos hombres. El rey debió de salir de Madrid un poco antes de mediados de febrero, y recorrió el camino hacia Valencia de Alcántara, a marchas forzadas. Cuando llegó a las puertas de la fortaleza, mandó que Gonzalo Martínez apareciera en una de las torres, lo que hizo y se entabló un diálogo de argumentos y mutuos reproches. El maestre, tras decidir con su gente que no abriría las puertas al monarca, dio orden de que lanzaran piedras y saetas a la gente del soberano, y algunas piedras dieron en el escudo y el arzón del propio Alfonso, según la crónica. El rey decidió regresar a su aposento en la villa, reunió a los hombres que le acompañaban y ante ellos, lo condenó por traición.
Algunos caballeros que estaban con el maestre mandaron mensaje al rey diciéndole que le entregarían una de las torres de la fortaleza por donde pudieran subir sus hombres y tomarla, lo que hicieron aquella misma noche, y a continuación durante el día fueron ocupando todas las partes del castillo. Una vez abiertas las puertas, Alfonso XI entró en la fortaleza, y Gonzalo Martínez que estaba en la torre mayor con algunos de los suyos descendió a su presencia, y puesto de rodillas suplicó su perdón. Alfonso le detalló las mercedes que le había otorgado y las faltas y traiciones que el noble le había hecho, en especial tratar con el rey vecino para darle los castillos fronteros y combatirle, y haber dado orden de que le lanzaran piedras y saetas, y que por todo esto le había juzgado por traidor. Mandó a Alfonso Fernández Coronel que ejecutara la condena. Gonzalo Martínez de Oviedo, despensero mayor de Alfonso XI y maestre de la Orden de Alcántara, fue degollado por Fernández Coronel, su cuerpo quemado por traición y se confiscaron todos sus bienes. Desde ese momento el rey de Castilla y de León quedaba excomulgado por el papa Benedicto XII.
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Fortaleza de Valencia de Alcántara, Cáceres, en ella se hizo fuerte Gonzalo Martínez de Oviedo, maestre de la Orden Militar de Alcántara, frente a Alfonso XI, en 1339; entregada por algunos caballeros, el rey le condenó a muerte,
https://destinotajointernacional.es/2024/06/22/castillo-fortaleza-de-valencia-de-alcantara-2/ |
Años después, en 1353, Alfonso Fernández Coronel será ajusticiado de la misma forma, y según la crónica del rey Pedro I, antes de morir, confesará que, “Pero tanto vos pido de mesura que me den hoy aquella muerte que yo fice dar á Don Gonzalo Martinez de Oviedo Maestre de Alcántara. E confesó alli que él oviera culpa en la muerte del dicho Maestre Don Gonzalo Martinez: (…).” (6)
Pero ahora, formaba parte de la camarilla de Leonor de Guzmán, el trato entre ellos era muy directo, y él le hacía todo tipo de servicios, procuraba apoyarla y complacerla en todo lo que pudiera, porque sabía que así también agradaba al monarca. Ella le había dado la tenencia de la fortaleza de Medina Sidonia; durante un tiempo fue mayordomo mayor de su hijo Enrique; y, por ejemplo, el 20 de diciembre de 1339 en Madrid, el rey Alfonso había confirmado a Fernández Coronel, que era su copero mayor en ese momento, la donación que le hizo a Fernando, otro hijo de la pareja, de algunas de sus propiedades en Carmona. Así que los favores entre ambos eran continuos. (7)
El año 1340 será crucial para Alfonso XI como rey, y para los reinos cristianos de la península. Gracias a su tesón, arrojo y energía mantendrá a raya la invasión de los benimerines. Fue un tiempo revuelto y, sin embargo, se lograron varios acuerdos entre los reyes castellano, aragonés y portugués, precisamente por la presencia del sultán, que representaba un gran peligro para todos. Era primavera y Abu al-Hassan había cruzado el Estrecho con 60 galeras, que con las que ya había, alcanzaban unas 250 velas. En los días claros era impresionante observar el mar azul salpicado de las telas blancas al viento.
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María de Portugal, "la bellísima María", reina consorte de Castilla, miniatura de Antonio de Holanda, en la Genealogía de los reyes de Portugal, 1530-1534,
- Esta imagen ha sido proporcionada por la Biblioteca Británica, proveniente de sus colecciones digitales.Catálogo: Add MS 12531- Visor online (Info), Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=35995691 |
Vio que necesitaba ayuda urgente de galeras y naves, mientras se construían otras nuevas en las atarazanas de Sevilla. Tenía que pedir ayuda a su suegro Alfonso IV, con el que tenía tregua, aunque no se habían avenido. Él podía poner sus barcos rápidamente en el sur, dada su cercanía. Alfonso XI rogó a la reina María, que estaba en Sevilla, que escribiera a su padre explicándole la situación tras la muerte del almirante y la destrucción de sus barcos, del riesgo que había para todos los reinos cristianos, y solicitándole ayuda de su armada para apoyo en el Estrecho. Ella preparó cartas para su padre y envió como mensajero a Vasco Fernández, su canciller mayor, deán de la catedral de Toledo. Le decía que, “(…) non quisiese en este tiempo catar contra el Rey de Castiella otro mal talante: et en esto que faria grande ayuda et buena obra al Rey de Castiella, et que á ella faria mucho bien.” (8) La reina estaba pidiéndole que en aquel momento olvidara las desavenencias que tenía con él y le ayudara porque era acuciante que lo hiciera. Según la crónica castellana, Alfonso había regresado a Sevilla cuando llegaron mensajeros del rey portugués, comunicándole que su flota salía para esa ciudad. Guadalquivir arriba habrían arribado naves mandadas por el almirante Manuel Pessano y su hijo, que se dirigieron después hacia Cádiz, para estar en esa zona cercana al Estrecho. (9)
Pero la crónica portuguesa da una información que la castellana calla. El rey Alfonso IV al recibir el mensaje de su hija a través de Vasco Fernández, le había respondido: “Deán, decid a la reina mi hija, que ella no ha menester de galeras ni armas, que por eso no las he de mandar, mas si el rey su marido las tiene de mi menester que no use en su gran necesidad de mañas y cautelas, como siempre hace, y que me las mande pedir.” (10)
El canciller de la reina transmitió este mensaje a María y al rey. Este tuvo que escribir a su suegro rogándole el socorro de su armada y mandó de nuevo al canciller a Portugal. Al poco, según esta crónica, llegaba a Sevilla la escuadra portuguesa. Probablemente Rui de Pina nos cuenta lo que Fernán Sánchez de Valladolid no deseaba referir.
Notas
(1) Crónica del rey D Alfonso el onceno, cap. CCIV pp. 377 y 378, Edición F. Cerdá y Rico. Madrid, 1788.
(2)
Alfonso de Carvallo, L., Antigüedades y cosas memorables del
Principado de Asturias, Parte III, Título XLI, pp. 381 y 382.
Madrid, 1695.
https://bibliotecavirtual.asturias.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=2404
(3) Crónica del rey D Alfonso el onceno. p. 378.
(4) de Rades y Andrada, F., Chrónica de las tres órdenes y cavallerías de Sanctiago, Calatrava y Alcántara, Alcántara, cap. 17, p. 21 r. Toledo, 1572.
(5) Vidal, J. M. y Mollat, G., Benoît XII, 1334 – 1342: Lettres closes et patentes intéressant les pays autres que la France, Premier fascicule, doc. 2631, columnas 766, 767 y 768. París, 1913. Source gallica.bnf.fr / Bibliothèque nationale de France
(6) López de Ayala, P., Crónicas de los reyes de Castilla, rey don Pedro, Tomo I, Año cuarto, cap. I, p. 82, Madrid, 1779.
(7) García Fernández, M., Regesto documental andaluz, doc. 325, Historia. Instituciones. Documentos, 15. https://idus.us.es/handle/11441/12502
(8) Crónica del rey D. Alfonso el onceno, cap. CCXIV, pp. 394 y 395.
(9) Ibidem, cap. CCXIV, p. 395.
(10) de Pina, Rui, Chronica de ElRey dom Afonso o quarto, cap. LII, p. 142, (traducción propia), Lisboa, 1936.
Paz entre Castilla y Portugal, Constanza Manuel podrá viajar a Lisboa
El papa Benedicto XII, enterado del desastre de la armada castellana en el Estrecho, escribió a Alfonso el 20 de junio, y en parte le consuela por el suceso, pero también le amonesta por seguir al lado de la concubina y por haber matado al eclesiástico y religioso maestre de Alcántara, y le dice que para vencer a sus enemigos exteriores debe vencer primero al que tiene en el interior de su pecho. Le pide que después de la derrota de la armada, considere en su conciencia la influencia de la larga relación con la manceba sobre su salud y su fama. Porque a causa de ella ha quebrantado los preceptos canónicos (lo que equivalía a una sentencia de excomunión sobre él) dando muerte al maestre. Le exhorta a hacer la guerra interior frente a sus pasiones, para corregirse y cambiar de vida alejándose de aquella mujer. (1)
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Puerta de entrada del Real Alcázar de Sevilla, albúmina sobre papel fotográfico, 1862, Charles Clifford, Museo Nacional del Prado, Madrid. |
Después de muchas conversaciones, mediación del legado del papa y del embajador del rey de Francia, el 1 de julio de 1340 los reyes de Castilla y Portugal llegaron a un acuerdo de paz en Sevilla. Constanza Manuel y su séquito podrían cruzar libremente Castilla para ir a Portugal a celebrar la boda con el infante Pedro; Blanca de Castilla con todo lo que poseía, además de la dotación que el rey de Portugal tenía que entregarle, sería confiada a las damas y embajadores que irían por ella. Alfonso trataría a su esposa la reina María como debía y no llevaría consigo a Leonor de Guzmán.
A pesar de lo firmado, no tenía intención de mudar su conducta, porque mantuvo el mismo proceder viviendo con Leonor y dejando maritalmente de lado a la reina. Los hombres tenían amantes y se aceptaba socialmente, por mucho que dijera la Iglesia e incluso las leyes civiles sobre el adulterio, porque este siempre era utilizado en contra de la mujer. Pero la conducta de Alfonso iba más allá y había provocado escándalo, no sólo en Castilla. La cuestión planteada con la actitud de Alfonso XI era que su trato con la reina había llegado a ser ofensivo, sin tener en cuenta que María era una buena reina y mantenía una postura equilibrada, y que ella tenía que tener la preeminencia en la corte. En breve llegará el momento en que dependerá de su ayuda y apoyo por encima de lo que pensara, y será ella la única que tendrá en su mano la solución de sus problemas.
Pocos días después, en Lisboa Alfonso IV en nombre de su hijo Pedro, firmaba la carta de arras de Constanza Manuel, por la que recibiría la ciudad de Viseu, Montemayor o Novo y Alenquer, con todas sus aldeas, términos, rentas, jurisdicciones, derechos y pertenencias que tengan. (2)
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Una de las puertas defendida por su torre, castillo de Montemor-o-Novo, ciudad que fue entregada a Constanza Manuel como arras, junto con Alenquer y Viseu. Fotografía:© Celestino Manuel, |
Parecía que por fin tras más de cuatro años, Constanza podría ir a casarse con el infante Pedro. La crónica portuguesa cuenta: “(…) estando elRey de Castella em seus paços, & sendo prezente a Rainha Dona Maria sua molher, & Dom Ioâo Manoel Pay da Infanta Dona Constanza, & Dom Joâo Afonso de Albuquerque que hera primo com irmâo da Rainha & ambos netos de elRey Dom Diniz, & outros senhores, (…) Gôçallo Vas de Moira Embaixador de elRey de Portugal pedio a elRey de Castella (…) desse aly licença ao dito Dom Ioâo Manoel que por si levasse a dita Infanta sua filha ao dito Infante Dom Pedro de Portugal (…).” (3)
Juan Manuel aún incrédulo de la palabra del rey le preguntó tres veces delante de todos, y el rey le respondió las tres ocasiones: “Sí, lo otorgo.” Y el noble le besó las manos. (4) La reina María estaba en la corte junto al rey, y participaba en estas conversaciones que la atañían y con presencia de embajadores portugueses. Estaba rodeada de gente de su confianza como Juan Alfonso de Alburquerque. Pero la fecha de la boda de Constanza debió de retrasarse porque Juan Manuel, como hemos visto, se había desplazado a Sevilla, donde estaba el rey para preparar junto a él la guerra contra los musulmanes, y, de paso, los últimos detalles de la boda de su hija con el rey portugués.
Es precisamente en Sevilla, el 14 de agosto de 1340, donde otorga su segundo testamento, y ofrece una información muy interesante de Constanza, pues señala que en esa fecha todavía no se ha casado “(...) que parta ella mano de toda la herençia que de mj a de aver & delas villas & delos castiellos & logares quel yo di para en su vida, fasta que ella sea casada, (…) E el pleito es enesta guisa: por que yo non sé quándo se cumplirá el casamiento dela dicha mi fija, E si por aventura se tardase algún tiempo después del mj finamjentos & yo non le lexase algunos lugares delos mjos en que ella pudiesse bevir onrrada mente, podría acaesçer quela la su morada non seria tan onrrada mente commo yo querría, (…).” (5) ordena que le sean entregados villas, castillos y derechos de numerosos lugares, por lo que se ve la preocupación y las dudas que tenía sobre el futuro de su hija.
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Pía Tolomei, óleo sobre lienzo, 1868-1880, Dante Gabriel Rossetti, Museo de Arte Spencer, Universidad de Kansas, Lawrence, KS, USA, Dominio público, |
Nombra tutor de sus hijos menores al rey Alfonso XI, al haber fallecido su esposa Blanca, de la que dice: “Otrosí, porque yo avja ordenado que donna Blanca fuesse tutora de don ferrando & de donna Johana nuestro fijos pues Dios la quiso levar del mundo Pido por meçed al rrey don Alfonso mjo sennor que tenga él por bien de seer el tutor delos dichos mjs fijos.” (6) Probablemente lo hace, porque piensa que dado el nivel de su linaje y el de sus descendientes sólo el rey tiene categoría para ejercer su tutela. Esta decisión será muy importante en el futuro para el destino de Castilla. Después se ocupa de Juana que en ese momento es una niña de poco más de un año, que ya es huérfana de madre y está siendo cuidada por Urraca de Fermosiella, el aya de Fernando Manuel, (de la que no hemos encontrado más información que esta cita) a la que hace una donación. (7)
Hay unos largos párrafos (8) en los que Juan Manuel culpa de muchos de sus enfrentamientos y malos pasos con el rey, a Juana Núñez de Lara y a su hijo Juan Núñez de Lara, lo que extraña sobremanera, pues él fue siempre levantisco, y no necesitó de consejos para hacer bullicios, asonadas y estragos en tierras del rey. Y en la última etapa en que tuvo más relación con ellos, fue él quien buscó el contacto y promovió su boda con Blanca, y la del joven Juan con María Díaz de Haro, para que este exigiera del monarca la devolución de Vizcaya.
Además mientras el de Lara tenía sólo quince o dieciséis años entonces, el noble pasaba de la madurez con cuarenta y siete o cuarenta y ocho años, y era muy experimentado en exigencias, enredos y desavenencias, primero con Fernando IV y después con Alfonso XI. Resulta muy difícil creer que fueran madre e hijo de la casa de Lara los que llevaran por mal camino a Juan Manuel. Sus comentarios y consejos a su hijo, sobre este particular, suenan más a descargo de sus errores y a ofrecer una imagen más inocente al rey, que iba a ejercer de tutor de sus hijos. Pero Alfonso bien conocía al magnate.
Amanecer, diciembre 2024, fotografía: Jorge de Santaella. |
La boda de Constanza Manuel con Pedro, infante de Portugal
Catedral de Lisboa, agosto 1340
Tras el acuerdo, Alfonso IV mandó a sus grandes nobles a Castilla, para que acompañaran a Juan Manuel y a Constanza en su camino hacia Portugal en el mes de agosto. Eso dice la crónica portuguesa, pero sería a finales pues, como hemos visto, Juan Manuel hizo testamento el 14 de ese mes y se encontraba en Sevilla, donde seguía acabando los tratos con el rey portugués. Para él era muy gratificante acudir a la boda de su hija, que tanto tiempo y esfuerzo le había costado, además del significado simbólico que tenía aquel matrimonio con el futuro rey de Portugal. Llevar a su hija con numeroso séquito, con todo fasto y magnificencia era una gran recompensa para su amor propio, y un compromiso que figuraba en el contrato de matrimonio.
Probablemente, poco después de dictar el testamento se dirigiera a Badajoz, en compañía de su cuñado Juan Núñez de Lara y de Juan Alfonso de Alburquerque, que también habría estado en Sevilla junto al rey y le habría pedido licencia, ya que allí iba a presentar a su prima segunda, Inés de Castro para que se uniera al acompañamiento, como ya había acordado con su padre, Pedro Fernández de Castro, (hay historiadores que retrasan la llegada de Inés de Castro a un tiempo después). En aquella ciudad podían unirse a la comitiva de Constanza que habría salido hacía varios días de Garcimuñoz, escoltada por sus vasallos y los de Juan Manuel.
En el castillo de Garcimuñoz, donde normalmente se centralizaba la vida familiar, su hija y sus damas habrían preparado todo el ajuar que deberían llevar, mandando cargar las acémilas para el viaje. Los vasallos que iban a acompañarles estarían prestos para salir. Es posible que Constanza se llevara con ella a su medio hermano Enrique Manuel que debía de tener unos tres años, por lo que iba acompañado de su aya y de las gentes indispensables para ser cuidado con tan poca edad. Para llegar cómodamente a Badajoz probablemente habrían salido del castillo a primeros de agosto.
Tanto Juan Manuel como su suegro, el rey de Portugal, habrían previsto el itinerario con paradas para el descanso de la amplia compañía de Constanza, y de los animales que soportaban la dureza del viaje en un mes caluroso por todas las tierras que tenían que cruzar: parte de La Mancha castellana, Extremadura y el interior de Portugal. La manutención y, a menudo, animales de refresco, casas donde posar, y también tiendas para acampar en algunas zonas.
Cuando alcanzaron la frontera, probablemente en Badajoz, se les unió Inés de Castro, prima en segundo grado del señor de Alburquerque. La joven se había criado en el castillo de esa villa junto a la madre de Juan Alfonso, Teresa Martínez de Meneses, que era tía de Inés. Esta iría en el séquito de Constanza como una doncella más, pues debía de tener entre quince y veinte años. Una edad apropiada para integrarse en la corte lusa, donde podría encontrar un buen esposo. (9)
Si fuera por el criterio del noble escritor, la joven no debería haber sido dama de su hija, porque no reunía ciertas condiciones que él consideraba necesarias para aquellas: “Otrosi deve tener con ella (se refiere a la esposa de un noble) en la su casa abastamiento de duennas y de donzellas tales quales les pertenesçen. Et sennaladament deve catar que las sus camareras que la an de servir y saber todas sus privanças sean buenas mugeres y cuerdas (...) que no sean codiçiosas ni muy mancebas, nin muy fermosas.” (10) Y por lo que nos describirán los cronistas, Inés de Castro era muy hermosa y sabemos que era más joven que Constanza. Esta ignoraba el porvenir que le esperaba en la corte portuguesa por la presencia de esta doncella. Si hasta aquí, la vida le había traído numerosas pruebas y sinsabores, le quedaba la que será la experiencia más dolorosa y difícil.
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Castillo de Alburquerque, Badajoz, donde se crio Inés de Castro al lado de su tía Teresa Martínez de Meneses, esposa de Alfonso Sánchez, el hijo bastardo preferido del rey Dionís I, señor de la villa, y desde allí, Inés se unió a la comitiva que acompañaba a Constanza Manuel a su boda,
De Jfalerog - Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=58048558 |
Seguramente llegarían a Lisboa hacia el 26 de agosto, donde la casa real portuguesa les recibirían con todos los honores, como cuenta la crónica de Rui de Pina: “(…) no mes de Agosto do dito anno trouxeraô muy honradamente adita Infanta a Lisboa, que foy recebida grandemente, & onde se fizerâo suas bodas cô o dito Infante Dom Pedro que hera de idade de vinte annos, nas quais ouve grandes festas, & muytos prazeres que elRey geralmente mandou tambem fazer por todolos ugares do Reyno.” (11) Entrar en Lisboa e ir al palacio real que se encontraba en el castillo de San Jorge, fue una experiencia muy agradable, las gentes habían salido a recibir a la que ahora sería infanta y a su cortejo. Le gustó la ciudad, tenía un clima suave favorecido por la cercanía del Atlántico, era muy luminosa y bella al lado del gran río y el mar al fondo.
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El Tajo en Lisboa, óleo sobre lienzo, 1884, Tomás Campuzano y Aguirre, Museo Nacional del Prado, Madrid. |
La familia real era muy cortés, y tanto la reina Beatriz como el rey Alfonso, la habían recibido con calidez. Conoció a la hermana pequeña de Pedro, la infanta Leonor que entonces tenía doce años y, aunque ya era una adolescente, no había planes de matrimonio para ella por el momento. A partir de su presencia en los palacios portugueses, las dos tendrían una buena relación y casi todos los días se reunirían a bordar o tocar el laúd.
El día de su boda, Constanza llevaba un brial de seda verde esmeralda con bordados de oro, que la favorecía mucho, le habían peinado su hermosa caballera color castaño en una trenza serpenteada con una cinta llena de flores, y lucía una diadema de oro con perlas engastadas que sujetaba un velo de cendal casi transparente. La reina Beatriz le dijo, al ver el resultado, que era una esposa muy bella, también el infante y el rey estuvieron encantados al admirarla cuando salieron camino de la iglesia de Santa María la Mayor.
Todo el trayecto se había cubierto de plantas aromáticas, y estaba lleno de gentío que festejaba el día. La sede de Lisboa se había engalanado magníficamente, con colgaduras con las armas de los reyes de Portugal, de los Manuel y con otros dibujos; había guirnaldas de rosas blancas y rojas por todas partes, que daban un gran aroma y colorido; y se había preparado un estrado con dosel de color carmesí para los reyes.
La catedral era imponente con aspecto de fortaleza, cerca del río Tajo, tenía trazas románicas con influencia normanda, aunque las reformas que había hecho el propio Alfonso IV pocos años antes de la boda, habían transformado la cabecera, había sustituido la existente, que era sencilla y románica, por otra de arcos en forma de ojiva, estilo que se estaba imponiendo. Además hacía tres años que un terremoto había sacudido la ciudad, y la sede sufrió algunos destrozos que hubo que reparar.
Constanza y su padre estaban muy emocionados, aquella boda había costado tanto tiempo y perseverancia culminarla, que ahora al verla cumplida era como un milagro. Juan Manuel estaba orgulloso de la belleza y la elegancia natural de su hija, le recordaba a su esposa, la infanta Constanza de Aragón, madre de su hija primogénita. La había educado para ser reina y por fin veía recompensados todos los desvelos porque tuviera la educación más refinada, el gusto más exquisito, con cordura y bondad unidos. Ahora ella podría utilizar sus cualidades en un ámbito más amplio y apropiado a su saber y alcurnia.
Una vez celebrados los festejos del casamiento, Juan Manuel se despidió de su hija y de la familia real, tuvo que partir directamente a Sevilla, a donde acudiría también su mesnada, así como Juan Alfonso de Alburquerque, y Juan Núñez de Lara. Los tres con sus vasallos y hombres de armas participarían en la batalla que iba a darse frente al sultán Abu al-Hassan y su enorme ejército en las inmediaciones de Tarifa, cerca del río Salado.
Notas
(1) Vidal, J. M. y Mollat, G.,, Benoît XII, 1334 – 1342: Lettres closes et patentes intéressant les pays autres que la France, fascículo cuarto, doc. 2803, columnas 60 y 61, París, 1935, https://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k5662558n/f5.item
(2) Vizconde de Santarem, Corpo diplomatico portuguez, tomo I, pp. 256 y 257. París, 1846. https://books.google.es/
(3) de Pina, Rui, Chronica dElRey dom Afonso o quarto, cap. XXXXVII, p. 125, Lisboa, 1936.
(4) Ibidem, p. 126.
(5)
Gaibrois de Ballesteros, M., Los testamentos inéditos de don Juan
Manuel, p. 50, Boletín de la Real Academia de la Historia.
Tomo 99, 1931.
https://www.cervantesvirtual.com/obra/los-testamentos-ineditos-de-don-juan-manuel/
(6) Ibidem, p. 53.
(7) Ibidem.
(8) Ibidem, pp. 55 y 56.
(9) Lourenço Menino, V. L., A rainha D. Beatriz e a sua casa (1293 – 1359), p. 133,
nota 459, tesis doctoral, Lisboa, 2012. https://run.unl.pt/handle/10362/8087
(10) Manuel, Juan, El Libro de los Estados. cap. LXVI, p. 204, edición de J. L. Villacañas, sobre transcripción de manuscrito para Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispánico.
(11) de Pina, Rui, Op. cit., cap. XXXXVII, p. 126.
La melancolía de Blanca de Castilla
A pesar del movimiento y novedades que implicaron, los saludos, la ceremonia de la boda, los banquetes, los festejos, la música, y las emociones abigarradas de aquellos días, Constanza había tenido una profunda impresión al conocer a su prima Blanca de Castilla, y aún convivió con ella en la corte unos meses. Era una joven bella, porque se parecía a su común abuela la reina Blanca de Anjou, pero estaba triste, el hecho de haber sido desposada y repudiada por el infante Pedro había marcado su vida para siempre. A Constanza le recordaba su situación con el rey Alfonso. Probablemente comprobó, como parece deducirse de las informaciones y de una carta de Pere IV de Aragón, que sólo tenía un poco de dificultad de movimiento y que era una doncella encantadora. Constanza sintió simpatía por ella e incomodidad de ocupar su puesto, fue un primer sentimiento de pena en la corte.
La crónica castellana dice que sufría parálisis, pero la posible dolencia resultaba dudosa y algún historiador la considera “boba” (falta de entendimiento). No parece probable porque, entre otras informaciones, existe una carta en la que su primo el rey de Aragón en octubre de 1336, le responde que ha recibido la suya en la que le manifestaba sus problemas, por lo que estaba perfectamente capacitada para trasmitir su dolor: “Reçibiemos vuestra carta et sabet que nos pesa mucho vuestra desondra e vuestro danyo… et entendemos a parar mientes en vuestra fasienda asi si que vos venides aquí con todo el vuestro se posara en buen estado vuestra fasienda.” (1)
El efecto del repudio debía de percibirse como deshonra, sería una experiencia traumática para la mujer. Blanca se desahogaba en sus cartas, en este caso con su primo, seguramente también con su madre la infanta María de Aragón, a los que comunicaría su tristeza y vacío por la situación en que se encontraba, que además va a durar varios años, hasta que pueda marcharse de Portugal.
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Lachrymae, óleo sobre lienzo, 1894-1895, Frederic Leighton, The MET, Nueva York, USA,
Met description, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=45661244 |
Al mismo tiempo, Pere había escrito sobre este tema a Alfonso XI de Castilla, que también era primo de Blanca: “Recebimos vuestra carta sobre feyto de donna Blancha cormana nuestra e cumpliria muyto a nos et a vos que ella uviesse consellyo e recaudo buenos. Pero bien cuydamos que si ella viene aqui con todo el suyo quel fallaremos recaudo e nos hi pararemos mientes de guisado que sea hondra nuestra e suya.” (2)
El rey aragonés no estaba de acuerdo con el trato dado a su prima y envió una embajada a Portugal para aclarar el asunto, “(…) porque tenía información del obispo de Rodez, legado apostólico que era ido a tratar de la paz entre Castilla y Portugal y de otras personas graves, que doña Blanca estaba en mejor disposición de su persona en aquellas cosas que convenía. Y cuando no lo tuviese por bien se enviase a Aragón. (…) pero en lo de doña Blanca se excusó el rey de Portugal diciendo que esperaba al obispo de Braga y al conde de Barcelos, y que entendía llamar a otras personas señaladas de su reino para tomar con ellos su acuerdo. Y esto se entendió que era para mas justificarse si se deshacía el matrimonio del infante su hijo, teniendo a doña Blanca por incapaz.” (3)
Esta nueva respuesta tan vaga del rey de Portugal da indicios de que todo lo que se llevaba hablando y dando vueltas sobre la presunta incapacidad de Blanca no era tal, ni tan importante como para repudiarla, y daría la razón a las permanentes dudas que tenían sobre el tema, tanto Alfonso XI de Castilla, como los reyes de Aragón, primero Alfons IV y luego Pere IV. La carta de este en respuesta a la de Blanca, y la opinión del obispo de Rodez, un eclesiástico francés totalmente imparcial en la cuestión, hacen dudar de si el repudio de Blanca, tal vez con una leve dolencia de movimiento, fue más por deseo del infante Pedro de Portugal, que no quería casarse con ella.
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Refectorio, (comedor de los monjes) del Real Monasterio cisterciense de Santa María de Rueda, Zaragoza, aunque era masculino, el de Santa María la Real de las Huelgas de Burgos podría ser similar,
https://www.elcisteriberico.com/imagenes/Generalidades/Refectorio/Refecto7.jpg |
Cuando Blanca llegó a Castilla, no se sabe si fue la pareja real la que la recibió y, probablemente, la reina María la acompañó a acomodarse en el Real Monasterio de las Huelgas. No hay información si estaría allí como señora, o simplemente como monja, porque años después aparecerá en algún documento con ese título, aunque desde hacía tiempo la gestión del cenobio correspondía al rey.
No vería a su madre, la infanta María de Aragón, que se encontraba en el monasterio de Sigena, a menudo enferma. Madre e hija no se verán más, y cada una seguirá su vida habitualmente en un convento. Pere IV trató de que ambas se reunieran con la intención de que se quedara con ella en Aragón, porque el 15 de noviembre de 1340 el rey escribe a Juan Manuel: “(…) vos façemos saber que scrivimos al Rey de Castilla et al Rey de Portugal sobre la venida de donna Blancha prima cormana nuestra fija del infante Don Pedro qui fue que la lexe venir a su madre porque de hui de mas no esta en Portugal a honra suya ni de los que deudo han con ella. Porque vos rogamos carament que dedes dreça e haiuda porque los ditos reyes no pongan embargo ni contrast alguno a la venida de la dita donna Blancha (…).” (4) y el 17 de enero de 1341 volvía a escribir a Juan Manuel otra carta idéntica. Así que la joven debió de salir de Lisboa entrado 1341.
El rey Pere tenía razón en tratar de que su prima regresara al lado de su madre en Sigena, era la mejor solución para la joven, poder estar entre familia. No sabemos por qué fue llevada a las Huelgas en lugar de Aragón. Parece que la mano del rey Alfonso estaba tras ese destino, pero desconocemos el motivo. Con veintiún años, Blanca es un ejemplo del trato que se daba a las mujeres en aquel tiempo. Su vida transcurre manejada por su entorno, de niña se acepta un desposorio con un infante, que después no quiere casarse con ella y la repudia. Los años transcurren en aquella corte sin que pueda marcharse. Y cuando al fin parte de allí, la llevan a un convento de Castilla en lugar de a Aragón con su familia cercana.
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Interior del coro del monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, Burgos, litografía, Jenaro Pérez de Villaamil, España artística y monumental, vol. 2, 1842-1844, París, BNE, |
Se enfrenta a un lugar totalmente diferente a la corte lusa, con la disciplina religiosa, y una rutina repetida día tras día. Estaba acostumbrada a asistir a misa y a las Horas, y a rezar todos los días en la corte, ya fuera en Lisboa, en Coímbra o en Santarem. El obispo de Silves, Álvaro Pelayo, se había ocupado de su educación y desarrollo espiritual, pero ahora serán otras costumbres diarias más complicadas, sin familia y lejos de los que la habían rodeado en los últimos diez años. Llevaría con ella algunas damas que la habrían acompañado y servido, y quedó recluida en las Huelgas de por vida. Seguramente mantuvo correspondencia con su madre y con su primo, el rey Pere, y probablemente la reina María la visitaría cuando estuviera en Burgos.
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Asedio a una ciudad, miniatura, manuscrito, Li Livres du Graunt Caam, Marco Polo,
Bodleian Library MS. Bodl. 264, pt. III, fol. 222r, CC BY-NC 4.0. |
Abu al-Hassan llegó y puso sitio a Tarifa el 23 de septiembre de 1340, era un ejército inmenso, las tiendas del Real se perdían de vista en el horizonte. El castillo de Tarifa se encuentra al borde del Atlántico en su entorno sur, desde él, los días claros se ven las costas de Marruecos. La villa estaba fortificada por una buena muralla con torres defensivas y tenía tres puertas. Probablemente sea muy acertada la observación de J. Zurita cuando dice: “Teniendo los moros el paso libre, después de vencida la armada del rey de Castilla pasaron no como gente que venia a conquistar, sino como si vinieran a poblar, con sus mujeres y hijos, confiados que no había poder ni fuerza que bastasen resistir al de Abulhacén; (…) Pasó el postrero el rey de Marruecos con la caballería de su corte y con toda su casa, como si pasara a sus propias tierras.” (5)
La reina María es esencial para Alfonso en este momento. El rey castellano necesitaba urgentemente el apoyo de los otros reinos cristianos contra la invasión musulmana, que cada vez era más arrolladora. Tras el tiempo de desinterés por su esposa, tuvo que pedirle que intercediera ante su padre para que la armada portuguesa viniera al Estrecho y cooperara con la castellana en la primavera de 1340; y ahora cercano el otoño, le urge que mande su ejército para combatir unidos. Alfonso le pidió que visitara a su padre y le solicitara esa ayuda, él se sumaría a la petición seguidamente, una vez que ella hubiera hablado con él.
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Encuentro y partida de los prometidos, (parte de Leyenda de santa Úrsula), temple sobre lienzo, 1495-1500, Vittore Carpaccio, Galería de la Academia, Venecia, De Didier Descouens - Trabajo propio Dominio público,
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=61649815 |
Acompañada de sus damas, del arzobispo de Astorga, Pedro Alfonso de Espiño y otros caballeros, se dirigió desde Sevilla a Portugal. Iba preocupada por cómo reaccionaría su padre que, aunque había firmado el acuerdo de paz con Alfonso, sabía que las circunstancias de la reina no habían cambiado mucho. A pesar de que se había comprometido a apartar de su vida a Leonor, no lo había cumplido, y las relaciones íntimas como esposos no habían mejorado. Últimamente necesitaba de ella, y Leonor estaba alejada de la corte, pero María era consciente de que sería circunstancial.
Los reyes portugueses con el infante Pedro y su esposa Constanza Manuel, se acercaron a una ciudad más próxima a la frontera. María se reunió con sus padres en Évora para pedir auxilio en nombre de la corona de Castilla, los reyes la recibieron con mucho cariño y alegría, ella se tranquilizó y se puso muy contenta al comprobar la actitud de Alfonso y Beatriz, y según la crónica portuguesa: “A Rainha com gramde humyldade & muytas lagrimas, disse a elRey ho fûdamento, esperamça, & necessidade, com que vinha, que era pedirlhe com grande afficacia, que em sua pessoa & com gente darmas, & e Frotas e tizouros de seus Reynos, quizesse em taô evidente periguo hir ajudar elRey Dom Affonso seu marido, contra os Mouros, imigos da Fee, & da Cruz, (…).” (6)
Y fue tanta su insistencia que el rey Alfonso IV salió con su esposa Beatriz, su hijo heredero Pedro, su esposa Constanza Manuel, junto con la reina María, al encuentro del rey Alfonso XI en Juromenha, un lugar amurallado fronterizo cercano a Évora, a orillas del río Guadiana, y se vieron en el imponente castillo.
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Fortaleza de Juromenha cerca de Évora y de la frontera con Castilla, en ella se reunieron Alfonso IV de Portugal y Alfonso XI junto con la reina María, ellos iniciaron conversaciones de preparación militar contra la invasión del sultán Abu al-Hassan,
De Pedro José Capaz Estevães - Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16403418 |
Fue una entrevista de cortesía familiar, “(…) & como esquecidos das muytas payxôes passadas, elles com mostrança de muyto amor, & grande prazer se trataraô, (…).” (7) inicio de las conversaciones de preparación militar. Pero la parte más amplia e importante de los acuerdos de ayuda se realizaron en Badajoz, ciudad en la que el portugués ya tenía a muchos de los caballeros que iban a acompañarle, a donde Alfonso IV se dirigió con su hija María, para reunirse con Alfonso XI, después de haber dejado a su esposa, hijo y nuera en Elvas. A continuación marcharon a Sevilla, en el alcázar se ultimarían los detalles de la batalla que les esperaba frente al sultán Abu al-Hassan de Marruecos y el emir Yusuf I de Granada.
La ciudad les recibió con todos los honores, salieron a buscarles los ricoshombres, los caballeros, los prelados con las reliquias de la catedral en procesión, y la gente les esperaban en las calles con alegría y cánticos. Había miedo ante el peligro de los benimerines que no se encontraban lejos, todos temían que, si no se contenía su avalancha, pronto se trasladarían a Jerez, a continuación a Las Cabezas de San Juan y se echarían sobre Sevilla, por eso, que el rey portugués viniera con su caballería les daba esperanza de que se podría vencer a los nuevos invasores.
En este tiempo es la reina María la que está al lado del rey, la que es fundamental para obtener una ayuda que será decisiva en el Salado, la que, por su título de reina, hija del rey vecino, ejerce con gran eficacia como tal. Entre tanto Leonor de Guzmán se encontraría en sus casas de la Collación de Santa María, y se mantiene apartada de la vida de la corte, pues no puede hacer nada en este ambiente de preguerra, en el que está presente el suegro del rey, y se trabaja con toda rapidez para prever y resolver numerosos problemas referidos a la contienda. Alfonso IV regresó a Portugal para preparar el ejército que se uniría al castellano en el próximo choque con los benimerines.
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Preparación de un ejército, miniatura, manuscrito, Roman d'Alexandre en prose, 1333-1340, BL Royal 19 D I, fol. 008v, British Library, Dominio público
https://www.bl.uk/manuscripts/Viewer.aspx?ref=royal_ms_19_d_i_f008v |
A continuación se apresuró con su ejército a reunirse con su yerno en Sevilla. Era un hombre maduro con cuarenta y nueve años, pero conservaba la energía y el ánimo para acometer la batalla contra los musulmanes. Alfonso XI le había dejado un séquito de caballeros para que le acompañasen cuando viniera, lo que hizo en seguida, y llegó cuatro días después. El rey le dio grandes agasajos en la bienvenida, María se encontraba presente y estaba contenta de ver a su padre al lado de su marido departiendo amistosamente y preparando el ataque al Real de Abu al-Hassan.
Los hombres se preparaban para ir a pelear contra los ejércitos del sultán de Marruecos y del emir de Granada, y era costumbre, antes de partir, confesar y comulgar. Algunos dictaban su testamento, si no lo habían hecho, y ordenaban sus asuntos materiales. Los que tenían la familia en Sevilla o zonas cercanas se despedían de forma especial. Las esposas y los hijos los veían partir, en parte orgullosos de ellos, y en parte preocupados de la aventura que les esperaba y que podía procurarles la muerte, pero se aceptaba como algo natural y obligado.
María tenía esos mismos sentimientos, por su padre y por su esposo, el gran peligro que iban a correr y la ansiedad del resultado del choque, que sería crucial para el destino de los reinos de Castilla. Se quedaría en el alcázar de Sevilla esperando las noticias de Tarifa. Leonor de Guzmán, estaba recogida en su casa con su gente, llevaba tiempo sin aparecer por la corte, no eran momentos para estar al lado de Alfonso, y menos ahora que el suegro del rey se encontraba con él. Probablemente envidiaba el protagonismo que tenía la reina, pues sabía de la llegada de la flota portuguesa primero, de la marcha de Alfonso a la frontera del reino vecino, y de la venida del rey portugués en persona, después.
Notas
(1) Giménez Soler, A., Don Juan Manuel, biografía y estudio crítico, doc. DXLV, Madrid, 1932.
(2) Ibidem.
(3) Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, Libro VII, cap. XLV, Ed. Canellas López, A., Ed. electrónica Iso, J. J., Coord. Yagüe, M. I. y Rivero, P., 2003, Libros en red. https://ifc.dpz.es/publicaciones/ver/id/2448
(4) Giménez Soler, A., Don Juan Manuel, biografía y estudio crítico, doc. DLXIV.
(5) Zurita, Jerónimo, Anales de la Corona de Aragón, libro VII, cap. LIII.
(6) de Pina, Rui, Chronica de ElRey dom Afonso o quarto, cap. LVI, p. 152, Ediçôes Biblion Lisboa, 1936.
(7) Idem, pp. 153 y 154.
La batalla de Tarifa o del Salado, 30 de octubre de 1340
Hacia el día 18 de octubre debieron de salir de Sevilla lentamente para permitir que se les fueran uniendo los ejércitos por el camino hacia Tarifa. María los vio partir aquella mañana muy temprano entre el alboroto de los últimos preparativos, después en el alcázar se hizo un gran silencio, como sucedía cuando el rey y su mesnada marchaban de un lugar. Ahora tendría que esperar noticias. Con ella quedaba Pedro y el resto de los niños que se criaban en la corte, Fernando, hijo de Leonor de Guzmán, Juana Manuel, Juana Alfonso y algunos otros más de los que no tenemos sus nombres.
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Batalla de El Salado o de Tarifa, anónimo, s. XVII, Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, Cáceres, De Desconocido - National Geographic., Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=31851572 |
Los primeros hombres que volvieron a Sevilla, avisaron del resultado de la batalla, era el 1 de noviembre festividad de Todos los Santos, y hubo un gran alborozo. La reina estaba muy feliz de saber que los dos reyes estaban vivos y ya venían. Mandó preparar convenientemente el alcázar para su recepción. El arzobispo y todo el cabildo salió en procesión a recibirlos. María los acogió con mucho contento y fue un tiempo agradable, tranquilo como hacía mucho que no había vivido.
El rey portugués se quedó 6 días con María y Alfonso compartiendo con ellos la vida diaria, y había conocido a su nieto Pedro, que ya tenía seis años y le mostró las habilidades que había aprendido montando a caballo y empezando a bohordar. Este tiempo que su padre había pasado en Sevilla, aunque breve, fue muy feliz para María, porque se hacía una vida familiar, lo que no era frecuente para ella, en las comidas, las cenas, que habían amenizado algunos juglares del rey castellano, la pareja había estado como un buen matrimonio, y él se había comportado con una atención que no solía prestarle. Pero su padre tuvo que partir hacia sus tierras, había que separarse y romper aquella atmósfera acogedora y amable que tanto le había gratificado. Alfonso IV se despidió de su hija y de su nieto en el alcázar, el rey castellano fue a acompañarle en su camino de vuelta hasta la villa de Cazalla en la sierra norte de Sevilla, y allí se separaron.
A su vuelta a Sevilla, la vida volvió a ser la misma de antes, Leonor de Guzmán regresó a algunas estancias del alcázar junto al rey. La dama no le había dado hijos desde que naciera Tello en junio de 1337, tal vez durante este tiempo las relaciones íntimas entre los dos habían disminuido por las muchas actividades de Alfonso y las circunstancias que se habían dado. Ahora volvían a estar juntos con más libertad, porque Alfonso no se había planteado dejarla ni apartarse de ella. Le hizo varios regalos traídos de Tarifa, entre ellos dos cautivas: “E dos infantes troxieron Muy apuestas fiera miente, E a donna Lionor las dieron Las infantes en presente. De aquel rrey fijas eran, Don Ali Abolfaçen, (…).” (1)
No sabemos exactamente cuando nació su nuevo hijo al que llamaron Juan, porque la crónica se refiere a él en 1341, después de que el rey ha conquistado Alcalá Benzayde y otras fortalezas, cuando dejó en la frontera a los maestres de Santiago, Calatrava y Alcántara, entre otros y “(…) el pendon et los vasallos de Don Joan fijo del Rey.” (2) Es decir que en esas fechas ya había nacido y tenía vasallos, y por lo que aclara la crónica del rey Pedro I, cuando fue muerto por el mandato de este en 1359, contaba con diecinueve años, así que si no hay errores en alguna de las crónicas, se puede afirmar que habría nacido entre 1340 y 1341.
Tras recibir la impresionante comitiva de regalos enviada por Alfonso al papa, el 27 de diciembre escribía al rey castellano, manifestándole su alegría por la gloriosa victoria obtenida contra los sarracenos. En esta ocasión, aunque no nombra a la concubina, le recuerda la necesidad de imponer el dominio de la razón sobre la carne. Tras seis años de papado, Benedicto XII es consciente de que Alfonso no va a dejar a Leonor de Guzmán y sólo le hace una amonestación general. (3)
Notas
(1) Poema de Alfonso Onceno, cuartetas 1797 y 1798. Noticias y observaciones de Florencio Janer, Madrid, 1863.
(2) Crónica del rey D. Alfonso XI el onceno, cap. CCLXII, p. 471. Ed. F. Cerdá y Rico. Madrid, 1788.
(3) Vidal, J. M. y Mollat, G., Benoît XII Lettres closes et patentes intéressant les pays autres que la France, fasc. 5, (publiées ou analysées d’après les registres du Vatican), doc. 2976- 2977, pp. 118, 119 y 120, París, 1935, https://gallica.bnf.fr
Inés de Castro
Constanza llevaba unida con el infante Pedro unos dos meses, la vida en la corte portuguesa era agradable, porque tanto Beatriz como Alfonso habían sido acogedores con ella, pero su esposo tenía un carácter imprevisible, con ataques de ira y violencia, lo que sorprendía a la recién casada. Había observado con qué ojos miraba a Inés de Castro, la prima de Juan Alfonso de Alburquerque, aquella joven que se había añadido a su séquito en Badajoz antes de su boda, y que se había quedado como una más de las doncellas que la atendían y acompañaban. Era amable y discreta, pero su presencia la inquietaba.
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Rivales inconscientes, óleo sobre lienzo, 1893, Lawrence Alma-Tadema, Bristol Museum & Arts Gallery, Inglaterra, - Desconocido, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=543415 |
Tras la batalla de Tarifa, Alfonso IV no volvió a enfrentarse con Alfonso XI por su relación con Leonor de Guzmán, aunque todo seguía igual a pesar de que habían firmado un acuerdo con ciertos pormenores sobre su conducta. Constanza ya estaba en Portugal, y él no podía ayudar a su hija. No tardaría en ver en su propio hijo, el mismo comportamiento al del rey de Castilla. Ahora tendría el problema en su casa.
Inés de Castro era hija bastarda de Pedro Fernández de Castro, un noble gallego de la poderosa casa de los Castro, que la había tenido en una amante portuguesa de familia noble, Aldonza Lourenço de Valadares. Se desconoce en qué fecha y en qué lugar Pedro Fernández de Castro la conoció. Era hija de un ricohombre y consejero de los reyes Alfonso III y Dionís I de Portugal. De su matrimonio con Sancha Nunes Chacim, hija de otro alto cargo de la corte, tendrá varias hijas y entre ellas a Aldonça, con la que Pedro acabará teniendo una relación amorosa. (1)
Una referencia del Libro de los Linajes del conde don Pedro aunque vaga, nos da una idea de que el encuentro entre Pedro y Aldonza podría ubicarse en Portugal o en la frontera ya en Galicia. “El mismo D. Pedro huvo de D. Aldonça Lourenço de Valladares donzella que andava en su casa i de su mujer, a D. Alvaro Perez de Castro,D. Inés de Castro.” (2) Esta afirmación encaja con la versión que da J. Pereira en el Supplemento a la Crónica del rey Pedro I, “(…) a qual dizem que era donzella, que andava em sua casa na companhia de sua mulher Dona Isabel Ponce; e della teve mais o dito Dom Pedro Fernandes de Castro a Alvaro Pires de Castro, que depois teve titulo de Dom, quando por via de sua irmâ Dona Ignez, subio em Portugal a grande Senhor; (…).” (3)
La historia de la madre se repetiría en la hija, pues ambas mantendrían una relación con el esposo de las señoras a las que acompañaban, y con él tendrían hijos bastardos, lo cual debía de ser bastante habitual en reyes y grandes señores.
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El mensajero del amor, acuarela, temple y pintura dorada sobre papel montado sobre madera, 1885, Marie Spartali Stillman, Museo de Arte de Delaware, Wilmington, Delaware, USA,
- Apollo Magazine, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=18291046 |
No se sabe las fechas en que estuvieron juntos y nacieron los dos hijos que tuvieron. Algunos autores dan 1320 ó 1325 para el nacimiento de Inés de Castro, pero no hay documento que nos confirme cuándo y dónde nació. Casi todo lo que se refiere a ella, hasta que se encuentra en la corte portuguesa, e incluso allí como amante del infante Pedro, está en una total nebulosa.
Por su parte, Pedro Fernández de Castro había nacido del matrimonio entre Violante Sánchez de Castilla, una hija natural del rey Sancho IV con María Alfonso de Meneses, y Fernando Rodríguez (o Ruiz) de Castro, un ricohombre gallego poderoso, alborotador y rebelde. Así que el padre de Inés de Castro venía por vía ilegítima de la familia real castellana y de una notable casa gallega.
La madre de Pedro era una dama con rica herencia materna, de la señora de Ucero, amante del infante Sancho antes de casarse con María de Molina. Violante fue una mujer totalmente oculta y oscurecida mientras estuvo casada con Rodríguez de Castro, como era común en muchas nobles de la época, pero que, cuando se quedó viuda, salió a la luz su verdadero carácter y su notoria personalidad, como freira y comendadora de la Orden de Santiago en el convento de Sancti Spíritus de Salamanca.
Y el padre era señor de Ribera, Cabrera, Lemos y Sarria, pertiguero mayor de Santiago (puesto detentado por la alta nobleza gallega, que tenía a su cargo las milicias del arzobispado de la ciudad y también ponía sus propias mesnadas al servicio del arzobispo para su defensa) y comendero de la iglesia de Lugo (oficio similar al de Santiago).
En tiempos de la minoría de edad del rey Fernando IV, trató de obtener dádivas y privilegios de la reina madre María de Molina, que esta le negó por ser abusivos. Y él reaccionó “desnaturándose” del monarca para dejar de ser su vasallo, y se fue a sus tierras con la intención de afianzar allí su poder. En sus comarcas, compartió revueltas con Juan Alfonso Téllez de Meneses, señor de Alburquerque (abuelo del ricohombre del mismo nombre, y coetáneo de Alfonso XI) y con el que luego se encuentra, exiliados ambos, en el reino vecino. Fernando Rodríguez de Castro se marcha con su hijo a Portugal, a servir a Dionís, que los acoge muy bien, al igual que al señor de Alburquerque que había venido antes, y que allí es nombrado conde de Barcelos. El señor de Castro enfrentado al rey Fernando IV vivía en Portugal y dictó su testamento el 17 de diciembre de 1305 por lo que debió de morir poco después. (4) Dejaba como heredero a su único hijo varón, Pedro Fernández de Castro.
Martim Gil de Riba Vizela, familia de los Castro por su madre, fue quien se encargó de su crianza y educación a partir de su llegada al reino vecino, y le llamará sobrino y criado (en aquella época se llamaba así a los niños que se educaban y criaban en la casa). Martim Gil de Riba era un ricohombre muy importante en la corte del rey Dionís I. En su testamento tiene muy presente a Pedro Fernández de Castro, y le deja el castillo de Azagala con todos sus juros, sus rentas y derechos. Es una fortaleza que se encuentra a poca distancia al este de Alburquerque. También le donó propiedades en Galicia.
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Castillo de Azagala, s. XIII, Villar del Rey, Badajoz, heredado por Pedro Fernández de Castro de su tío el ricohombre portugués, Martim Gil de Riba Vizela. De estructura alargada adaptada a la crestería sobre la que está asentado, magnífica torre del Homenaje. Hoy en manos privadas con partes en muy mal estado y por ello en la Lista Roja de Hispania Nostra,
https://listaroja.hispanianostra.org/ficha/castillo-de-azagala/ |
Aunque hay historiadores que dicen que Aldonça Lourenço de Valadares había fallecido muy pronto y por eso Inés había tenido que ser criada en la casa de Juan Manuel, ambas afirmaciones son erróneas, porque Inés de Castro no se relacionó con los Manuel hasta la boda de Constanza. Y por otro lado, su madre falleció después de muerta su hija, porque en 1360 dejaba al monasterio de San Andrés de Ancede, en la orilla derecha del Duero, sus derechos de patronazgo en la iglesia de Santa Leocadia de Lagea, en el hoy municipio de Baiao. (5) Tanto el cenobio de San Andrés, como la iglesia se encontraban muy próximas a la villa de origen de la familia de su padre, Valadares, y que les da su linaje.
Entre las tierras limítrofes de Galicia y Portugal existía y existe una gran permeabilidad social, económica, cultural e histórica. Cuando él se casó con Isabel Ponce de León pudo ser en su casa donde se relacionó con Aldonça como amante, dado que tenía importantes señoríos cerca de la frontera de Portugal, e Isabel se había criado en tierras asturianas, tenía familia allí y poseía el señorío de Castrelo en Galicia, por lo que ambos podían habitar en aquellas tierras cercanas a Portugal. Isabel Ponce de León y Pedro Fernández de Castro tendrán a Fernando Ruiz de Castro y a Juana de Castro, ambos dos importantes personajes en tiempos del rey Pedro I.
Desde que se firmó el acuerdo entre el rey Pere IV de Aragón, Alfonso XI de Castilla y Leonor, la reina había vuelto a hacer una vida más normal en aquel reino, porque su hijastro estaba más ocupado en fortalecer y defender la frontera de Murcia de un posible ataque de los benimerines que habían cruzado el Estrecho, y luego enredado en los problemas con Mallorca, que de su madrastra y sus hijos. Ella se dedicaba a administrar sus posesiones y a supervisar la educación de los infantes Fernando y Juan.
Vamos a asistir a un paréntesis en que no sabremos casi nada de Leonor, reina madre de Aragón. Durante el periodo que media desde la concordia entre ella y su hijastro, y la mayoría de edad de sus hijos, en que empiezan a ser notorios por sí mismos, Leonor desaparece de las crónicas. Y volverá a ser muy relevante, una vez muerto su hermano el rey Alfonso XI, en el reinado de su sobrino Pedro I, cuando ella ya está viviendo en Castilla. Porque Fernando, su primogénito liderará el movimiento de la Unión, y en 1348, tras su derrota en Épila, ella y sus dos hijos tendrán que marcharse de Aragón. En el reinado de Pedro I, tanto ella como sus hijos tendrán un destino trágico, muertes violentas ordenadas por familiares.
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Tortosa, dibujo, 1563, Anton van den Wyngaerde. El infante Fernando de Aragón tenía la villa y el marquesado, y en su menor edad, Leonor de Castilla, reina de Aragón la gestionaba,
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Ahora sólo sabremos de su vida de forma indirecta. Cuando ya tenía una situación más tranquila en Aragón y podía ejercer la gestión del patrimonio de sus hijos que todavía eran menores. Continuaba desde antes de 1338 el enfrentamiento entre los ciudadanos de Tortosa, villa y marquesado del infante Fernando, con el prior de la Orden de San Juan del Hospital en Aragón, Sancho de Aragón, castellán de Amposta, con el que la reina viuda tenía un buen trato. Por lo que hará de mediadora como tutora de su hijo. En abril de 1339, Leonor recibió una carta del papa Benedicto XII pidiéndole que se interpusiera en la cuestión. Pero el problema seguía latente a pesar de la tregua que habían impuesto los legados pontificios, Beltramino y Enrique de Aste, hasta San Juan de 1340 y que se estaba incumpliendo, no existía la concordia pedida por Benedicto XII. El papa vuelve a escribir a todas las partes interesadas y a Leonor le dice que: “(…) Induzca a los ciudadanos de Tortosa a hacer tregua con el castellán de Amposta, ya que el infante Fernando, marqués de Tortosa, es demasiado joven para hacer guerra.” (6)
El Libro de Horas de María de Navarra, reina de Aragón
Probablemente cuando la reina María se quedó embarazada por primera vez, Pere le hizo un regalo espléndido: el Libro de Horas iluminado por el pintor Ferrer Bassa, su hijo Arnau y otro integrante de su taller. El texto, muy cuidado e igual, está escrito por un solo copista en letra gótica redonda. El resultado es una obra de exquisito refinamiento y una gran belleza en las iluminaciones. A María de Navarra, reina de Aragón, se la recuerda precisamente por este libro religioso que utilizaría de forma íntima para sus rezos.
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La reina María de Navarra rezando, miniatura dibujada por Ferrer Bassa en la letra D de Deus, de su Libro de Horas, ca. 1337-1340, por orden del rey Pere IV ilustrado por el pintor, introductor del estilo italianista en la Corona de Aragón,
- Livre L'Art espagnol sous la direction de Véronique Gérard-Powell, Paris : Flammarion, 2001. ISBN 978-20-8010-982-8, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=27647565 |
Su primera hija vino al mundo en el monasterio de Poblet, posiblemente en 1341, porque en este año los reyes estuvieron una larga temporada en el convento, desde finales de junio hasta agosto el rey data numerosas órdenes desde allí. Estarían hospedándose en las habitaciones dedicadas a la casa real en el cenobio cisterciense, donde Pere estaba preparando un panteón real. La reina se puso de parto, estaría el médico de la casa real y las damas que la acompañaban, y, allí nació Constanza, nombre repetido en la familia. El lugar era amable y muy bello, rodeado de espesos bosques y cerca de las montañas de Prades.
Mientras tanto, en el Real Monasterio de Sigena la vida para Blanca y María de Aragón continuaba como siempre, aparte de las obligaciones religiosas, ocuparse de los atropellos y problemas que se provocaban entre otros pueblos y los vecinos de las villas pertenecientes al convento; de las deudas propias, y los pagos que no recibían y había que exigir; de las labores y trabajos artesanales; de la correspondencia; y, sobre todo, el deseo de salir de allí.
A menudo tenían que escribir a su sobrino el rey para que requiriera al Justicia o a los Sobrejunteros para solucionar algún contratiempo. Por ejemplo, no les llegaban los alimentos que tenía que suministrarles el arrendador de las rentas de Sigena, ya reclamados anteriormente y que les ocasionaba grandes perjuicios, era contra Pere Portell con el que tenían un acuerdo, y sin embargo no proveía de las viandas y sustentos necesarios a las hermanas. (7)
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Interior del claustro con dos monjas del Real Monasterio de Santa María de Sigena, Villanueva de Sigena, Huesca, fotografía: Ricardo Compairé Escartín, 1920-1936,
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No se solucionó el problema, así que poco después la priora tendrá que querellarse contra él, porque continúa sin abastecer de las provisiones debidas a ella y a las monjas, y no cuida las propiedades del monasterio que se encuentra en estado ruinoso. El rey Pere IV tiene que intervenir directamente ordenando a Portell que cumpla con sus cometidos reparando las casas, cultivando las tierras, y suministre al cenobio lo que necesite. (8)
Pere Portell era un vecino de Montblanc que debía de tener instrucción y cierto nivel económico y social en la comarca. Por el monasterio, tiene el cobro de las rentas, y para las infantas realiza algunas tareas, pero por lo que vemos no cumple con sus obligaciones, e incluso estará envuelto en robos y maquinaciones, como en el caso de la sustracción de objetos preciosos y dinero en casa del vicario de Bujaraloz por un convecino de Montblanc. En 1344 Pere mandará a su camarero mayor que haga varias averiguaciones sobre el estado del convento, y también se entere de la gestión de Portell.
Esta inestabilidad económica que dependía de pagos de distintas procedencias y cada una con sus vicisitudes, daba gran incertidumbre a sus vidas, lo que repercutía en su estado de ánimo. Pere Portell aparecerá en numerosas ocasiones en los documentos de Sigena porque se producen dificultades y discusiones en las cuestiones dinerarias. Pero se ocasionaban situaciones más peligrosas que esas querellas y disputas. El monasterio era muy grande y tenía muchas dependencias, y por lo tanto numerosas estancias y accesos. Había muchos oficiales y servidumbre, y era fácil entrar en su interior.
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Los Monegros, comarca que se extiende entre las provincias de Huesca y Zaragoza,
De Willtron, CC BY-SA 3.0,
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El 29 de agosto de 1342 desde Barcelona, el rey ordena que se investigue un robo perpetrado por un ciudadano de Valencia. Entre los objetos robados se incluían algunos libros de rica ornamentación con perlas e iluminaciones y un cofre tallado con imágenes, entre otros. (9) El convento estaba a merced de muchas eventualidades, como el robo de objetos preciosos que abundaban en su interior, que en este caso al que se refiere el rey tiene todas las trazas de ser un expolio. Debían de estar implicados otros hombres, incluido el que era llamado para investigarlo, porque meses después, el monarca ordena a este y a sus cómplices que devuelvan las joyas, bienes, trajes y objetos que sustrajeron. Un poco después aún faltan 200 sueldos jaqueses por restituir, que Pere IV requiere al señor de uno de los ladrones para que tome la cantidad que adeudan de los bienes de ese hombre.
En estos años, ya avanzada la década de 1340, la infanta María estaba estudiando la posibilidad de establecer un monasterio femenino de Santo Domingo en Barcelona, cumpliría así dos deseos, el de fundar un convento y el de trasladarse con su hermana a orillas del mar con un clima más cálido.
Notas
(1) Brandâo, Francisco, Sexta parte da Monarchia lusitana, Libro XVIII, cap. XV, pp. 56 y 57, Lisboa, 1679.
(2) Conde de Barcelos, d. Pedro, Libro de los linajes, titulo II. Castros, p. 89
(3) Pereira Bayaô, J., Supplemento a la Chronica del Rey D. Pedro I, de Fernâo Lopes, p. 429. Lisboa Occidental, 1735.
(4) Testamento de Fernando Rodríguez de Castro, El “Tumbo B” de la catedral de Santiago de Compostela, doc. 278, pp. 917 y 918, https://digibug.ugr.es/handle/10481/5977
(5) de Sottomayor Pizarro, J. A., Linhagens medievais portuguesas: genealogias e estratégias (1279 - 1325), vol II, p. 796. tesis, Porto, 1997. https://repositorio-aberto.up.pt/handle/10216/18023
(6)
Costa,
M. M., Documentos
pontificios para la corona de Aragón según los registros del
Archivo Vaticano, Benedicto XII (1334 - 1342) doc. 116 y 130 pp. 22 y
24. Analecta
Sacra Tarraconensia,
vol. XXXIV, primer semestre, 1961.
https://www.icatm.net/bibliotecabalmes/sites/default/files/public/analecta/AST_34.1/AST_34_1.pdf
(7) Sáinz de la Maza Lasoli, R., El monasterio de Sijena, Catálogo de los documentos del Archivo de la Corona de Aragón, I, 1208-1348, doc. 896, CSIC, Institución Milá y Fontanals, Barcelona 1994.
(8) Ibidem, doc. 940.
(9)
Trenchs Ódena, Josep, Documents de cancelleria i de mestre
racional sobre la
cultura
catalana medieval, doc. 704, Institut d’Estudis
Catalans, Barcelona, 2011.
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